Las primeras pruebas de carreteras electrificadas que envían carga de forma inalámbrica a un vehículo eléctrico están siendo un éxito. Aunque tal vez no tenga sentido para un coche privado, podrían ser muy útiles en rutas fijas como las de los autobuses
La idea de lanzarse a la carretera en un coche que nunca tenga que pararse a repostar es muy atractiva. Y como han demostrado varias pruebas de campo recientes, el concepto es cada vez más realista.
El enfoque se basa en la tecnología de carga inalámbrica. En teoría es un concepto sencillo: un sistema genera un campo electromagnético alterno, y una bobina de inducción presente un dispositivo más pequeño obtiene energía de él. Funciona bastante bien con objetos inmóviles, y de hecho algunos smartphones ya lo incluyen entre sus prestaciones. Pero que un objeto grande y en movimiento obtenga energía suficiente resulta más complicado.
Ahora, el fabricante de chips Qualcomm ha anunciado que ha logrado construir una pista de pruebas de 100 metros de longitud cerca de París (Francia) para probar su propia versión de la tecnología. En las pruebas que han realizado hasta ahora han conseguido cargar vehículos a 20 kilovatios mientras recorren la pista a velocidades de autopista. El prototipo funciona incluso cuando dos coches circulan en direcciones contrarias por la misma pista.
Mientras tanto, una empresa israelí llamada ElectRoad también está probando un sistema similar sobre una pista de pruebas de unos 25 metros de largo. Como ha informado Scientific American, la empresa planea construir un sistema que abarcará parte de una ruta de autobús en Tel Aviv (Israel). El objetivo a largo plazo es instalar un sistema en toda la línea de transporte de casi 18 kilómetros entre la ciudad de Eilat y el Aeropuerto Internacional Ramon, ambos en Israel.
Los beneficios están bastante claros. Si un vehículo pudiese cargarse sobre la marcha, no necesitaría detenerse para conectarse a una fuente eléctrica. En teoría, podría circular indefinidamente. Además, los vehículos podrán funcionar con baterías mucho más pequeñas (aún las necesitarían para la aceleración), lo que reduciría su peso y su coste. Además, el hecho de que el hardware de carga inalámbrica esté instalado en las propias calles resulta más seguro, estéticamente atractivo y versátil que emplear líneas aéreas vivas para alimentar vehículos eléctricos.
Pero la idea también tiene ventajas. Primero, habría que levantar secciones de la calzada, algo que resulta incómodo y caro. Segundo, los propios sistemas no son precisamente baratos, puesto que necesitarían una línea continua de electroimanes a lo largo de toda la carretera. Por tanto, probablemente la infraestructura sólo se implementaría en rutas urbanas altamente transitadas.
Así que no está claro si el concepto de calle electrificada realmente tiene sentido para alimentar vehículos privados, especialmente para el modelo actual de propiedad por el que las personas eligen conducir cuándo y dónde les place. Además, debido al declive continuo del coste de las baterías y al aumento continuo de la eficiencia de los coches eléctricos, la autonomía de este tipo de vehículos empieza a ser un problema menor para la mayoría de los conductores (ver En 2030 un coche eléctrico podría ser más barato que uno tradicional).
Aún así, el concepto sí podría ser beneficioso para las rutas de autobús, en las que menos peso significa una mayor eficiencia y, además, las rutas ya están predefinidas. E incluso podría tener sentido para las flotas de taxis robóticos de las que tanto se habla, si se limitasen a realizar trayectos concretos y sólo se desvían de las rutas de carga inalámbrica durante un par de kilómetros.
(Para saber más: Qualcomm, Scientific American, La competencia feroz por las baterías puede lograr el milagro del coche eléctrico, Why Range Anxiety for Electric Cars Is Overblown, The Paris Motor Show Confirms It: The Future Is Electric)