China es el país con las mayores emisiones contaminantes a nivel mundial, pero culpar a un solo actor no contribuye a resolver un problema global. Sobre todo, cuando las negociaciones están estancadas, en parte, por el desacuerdo sobre qué región debe contribuir más la lucha contra el cambio climático
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"Bueno, ¿y qué pasa con China?"
Esta es una pregunta que escucho constantemente al hablar sobre cambio climático, ya sea en conversaciones cotidianas o en debates que surgen en redes sociales. Por lo general, aparece como respuesta a comentarios sobre los esfuerzos de Estados Unidos y Europa para enfrentar el problema, o sobre las acciones que deberían tomar.
A veces, tengo la impresión de que esta pregunta se hace de mala fe. Es una manera retórica de eludir la responsabilidad y sugerir ni Estados Unidos ni Europa no son los verdaderos culpables. Es como decir: "Si ellos no hacen nada, ¿por qué deberíamos nosotros?". Sin embargo, en medio de este juego de acusaciones, hay hechos que no se pueden ignorar: China es el país que más gases de efecto invernadero emite, y lo hace con una gran diferencia. Además, es una de las naciones más pobladas, una potencia en tecnología climática y su economía sigue en proceso de desarrollo.
Con tantos elementos complejos en juego, ¿cómo debemos entender el papel de este país en la lucha contra el cambio climático?
En 2023, China superó los 12.000 millones de toneladas de dióxido de carbono en emisiones, según la Agencia Internacional de la Energía, lo que le sitúa como el mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo.
No obstante, si solo nos centramos en la cifra, perdemos de vista el contexto completo, tal y como señalé en mi último artículo sobre estadísticas climáticas globales. Como el dióxido de carbono permanece en la atmósfera durante siglos, no deberíamos limitarnos a analizar las emisiones de un país. Deberíamos considerar todo lo que ha liberado a lo largo del tiempo. Al hacerlo, vemos que Estados Unidos sigue siendo el mayor contaminador histórico del mundo.
China ocupa ahora el segundo lugar en esa categoría, según un nuevo análisis de Carbon Brief. Además, el documento destaca que, en 2023, el país superó por primera vez a los 27 miembros de la Unión Europea en emisiones históricas.
Esto refleja una tendencia global más amplia: los países en vías de desarrollo ahora representan una proporción mayor que antes de las emisiones. En 1992, en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, las regiones más avanzadas eran responsables del 61% de las emisiones históricas a pesar de representar solo una quinta parte de la población mundial. Sin embargo, para finales de 2024, su aportación a estas emisiones caerá al 52% y se espera que siga disminuyendo.
China, como todas las naciones, tendrá que reducir drásticamente sus emisiones para que el mundo cumpla los objetivos climáticos mundiales. Un punto importante es que, aunque sus emisiones siguen siendo monumentales, hay indicios de que el país está empezando a avanzar en la dirección correcta.
La expectativa es que las emisiones de dióxido de carbono de China disminuyan en 2024 gracias al aumento de fuentes de energía más sostenibles. Según un informe de la AIE publicado en octubre, también se espera que esta tendencia continúe con las políticas actuales del país. Además, la demanda de petróleo en China podría alcanzar su punto máximo y descender, en gran parte por la adopción masiva de vehículos eléctricos.
Una pregunta cada vez más relevante: con todos estos avances y una economía en rápido crecimiento, ¿deberíamos esperar que China haga algo más que mejorar sus propias emisiones?
Como mencioné en el boletín de la semana pasada, la COP29 (la conferencia de la ONU sobre el clima) se centró en establecer un nuevo objetivo de financiación climática global, mucho más ambicioso, para apoyar a los países en vías de desarrollo a luchar contra el cambio climático. China no está incluida entre los países que deben contribuir a este fondo, pero algunos señalan que eso debería cambiar, dado que es el mayor emisor de contaminantes del mundo.
Otro dato relevante es que, según una investigación publicada por el Instituto de Recursos Mundiales, China destina miles de millones de dólares anuales a la financiación climática de países en desarrollo. Sin embargo, los líderes chinos han dejado claro que sus contribuciones serán voluntarias. Asimismo, han insistido en que los países más avanzados siguen siendo responsables de los pagos establecidos en los nuevos objetivos de financiación.
Las negociaciones en la COP29 no avanzan tan bien como se esperaba. Aunque su presidente ha pedido que se tomen decisiones con mayor rapidez, los avances hacia un acuerdo financiero se han estancado debido a disputas internas sobre cuánto dinero debe contribuir cada país y quién debe asumir el pago.
El complejo papel de China en las emisiones y la acción climática no es el único obstáculo en las negociaciones. Líderes de países clave, como Alemania y Francia, han cancelado su participación, y la incertidumbre sobre una posible salida de Estados Unidos del Acuerdo de París está afectando de manera negativa al avance de las negociaciones.
El desacuerdo sobre el papel de China en este tema no solo refleja lo complicado que es asignar responsabilidades en la lucha contra el cambio climático, sino también lo importantes que son estas negociaciones para el futuro. Lo único que tengo claro es que señalar con el dedo no contribuye a reducir las emisiones.