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Tecnología y Sociedad

El día que la educación se reunió para innovarse a sí misma y transformar Medellín

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El Gran Pacto para la Innovación liderado por Ruta N estableció un plan de innovación mínima viable para sus instituciones de educación superior que tendrá impacto en la ciudadanía y la propia urbe

  • por Habla el mercado | traducido por
  • 18 Octubre, 2016

El vocablo "innovación" no es solo uno de los nuevos términos de moda aceptados por la RAE, tampoco es un invento de las nuevas tecnologías ni una marca convertida en verbo. La innovación es un concepto real que nace de la necesidad humana de sobrevivir y se remonta a los albores de la humanidad. Tras el descubrimiento del fuego, las primeras sociedades humanas lo utilizaron para innovar sus técnicas de supervivencia. Ya en la Edad Moderna, innovaciones como la cadena de montaje de Herny Ford acercó los automóviles, un invento que ya existía, a las clases menos privilegiadas. La innovación ha acompañado a la humanidad desde el principio de los tiempos hasta el día de hoy.

Este proceso de crear nuevos productos, servicios y herramientas ha ayudado al hombre y también está ayudando a las empresas. En un mundo cada vez más globalizado, la competencia puede estar en cualquier rincón del mundo, e innovar puede ser el elemento diferenciador que marque el éxito de una compañía. Para ello, no solo deben ser ágiles, también deben saber escuchar las demandas del público e intentar satisfacerlas con soluciones que alcancen al mayor número de gente posible.

Pero la innovación no solo atañe a personas y empresas. La educación también está sedienta de novedades para poder ayudar al mayor número de gente posible. Y en los últimos años ha recibido innovaciones como los cursos abiertos y masivos online, y más conocidos como MOOC, por sus siglas en inglés (massive open online courses). Como su propio nombre indica, se trata de espacios formativos a los que cualquiera con una conexión a internet puede acceder.

Las instituciones educativas superiores (IES) ya han empezado su viaje por la innovación, y dada su capacidad para mejorar la educación allá donde sea necesaria, ahora están alcanzando uno de los papeles más relevantes de su historia. Tienen la responsabilidad de preparar a jóvenes en los conocimientos y competencias necesarios para aportar valor a un futuro que cambia veloz y drásticamente. Pero también, se han convertido en un nuevo motor para el sector empresarial. Las compañías están en pleno proceso de transformación digital y dependen de la formación para poder realizar dichos cambios.

Para enfrentar este nuevo reto, las instituciones deben romper sus propios paradigmas y reinventarse a sí mismas. Deben ser capaces de adaptarse y adelantarse a las propias condiciones de su sector. En la actualidad, los gigantes de internet han empezado a ofrecer programas mucho más completos y enriquecidos. Aunque al principio se centraban en sus propias áreas de especialización, como las técnicas de programación, ahora se mueven con soltura en ámbitos estratégicos como la economía, el marketing, e incluso en la salud y las ciencias sociales.

En este escenario, las instituciones educativas deben adelantarse al futuro. Y aunque por ejemplo hoy en día es muy difícil (si no imposible) formar a un ingeniero para que diseñe nuevas fuentes de energía a través de internet, ¿será posible hacerlo en el futuro?

Medellín (Colombia) fue declarada como la ciudad más innovadora del mundo de 2012, según The Wall Street Journal y Citigroup. La urbe ya era consciente de esta nueva realidad y por ello solo tardó dos años en crear un Gran Pacto para la Innovación, liderado por la Corporación Ruta N. Este proyecto aspiraba a elevar los niveles de inversión en ciencia, tecnología e innovación de la región hasta alcanzar el 1% de su PIB en 2015.

El hito de lograr que al menos 600 compañías firmaran el Gran Pacto fue superado con creces, y a día de hoy, hay más de 1.700 empresas y más de 3.800 ciudadanos que se han comprometido a hacer de este sueño una realidad. Dentro de este escenario colaborativo, las instituciones de educación superior deben cumplir su parte. Necesitan innovar hacia dentro para ser más competitivas, pero también hacia fuera, para apropiarse de su rol como eje de generación y transferencia de conocimientos y capacidades hacia los sectores económicos y las personas.

Para ayudarlas en este reto, en 2015 Ruta N firmó un acuerdo con la Universidad de Purdue (EEUU) para preparar y liderar un programa de acompañamiento para las IES de Medellín. Esta institución, líder en innovación educativa, sería la encargada de ayudarlas a emprender un sistema de innovación mínimo viable.

Este concepto se basa en una estrategia empresarial en la que una compañía debe implementar sistemas de innovación mínimos viables a partir de una definición estratégica y un marco de trabajo de 90 días. El acuerdo para llevarlo a las IES supondría una tarea nunca antes realizada por otra institución académica en el mundo.

El programa de la Universidad de Purdue contó con la colaboración del Centro de Innovación Woma y la consultora global en innovación Opinno, que fueron seleccionadas por su experiencia y especialización. El resultado fue un proyecto enfocado inicialmente a buscar el apoyo de los niveles directivos de las instituciones, quienes participaron en talleres de motivación y liderazgo que buscaban no solamente invitarlos a participar, sino a que priorizaran su estrategia de innovación en sus propias agendas.

Con 12 IES seleccionadas y otras siete invitadas, el programa ya tocaba a más del 40% del total de las instituciones de educación superior de la región. Casi seis meses y 330 personas se emplearon en este reto. Aunque sus resultados completos darán frutos a más largo plazo, entre los éxitos del programa ya destacan la creación de unidades de negocio capaces de derribar las barreras que aún hoy existen entre la empresa y la academia, e incluso el desarrollo de sistemas de simulación y virtualización de casos de salud pública.

Nadie sabe con certeza qué pasará en el futuro, pero la participación de estos organismos educativos en la creación de su propia innovación ya es una baza ganadora. Gracias a ella, Medellín puede empezar a construir una nueva realidad a innovadora no sólo para su educación sino también para su sociedad y sus empresas, esas que hace muy poco lograron convertirla en la ciudad más innovadora del mundo

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