El mayor atlas de la contaminación lumínica mundial alerta de que la humanidad podría quedar cegada para siempre a las luces del cielo nocturno. Las Islas Canarias ya trabajan para evitar este escenario
Allá por 1994, el terremoto de Northridge provocó importantes apagones en la zona de Los Ángeles (EEUU). Durante las horas de oscuridad, sucedió algo extraño. La gente empezó a llamar al 911 para informar de la presencia de una extraña luz etérea en el cielo.
Lo que se veía era en realidad la Vía Láctea. Su contaminación lumínica era tan pronunciada que mucha gente jamás había visto nuestra galaxia.
Este fenómeno genera una interesante pregunta: ¿cuán grave se ha vuelto la contaminación lumínica desde entonces, y qué perspectivas existen de que cambie?
Hoy recibimos una respuesta gracias al trabajo del investigador del Instituto de Ciencias y Tecnologías de Contaminación Lumínica de Thiene (Italia) Fabio Falchi y varios compañeros. El equipo ha medido la contaminación lumínica de todo el planeta con un nivel de detalle sin precedentes.
Según sus resultados, la bruma lumínica que empezó a llenar nuestra atmósfera durante la Revolución Industrial nunca ha sido más densa. Además, en Europa y Estados Unidos la mayoría de la gente no puede observar claramente el cielo nocturno.
Su método hace uso de un satélite de órbita polar, el Suomi NPP. Se trata de un satélite meteorológico operado por la Administración Nacional Oceánica y Nacional de Estados Unidos. Orbita el planeta de polo a polo una vez cada 24 horas mientras observa desde arriba cada zona de la Tierra mientras gira debajo de él.
De esta manera, puede recopilar una imagen compuesta con el paso del tiempo para compensar la nubosidad y los cambios en la iluminación artificial en superficie. Los nuevos datos fueron recopilados durante seis meses en 2014. Después, el equipo de Falchi procesó estos datos para crear una nueva generación de mapas de contaminación lumínica.
Las imágenes resultantes son impresionantes. El equipo de Falchi ha producido un atlas de contaminación lumínica para todo el planeta que revela la gravedad del problema. La investigación detalla: "Encontramos que alrededor del 83% de la población mundial y más del 99% de las poblaciones estadounidenses y europeas viven bajo cielos contaminados lumínicamente".
Una medida de la gravedad del problema es la capacidad de la gente de observar la Vía Láctea. Según esta medida, el problema es gravísimo. "Debido a la contaminación lumínica, la Vía Láctea no es visible para más de la tercera parte de la humanidad, incluido el 60% de los europeos y casi el 80% de los norteamericanos", afirma el equipo de Falchi.
Pero no todos los sitios se están ahogando en luz. El equipo señala que las poblaciones menos afectadas por la contaminación lumínica son la República de Chad, la República Centroafricana y Madagascar. Más de tres cuartas partes de sus habitantes viven bajo cielos impolutos.
Otros no tienen tanta suerte. El país más afectado es Singapur, donde la población al completo vive bajo cielos tan iluminados que sus ojos no pueden adaptarse totalmente a la visión nocturna. Allí la noche nunca es más oscura que un crepúsculo.
Y el problema irá empeorando a medida que los países sustituyan las luces de sodio de alta presión por LED de luz blanca, que son mucho más eficientes. El problema es que la luz de LED abarca una parte mucho más amplia del espectro de luz visible para el ojo humano. El equipo de Falchi asegura que generan 2,5 veces más contaminación lumínica.
Por otro lado, los sensores del satélite Suomi son incapaces de detectar la luz de la zona azul del espectro, y por tanto no la registrarán en futuras mediciones de la contaminación lumínica.
No obstante, hay esperanza. Varios lugares han empezado a promulgar legislaciones de contaminación lumínica para no provocar más daños al cielo nocturno. Por ejemplo, Lombardía y la mayoría de las otras regiones de Italia, dos regiones en Chile y parte de las Islas Canarias (España).
Tales leyes son enormemente importantes para los astrónomos pero también tienen otras consecuencias. Entre ellos se encuentra la importancia cultural de observar el cielo nocturno y entender el lugar que ocupa la Tierra en él.
El equipo de Falchi imagina dos escenarios futuros. "Tal vez la generación actual sea la última que viva en un mundo tan afectado por la contaminación lumínica al llegar a controlar con éxito la contaminación lumínica", escriben. Pero según la otra proyección, "tal vez el mundo siga iluminándose, y prácticamente toda la población nunca experimente la posibilidad de ver un cielo estrellado, como en la novela y cuento Nightfall de Isaac Asimov", añade el estudio.
La idea de que haya gente tan asustada por las luces celestes como para llamar a la policía es triste, y aun así se ha hecho realidad. Esperemos que el primer escenario sugerido por los investigadores se llegue a producir, aunque sólo sirva para mejorar notablemente la belleza del cielo nocturno para todos.
Ref: arxiv.org/abs/1609.01041: The New World Atlas of Artificial Night Sky Brightness