Décadas antes del Hyperloop, un investigador de transporte ya se preguntaba si el transporte terrestre dentro de tubo de vacío merecería la pena. A parte del coste, creía que sí
Un extracto del artículo "Conceptos de suspensión para el transporte terrestre de alta velocidad" escrito por Timothy M. Barrows del Departamento de Transporte de Estados Unidos, de la edición de julio-agosto de 1975 de MIT Technology Review.
Aunque los trenes se han desplazado a más de 320 kilómetros por hora en condiciones de prueba, el negocio de operar servicios regulares de pasajeros a velocidades que superen los 240 kilómetros por hora sigue siendo complicado.
Muchos problemas del ferrocarril nacen de las altas concentraciones de fuerza que se producen en el punto de contacto con la vía. El aérotren evita esto al distribuir la fuerza de suspensión por una amplia área de superficie. El aire presurizado es introducido en una región de colchón de aire, de la que se escapa por una pequeña rendija entre el borde del colchón y el carril-guía.
Los investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, EEUU) Henry Kohm y Richard Thornton han descrito un vehículo que emplea la repulsión magnética para levitar a más de 480 kilómetros por hora. Este vehículo emplea ruedas a velocidades bajas, y el carril-guía tiene forma de abrevadero semicircular para que el vehículo pueda coger las curvas como un tobogán.
El gran campo magnético resultante, que es la característica esencial de este concepto, no carece de dificultades. Se necesita de algún tipo de escudo magnético para proteger a los pasajeros, y el acero del carril-guía genera problemas debido a la resultante fuerza de atracción a bajas velocidades. El hormigón también presenta dificultades puesto que se corroe al entrar en contacto con la superficie de levitación de aluminio. Los ingenieros civiles que diseñan el carril-guía deben trabajar con consideraciones especiales frente a los materiales de construcción, lo cual inevitablemente aumentará el coste.
La única ventaja de la repulsión magnética es que puede operarse dentro de un tubo de vacío. Sin embargo, las dificultades de tal operación son formidables. Tendrán que producirse unas dramáticas e imprevistas reducciones en el coste de cavar túneles y mantener un entorno de vacío de este concepto de transporte para que pueda justificarse.
Las probabilidades de que los sistemas de suspensión como este sean técnicamente viables son bastante altas. La viabilidad económica, no obstante, es la cuestión más importante y la que algún día decidirá cuál de los enfoques resultará preferible. Esta determinación representará uno de los temas tecnológicos, sociológicos y económicos más fascinantes de la próxima década.