Las negociaciones en Naciones Unidas no conducen a ninguna parte mientras las emisiones de gases de efecto invernadero se disparan
En 2007, justo antes de aceptar el premio Nobel de parte del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de Naciones Unidas, el líder de la organización, Rajendra Pachauri, declaró que al mundo se le acababa el tiempo para prevenir un calentamiento global catastrófico. "Si no tomamos medidas antes de 2012, será demasiado tarde", afirmó Pachauri al periódico The New York Times. "Lo que hagamos en los próximos dos o tres años decidirá nuestro futuro. Este es el momento clave".
En abril de este año el IPCC presentó un informe largamente esperado que evalúa hasta dónde hemos avanzado desde aquellas duras declaraciones de Pachauri. Y las noticias son desoladoras. No hay rastro de la acción global que Pachauri y otros buscaban desesperadamente. En 2007 el IPCC pidió que el nivel de emisiones se estabilizara para 2015, pero en este momento el mundo emite gases de efecto invernadero más rápido que nunca. Incluso ahora, Pachauri y otros líderes del IPCC se muestran optimistas en público afirmando que aún se puede evitar un cambio climático catastrófico si actuamos "muy pronto". Pero si se bucea en el propio informe del IPCC aparece un panorama mucho más desolador.
"En general lo que el informe demuestra es que la única forma de detener el cambio climático es esperar que los gobiernos hagan toda una serie de heroicos esfuerzos", afirma el director del Laboratorio de Derecho y Reglamentos Internacionales de la Universidad de California en San Diego (EEUU) y uno de los principales autores del informe. Por ejemplo, si queremos cumplir el objetivo de Naciones Unidas de limitar el aumento de la temperatura media en el mundo a 2ºC por encima de la media preindustrial, todas las tecnologías clave: eólica, solar, nuclear, las centrales de captura y almacenamiento de CO2 y demás, deberían escalarse rápidamente a pesar de que algunas ni siquiera están creciendo, y las centrales de captura de carbono comerciales aún están por ponerse en marcha. El informe dice que los gobiernos del mundo también deben aceptar inmediatamente cumplir con políticas para la lucha contra el cambio climático vinculantes y eficaces, aunque los enormes esfuerzos que se han hecho en ese sentido a lo largo de las dos últimas décadas no han conseguido producir acuerdos así.
"Se ha dado mucho bombo al hecho de que el IPCC afirma que se puede limitar el calentamiento", explica el director del Programa de Economía Medioambiental de Harvard, Robert Stavins, y autor clave del IPCC. Pero la situación no es "tan bonita como la han pintado", afirma. "Cuando se introduce el factor de la realidad política, el objetivo de los 2ºC deja de ser factible".
Sin quererlo, el informe sugiere otra conclusión: después de más de dos décadas del proceso en torno al tratado sobre el clima de Naciones Unidas, que siempre se ha creído que es nuestra mejor oportunidad de conseguir que los gobiernos actúen para frenar el calentamiento global, ha llegado el momento de un nuevo enfoque. Aunque hay muchos motivos por los que las emisiones han seguido aumentando, uno evidente es que el enfoque de la ONU relativo al cambio climático, que implica reunir a representantes de casi 200 países para producir tratados que articulen límites globales y vinculantes sobre la emisión de gases de efecto invernadero no está funcionando. El nuevo informe del IPCC señala que los gobiernos recurren cada vez más a foros fuera de Naciones Unidas para avanzar.
Fuera de control
Naciones Unidas empezó a interesarse en serio por el cambio climático en 1988, cuando creó el IPCC, una organización a la que se le dio el mandato de evaluar los avances científicos que se producían en el campo del cambio climático y de sentar las bases para los tratados sobre el clima. El IPCC produce voluminosos informes cada seis años aproximadamente; el informe de abril pasado forma parte de la quinta evaluación hecha por el IPCC. Más tarde, en 1994, se creó una organización diseñada para producir políticas relativas al clima cuando Naciones Unidas estableció la Convención Marco sobre el Cambio Climático, que sentó las bases para la cooperación internacional en política climática y estableció el vago pero ambicioso objetivo de estabilizar los gases de efecto invernadero "a un nivel que impidiera una peligrosa interferencia antropogénica (producida por los humanos) con el sistema del clima".
El acuerdo más famoso surgido hasta la fecha ha sido el Protocolo de Kyoto, un tratado de 1997 que establecía límites vinculantes sobre las emisiones en algunos países industrializados y creaba un mecanismo para financiar proyectos para la reducción de emisiones en los países más pobres. El Protocolo de Kyoto expiró en 2012 y aún no se ha renovado. El nuevo informe del IPCC concluye lo evidente, que Kyoto consiguió muy poco. Según Victor el colapso económico en Europa del Este tras la caída de la Unión Soviética hizo más por reducir las emisiones que el protocolo. Desde Kyoto, las acciones de Naciones Unidas han sido en su mayoría simbólicas. Un ejemplo son los objetivos no vinculantes de emisiones que salieron de una reunión en Copenhague (Dinamarca) en 2009. El objetivo de un tratado global que incluya a todo el mundo se sigue posponiendo indefinidamente. La reunión más reciente, celebrada en Varsovia (Polonia), acabó con los países prometiendo que firmarían un acuerdo universal en París (Francia) el año que viene. Pero no hay que tener muchas esperanzas de que se produzca.
Lograr el consenso entre casi 200 países es uno de los retos para la política climática de Naciones Unidas, pero no es necesariamente el principal. Otro problema es que hasta ahora la ONU se ha centrado en establecer límites específicos de emisiones. Los gobiernos no saben cuánto costará cumplir con estos límites porque no queda claro cuánto costará poner en marcha las tecnologías de bajas emisiones. Los negociadores sobre el clima no quieren comprometer a sus gobiernos a firmar un tratado cuyos efectos económicos son impredecibles.
Es más, no todos los gobiernos son capaces de imponer esas regulaciones. Incluso en países donde la capacidad regulatoria es importante, tendrían dificultad para vigilar y controlar sus emisiones globales de dióxido de carbono. Como ejemplo, hace poco Estados Unidos fijó unos agresivos estándares de ahorro de combustible para los coches. Estos podrían servir para reducir las emisiones, pero las emisiones finales dependen en última instancia de cuánto conduce la gente.
Una estrategia mucho más eficaz para reducir las emisiones de dióxido de carbono sería potenciar la cooperación internacional a la hora de invertir en nuevas tecnologías más limpias y crear incentivos para estas inversiones. Pero, en cambio, Naciones Unidas se ha obsesionado con límites a las emisiones de gases de efecto invernadero específicos y vinculantes.
Clima cambiante
No existe una alternativa sencilla al proceso de Naciones Unidas. Pero para que haya alguna posibilidad de que se adopte y de tener un impacto, la política internacional relativa al clima tendrá que empezar por grupos más pequeños de países y centrarse en industrias o sectores económicos individualmente. Estas políticas no serán suficiente para estabilizar los niveles de gases de efecto invernadero por sí solas, pero podrían frenar el calentamiento global a corto plazo. Y las colaboraciones entre países podrían establecer las bases de políticas más ambiciosas cuando bajen los costes de las tecnologías de bajas emisiones.
Estados Unidos y China, que pueden permitirse invertir dinero en I+D y proyectos de prueba de nuevas tecnologías energéticas, tienen que redoblar sus esfuerzos. Un área importante de inversión es la tecnología para la captura del dióxido de carbono de las centrales eléctricas de combustibles fósiles y su almacenamiento permanente. La captura y almacenamiento de carbono aún no se ha probado a gran escala en ninguna parte del mundo pero el IPCC afirma que, sin ella, el coste de estabilizar los niveles de gases de efecto invernadero podría duplicarse. Al menos en el caso de algunas tecnologías clave, ya se están produciendo colaboraciones en I+D: EEUU y China colaboran para la creación de centrales nucleares avanzadas más baratas y seguras. Ese tipo de cooperación podría servir de modelo para proyectos futuros.
Incluso sólo un puñado de países, como EEUU, China, India y los miembros de la Unión Europea, podrían tener un gran impacto. Apenas diez países son responsables de aproximadamente el 70% de las emisiones mundiales. Si China, el mayor emisor mundial. tomara medidas para reducir las emisiones (algo que ya empieza a hacer, en parte para controlar la contaminación), es posible que influyera en otros países -especialmente en sus socios comerciales clave- para poner en marcha cambios tecnológicos.
Mientras tanto, los grandes países ricos podrían ayudar a los países pobres a adoptar políticas más verdes para conseguir beneficios inmediatos para la salud. Por ejemplo, el informe del IPCC destaca la labor hecha por un consorcio de países para encontrar formas de promover el uso sistemas de cocina más respetuosos con el medio ambiente en países pobres. Las cocinas convencionales que se usan en esos países emiten hollín, que produce problemas respiratorios y calienta la atmósfera al absorber la luz solar. Reducir las emisiones de hollín tendría un impacto inmediato sobre el calentamiento, porque el hollín, al contrario que el dióxido de carbono que se queda en la atmósfera durante siglos, desaparece rápidamente cuando cesan las emisiones.
Las acciones como estas no tienen por qué sustituir al proceso de Naciones Unidas, se pueden dar fácilmente al mismo tiempo. Pero los diplomáticos quizá quieran pasar menos tiempo en las conversaciones de la ONU que no avanzan y más en pequeños esfuerzos que sí lo hacen. En el futuro, Naciones Unidas debería centrarse en las cosas que se le dan bien. Puede que no sea un buen foro para lograr acuerdos universales que afecten a todas las economías del mudo, pero según vayan creando nuevos acuerdos los países, Naciones Unidas puede comprobar que están cumpliendo con sus obligaciones.
Sólo invirtiendo en tecnología y estableciendo políticas fragmentadas no se limitará en calentamiento a dos grados. El informe del IPCC sugiere que ya es demasiado tarde para eso. Pero, al contrario que el enfoque de Naciones Unidas, estos esfuerzos podrían, al menos, producir progresos tangibles. El enfoque de Naciones Unidas no está funcionando. Ha llegado el momento de reconocerlo y avanzar.