Una 'start-up' intenta demostrar que el dióxido de carbono se puede usar para que la energía geotermal sea más económica y mucho más generalizada
Es posible que los investigadores hayan encontrado una forma económica de capturar el dióxido de carbono de las centrales eléctricas y almacenarlo de forma permanente bajo tierra. La idea es convertir los lugares de almacenamiento de CO2 en plantas eléctricas geotermales.
Si funciona, la tecnología podría proporcionar la energía necesaria para bombear el dióxido de carbono bajo tierra y, además, una fuente de ingresos que compense los altos costes de capturarlo en las plantas eléctricas, comprimirlo y transportarlo a los lugares de almacenamiento.
Esa tecnología, conocida como captura y almacenamiento de carbono (CCS por sus siglas en inglés) será clave en un futuro para la reducción de gases de efecto invernadero. Pero, dado que la CCS a gran escala sería prohibitiva, su desarrollo ha sido demasiado lento como para poder cumplir con los objetivos de cambio climático según la Agencia Internacional de la Energía (ver "¿Llegará a tiempo la captura de carbono?").
El año que viene, start-up e investigadores empezarán a probar si sería posible sufragar esos costes poniendo a trabajar en una planta eléctrica geotermal el CO2 almacenado.
En las plantas geotermales convencionales, el agua y el vapor calentados por rocas calientes a gran profundidad mueven las turbinas de una central eléctrica. Después, el agua se vuelve a bombear bajo tierra para que se vuelva a calentar.
La nueva tecnología usaría dióxido de carbono en vez de agua. Este enfoque tiene varias ventajas potenciales. Al eliminar la necesidad de usar agua, mejoran las perspectivas para proyectos geotermales en zonas áridas. Y las simulaciones informáticas demuestran que el CO2 podría producir el doble de electricidad en una zona dada que la que produce el agua, según el profesor de geología y geofísica de la Universidad de Minnesota (EEUU) Martin Saar. Saar es el cofundador de Heat Mining, una empresa que piensa probar esta tecnología en una pequeña central eléctrica que construirá el año que viene.
El CO2 generaría mucha más electricidad, en gran medida, porque el dióxido de carbono es capaz de moverse a través de la roca porosa mucho más rápido que el agua. Es más, según se calienta, tiene una tendencia mayor a subir hacia la superficie que el agua. En consecuencia, quizá se pudieran eliminar las bombas necesarias para bombear el agua, que consumen grandes cantidades de energía en las plantas geotermales. Las turbinas de gas que se usarían también son más eficientes que las turbinas de vapor que se encuentran en muchas plantas geotermales.
Estos factores podrían posibilitar la generación de energía de forma rentable incluso en zonas que hasta ahora resultaban poco prácticas para las plantas geotermales porque las rocas subterráneas no se consideraban lo suficientemente calientes.
Sin embargo, por el momento estas ventajas no se han demostrado. Se basan en simulaciones informáticas, sencillas pruebas de laboratorio y datos recogidos de pozos de petróleo donde el dióxido de carbono se bombea bajo tierra para estimular la producción petrolífera.
Una de las cosas que preocupa respecto al enfoque es si, al subir a la superficie, el CO2 arrastrará el agua con él, algo que podría resultar problemático para una planta eléctrica. "La tecnología puede parecer fantástica, pero ¿es posible sólo en un lugar determinado? ¿En el 10% de los Estados Unidos?", se pregunta Saar. "Lo averiguaremos en el próximo par de años".
La empresa de Saar planea probar el potencial generador de electricidad del dióxido de carbono en un pozo petrolífero de Canadá en el que el CO2 ya se bombea bajo tierra para ayudar a extraer más petróleo del subsuelo. La empresa planea empezar la construcción de una pequeña planta geotermal de cinco megavatios en el sitio el año que viene.
También el año que viene, investigadores del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley (EEUU) planean demostrar la capacidad de generar dióxido de carbono caliente en un sitio de CCS en el que ya existen un pozo de inyección y una fuente de dióxido de carbono. Este proyecto no generará electricidad, sino que está diseñado para responder algunas de las preguntas pendientes sobre cómo de bien funcionaría el sistema en la práctica.