Las rocas subterráneas que reaccionan con el dióxido de carbono para formar minerales podrían ofrecer una forma segura de impedir que los gases de efecto invernadero alcancen la atmósfera.
La preocupación porque el almacenaje de dióxido de carbono en formaciones subterráneas de roca pueda provocar terremotos que harían que el dióxido escapase va en aumento. Esta posibilidad siembra dudas sobre la efectividad real de esta estrategia para ralentizar la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Pero nuevas investigaciones sugieren que almacenar dióxido de carbono en un tipo concreto de roca subterránea podría reducir el riesgo de forma significativa.
Un estudio publicado este mes en la revista Geophysical Research Letters sugiere que almacenar dióxido de carbono bajo tierra en un tipo de roca volcánica llamada roca máfica reactiva conllevaría un riesgo sísmico potencial muy pequeño, puesto que la superficie de la roca máfica reacciona con el dióxido de carbono para formar un mineral sólido.
En el caso del "secuestro mineral" -explica David Bercovici, profesor de geología y geofísica en la Universidad de Yale (Estados Unidos) y autor del nuevo artículo- "estás creando rocas con el dióxido de carbono. No se queda ahí quieto como un fluido a alta presión", que es el caso del almacenaje en el tipo de rocas que se propone convencionalmente. Además los minerales nuevos que se forman podrían servir para contrarrestar las condiciones que conducen a los terremotos.
La captura y almacenamiento de dióxido de carbono (CCS en sus siglas en inglés) consiste en técnicas para capturar el dióxido de carbono emitido por las plantas eléctricas que queman combustibles fósiles y determinadas plantas industriales antes de que llegue a la atmósfera, comprimiéndolo y después enterrándolo a gran profundidad, donde en teoría permanecería secuestrado permanentemente en grandes formaciones geológicas. La Agencia Internacional de la Energía ha afirmado que la CCS será necesaria para lograr aproximadamente una quinta parte de las reducciones de emisiones necesarias para que en 2050 haya una posibilidad decente de que temperatura media global no suba más de 2 ºC.
Los lugares de almacenaje que se suelen proponer son grandes rocas porosas que yacen muy por debajo de la superficie. Entre las localizaciones candidatas se encuentran yacimientos de petróleo y gas vacíos, vetas de carbón que no se puedan explotar, y grandes formaciones llamadas acuíferos salinos profundos, denominados así porque sus poros contienen agua salada.
Sin embargo, un informe del Consejo Nacional de Investigación de Estados Unidos presentado el año pasado afirmaba que mientras que los riesgos de que estas prácticas den lugar a terremotos son difíciles de valorar, "la CCS a gran escala podría tener producir una cantidad significativa de sismicidad inducida". Dos investigadores de la Universidad de Stanford (EE.UU.) han dado un paso más allá al afirmar en PNAS que el riesgo de terremotos inducidos, incluso pequeños, hacen de la CCS una estrategia "probablemente fallida" para reducir de forma significativa las emisiones (ver "Los terremotos podrían producir escapes de CO2 almacenado").
Bercovici y su coautora, Viktoriya Yarushina, investigadora posdoctoral en la Universidad de Yale, han desarrollado un modelo matemático relativamente sencillo que describe ciertas consecuencias geofísicas de bombear dióxido de carbono en roca porosa máfica a distintas tasas. El modelo, que los investigadores diseñaron para "cubrir toda una serie de incógnitas de las que aún no tenemos idea", muestra que "si logras un buen equilibrio para que las reacciones vayan a la par con el ritmo de bombeo, probablemente podrías evitar un terremoto durante mucho tiempo", afirma Bercovici.
Las rocas máficas son las más abundantes, por volumen, en el planeta, en gran medida porque uno de estos tipos de roca, el basalto, compone el fondo oceánico. De hecho, algunos investigadores estudian la posibilidad de almacenar dióxido de carbono debajo del océano. También hay una gran cantidad de formaciones máficas subterráneas en todo el mundo que podrían resultar prácticas para la CCS, aunque no están tan repartidas y en general están menos accesibles desde las plantas eléctricas que las reservas de roca que se suelen proponer.
Pero la investigación en el almacenamiento en roca máfica aún está en sus primeras fases y hay muchas incógnitas respecto a cómo podría funcionar en la práctica. Gran parte de la investigación se dirige ahora a comprender mejor las reacciones de mineralización que se pueden dar lugar de forma natural en los distintos tipos de rocas máficas. "Cualquier tipo de investigación a nivel de ingeniería de ese proceso será en el futuro y será absolutamente clave", afirma Peter Kelemen, profesor de geoquímica en la Universidad de Columbia (EE.UU.)