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Cambio Climático

Una guerra comercial en torno a la energía solar podría dejarnos a oscuras

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La tecnología solar es fruto de décadas de competencia y colaboración a escala global; una guerra comercial podría destruir su futuro.

  • por Martin Green | traducido por Lía Moya (Opinno)
  • 22 Diciembre, 2011

La guerra comercial que se está gestando entre Estados Unidos y China empaña el que debería ser un momento triunfal para la industria fotovoltaica global: la llegada de la energía solar asequible.

Tras décadas de competición y colaboración, muchos mercados de energía solar en todo el mundo han alcanzado la paridad con la red, el punto en el que generar energía solar, sin subsidios, cuesta menos que la electricidad de la red eléctrica convencional. En otras palabras, la tecnología solar está preparada para convertirse en un importante elemento para resolver la crisis energética y medioambiental de nuestro planeta.

Sin embargo, el proteccionismo comercial amenaza con frenar la industria solar justo en el momento en el que está logrando nuevos niveles de interdependencia, colaboración y madurez globales.

El 18 de octubre de este año, al gobierno de Estados Unidos se le pidió que pusiera aranceles a las importaciones de células fotoeléctricas y paneles solares chinos. La justificación es que los productores con sede en China han recibido importantes subvenciones y están vendiendo productos de tecnología solar a precios bajos, lo que resulta injusto. Por lo tanto no debe sorprendernos el que algunas empresas chinas hayan pedido ahora al gobierno del país asiático que imponga aranceles a la importación de productos solares americanos, arguyendo que los productores con sede en Estados Unidos también han recibido importantes subvenciones.  Así es como la producción de productos solares asequibles y competitivos se ha convertido en un tema político para los dos mayores consumidores y productores de energía del mundo.

El éxito de toda la industria solar depende no solo del éxito de un país o una empresa, sino de la competencia y colaboración globales, lo que permite mejoras en la eficiencia y reducción de costes a nivel mundial. La imposición de barreras al comercio en Estados Unidos, China o Alemania, podría causar un aumento significativo a escala global del precio de los productos solares, y por lo tanto de la electricidad con origen solar. Algo que podría erosionar el apoyo político a la industria solar en un momento crítico.

En resumen, una guerra comercial en torno a la energía solar podría destrozar décadas de innovación internacional y detener la adopción global de tecnologías solares avanzadas.

Gordon Brisner, presidente de la rama estadounidense de Solar World, una de las empresas que solicitan la creación de aranceles, ha afirmado que “la tecnología solar se inventó aquí [en Estados Unidos] y pretendemos que siga aquí”. Yo estoy en completo desacuerdo. Igual que el sol es un recurso global compartido, la historia de la tecnología solar y la del desarrollo de la industria solar también han sido globales. Y debería seguir siendo así.

El efecto fotovoltaico fue observado por primera vez por un francés, Alexandre-Edmond Becquerel, en 1839. Muchos otros mejoraron las investigaciones de Becquerel, como Willoughby Smith en el Reino Unido. Diez años después, el americano Charles Fritts creó la primera célula fotovoltaica funcional. Luego, en 1887, el científico alemán Heinrich Hertz descubrió el efecto fotoeléctrico. Ese trabajo lo mejoró Albert Einstein, quien publicó un artículo sobre el efecto fotoeléctrico que acabó dándole el premio Nobel de Física y proporciono la base teórica para la compresión de la energía solar fotovoltaica.

La carrera espacial de finales del siglo XX financió extraordinarias investigaciones en torno a la energía solar fotovoltaica, mejorando exponencialmente en el laboratorio la eficiencia de las células solares de silicio cristalino. Los satélites Sputnik 3 de Rusia y Vanguard 1 de Estados Unidos -lanzados ambos en 1958- obtenían su energía de células solares. Poco después, instituciones dedicadas a la investigación de la energía solar en todo el mundo comenzaron a desarrollar diseños propios de este tipo de células para explorar los límites teóricos de la energía solar fotovoltaica. Por ejemplo, en 1985 nuestro equipo en la Escuela de Ingeniería Fotovoltaica y de Energías Renovables en la Universidad de New South Wales (UNSW, por sus siglas en inglés) en Sydney (Australia), creó la primera célula solar de silicio que rompió la barrera del 20 por ciento de eficiencia de la célula cristalina. En 1988 la célula de contacto trasero de la Universidad de Stanford (EE.UU.) consiguió una eficiencia del 22 por ciento. La siguiente gran mejora, en 1994, fue la célula PERL de la UNSW, la primera célula de silicio con un 24 por ciento de eficiencia; un diseño que hoy ostenta el récord mundial con el 25 por ciento de eficiencia.

Todos estos logros son esenciales para nuestra comprensión de la energía solar fotovoltaica. Pero no sirven de gran cosa a la humanidad si se quedan en el laboratorio. La parte más emocionante de nuestro trabajo ha sido ver cómo se comercializa la tecnología desarrollada en los laboratorios y llega al mercado.

La comercialización de la tecnología solar ha sido también global.

En 1954, Bell Labs en Estados Unidos comercializó la primera tecnología solar fotovoltaica: células solares con un 6 por ciento de eficiencia que costaban unos 250 dólares por vatio (aproximadamente 200 euros). Diez años después, Sharp Corporation de Japón produjo uno de los primeros paneles solares viables para aplicaciones terrestres. A partir de entonces, la competencia a escala global ha impulsado décadas de mejoras en la eficiencia y reducciones del coste en toda una serie de tecnologías fotovoltaicas y sectores de la industria. SunPower, con sede en Estados Unidos, fue la primera empresa que comercializó eficazmente la tecnología de contacto trasero desarrollada por la Universidad de Stanford, estableciendo varios récords mundiales en cuanto a la eficiencia de los paneles de silicio monocristalino. Suntech, con sede en China, fue la primera empresa que comercializó la tecnología PERL de la UNSW, lo que supuso un récord mundial en cuanto a la eficiencia de los paneles de silicio multicristalino.

Como consecuencia de la competencia global, el coste de un panel solar en la actualidad es de aproximadamente un dólar por vatio. Resulta fútil generalizar respecto a qué regiones han contribuido más a determinada industria, ya que hay mucho solapamiento y cualquier regla que se establezca genera decenas de excepciones importantes. Muchas empresas fabricantes con sede en Alemania han creado fantásticos equipos de alta precisión para la producción a gran escala de obleas solares, células y paneles. Muchas empresas de Estados Unidos han tenido un papel importante a la hora de bajar el precio del silicio, el ingrediente clave para la energía solar fotovoltaica, a menos de 40 dólares por kilo, el precio actual (unos 32 euros). Las empresas con sede en China, varias de las cuales han sido fundadas por antiguos alumnos míos en la UNSW, han hecho un trabajo impresionante desarrollando métodos innovadores y de bajo coste para fabricar células y paneles solares de gran calidad.

Y lo que es más importante, todas estas empresas y países dependen unos de otros para tener éxito. Juntos, representan una fuerza formidable que ha bajado paulatinamente el coste de la energía solar durante más de 30 años. Aislados, tienen relativamente poco poder.

Igual que la energía del Sol, la industria de la energía solar nos pertenece a todos. Ahora la industria tiene que estar por encima de la estrechez de miras y, con una sola voz, oponerse al proteccionismo en la industria. Debemos permanecer unidos en nuestro compromiso para hacer que la energía solar sea asequible para todos, en todas partes.

Martin Green es director ejecutivo de investigación en el Centro de Excelencia Fotovoltaica de la Universidad de New South Wales en Australia. A lo largo de las últimas décadas su laboratorio ha construido las células solares de silicio más eficaces del mundo y sus alumnos han pasado a fundar o detentar posiciones claves en las principales empresas chinas de producción de paneles solares, entre ellas, la más grande del mundo, Suntech Power.

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