Las redes inteligentes utilizan las tecnologías de comunicación (mostradas como líneas rojas durante los momentos de viento bajo y alta demanda) para unir las redes de transmisión (las líneas azules), las fuentes de energía, y los sistemas de control. Esto reduce la necesidad de creación de plantas de energía adicionales, permite que la energía renovable sustituya a las centrales eléctricas basadas en combustibles fósiles, y hace que la red sea más resistente frente a apagones y caídas de tensión.
Las nuevas subestaciones reaccionarán a las órdenes o los problemas dentro de una fracción de segundo, y harán que sea posible cambiar de un sistema tradicional, donde los flujos de electricidad van en una sola dirección, a uno en el que la electricidad pueda fluir en múltiples direcciones. A través de contadores inteligentes instalados en los hogares y en las empresas (en este caso conectados de forma inalámbrica al sistema de comunicación de la subestación), las compañías eléctricas serán capaces de alertar a los clientes cuando el precio de la electricidad se eleve debido a la demanda en horas punta. Eso les dará un incentivo para reducir su uso de electricidad, disminuyendo así la carga en la red. Los aparatos inteligentes, tales como los de aire acondicionado y los refrigeradores, serán capaces de tomar en cuenta esos precios, pasando a funcionar en modo de bajo consumo cuando sea necesario.
Los conductores de híbridos enchufables y vehículos totalmente eléctricos, por su parte, serán capaces de ajustar automáticamente la carga de la batería para utilizar la electricidad más barata disponible. En última instancia, las baterías de estos vehículos actuarán como fuente de alimentación de reserva: cuando la capacidad de las centrales se tense, los propietarios de automóviles podrán vender parte de la electricidad almacenada en la batería de nuevo a la compañía eléctrica. Del mismo modo, los propietarios podrán vender energía excedente generada por sistemas eólicos residenciales o instalaciones de paneles solares.