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Un diagrama del globo SCoPEx tachado con una "X" roja flota sobre un fondo azul con partículas negras

STEPHANIE ARNETT/MITTR | SCOPEX (DEVICE)

Cambio Climático

El incierto futuro de la geoingeniería solar tras el fracaso del experimento de Harvard

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Algunos observadores sostienen que el fin de SCoPEx debería marcar el final de tales propuestas. Otros afirman que cualquier experimento futuro debería desarrollarse de forma muy distinta

  • por James Temple | traducido por
  • 12 Abril, 2024

A finales de marzo de 2017, en una pequeña cumbre en Washington DC, dos profesores de Harvard, David Keith y Frank Keutsch, expusieron sus planes para llevar a cabo lo que habría sido el primer experimento de geoingeniería solar en la estratosfera.

En lugar de ello, se convirtieron en el centro de un intenso debate público sobre la conveniencia de investigar un tema tan controvertido.

El concepto básico de la geoingeniería solar es que, pulverizando determinadas partículas a gran altura sobre el planeta, los seres humanos podrían reflejar cierta cantidad de luz solar al espacio para contrarrestar el cambio climático.

Los investigadores de Harvard esperaban lanzar un globo a gran altitud, atado a una góndola equipada con hélices y sensores, desde un emplazamiento en Tucson (Arizona) ya al año siguiente. Tras las pruebas iniciales del equipo, el plan consistía en utilizar la aeronave para rociar unos pocos kilogramos de material a unos 20 kilómetros (12,4 millas) por encima de la Tierra y luego volar a través de la columna para medir el grado de reflexión de las partículas, su facilidad de dispersión y otras variables.

Pero el lanzamiento inicial no tuvo lugar al año siguiente, ni al siguiente, ni al siguiente, ni al siguiente; ni en Tucson, ni en un lugar anunciado posteriormente en Suecia. Las complicaciones con los vendedores de globos, el inicio de la pandemia del covid y los problemas para ultimar las decisiones entre el equipo, su comité asesor y otras partes de Harvard siguieron retrasando el proyecto, hasta que las fervientes críticas de grupos ecologistas, una organización indígena del norte de Europa y otros opositores acabaron por echar por tierra los planes del equipo.

Los detractores, entre ellos algunos científicos del clima, han argumentado que una intervención que podría alterar todo el sistema climático del planeta es demasiado peligrosa para estudiarla en el mundo real, porque es demasiado peligrosa como para utilizarla nunca. Temen que el despliegue de una herramienta tan poderosa causaría inevitablemente efectos secundarios impredecibles y peligrosos, y que los países del mundo nunca podrían trabajar juntos para utilizarla de forma segura, equitativa y responsable.

Estos opositores creen que solo debatir e investigar la posibilidad de tales intervenciones climáticas alivia las presiones para reducir rápidamente las emisiones de gases de efecto invernadero y aumenta la probabilidad de que un actor deshonesto o una nación solitaria comience un día a rociar materiales en la estratosfera sin ningún consenso más amplio. El uso unilateral de la herramienta, con sus consecuencias potencialmente calamitosas para algunas regiones, podría poner a las naciones en rumbo de colisión hacia conflictos violentos.

El experimento de Harvard con un único globo pequeño, conocido como Experimento de Perturbación Controlada de la Estratosfera, o SCoPEx (por sus siglas en inglés), llegó a representar todos estos temores y, al final, fue más de lo que los investigadores estaban dispuestos a asumir. El mes pasado, una década después de que el proyecto se propusiera por primera vez en un artículo de investigación, Harvard anunció oficialmente su finalización, según informó en primer lugar MIT Technology Review.

"El experimento se convirtió en el punto de partida de una especie de debate sobre si la investigación en geoingeniería solar debería seguir adelante", afirma Keith. "Y esa es, creo, la razón última por la que Frank y yo decidimos suspenderlo. No había forma de que, dado el peso que había llegado a tener SCoPEx, tuviera sentido seguir adelante."

Llevo más de una década escribiendo sobre geoingeniería solar. Informé sobre la conferencia en 2017, y continué cubriendo los planes cambiantes del equipo durante los años siguientes. Así que la cancelación del proyecto me dejó perplejo sobre por qué fracasó, y qué dice ese fracaso sobre la libertad que tienen los investigadores para explorar un tema tan controvertido.

En los últimos días, he preguntado a un puñado de personas que participaron en el proyecto o lo siguieron de cerca sus impresiones y pensamientos sobre lo que ocurrió, qué lecciones pueden extraerse del episodio y qué significa para la investigación en geoingeniería de cara al futuro.

Pocas de las personas con las que hablé creen que esto signifique el fin de los experimentos al aire libre en geoingeniería solar, pero algunos sostienen que debería ser así, y otros creen que cualquier propuesta futura debería proceder de manera muy diferente si los investigadores esperan evitar el mismo destino.

Breve historia de SCoPEx

La naturaleza inspiró la geoingeniería solar: las grandes erupciones volcánicas del pasado han enfriado la temperatura global al emitir grandes cantidades de dióxido de azufre, que acaba formando aerosoles de ácido sulfúrico que reflejan la radiación solar.

La erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991, por ejemplo, arrojó casi 20 millones de toneladas de dióxido de azufre a la estratosfera, enfriando la temperatura de la superficie del planeta unos 0,5 °C durante meses.

Sin embargo, el ácido sulfúrico también reduce la capa de ozono, que protege la vida en la Tierra de la luz ultravioleta dañina. Por ello, algunos investigadores, entre ellos Keith, han utilizado modelos informáticos para estudiar si se podría reducir o incluso invertir ese efecto secundario sustituyendo el dióxido de azufre por otras sustancias, como polvo de diamante, alúmina o carbonato de calcio.

Los investigadores del SCoPEx analizaron la posibilidad de liberar varios materiales a lo largo de una serie de vuelos, incluido el ácido sulfúrico, pero se centraron principalmente en el carbonato de calcio.

Esperaban que los datos de los lanzamientos pudieran afinar la precisión de las simulaciones de geoingeniería y mejorar nuestra comprensión de los beneficios y riesgos potenciales de la tecnología.

"Tienes que ir a medir las cosas en el mundo real, porque la naturaleza te sorprende", dijo Keith en esa conferencia en 2017.

Ha insistido continuamente en que la cantidad de material implicado representaría una pequeña fracción de la contaminación por partículas que ya emiten los aviones, y que hacer el mismo experimento con cualquier otro fin científico no habría provocado ninguna reacción.

Pero el suyo se convirtió en un pararrayos. En su esfuerzo por ser francos y transparentes acerca de sus planes, Keith cree que desencadenaron un círculo vicioso de cobertura mediática enardecida y feroces ataques de los críticos, todo lo cual infló las preocupaciones del público acerca de lo que él sostiene que era un experimento ordinario con un impacto ambiental insignificante.

Las esperanzas iniciales del equipo de lanzar un globo en Arizona en 2018 nunca se hicieron realidad porque el proveedor de globos con el que estaban trabajando, World View, dejó de lanzar cargas útiles del peso necesario, dice Keith. (La empresa no respondió a una consulta antes del cierre de esta edición).

Pero los investigadores siguieron desarrollando el equipo y la aeronave en los laboratorios de Harvard, y la universidad creó un grupo de supervisión que empezó a revisar los planes del equipo y a elaborar directrices para el contacto con el público.

Finalmente, los investigadores trasladaron su atención a Suecia, donde empezaron a planear un lanzamiento para probar el equipo de la aeronave, en colaboración con la Corporación Espacial Sueca. El globo debía despegar del Centro Espacial Esrange de Kiruna en el verano de 2021.

La aeronave no habría liberado ningún material durante ese lanzamiento. Pero grupos antigeoingeniería, organizaciones ecologistas, la activista medioambiental sueca Greta Thunberg, el Consejo Sami (que representa a los pueblos indígenas saami del norte de Europa) y la junta de la Real Academia Sueca de las Ciencias criticaron el plan, presionando a la empresa aeroespacial, al equipo de investigación y a los asesores para que detuvieran el lanzamiento.

La geoingeniería solar "es una tecnología que entraña riesgos de consecuencias catastróficas, incluido el impacto de una finalización incontrolada, y efectos sociopolíticos irreversibles que podrían comprometer los esfuerzos globales necesarios para lograr sociedades sin emisiones de carbono", escribió el Consejo Sami en una carta al comité asesor. "Por lo tanto, no hay razones aceptables para permitir que el proyecto SCoPEx se lleve a cabo ni en Suecia ni en ningún otro lugar".

En respuesta, el comité asesor recomendó a los investigadores que retrasaran sus planes hasta haber mantenido conversaciones sobre el proyecto con el público y las partes interesadas. A finales de marzo de 2021, el equipo y la empresa acordaron retirarse.

A partir de ahí, el proyecto nunca volvió a cobrar impulso.

La primavera pasada, Keith se trasladó a la Universidad de Chicago, donde ahora dirige la iniciativa Ingeniería de Sistemas Climáticos, un esfuerzo de investigación multidisciplinar dedicado a mejorar la comprensión de la geoingeniería solar, la eliminación de carbono y otras intervenciones que podrían contrarrestar los efectos del cambio climático.

Unos meses más tarde, el equipo de investigación informó al comité asesor de que había "suspendido los trabajos" del experimento. Luego, el mes pasado, Keutsch confirmó oficialmente que ya no seguía adelante con el proyecto.

"Sentí que había llegado el momento de centrarme en otras vías de investigación innovadoras en el importantísimo campo de [la modificación de la radiación solar] que prometen resultados impactantes", dijo en un correo electrónico.

Demasiado peligroso para estudiarlo

Muchos observadores están satisfechos con el resultado.

Cientos de investigadores de diversas disciplinas han firmado una carta abierta en la que piden un "Acuerdo Internacional de No Utilización de la Geoingeniería Solar", en el que se declare que los gobiernos deberían comprometerse a "prohibir los experimentos de geoingeniería solar al aire libre".

Jennie Stephens, profesora de Ciencia y Política de la Sostenibilidad en la Universidad Northeastern, fue una de las firmantes de la carta. Argumenta que el experimento SCoPEx fue especialmente peligroso, porque la financiación, la atención y el prestigio de Harvard confirieron legitimidad a intervenciones a escala planetaria que, en su opinión, nunca podrán gobernarse o controlarse con seguridad.

Sostiene que, aunque los investigadores tuvieran las mejores intenciones, la geoingeniería solar acabaría siendo desplegada por personas o naciones con dinero y poder de la forma que más beneficiara a sus intereses, aunque ello tuviera consecuencias desastrosas para otras zonas. Algunas investigaciones, por ejemplo, sugieren que la geoingeniería solar podría reducir significativamente las precipitaciones en ciertas zonas y podría reducir el rendimiento de algunos cultivos básicos. Mientras que un bloque de naciones podría decidir utilizar la geoingeniería para aliviar las olas de calor, ¿qué pasaría si eso redujera los monzones de verano y el suministro de alimentos en partes de la India o de África Occidental?

"No hay forma siquiera de imaginar su despliegue a escala mundial de forma que todo el mundo se beneficie", afirma. "Algunas personas se verían perjudicadas, y otras podrían ver reducido su sufrimiento. Así que es crear un mecanismo más para interferir en los sistemas terrestres y privilegiar a unos y perjudicar a otros".

Transparencia

Pero muchos creen que es esencial saber más sobre el papel que podría desempeñar la geoingeniería solar para paliar el calentamiento global, y si podrían moderarse los efectos secundarios. Hay una razón sencilla: si funciona bien, podría salvar muchas vidas y aliviar el sufrimiento a medida que se acelera el cambio climático.

Para estos observadores, pues, la pregunta es: ¿qué lecciones pueden extraerse para garantizar que otros experimentos puedan seguir adelante? Y quizá de igual importancia: ¿Qué lecciones no deben extraerse de SCoPEx?

Algunos investigadores temen que la conclusión general de la cancelación del proyecto sea que el equipo de Harvard decidió ser demasiado abierto sobre sus intenciones.

La "oposición organizada incluso al concepto de experimentos al aire libre" dificulta que otros grupos de investigación lleven a cabo trabajos similares y "puede aumentar la probabilidad de que haya actores deshonestos", afirma Michael Gerrard, director del Centro Sabin de Derecho del Cambio Climático de la Universidad de Columbia, que formó parte del comité asesor. Señala que estas actividades carecen en gran medida de regulación.

Inmediatamente después de conocerse que Harvard no seguía adelante con el proyecto, varias personalidades del sector de las tecnologías limpias se lanzaron a las redes sociales para afirmar que la gente podía, o debía, liberar partículas en la estratosfera por su cuenta.

Mientras los planes públicos del equipo de Harvard no iban a ninguna parte, varias otras personas afirmaron que simplemente habían empezado a lanzar globos a la estratosfera sin ningún anuncio previo. Entre ellos se encuentra el director general de Make Sunsets, una startup de geoingeniería respaldada por una empresa de capital riesgo, así como Andrew Lockley, un investigador independiente del Reino Unido.

A principios de esta semana, un grupo de investigación dirigido por la Universidad de Washington llevó a cabo un pequeño experimento de blanqueamiento de nubes marinas, otra forma de geoingeniería solar, en un portaaviones fuera de servicio anclado frente a la costa de Alameda, California, según el New York Times. El equipo "mantuvo los detalles en secreto, preocupado por que los críticos intentaran detenerlos", informó el periódico.

El propio Keith se opone "rotundamente" a hacer algo "deshonesto", en el sentido de ilegal, o a llevar a cabo cualquier investigación de este tipo en este campo fuera del proceso científico normal. Y afirma que "no ser abierto en absoluto" no es la estrategia adecuada.

Sin embargo, se debate sobre el grado de franqueza que deben tener los investigadores. El nivel de preaviso y transparencia por el que se esforzaron "quizá no funcione en un entorno conflictivo", observa. "Así que quizá deberíamos haber sido bastante menos abiertos y haber tenido alguna serie limitada de comprobaciones".

Sikina Jinnah, profesora de estudios medioambientales de la Universidad de California en Santa Cruz, que se incorporó al comité asesor del proyecto tras la decisión de Suecia, extrae la lección contraria sobre transparencia y compromiso.

Según Jinnah, el equipo de Harvard nunca llegó a hablar formalmente con el público sobre sus planes en Suecia, y subraya que esas conversaciones deberían iniciarse mucho antes en el proceso. (Esta fue también una de las principales conclusiones del informe final de los comités sobre el experimento, que se publicó el mes pasado).

"Creo que el involucramiento temprano es una de las grandes lecciones que debemos aprender", afirma. "Y no solo del tipo superficial 'dar una charla pública', sino realmente evolucionar hacia una interacción iterativa con las comunidades sobre sus preocupaciones, sobre las cuestiones en las que pueden estar interesadas, y realmente empezar a replantear ese tipo de proceso de participación como uno que no es perjudicial para la investigación, sino que en realidad puede mejorarla y enriquecerla de manera que sea socialmente beneficiosa".

Mérito científico

Otros observadores creen que había un problema más básico con SCoPEx.

Douglas MacMartin, profesor asociado de la Universidad de Cornell especializado en geoingeniería solar, afirma en un correo electrónico que "la mayoría de los científicos no consideraban que se tratara de un experimento esencial”.

En consecuencia, nadie se apresuró a defenderlo, añadió.

MacMartin explicó que el proyecto se centraba más en estudiar aerosoles alternativos, principalmente carbonato de calcio, que en abordar las incógnitas relativas a la sustancia que la mayoría de la gente cree que se utilizaría: el dióxido de azufre.

Esto se debe a que los científicos conocen mucho mejor sus efectos globales y pueden modelizarlos con mayor precisión, puesto que los volcanes ya añaden el gas a la estratosfera de forma natural. Los modelos climáticos también sugieren que el impacto sobre el ozono sería mínimo "y, por tanto, no lo suficientemente preocupante como para justificar el uso de un material menos conocido".

Alan Robock, un científico climático de Rutgers que ha destacado los riesgos potenciales de la geoingeniería, se hizo eco de esta preocupación.

"No creo que este proyecto haya tenido nunca un buen planteamiento científico", afirma. "Creo que estaba más impulsado por el deseo de construir algo, la ingeniería".

Según MacMartin, las preguntas cruciales para empezar un experimento en este campo son qué lagunas podrían llenar esas investigaciones y si esa información ayudaría a tomar decisiones sobre geoingeniería. Y es la búsqueda de esas respuestas lo que debe comunicarse como justificación al público.

Pero, dice, con demasiada frecuencia los investigadores del SCoPEx articularon sus argumentos a favor del trabajo en la línea de "Oye, esto es poca cosa, deberías dejarnos hacerlo porque queremos".

En un correo electrónico, Keutsch señaló que una de las cosas que esperaban comprender mejor a través del experimento era cómo se extienden y mezclan en la estratosfera las columnas de partículas inyectadas. Además, Keith señaló que también hablaron de liberar y estudiar el ácido sulfúrico, aunque tendían a hablar más del carbonato de calcio.

Un programa científico más amplio

Otra preocupación que suscitó el proyecto desde el principio fue que se trataba de un experimento aislado, financiado con fondos privados, que avanzaba al margen de cualquier programa de investigación más amplio respaldado por el gobierno. (La financiación procedía de becas que Harvard concedió a los investigadores como nuevos profesores y a través del Programa de Investigación en Geoingeniería Solar de la universidad, que ha recaudado fondos de la Fundación Alfred P. Sloan, la Fundación Hewlett, el Fondo de Innovación Pritzker y otros grupos y particulares). Para temas menos delicados, un experimento de este tipo podría financiarse y supervisarse a través de un organismo científico federal como la Fundación Nacional de la Ciencia de Estados Unidos.

Eso significaba que la universidad tenía que crear un comité asesor si la institución quería una supervisión científica estándar, y que ese comité tenía que elaborar sus propias normas sobre cómo debían desarrollarse esos experimentos, incluso mientras los investigadores daban los pasos hacia un lanzamiento inicial para probar su hardware.

Dada la sensibilidad del tema, algunos observadores creen que los experimentos de geoingeniería solar en exteriores solo deberían llevarse a cabo a través de programas de investigación públicos más amplios en los que participen organismos científicos con prácticas establecidas para evaluar el mérito científico, la ética y el impacto medioambiental. Lo ideal sería que estos programas incluyeran la "participación de toda la sociedad", recurriendo a una serie de expertos para informar imparcialmente a una parte significativa de la población sobre estas intervenciones, explorar sus áreas de preocupación y, sobre todo, utilizar esa aportación para el diseño del programa de investigación, dice Holly Buck, científica social medioambiental de la Universidad de Buffalo y autora de After Geoengineering (Después de la geoingeniería).

"A menos que el gobierno convoque un proceso de participación serio en el que vaya a incorporar lo que escuche a la política en este ámbito, yo esperaría que cualquier tipo de experimento al aire libre se encontrara con un tipo de resistencia similar", afirma en un correo electrónico.

Varios países, entre ellos Estados Unidos y China, han emprendido investigaciones a pequeña escala en este campo. Pero un programa integral de este tipo requeriría mucha más financiación de la que se ha asignado hasta la fecha. Un informe de las Academias Nacionales de 2021 recomendaba que el gobierno estadounidense estableciera un programa de investigación interinstitucional sobre geoingeniería solar, dotado con entre 100 y 200 millones de dólares (entre 93 y 186 millones de euros, aproximadamente) para un periodo de cinco años.

Experimentos futuros

El propio Keith admite varios errores en la investigación, entre ellos no haber previsto que los opositores plantearían objeciones a la prueba básica de hardware realizada en Suecia. También afirma que el equipo se equivocó al seguir adelante sin contar con un plan de participación pública. En su opinión, el fracaso público de SCoPEx probablemente dificultará el avance de otros experimentos en la estratosfera.

"Lo cual es realmente triste", dice. "Y pido disculpas, es un fracaso".

Pero también dice que todavía hay oportunidades para que otros grupos lleven a cabo experimentos al aire libre, y cree que hay muchas probabilidades de que alguien lo haga.

De hecho, hay numerosos indicadores de un interés creciente por investigar este campo y proporcionar financiación para ello. Como se mencionaba, el gobierno estadounidense está desarrollando un programa de investigación. El Fondo de Defensa Medioambiental está estudiando la posibilidad de apoyar a científicos en este campo y recientemente ha celebrado una reunión para debatir los límites que deben regir estos trabajos. Y varias filantropías importantes que no han apoyado este campo en el pasado están en conversaciones avanzadas para proporcionar financiación a grupos de investigación, según informan fuentes a MIT Technology Review.

Mientras tanto, bajo la dirección de Keith, la Universidad de Chicago está trabajando para contratar a diez profesores investigadores en este campo.

Keith afirma que, por el momento, no se atrevería a dirigir él mismo un experimento al aire libre, pero espera que las personas que trabajan con él en la Iniciativa de Ingeniería de Sistemas Climáticos sí lo hagan, si ello puede aportar información sobre las cuestiones científicas que están explorando.

"Definitivamente quiero que se hagan experimentos en la Universidad de Chicago", afirma.

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