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Cambio Climático

La cartógrafa que se ha convertido en la agencia unipersonal de la Iglesia contra el cambio climático

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La Iglesia católica es uno de los mayores terratenientes del mundo. Molly Burhans intenta mejorar su gestión gracias al uso de datos públicos y SIG

  • por Whitney Bauck | traducido por
  • 28 Junio, 2023

Cuando Molly Burhans empezó a cartografiar las propiedades de la Iglesia católica en todo el mundo para ponerlas al servicio de la lucha contra el cambio climático, la idea le pareció tan obvia que estaba segura de que alguien ya lo estaba haciendo.

Burhans era entonces una estudiante de posgrado en Diseño Ecológico que acababa de iniciarse en la cartografía con sistemas de información geográfica (SIG). Además de cartógrafa, también es una católica devota a la que le gustaba compartir su tiempo con algunas monjas. Al visitar un monasterio con un inmenso césped infrautilizado, empezó a pensar en la cantidad de terreno que la Iglesia posee y en el impacto que ese terreno podría tener en el clima, si se gestionara de forma responsable.

"La Iglesia católica es el mayor proveedor no gubernamental de asistencia sanitaria y educación, así como la segunda mayor red de ayuda humanitaria del mundo, solo superada por la unión de todas las organizaciones que forman parte de la ONU", afirma Burhans mientras se toca un collar que representa a su santa de confirmación, Hildegarda de Bingen, la polímata medieval. "Me dije: 'Deben de tener la mayor red de conservación del mundo. Voy a averiguar quién la dirige".

En cambio, cuando empezó a trabajar en 2014 descubrió que la Iglesia no solo carecía de esa red, sino que la mayoría de las parroquias con las que se puso en contacto ni siquiera tenían registros de los terrenos que poseían, debido a la antigüedad de la institución y a su descentralización. El problema llegaba hasta lo más alto. Pues cuando Burhans consiguió una audiencia en el Vaticano para acceder a los registros que le ayudarían a completar los mapas que había empezado a elaborar con datos públicos, gracias también a la ayuda de estudiantes voluntarios de Yale, descubrió que ninguno de los mapas del Vaticano se había actualizado desde 1901.

Burhans, que ahora tiene 33 años, ha intentado llenar ese vacío mediante GoodLands, la organización que creó, según me cuenta desde un auditorio vacío del edificio de arquitectura de la Universidad de Columbia (Nueva York), donde nos conocimos y donde ahora enseña. La especialista utiliza el programa SIG ArcMap y el aprendizaje automático para cartografiar las propiedades de la Iglesia, clasificarlas y sugerir prácticas responsables de gestión de los terrenos. Aunque nadie sabe con exactitud cuánta tierra posee la Iglesia a nivel mundial, algunas estimaciones la sitúan en 71 millones de hectáreas en todo el mundo. Los sistemas de información geográfica son tan poderosos debido a la forma en que reúnen diferentes tipos de datos. En lugar de tener diferentes mapas separados para los valores de una zona, las cuencas hidrográficas, los límites de la propiedad, los tipos de suelo, las tierras indígenas, la cubierta arbórea y los hábitats de especies en peligro: ArcMap permite a GoodLands reunir toda esa información, y más, en una especie de supermapa.

"La interconexión entre la actividad humana y el planeta es un ámbito en el que la cartografía y la analítica están ayudando a resolver los retos que plantea el cambio climático", afirma Jack Dangermond, fundador y presidente de Esri, una destacada empresa de SIG. El trabajo de Burhans es notable por cómo "aplica estas tecnologías a una gestión más sostenible de la tierra".

Para utilizar la información cartográfica al servicio de la conservación, GoodLands empieza por identificar qué terrenos puede poseer una diócesis concreta y asigna el lugar a una categoría (hospital, universidad o centro de retiros; urbano y llano o rural y montañoso). A continuación, utiliza el aprendizaje automático para sugerir opciones responsables de gestión del suelo a los sacerdotes, las abadesas u otros responsables. Es un punto de partida mientras intentan discernir qué puede ser lo adecuado para su comunidad.

En la práctica, las decisiones a las que GoodLands pueden ser tan sencillas como decidir donde plantar árboles. Si una diócesis quiere ayudar a reforestar su región con fondos limitados, GoodLands puede utilizar mapas SIG para ayudar a los dirigentes a entender sus propiedades y hacer sugerencias sobre donde centrarse para obtener el máximo beneficio medioambiental. "Si se plantan 500 árboles en una parroquia suburbana que ya tiene una gran cubierta forestal, el impacto será mucho menor que si se plantan 15 árboles en una parroquia urbana que carece de cubierta forestal a su alrededor", afirma Burhans.

Desde que GoodLands se fundó en 2015, los esfuerzos de Burhans se han ganado la atención del papa y el Foro Económico Mundial. Así como una serie de laureles que incluyen el premio Joven Campeón de la Tierra de la ONU, una beca Ashoka y el premio EarthCare del Sierra Club.

"Era la única que había hecho eso: mirar al mundo no como países, sino como instituciones", afirma Carl Steinitz, profesor emérito de Arquitectura Paisajística y Planificación de Harvard (Massachusetts). "Es una gran idea para una gran institución, [que proviene] de una investigadora muy joven e intelectualmente competitiva y con un beneficio potencial a nivel mundial, tanto para el Vaticano como para la sociedad en general".

“Necesitamos una política que salga [del Vaticano]. Yo no debería ser la Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial de la Iglesia Católica”.

Molly Burhans

"Mi visión inicial era 'Voy a ayudar a las diócesis a cartografiar sus tierras y encontrar [oportunidades] de conservación", explica Burhans, "'Vamos a construir un sistema de parques, como los Parques Nacionales pero los Parques Católicos".


Burhans es hija de un profesor de informática y una investigadora de oncología molecular, por tanto, los lenguajes de la ciencia y el análisis de datos fueron el telón de fondo de su infancia. Fue una pensadora visual desde muy pequeña, jugaba con Photoshop y Dreamweaver. A los 14 años ya diseñaba gráficos científicos, que se publicaban junto a los artículos académicos de su padre.

Al compartir tiempo con su padre en la investigación sobre el envejecimiento de las ratas topo desnudas, y contemplar la idea de que algún día la ciencia podría ralentizar o incluso invertir el envejecimiento. Esto la atrajo hacia la religión: "Estamos aquí por amor, y creo en algún ser inteligente detrás". Ese ser, creía ella, era Dios.

Tras pasar dos años estudiando griego antiguo para traducir el Credo de Nicea, una de las expresiones más antiguas de la fe cristiana, Burhans empezó a abrazar el catolicismo. Ya se había iniciado en él de niña, antes de que su familia dejara de asistir a misa cuando cumplió siete años.

Pronto su misión fue averiguar cómo "amar en una sociedad en la que no puedes hacer nada sin hacer daño a los demás". Esa pregunta la llevó a viajar por Guatemala, donde pintó murales durante seis meses y trabajó como voluntaria en comedores sociales antes de regresar a su ciudad natal, Búfalo (Nueva York), para graduarse en el Canisius College, donde estudió Filosofía y Danza.

De vuelta a Búfalo, se reunió con punkis, okupas y freegans que vivían -y en algunos casos rehabilitaban- los numerosos solares vacíos y edificios abandonados de la ciudad y se alimentaban de comida que rescataban de los contenedores. Allí empezó a ver lo que ella denomina el poder de la propiedad. Por aquel entonces, Burhans cofundó su primera empresa, una granja acuapónica vertical de interior. Gro-Op era una propiedad de los trabajadores, creada en un antiguo espacio industrial para suministrar pescado y productos frescos a los habitantes de un desierto alimentario. Aunque Burhans ya no trabaja en ella, Gro-Op sigue cultivando tilapia y verduras para los habitantes de Búfalo.

Después, trasladó estas experiencias a un máster en Diseño Ecológico en la Conway School (Massachusetts). Allí conoció por primera vez los SIG, lo que recuerda como "uno de los mejores días" de su vida. "Fue como si alguien hubiera convertido el funcionamiento de mi mente en un software", aseguró Burhans. Tras graduarse en 2015, fundó GoodLands con 7.000 dólares (unos 6.400 euros) de un préstamo estudiantil, asumiendo los primeros proyectos de forma gratuita mientras ayudaba a los líderes católicos a comprender el potencial de lo que ofrecía.

GoodLands tiene mucho que ofrecer. Por ejemplo, al combinar mapas de terrenos católicos y distritos escolares públicos, ha ayudado a organizaciones católicas a determinar dónde una nueva escuela podría satisfacer las necesidades educativas locales. Sus servicios han ayudado a las órdenes religiosas a comprender las opciones de conservación de sus propiedades. En el futuro, podrían ayudar a las organizaciones de auxilio a determinar dónde es mejor desembolsar la ayuda en caso de catástrofe, combinando datos sobre dónde está presente la Iglesia y dónde hay más necesidades.

Molly Burhans se apoya en una encimera sobre la que se extiende un mapa grande

Según Steinitz, el trabajo que está llevando a cabo Burhans es más difícil desde el punto de vista político que técnico. "Hay que investigar mucho. Hay que tratar con espacios que no tienen mapas o lugares que no tienen definiciones de propiedad. Es decir, intenta hacer esto en África Central". Además, añade Steinitz, ella es "una intrusa" como mujer joven en la Iglesia católica, donde los hombres mayores están en lo alto de la jerarquía.

Aun así, ha obtenido reconocimiento a esos niveles. Poco después de que Burhans empezara a trazar el mapa de la Iglesia, el papa Francisco publicó Laudato Si'. Su histórica encíclica sobre el medio ambiente  ha sido calificada como "el documento más importante sobre el cambio climático de la última década", según Bill McKibben, activista climático y escritor. Desde entonces, Francisco se ha ganado el apodo de "el papa del clima" por su liderazgo en la materia, tanto dentro de la Iglesia como en la escena mundial, pues ha hablado con urgencia sobre la necesidad de una acción climática a los líderes mundiales en la ONU y fuera de ella.

Así que Burhans buscó la aprobación oficial del Vaticano para su trabajo con un fuerte sentido de valores compartidos en torno al "cuidado de nuestra casa común". En 2018, tras múltiples visitas a Roma, el papa aprobó su petición de crear un instituto de Cartografía. El presupuesto ofrecido era demasiado pequeño para ser viable, pero si Burhans lo hubiera aceptado, habría sido la primera mujer en dirigir un instituto de cualquier tipo en el Vaticano.


GoodLands siempre ha funcionado con un presupuesto limitado, y su historia está llena de momentos de precariedad económica seguidos de lo que un buen católico podría llamar providencia. Al principio, cuando la licencia de estudiante del software que usaba Burhans estaba a punto de agotarse, Dangermond oyó hablar de ella y donó unos 3 millones de dólares (unos 2,7 millones de euros) del software de su empresa. A esto le siguió una invitación para que dirigiera un equipo como investigadora visitante en Esri cuando solo tenía 26 años. Cuando estaba en Roma, estaba tan arruinada que le preocupaba dormir en la calle antes de una reunión en el Vaticano (en la que hablaría entre primeros ministros y dignatarios); entonces, un empleado del Vaticano la invitó a alojarse en la Domus Sanctae Marthae, donde vive el papa Francisco.

El nivel de reconocimiento internacional que ha obtenido significa que podría haber conseguido un "trabajo de verdad" en una gran empresa tecnológica. Pero las aspiraciones de Burhans han sido moldeadas por las historias de monjas y otras figuras religiosas, como Dorothy Day, personas que abrazaron la "pobreza voluntaria".

Sin embargo, a pesar de su voluntad de vivir a base de judías y arroz, no le vendría mal otro acto de providencia. Pues el día que iba a la ONU para recibir su premio medioambiental más prestigioso, tuvo que despedir a sus 10 empleados, ya que la financiación de la organización se desplomó inesperadamente. Desde entonces, GoodLands ha vuelto a ser "el show de Molly", sin otros empleados que la ayuden a sobrellevar la carga de trabajo. Esto, combinado con una serie de fallecimientos en la familia de Burhans y sus propias batallas contra un Covid persistente  y lesiones por un accidente de Vespa, la ha ralentizado en los dos últimos años. 

Aun así, la demanda de los servicios de GoodLands no ha disminuido: la organización tiene "proyectos por valor de más de 14 millones de dólares (12,7 millones de euros)" en estos momentos. No obstante, sin capital por adelantado para contratar a un equipo que la ayude, no hay forma de avanzar en esos proyectos, y Burhans no está dispuesta a aceptar a ningún inversor que pueda comprometer su misión buscando un beneficio rápido.

Burhans confía en volver a poner en marcha a su equipo. Una vez superado ese obstáculo, planea transformar GoodLands de una organización sin ánimo de lucro a una consultoría con ánimo de lucro que pueda trabajar con organizaciones católicas o laicas que deseen utilizar sus tierras para el bien. También ha reavivado el sueño de crear un instituto de Cartografía para el Vaticano. Burhans cree en el inmenso potencial de la Iglesia para impulsar la acción climática, especialmente, bajo la dirección de este papa preocupado por el clima. "Necesitamos una política que salga de ahí", afirma. "Yo no debería ser la Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial de la Iglesia Católica".

Sea cual sea su camino a partir de ahora, Burhans quiere que el compromiso del Vaticano con la acción por el clima sea una realidad que se integre en cada parcela de terreno que posee la Iglesia. 

"La visión es más grande que yo ", dice. "Es decir, que la conservación católica alcance la misma escala que la sanidad católica en el próximo siglo, como la mayor red global que el mundo ha visto jamás".

Whitney Bauck es periodista de clima y medio ambiente residente en Brooklyn, Nueva York.

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