Cambio Climático
El negocio de la geoingeniería desde dentro: "No voy a pedir permiso para tratar de enfriar la Tierra"
Adentrarse demasiado rápido en terrenos controvertidos puede provocar reacciones que paralicen la investigación y limiten nuestras opciones
A principios de 2022, según cuenta Luke Iseman, el empresario soltó un par de globos sonda llenos de dióxido de azufre. Estos viajaron desde la península mexicana de Baja California con la esperanza de que estallaran a kilómetros de altura sobre la Tierra.
Fue un acto trivial en sí mismo, y se utilizó menos gas del que libera un avión comercial. Pero el lanzamiento estaba impregnado de significado y llevó el debate sobre las intervenciones climáticas extremas a un nuevo ámbito.
En efecto, Iseman intentó llevar a cabo un pequeño acto de geoingeniería solar con la controvertida propuesta de que se podría contrarrestar el cambio climático liberando partículas que reflejen más luz solar hacia el espacio. Al apuntar a la estratosfera, el empresario cruzó una línea donde la mayoría de investigadores se habían detenido (aunque quizá no todos). En gran parte, esto se debe a que las propuestas anteriores de llevar a cabo investigaciones a pequeña escala en esa capa de la atmósfera se toparon con una fuerte oposición pública.
Más tarde, Iseman cofundó la empresa Make Sunsets para vender "créditos de refrigeración" por realizar tales lanzamientos, y evitando el debate simplemente haciéndolo, sin revelar sus planes ni pedir permiso a nadie.
A finales de diciembre, le pregunté durante una entrevista vía Zoom: "¿Por qué decidieron seguir adelante con estos lanzamientos sin participación pública ni revisión científica?".
Iseman subrayó los peligros crecientes del cambio climático, la relación entre emisiones y muertes, y las vías disponibles pero cada vez más estrechas para evitar los 2 ˚C de calentamiento mundial por encima de los niveles preindustriales sin recurrir a la geoingeniería.
"No es algo abstracto. Habiendo investigado esto, me sentiría incómodo si dijera a mis sobrinas y sobrinos que no perseguimos esto todo lo que pudimos".
"No creo que esperar a una junta de revisión institucional sea aceptable en esta situación", añadió, refiriéndose a los comités de expertos que habitualmente revisan las propuestas de investigación médica en seres humanos.
Esta respuesta es una variación al tema que, en los últimos meses, se ha escuchado cada vez más al informar sobre soluciones climáticas que van más allá de la reducción de emisiones de gases. Cada vez hay más tecnologías que podrían devolver más luz solar al espacio, absorber gases de efecto invernadero de la atmósfera o preservar ecosistemas cruciales mediante formas radicales de adaptación al clima.
Y cada vez más, los empresarios de estas áreas apelan a los graves peligros del cambio climático y la lentitud en la respuesta mundial para explicar por qué están dispuestos a seguir adelante, incluso cuando la eficacia de tales intervenciones o la magnitud de los efectos secundarios medioambientales no están claras. O cuando el público en cuyo nombre dicen actuar no se siente tan cómodo con las ideas, e incluso no es consciente de ellas.
Cuando está en juego el destino de la humanidad, o de especies y ecosistemas enteros, puede racionalizarse cualquier intervención que prometa reducir el sufrimiento y la destrucción, al elevar los estándares morales; mientras se hace caso omiso de cualquier comentario sobre los efectos secundarios o las compensaciones.
El mundo necesita hacer más y actuar con mayor rapidez para combatir el cambio climático. Y cada vez hay más pruebas que demuestran que reducir solo las emisiones no bastará para mantener a raya los peligros crecientes. Aunque varios académicos e investigadores con los que he hablado en las últimas semanas advierten de que esa urgencia no da carta blanca social para saltarse el procedimiento científico. Ni tampoco para ignorar los efectos secundarios peligrosos, o anular el derecho de la ciudadanía para opinar sobre el uso de tecnologías que les afectarán directamente.
Además, advierten que ir demasiado deprisa puede socavar el apoyo a la investigación de herramientas que podrían ayudar y, algún día, puede que necesitemos.
Entonces, ¿por qué está ocurriendo igualmente?
Peligros crecientes
La sensación de peligro climático y, para muchos, de catástrofe climática ha aumentado. Esto ha acelerado las respuestas humanas de muchas maneras: impulsando políticas públicas cada vez más estrictas o generosas, fomentando una mayor inversión en tecnologías limpias, y empujando a las empresas a tomar medidas más significativas sobre las emisiones de gases de efecto invernadero.
Además, está forzando un debate público sobre qué acciones son apropiadas, o permisibles, ante una amenaza tan ominosa. ¿Ahora está bien arrojar sopa a los Van Goghs? ¿Cerrar las centrales de combustibles fósiles, en vez de sustituirlas? ¿Exigir a los países emergentes que detengan su progreso económico? ¿Explotar los océanos en busca de baterías, o recubrir los fondos marinos con biomateria?
La geoingeniería solar es un ámbito donde la actividad se ha intensificado, especialmente en los últimos meses, y que plantea cuestiones muy espinosas.
Además de los esfuerzos de Iseman, otro investigador de Reino Unido también lanzó un par de globos sonda. Y, al menos uno de ellos, parece haber liberado dióxido de azufre en la estratosfera, en pruebas de bajo coste y recuperables. Para consternación de algunos, lo bautizó con el nombre de Sistema de Transporte y Nucleación de Aerosoles Estratosféricos (SATAN).
Los científicos de un creciente número de países están empezando a investigar una variedad cada vez mayor de posibles métodos de geoingeniería solar. Además, incluyen romper los cirros que atrapan el calor, aclarar los reflectantes costeros o incluso lanzar polvo lunar al espacio.
En EE UU, la Casa Blanca está creando un programa oficial de investigación, mientras la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) ha empezado a realizar lanzamientos de globos sonda para realizar mediciones en la estratosfera. Aunque no para liberar materiales.
Make Sunsets, impaciente por el ritmo de la investigación pública, ha seguido lanzando más globos. Hace poco, invitó al público a soltar algunos cerca de un parque de San Francisco (EE UU).
Otras exploraciones ya están en marcha en el mercado privado. Ethos Space, una startup de Los Ángeles, asegura en su web que su misión es "construir un parasol planetario en el espacio para proteger a la Tierra". La empresa pretende utilizar la Luna como fuente de materiales y como plataforma de lanzamiento de dicho parasol espacial, que impediría que la luz solar llegara al planeta.
Ross Centers, director ejecutivo de la startup, describe el método como el ideal platónico de la geoingeniería solar. Ya que podría aliviar el calentamiento sin alterar la atmósfera terrestre.
David Keith, que ahora dirige la iniciativa de Ingeniería de Sistemas Climáticos en la Universidad de Chicago, dice que también ha oído hablar de varios inversores de capital riesgo que están buscando oportunidades para invertir en geoingeniería solar. Él hizo todo lo posible por disuadirles, describimos las razones en unos párrafos.
En febrero, escribí sobre un grupo de empresas que recaudaron fondos para seguir adelante con las pruebas, que implicarían rociar partículas de sal de hierro sobre el océano. Esta intervención podría descomponer el metano de la atmósfera e iluminar las nubes, una solución a caballo entre la eliminación de gases de efecto invernadero y la geoingeniería solar.
Sin embargo, proponer ensayos sobre el terreno es muy distinto a lanzar globos. En este caso, algunos científicos también advierten de que no debemos lanzarnos a empresas comerciales antes de que esté claro si el método consigue lo que se pretende y lo hace de forma segura. Pero Oswald Petersen, director ejecutivo de AMR (una empresa suiza que recauda fondos para llevar a cabo esos experimentos), rechaza esas preocupaciones.
"Con esta cautela, están frenando una de las tecnologías climáticas más prometedoras", expresó Petersen cuando le pregunté por las críticas. "Ahora mismo, la desconfianza es nuestro mayor problema".
Además, criticó a los científicos que insisten, ante los graves riesgos climáticos, en que "hay que hacer estudios de laboratorio y escribir libros" antes de realizar experimentos al aire libre.
"No, eso no nos ayudará. Tenemos que probarlo y, entonces, lo sabremos", afirmó, añadiendo que los esfuerzos de campo a pequeña escala suponen poco riesgo medioambiental.
Las motivaciones
Muchos expertos sostienen que es fundamental explorar el potencial de las respuestas climáticas más extremas como, por ejemplo, la destrucción del metano y la geoingeniería solar. Ya que son las pocas herramientas que podrían reducir rápidamente el calentamiento, así aliviar el sufrimiento, salvar especies y preservar ecosistemas.
No obstante, la línea entre la investigación, los minidespliegues y las acrobacias es muy fina. Hay cuestiones difíciles sobre lo que es adecuado para un grupo de investigación y lo que está bien para una empresa privada. Y la forma de trabajar en estos ámbitos, y quién lo hace, puede tener importantes repercusiones en la respuesta del público y los responsables políticos.
Leí las citas de Iseman y Petersen a Ted Parson, catedrático de Derecho Medioambiental de la Universidad de California (Los Ángeles), que se ha mostrado crítico con los esfuerzos de Make Sunsets.
Parson simpatiza con el argumento básico de que el aumento de los peligros justifica "proceder con celeridad" porque "estamos muy retrasados en cuanto a ocuparnos del cambio climático de forma directa".
"Sin embargo, parece que la mentalidad de las empresas tecnológicas se ha trasladado al sector del clima. Muévete rápido, rompe cosas y, si no funciona, probaremos otro método".
El problema de aplicar esa mentalidad fuera del software y las redes sociales es que está en juego algo más importante, y los efectos potenciales se extienden más allá de los límites de cualquier empresa. No queremos romper, o incluso dañar, bienes comunes globales como nuestros océanos y nuestra atmósfera.
“No sabemos si algunas de estas intervenciones propuestas funcionarán a gran escala, ni qué efectos negativos podrían tener en ecosistemas complejos e interconectados”, afirma David Ho, profesor de Oceanografía de la Universidad de Hawai (Manoa), que estudia la eliminación de carbono en el océano.
También existe el peligro real de que la investigación se estanque, en lugar de acelerarse, en aquellos ámbitos donde la opinión pública se sienta incómoda.
Ho también señala que los primeros intentos de comercializar la fertilización oceánica con hierro -es decir, la introducción de hierro en el agua para estimular el crecimiento del fitoplancton, que absorbe carbono-, llevaron a los organismos internacionales a proponer restricciones a las actividades comerciales. Según él y otros expertos, esto tuvo un efecto disuasorio en la investigación.
Algunos temen que los lanzamientos de Make Sunsets hayan endurecido las impresiones negativas sobre la geoingeniería solar. Los detractores consideran la noticia como una prueba de que investigar sobre el tema nos sitúa en una pendiente resbaladiza hacia su realización.
El gobierno de México respondió anunciando planes para prohibir los experimentos de geoingeniería solar en el país. Además, este ahora intenta que otros países "prohíban la estrategia climática", según informa Reuters.
"Si yo fuera un activista que quiere suscitar temores, ansiedad y dudas sobre [la geoingeniería solar] y fuese lo suficientemente creativo, habría hecho lo que hizo Make Sunsets", asegura Andy Parker, director ejecutivo de Degrees Initiative, que proporciona fondos para ayudar a los científicos a realizar investigaciones sobre geoingeniería solar en países vulnerables al clima. "Es lanzar una prueba que los científicos dicen que en realidad no estaba probando nada. Sin respaldo científico acreditado ni ningún tipo de compromiso, como empresa con ánimo de lucro y financiada por capital riesgo".
Los peligros
Algunos argumentos que defienden que debemos seguir adelante con soluciones más extremas presuponen que estamos a punto de crear un planeta invernadero, apenas habitable. Esta idea también requiere cierto escrutinio.
Cada vez parece más seguro que el mundo se calentará más de 1,5 ˚C, lo que -con razón- ha suscitado mayor preocupación por el cambio climático.
No obstante, un clarividente artículo de 2017, escrito por las investigadoras Jane Flegal y Aarti Gupta, advertía que el objetivo global de evitar que las temperaturas superen ese umbral podría promover una "tiranía de la urgencia", en la que la geoingeniería solar se presenta "como una de las únicas vías realistas para avanzar hacia esos objetivos tan ambiciosos."
Sin duda, el cambio climático es cada vez más peligroso. Sobre todo, para los habitantes de las zonas más cálidas y pobres del planeta. Pero conviene tener en cuenta algunos datos que ofrecen contexto. Por ejemplo, ese 1,5 ˚C es un objetivo político, no un umbral científico para el colapso climático. La creciente probabilidad de que el planeta lo supere ha alimentado opiniones catastrofistas que, en gran medida, no están respaldadas por la ciencia climática. El cambio hacia otros modos de vida sin emisiones de carbono se está acelerando, esto hace que los peores escenarios de hace unos años parezcan cada vez más inverosímiles. Las muertes por riesgos naturales tienden a disminuir y no a aumentar, a medida que el mundo invierte recursos y conocimientos técnicos en medidas de protección. Puede que el mundo disponga aún de varias décadas para reducir las emisiones lo suficiente como para mantener el calentamiento en torno a los 2 ˚C.
Así que sí, es necesario acelerar el desarrollo de las tecnologías limpias que tenemos, el desarrollo de las herramientas que aún necesitamos, la financiación de medidas de adaptación en las regiones más vulnerables al clima y el estudio de medidas extremas, que puedan ayudar en un futuro más caluroso.
Sin embargo, los observadores insisten en que no estamos en el momento de asumir riesgos irreflexivos ni perder más tiempo y recursos en poner en marcha medidas que aún no han demostrado su eficacia. Ni siquiera a escala de un laboratorio.
"Se ha dicho que esta es la década decisiva, y estoy de acuerdo. Pero es la década donde decidimos qué soluciones funcionan, cuáles son fiables, cuáles son eficaces y cuáles pueden aplicarse con justicia. No es la década para aplicarlas", concluye Ho.
En algunos casos, el aumento de los peligros no hace más que proporcionar una vía para que la gente racionalice esfuerzos audaces que quiere llevar a cabo por otras razones, afirma Holly Buck, profesora adjunta de la Universidad de Buffalo y autora de Tras la Geoingeniería: Tragedia climática, reparación y restauración (Bartlebooth, 2022).
"Hay más gente en primera línea del cambio climático que corre más peligro que los de Palo Alto, y no salen a disparar cosas al cielo. Así que las personas con cierto ego, y un complejo de salvador o una necesidad de desempeñar un rol en este gran drama, tienen que tener la capacidad de racionalizar la historia y su lugar en la narrativa", afirma Buck.
Y añade: "Tienen razón, estamos en tiempos peligrosos y necesitamos actuar con rapidez, pero necesitamos una transformación de toda la sociedad, no una respuesta individual".
Ciencia privada VS. ciencia pública
La introducción del ánimo de lucro en estos ámbitos complica aún más las cosas.
No cabe duda de que las empresas pueden llevar a cabo, y de hecho llevan a cabo, una labor científica y un desarrollo tecnológico significativos. Pueden aportar niveles de financiación con los que la mayoría de los académicos solo sueñan.
AMR y otras empresas que trabajan en la eliminación de gases de efecto invernadero insisten en que procederán con cautela, asociándose con científicos de estas áreas., al empezar con ensayos pequeños y controlados para ajustar sus planes a medida que vayan aprendiendo.
En respuesta por email a una consulta de MIT Technology Review, Petersen y un compañero subrayaron que AMR es una operación "con ánimo de lucro". Añadieron que no procederían a liberar partículas de sales de hierro de forma "disruptiva". Además, afirmaron que eliminar el metano de la atmósfera ayudaría a restablecer el clima y que la ciudadanía llegaría a alabar estas intervenciones, siempre que no se produjeran efectos secundarios adversos.
También afirmaron que el cambio climático puede provocar efectos de retroalimentación que liberen grandes cantidades de metano que provengan de fuentes naturales, lo que causaría una brusca aceleración del calentamiento.
"Por lo tanto, no podemos vacilar a la hora de impulsar la investigación y el desarrollo de este tipo de intervenciones. Tenemos que pasar de hablar y debatir a hacer el trabajo real para averiguar si esto pudiera ayudarnos", declararon.
No obstante, cuando se trata de tecnologías diseñadas para ajustar el termostato de todo el planeta o perturbar los ecosistemas naturales, cualquier atisbo de comercialización suscita preocupaciones que pueden exacerbar la desconfianza pública. Uno de los temores es que las presiones financieras y de los inversores obliguen a las empresas con ánimo de lucro a ampliar sus actividades, aunque sus intervenciones no resulten tan eficaces, seguras o bien recibidas como esperan.
Una duda sobre la geoingeniería solar es: ¿Debemos permitir, como sociedad, que el afán de lucro dicte lo caliente o frío que convirtamos al planeta?
Keith, de la Universidad de Chicago, se opone rotundamente. Afirma que no deberíamos patentar ni comercializar tecnologías básicas de geoingeniería solar, dado el potencial de incentivos perversos y el riesgo de socavar la credibilidad de la investigación.
"El desarrollo comercial no puede producir el nivel de transparencia y confianza que el mundo necesita para tomar decisiones sensatas sobre este despliegue", ha escrito. "Una empresa tendría interés en sobrevender, y ocultar los riesgos".
Centers, cofundador y CEO de Ethos Space, está de acuerdo en que la geoingeniería solar solo debe ser autorizada y financiada por los gobiernos. También afirma que la empresa lanzaría el parasol planetario solo como respuesta a la política federal.
Sin embargo, ahora Ethos Space está desarrollando la capacidad tecnológica para satisfacer esa demanda gubernamental porque cree que esta surgirá.
"La geoingeniería es inevitable porque los gobiernos están asumiendo un compromiso implícito al continuar con políticas que provocarán un calentamiento global intolerable", afirma Centers.
Por su parte, Iseman ya ha declarado que la misión de la empresa es tanto un esfuerzo por impulsar el debate y romper el tabú en torno a la investigación en geoingeniería como una búsqueda de ganar dinero. En su web, Make Sunsets lamenta que propuestas académicas anteriores para realizar estudios estratosféricos se cancelaran "debido a un activismo bienintencionado, pero equivocado, y a disputas sobre patentes".
En respuesta enviada para este reportaje, Iseman volvió a insistir en los peligros del cambio climático y rechazó cualquier argumento de que el afán de lucro le llevara a "congelar el mundo", refiriéndose a esto como "patrañas filosóficas de torre de marfil".
Además, aseguró: "Es lamentable que muchos de los estimados profesionales del campo de la geoingeniería solar se enfaden porque he vendido (¡y desplegado!) varios miles de Cooling Credits. Pero solo estoy empezando :)".
También señaló que emitir CO2 ya es una forma de geoingeniería.
"No hago encuestas a miles de millones de personas antes de reservar un vuelo", escribió. "No voy a pedir permiso a todas las personas del mundo para tartar de poner un granito de arena para enfriar la Tierra".
Acrobacias tontas
Entonces, ¿cómo debe trabajarse en estas áreas?
Muchas personas razonables afirman que no debería hacerse en absoluto, ya que desvía la atención de la necesidad más acuciante: reducir las emisiones de gases de efecto invernadero lo antes posible.
Los detractores de la geoingeniería solar sostienen que, incluso hablar de su posibilidad, amplía el beneplácito social para que las empresas petroleras y de gas sigan con su actividad habitual. Además, sostienen que no hay forma de gobernar equitativamente una tecnología que podría reducir los peligros de fenómenos meteorológicos extremos en algunas zonas, pero crear nuevos peligros en otras.
A Jennie Stephens, catedrática de Ciencia y Política de la Sostenibilidad en la Universidad Northeastern (Boston, Massachusetts), no le sorprendió el lanzamiento de globos sonda de Make Sunsets.
"Es exactamente [por esto] por lo que hemos pedido que no se avance en estas tecnologías. Los científicos que abogan por avanzar en la investigación de estas tecnologías no tienen ningún control sobre la ciencia después de realizarla", afirma Stephens.
Aunque las restricciones estrictas a la investigación conllevan sus propios riesgos, argumenta Parson. El bando prohibicionista "es responsable de las tonterías y los peligrosos intentos prematuros de comercializar SRM que estamos viendo", escribió en un post reciente. "Cuando se asusta a los financiadores y los investigadores que quieren actuar con responsabilidad y se preocupan por su reputación, pero la demanda o la necesidad es grande, ¿qué ocurre?".
"Como otros celosos prohibicionistas antes que ellos, están creando las condiciones para que surja una industria del contrabando, los peligrosos abortistas de callejón oscuro", aventuró Parson.
La presión para investigar persistirá por una sencilla razón: hay pruebas de que podría aliviar el calentamiento global, lo que podría reducir riesgos y salvar vidas. Como los globos a pequeña escala son legales y baratos, seguiremos viendo proyectos de bricolaje, afirma Parson.
En su opinión, el mejor antídoto son los programas de investigación abiertos, responsables, financiados con fondos públicos y coordinados a escala mundial.
Otros afirman que la investigación que se lleve a cabo debe ser supervisada por organismos científicos que puedan evaluar de manera imparcial los riesgos y el valor de los experimentos propuestos. Debería llevarse a cabo por un amplio abanico de grupos de investigación en varias regiones, explorando cuestiones difíciles sobre impactos locales, ética, equidad y supervisión global.
En lugar de empezar con lanzamientos sorpresa que impongan soluciones a la fuerza, los esfuerzos deben comenzar sobre el terreno. Mediante conversaciones comunitarias que se esfuercen por comprender los riesgos que plantean estas tecnologías, y explicar por qué necesitamos entenderlas mejor.