Dado que el cambio climático hace que cada vez haya más comunidades vulnerables a los incendios en todo el mundo, la adaptación puede requerir más cambios sociales que ingeniería de materiales
Las primeras chispas que prendieron en las colinas de Montecito, sobre Santa Bárbara (California), el 13 de noviembre de 2008 fueron avivadas por los feroces vientos del atardecer, que soplaban a 85 millas por hora, empujando las llamas hacia el poblado cañón. Troy Harris, entonces director de Resiliencia Institucional del Westmont College de Montecito, corrió desde el otro extremo de la ciudad hasta el campus, que está enclavado en unas estribaciones densas de chaparral y eucaliptos. A los pocos minutos de entrar en el cañón, el Tea Fire (como se denominó a este incendio forestal) ya había alcanzado el colegio. Pero los estudiantes no habían sido evacuados. Westmont, con un legado de grandes incendios forestales en el cañón y solo dos carreteras sinuosas como vías de escape, había previsto este tipo de desastre. Así que no se movieron.
"Hubo padres que llamaron a la oficina del sheriff, y les decían, incorrectamente: "Dile a tu hijo que salga de allí", asegura Harris. De hecho, no había forma de trasladar a 1.000 personas colina abajo más rápido de lo que el fuego avanzaba hacia ellos. En su lugar, los estudiantes y el personal se reunieron en el gimnasio, resistente al fuego y situado en la esquina suroeste del campus.
Nueve estructuras del campus ardieron, pero los estudiantes refugiados resultaron ilesos. Harris dice que fue "una victoria espectacular", pero muy poco habitual.
Cada vez que se produce un incendio devastador en el oeste de EE UU, las autoridades estudian nuevos métodos de gestión de emergencias o normativas que puedan salvar más hogares y vidas la próxima vez. En las zonas de California donde las laderas preparadas para el fuego se encuentran con el desarrollo humano y el estado ha sufrido recurrentes tragedias estacionales por incendios, esa búsqueda de nuevos medios de supervivencia tiene especial importancia. Muchos de estos métodos son de bajo coste y escasa tecnología, y no por ello menos innovadores. Con el cambio climático amenazando a más comunidades en todo el mundo, la adaptación puede requerir más cambios sociales que ingeniería de materiales.
"Cuando la gente piensa en un incendio forestal, piensa en huir lo antes posible, ¿verdad? Como si ese fuera el mensaje que todo el mundo oye: evacuar, evacuar, evacuar. Y eso sucede en 99 de cada 100 veces", comenta Jason Tavarez, sucesor de Harris en Westmont.
Sin embargo, el otro escenario es el siguiente: una conflagración demasiado rápida y violenta como para escapar, sin otra opción mejor que refugiarse. Es el planteamiento de "refugiarse en el lugar" o "quedarse y defenderse" ante un incendio forestal. Las evacuaciones de los incendios forestales del oeste de EE UU a menudo han causado un gran número de víctimas, atrapadas en estrechas carreteras y detrás de los escombros o en atascos de tráfico. Por ese motivo, sumado al ritmo más destructivo de los últimos incendios, la estrategia del refugio en el sitio ha cobrado un nuevo protagonismo. Pero, a pesar de algunos éxitos notables, no es muy popular.
"En EE UU, la gente se esfuerza por entenderlo. ¿Cuándo está bien refugiarse en el lugar? Y lo que es más importante, ¿cuál es la necesidad mínima en cuanto a las instalaciones, y cómo se hace esa compensación riesgo-beneficio en un momento de crisis?", explica Crystal Kolden, investigadora de incendios y profesora de la Universidad de California en Merced.
Para convivir eficazmente con el fuego, podemos construir espacios de los que sea fácil escapar, o fáciles de defender. No son mutuamente excluyentes, pero el oeste de EE UU no ha hecho ninguna de las dos cosas. Mientras tanto, la población ha crecido en los espacios rurales de los bordes de las ciudades y los suburbios, en las estribaciones, cañones y drenajes donde vive el fuego, llamada interfaz urbano-forestal. Mientras los incendios han aumentado en tamaño y capacidad destructiva en las dos últimas décadas, también lo ha hecho la población en estas zonas de riesgo. Casi se ha duplicado entre 1990 y 2010, siendo las zonas más peligrosas aquellas que más han crecido. De hecho, la interfaz urbano-forestal es la zona de uso del suelo de más rápido crecimiento en EE UU.
El refugio no es pasivo, sino activo. Puede tratarse de la preparación previa en espacios seguros al aire libre y edificios cerrados o, en otros casos, la defensa contra el fuego a medida que avanzan las llamas. En las zonas rurales con pocas rutas de entrada y salida, un plan de refugio en el sitio puede significar la diferencia entre la vida y la muerte ante un incendio de rápida propagación. Eso significa planificar para el peor de los casos, que no extraño: un incendio que avanza más rápido de lo que uno puede huir. Ese es el tipo de incendio que California ha vivido una y otra vez.
En respuesta a la creciente amenaza, algunas instituciones y comunidades están siguiendo el ejemplo de Australia, donde las autoridades emplean una política de "salir temprano, o quedarse y defenderse" desde la década de 1990. E incluso Australia se lo ha pensado mejor desde los incendios del Sábado Negro del año 2009, cuando más de la mitad de las 173 víctimas mortales estaban refugiadas en sus casas. En general, EE UU ha tardado en adoptar políticas de refugio en el sitio en caso de que suceda un incendio forestal. Incluso los planes mejor pensados pueden resultar en abandono o encarcelamiento, como dejar a la gente a merced de los caprichos violentos de la naturaleza. Los investigadores y las autoridades no se ponen de acuerdo sobre la ciencia que debe guiar la planificación. Y, dado que la adopción es escasa, hay pocos datos sobre la eficacia de este planteamiento. Los expertos señalan el mismo puñado de casos de éxito, como el del Westmont College.
"Tenemos que superar la idea de que lo mejor es evacuar. Antes teníamos refugios antibombas comunitarios, ¿no? Estos son refugios comunitarios contra incendios. Ése es el tipo de conversaciones que no hemos tenido. Y si queremos construir comunidades resistentes a los incendios, debemos tenerlas en el futuro", afirma Kolden.
Nuestros refugios
La ciencia básica para evitar que un edificio arda no es costosa ni de alta tecnología, pero va en contra de la forma en que hemos pensado sobre los incendios forestales. En la década de 1970, cuando Jack Cohen fue pionero en el concepto de "espacio defendible", una zona libre de vegetación inflamable u otro combustible alrededor de una estructura, el Servicio Forestal de EE UU le ignoró en gran medida. Era una innovación que cambiaba el paradigma -un retrofit fácil de aplicar, al menos donde el espacio estaba disponible- pero significaba considerar los incendios forestales desde una posición defensiva en lugar de la ofensiva que el Servicio Forestal había adoptado durante casi 100 años.
Hoy en día, los organismos reguladores han recapacitado y las normas de construcción en California para las zonas silvestres con riesgo de incendio alto y muy alto ahora exigen 30 metros de espacio abierto alrededor de las estructuras. Al menos, donde haya 30 metros disponibles para despejar. Otras medidas de protección del hogar son a pequeña escala, incluso baratas: sustituir los tejados inflamables, cerrar las juntas y uniones de las ventanas, utilizar mallas metálicas finas para tapar los conductos de ventilación por donde puedan entrar chispas. Aunque los últimos materiales ignífugos no salvarán una casa donde se ha permitido que los canalones se llenen de leña seca. La forma tiende a seguir a la función: tejados planos, ventanas de acero y líneas limpias que no dejan ningún resquicio para una brasa perdida. Cada incendio devastador fomentará una nueva innovación, a medida que se descubran nuevos puntos débiles.
La ciencia básica para evitar que un edificio arda no es costosa ni requiere gran tecnología, pero es contraria a la forma en que hemos pensado sobre los incendios forestales.
El código de incendios más estricto de California solo se aplica a las viviendas de nueva construcción y a las situadas en una zona designada como de alto riesgo (donde, según el Departamento Forestal y de Prevención de Incendios de California, se encuentra una de cada cuatro estructuras residenciales). En Paradise, donde en 2018 un incendio mató al menos a 85 personas y destruyó más de 18.000 estructuras, casi el 40% de las casas construidas después de 1996 sobrevivieron, frente al 11% de las construidas antes de esa fecha.
Según Thomas Cova, investigador de Evacuaciones y profesor de Geografía de la Universidad de Utah (EE UU), la construcción de viviendas cada vez más densas en cañones inflamables sin salida es un motivo de preocupación. El espacio entre las casas, o la falta del mismo, es un factor importante para predecir si arderán o no. La construcción de viviendas suburbanas de relleno es una buena política de vivienda para un estado que sufre una grave escasez de viviendas asequibles; pero es una mala política de ordenación del territorio para un estado con incendios forestales recurrentes e intensos. Aun así, los funcionarios locales tienen pocos incentivos claros para impedir la construcción de nuevas viviendas, incluso si aumenta el riesgo para toda la comunidad. Una estructura inflamable más en la ladera, uno o dos coches más en la carretera. Además de los ingresos recaudados por una factura más del impuesto de bienes inmuebles.
En los pueblos y ciudades creados hace casi un siglo, no es posible llevar a cabo una amplia modernización del entorno construido, ya que se trata de un trabajo que no exigen los códigos estatales y no se dispone de una fuente de financiación clara. Incluso cuando los incendios arrasan comunidades, las carreteras existentes no entran en el ámbito de aplicación de las normas mínimas contra incendios a la hora de reconstruirlas. En cambio, las nuevas zonas residenciales están sujetas a normas más estrictas.
"Siempre he pensado en los refugios provisionales como un plan de emergencia, y sería muy inteligente considerar las opciones disponibles. Pero ahora, creo que también está entrando en el debate asociado al [nuevo] desarrollo", asegura Cova.
Esto es cierto, a la luz de la grave crisis de asequibilidad de la vivienda en California. Esta ha puesto al estado bajo una fuerte presión no solo para seguir construyendo nuevas viviendas, sino para construirlas en terrenos más baratos, rurales y propensos a los incendios. Una nueva guía publicada en octubre de 2022 por el fiscal general del estado de California pide explícitamente a las agencias locales que "eviten depender de los planes de evacuación de la comunidad" y consideren opciones de refugio en el lugar.
"La conversación no gira en torno a si vamos a desarrollar estas zonas, sino a cómo los refugios se están convirtiendo en parte de ello". En California, intentan trazar un camino que permita seguir urbanizando estas zonas. Los objetivos de seguridad pública y vivienda asequible entran en conflicto", resalta Cova.
Quedarse y defenderse
Incluso entre los defensores de refugiarse en el lugar, existe un amplio consenso sobre que siempre es mejor evacuar, si se dispone del tiempo y la capacidad para hacerlo de forma segura. El problema es que los incendios forestales avanzan tan rápido que no hay tiempo para escapar. Un plan secundario sin evacuación podría significar la diferencia entre una muerte garantizada y una posibilidad de supervivencia. Puede ser una innovación cultural tan contraintuitiva como el espacio defendible, que nos obligue a considerar los incendios forestales como una amenaza aún mayor.
"No disponemos de métodos formales para designar zonas de seguridad para el público. Pero el concepto se ha utilizado", afirma Cova. En incendios anteriores, los bomberos, por ejemplo, trasladaron a la gente a campos de golf y encendieron los aspersores.
Uno de los primeros éxitos del refugio en el sitio en EE UU fue el resultado de la rapidez mental y no la planificación previa. En el año 2003, cuando el Cedar Fire azotaba San Diego, los bomberos decidieron cerrar el Barona Resort and Casino en lugar de evacuar a los cientos de personas que se encontraban en su interior. El jefe de bomberos aparcó su camión frente a la única salida, Cova lo explica: "Para que, si a alguien se le ocurría salir, no pudiera. El fuego ardía alrededor de los aparcamientos del casino por todas las colinas de alrededor. Y la gente se quedó allí jugando".
Ese mismo año, el Westmont College comenzó a planificar su refugio en el sitio, a instancias del departamento de bomberos local. En 2009, solo seis meses después de sobrevivir al incendio del Tea, Westmont se vio amenazada por el incendio de Jesusita. Éste estaba un poco más lejos y avanzaba más despacio, así que había tiempo para marcharse. Entonces, Harris se dio cuenta de que "teníamos un plan de permanencia, pero aún teníamos que desarrollar un plan de salida". La evacuación de Jesusita, "estaba claro que duraría varias horas. No hay una forma rápida de sacar a 1.000 personas de la colina".
Tavarez se apresura a señalar que los estudiantes de Westmont no estuvieron retenidos contra su voluntad, pero casi todos en la escuela ya han comprado la idea de refugiarse en el sitio. Y si alguien no lo ha hecho, dice, "le explicamos amablemente, pero con firmeza el número de estudiantes y los planes que tenemos, además de la contingencia que hemos construido. Es más seguro que tratar de luchar contra el fuego al pie de la colina."
No obstante, las poblaciones universitarias son más fáciles de contener que otras comunidades, y Westmont no es el único ejemplo. En 2018, antes de que se produjera el enorme y rápido incendio Woolsey, que arrasó las montañas de Santa Mónica, las autoridades evacuaron a un cuarto de millón de personas de sus hogares, mientras la Universidad Pepperdine de Malibú refugió a cientos de sus estudiantes en el campus. Estaban protegidos por amplios espacios defendibles, grandes extensiones de césped irrigado y edificios reforzados equipados con aspersores. La universidad ha tenido un plan de refugio durante décadas, pero algunos funcionarios fueron críticos. "Esta política de refugio va a tener que ser reevaluada", dijo el senador estatal Henry Stern en una reunión de la comunidad poco después del incendio. Incluso cuando funciona según lo previsto, optar por quedarse mientras el fuego arrasa no es una política pública popular.
"Es un mal plan que la gente abandone Pepperdine, cuando ya se encuentra en el lugar más seguro para sobrevivir", afirma Drew Smith, jefe adjunto de bomberos del condado de Los Ángeles.
Los bomberos de este condado reevalúan el plan anualmente, y no han encontrado deficiencias. Sin embargo, Smith se muestra escéptico a la hora de ampliar el concepto a instituciones más pequeñas o edificios comunitarios. Y afirma que en esas estructuras no hay espacio suficiente para que un número suficiente de personas puedan soportar el calor extremo y el humo de un incendio forestal. Su medida es 50 personas para 15 acres, o unas cuatro personas en un campo de fútbol. Sin embargo, algunos planificadores estatales de incendios utilizan medidas estándar de ocupación para determinar la capacidad de los refugios, lo que resulta en una norma más cercana a unos pocos metros cuadrados por persona. La escasez de datos hace que no haya consenso.
Comunidades planificadas contra incendios
Las viviendas individuales también pueden servir de refugio, si se dan las condiciones adecuadas. En el año 2004, cinco comunidades de Rancho Santa Fe, una zona acomodada y semirrural del condado de San Diego, se diseñaron teniendo esto en cuenta. Construyeron miles de viviendas resistentes a la ignición; colocaron bocas de incendio cada 250 pies a lo largo de las carreteras de la comunidad y sus alrededores; se mantuvo una zona defendible y otros espacios abiertos, como campos de golf y parques, para proteger los barrios de las laderas de chaparral y eucaliptos que se espera que ardan; y los propietarios crearon asociaciones para hacer cumplir y mantener las medidas de protección contra incendios.
Cada casa se consideró construida según las normas de refugio, con materiales y una edificación resistente a la ignición. Este enfoque era vanguardista para la época, aunque desde entonces se han adoptado las normas en los códigos estatales y locales. Son pequeñas fortalezas con techos de tejas, paredes de estuco, patios exteriores y aleros cubiertos. La evacuación temprana sigue siendo el principal plan de emergencia, y las carreteras están diseñadas para facilitarla. Pero la fortificación da a las comunidades (tanto a las estructuras como a las personas que se refugian en ellas) una oportunidad extra de sobrevivir.
"Refugiarse en el lugar era una teoría y todavía es un trabajo en progreso".
Brandon Clos, especialista en prevención de incendios del Distrito de Protección contra Incendios de Rancho Santa Fe
"Uno de los principios básicos es que se aplique en toda la comunidad", afirma Brandon Closs, especialista en prevención de incendios del Distrito de Protección de Rancho Santa Fe. El código de edificación de San Diego lleva mucho tiempo a la vanguardia de la seguridad contra incendios, e incluso se utilizó como modelo para la normativa estatal y sigue siendo más estricto de lo que exige el estado.
"Refugiarse en el lugar era una teoría, y todavía es un trabajo en curso", afirma Closs. Él y otros compañeros confían en el diseño de Rancho Santa Fe, pero las comunidades aún no han sido probadas a fondo por un incendio.
Casi dos décadas después de que se construyera Rancho Santa Fe, sigue siendo un caso atípico en el estado.
El propio coste puede ser un posible obstáculo en sí. Insurance Institute for Business and Home Safety, organización sin ánimo de lucro, calcula que construir una casa con el máximo nivel de seguridad contra incendios cuesta entre un 4% y un 13% más, muy por encima de las actuales normas estatales. Sin embargo, alcanzar el nivel de seguridad que existe en los barrios ricos y cerrados de Rancho Santa Fe requiere una inversión mayor.
El precio de las viviendas en estas urbanizaciones se sitúa, como mínimo, en millones de dólares. Una casa de tres dormitorios de 2.400 pies cuadrados en Rancho Santa Fe se vendió por 3,2 millones de dólares (unos 2,9 millones de euros) en 2022. Las casas y comunidades de menor precio en zonas igual de expuestas al riesgo de incendios en el condado de San Diego, y en toda California, no tienen ninguna protección. Muchos propietarios de la zona también están cubiertos por pólizas de seguros que ofrecen servicios privados de mitigación o extinción de incendios por parte de sus propios equipos de bomberos o equipos contratados, o solían estarlo. Incluso en la que quizá sea la comunidad mejor preparada contra incendios forestales de California, las compañías de seguros están cancelando pólizas para reducir su riesgo. "El dólar va a mover muchas cosas más rápido de lo que pueden hacerlo las normativas", afirma Closs.
Un cambio cultural
Es más fácil mejorar el tejado o la malla de ventilación de una casa que aplicar medidas de refuerzo a escala comunitaria. Los factores que hacen que los incendios forestales de California sean más destructivos para las personas y sus hogares son más socioeconómicos que climáticos.
"No estamos acostumbrados a pensar en cómo debe ser un refugio, porque el término se asocia normalmente a casas individuales", explica Kolden. En muchos casos, la preparación para los incendios se considera un problema individual, y los propietarios son responsables de sus propios planes y del coste de las medidas de protección, o la gestión del paisaje. Esto también hace que los incendios forestales sean un problema de desigualdades. Algunas zonas de alto riesgo están llenas de casas multimillonarias rodeadas de mucho espacio abierto, cuyos propietarios tienen los medios para mantenerlas al día con las últimas innovaciones en construcción, mientras otras están hacinadas en pequeñas parcelas, cubiertas de árboles que los residentes no pueden permitirse talar. Cada paso para que la seguridad recaiga en la comunidad, alivia en parte esa desigualdad.
"La civilización siempre ha progresado basándose en la cooperación comunitaria. Y tenemos que hacerlo para tener alguna posibilidad de evitar muchos de los desastres forestales que hemos visto en los últimos años, a medida que avanzamos", concluye Kolden.