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Cambio Climático

Hongos para aislar las paredes y aviones eléctricos: un vistazo al futuro de la energía

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En la cumbre ARPA-E, los investigadores predicen sobre energía de rocas vaporizadas, placas de hongos y un avión híbrido

  • por Casey Crownhart | traducido por
  • 05 Abril, 2023

Este artículo es de The Spark, el boletín semanal sobre el clima de MIT Technology Review. Para recibirlo en tu bandeja de entrada todos los miércoles, regístrate aquí.

La semana pasada estuve en Washington, DC y, mientras no estaba admirando los cerezos en flor, pude empaparme de algunas ideas innovadoras y disruptivas en materia de energía.

La Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada para la Energía (ARPA-E, del Gobierno de EE UU) financia proyectos de investigación energética de alto riesgo y gran rentabilidad. Y cada año organiza una cumbre donde beneficiarios, investigadores y empresas del sector se reúnen para hablar de las novedades.

Mientras escuchaba las presentaciones, me reuní con los investigadores y, sobre todo, paseé por la exposición. A menudo, tenía una vaga sensación de latigazo cervical. Mientras estaba en un stand tratando de entender cómo medir el carbono almacenado por las plantas, observé a otro grupo que se dedicaba a hacer de la fusión nuclear una forma más práctica de suministrar energía al mundo.

Ahora mismo, hay muchas soluciones probadas que ya pueden abordarse respecto al cambio climático: la energía eólica y solar se están desplegando a gran escala, los vehículos eléctricos están generalizándose y las nuevas tecnologías están ayudando a las empresas a hacer que la producción de combustibles fósiles sea menos contaminante. Sin embargo, a medida que vamos eliminando los triunfos fáciles, también tendremos que ser creativos para abordar los sectores más difíciles de resolver y alcanzar las emisiones netas cero. A continuación, algunos proyectos interesantes de la exposición ARPA-E.

Rocas vaporizadas

"¡He oído que aquí hay rocas!" exclamé mientras me acercaba a Quaise Energy.

En el stand de Quaise mostraban rápidamente datos y vídeos de demostración en una pantalla. Efectivamente, sobre la mesa había dos losas de roca. Cada una tenía un agujero del tamaño de una moneda de 25 centavos en el centro, y los bordes estaban chamuscados.

Estas rocas se ganaron sus marcas de abrasión al servicio de un gran objetivo: posibilitar la energía geotérmica en cualquier lugar. Hoy en día, las altas temperaturas necesarias para generar electricidad utilizando el calor de la Tierra solo son accesibles cerca de la superficie y en determinados lugares del planeta, como Islandia o el oeste de EE UU.

En teoría, la energía geotérmica podría instalarse en cualquier lugar, si se perforara a suficiente profundidad. No sería fácil llegar hasta allí, y podría requerir perforar 20 kilómetros bajo la superficie. Esta es una profundidad superior a la de cualquier perforación petrolífera o gasística actual.

En lugar de perforar capas de granito con la tecnología de perforación convencional, Quaise planea atravesar las partes más obstinadas de la corteza terrestre utilizando ondas milimétricas de alta potencia para vaporizar la roca. Algo parecido al láser, pero no del todo.

Las muestras agujereadas del stand eran los resultados de esas pruebas. Una era de basalto, la otra era una columna de granito: dos tipos comunes de roca que la empresa tendrá que atravesar para alcanzar el calor escondido bajo tierra.

Quaise ha estado probando su tecnología de perforación en laboratorios, empezando con poca profundidad y avanzando hacia barrenos cada vez más profundos. El plan es empezar las pruebas de campo a finales de este año en Texas (EE UU).

Láminas de hongos

Normalmente, nadie querría tener hongos en las paredes, pero algunos investigadores creen que podrían ayudar a aislar edificios en zonas remotas.

Alrededor de una cuarta parte de la energía mundial se utiliza para calentar o enfriar viviendas y edificios comerciales. Aumentar el aislamiento podría ayudar a reducir la demanda de energía y ofrecer bienestar a la población. Ya que las oscilaciones de temperatura son más drásticas con el cambio climático. Pero los materiales aislantes, desde plásticos al poliestireno, la fibra de vidrio hasta el algodón y el papel reciclado, pueden ser caros. En zonas remotas, los costes pueden dispararse debido a las distancias de transporte.

Algunos investigadores del Laboratorio Nacional de Energías Renovables trabajan para llevar materiales aislantes naturales a zonas remotas, como Alaska. Al mezclar celulosa de los árboles locales con micelio, unas estructuras similares a las raíces de los hongos, esperan perfeccionar una solución de fabricación local. Así, se evitaría el envío de placas de poliestireno a todo el mundo.

El proyecto es más reciente, y acaba de recibir financiación ARPA-E este año. Los miembros del equipo trabajan en el desarrollo de un proceso móvil para fabricar el aislante, y también intentan aumentar la capacidad aislante del material asegurándose de que sea resistente al fuego.

Un avión híbrido eléctrico

No tenían el avión de verdad en la sala de exposiciones, pero incluso la maqueta del avión es suficiente para detenerme en seco. En especial, cuando va acompañada de imágenes de vuelos de prueba con el aparato real.

Ampaire es una start-up con sede en California que, a principios de año, realizó un vuelo de prueba de su Eco Caravan, un avión híbrido enchufable. La empresa afirma que, con solo añadir una pequeña batería, puede reducir el consumo de combustible entre un 50% y un 70% en comparación con los aviones convencionales.

Este planteamiento es interesante, sobre todo porque podría resolver una peculiaridad reglamentaria y una de las razones por las que el vuelo eléctrico es tan difícil.

Las baterías son más pesadas que el combustible, y la tecnología actual permite que los aviones pequeños puedan transportar cientos de kilómetros. Pero su autonomía teórica se ve mermada por los requisitos de reserva. Según los reguladores, un avión debe tener suficiente combustible a bordo para una emergencia. Si hay un problema, debería poder dar vueltas durante un tiempo, e incluso llegar a un aeropuerto cercano para aterrizar. Por seguridad. Así que, aunque en teoría un avión eléctrico de 19 plazas podría volar 160 millas (257 km), si se tienen en cuenta los requisitos de reserva, la autonomía útil podría ser más bien de 30 millas (48 km), solo un largo viaje en bicicleta.

Al llevar reservas de combustible de aviación y disponer de baterías suficientes para un vuelo previsto, este avión híbrido-eléctrico sacaría un mayor beneficio económico. Ampaire espera obtener la certificación de su sistema el próximo año.

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