Las crecientes fracturas en esta masa de hielo antártico podrían provocar una reacción en cadena que inundaría costas de todo el mundo. Las soluciones basadas en geoingeniería de glaciares podrían evitar el desastre, pero serán muy difíciles y caras de implementar y su éxito no está garantizado
En diciembre del año pasado, investigadores informaron de que se habían formado unas enormes y crecientes grietas en la plataforma de hielo oriental del glaciar Thwaites, una masa de hielo del tamaño de Florida (EE. UU.) que se extiende por 120 kilómetros en la Antártida occidental.
Advirtieron que la lengua flotante del glaciar, que sirve de soporte para Thwaites, se podría romper en el océano dentro de tan solo cinco años. Eso provocaría una reacción en cadena a medida que cada vez más enormes acantilados de hielo queden expuestos y luego se fracturen y colapsen.
La pérdida completa del llamado glaciar apocalíptico elevaría los niveles de los océanos entre un mínimo de 0,6 metros y un máximo tres metros si el colapso arrastra los glaciares circundantes, según los científicos de la Colaboración Internacional del Glaciar Thwaites. De cualquier manera, inundaría ciudades costeras de todo el mundo, amenazando a decenas de millones de personas.
Todo eso plantea una pregunta urgente: ¿hay algo que podamos hacer para detenerlo?
Incluso si el mundo dejara inmediatamente de emitir gases de efecto invernadero que impulsan el cambio climático y calientan las aguas debajo de la plataforma de hielo flotante, eso no conseguirá espesar y volver a estabilizar este punto de apoyo crítico de Thwaites, asegura el glaciólogo y profesor del Centro Ártico de la Universidad de Laponia en Finlandia John Moore.
"Así que la única forma de prevenir el colapso... es estabilizar las capas de hielo físicamente ", opina el experto. Eso requerirá lo que se describe como conservación activa, adaptación radical o geoingeniería de glaciares.
Moore y otros científicos han presentado varias intervenciones para preservar los glaciares clave. Algunos de los modelos involucran la construcción de aparatos artificiales a través de megaproyectos polares y la instalación de estructuras que empujarían a la naturaleza a reparar las existentes.
La idea básica consiste en que un puñado de esfuerzos de ingeniería en la causa del problema podrían reducir significativamente los daños y los peligros de inundaciones con los que se enfrentarán prácticamente todas las ciudades costeras y las naciones insulares de baja altitud, así como los costes de los proyectos de adaptación necesarios para minimizarlos.
Si llegan a funcionar, los investigadores creen que podrían salvar las capas de hielo cruciales unos siglos más, lo que nos ayudaría a ganar tiempo para reducir las emisiones y estabilizar el clima.
Pero habría enormes desafíos logísticos, de ingeniería, legales y económicos. Y aún no está claro cuán efectivas serían estas intervenciones, o si se podrían realizar antes de que algunos de los glaciares más grandes desaparezcan.
Redirigir las aguas cálidas
En varios artículos y estudios publicados en 2018, Moorey, glaciólogo de la Universidad de Princeton (EE. UU.) Michael Wolovick y otros investigadores expusieron la posibilidad de conservar los glaciares críticos, incluido Thwaites, a través de inmensos proyectos de movimiento de tierras que implicarían transportar o dragar grandes cantidades de material para construir bermas o islas artificiales alrededor o debajo de los glaciares estratégicos. Esas estructuras soportarían los glaciares y las plataformas de hielo y bloquearían las capas de agua cálida y densa en el fondo del océano que los está derritiendo desde abajo.
Más recientemente, el mismo grupo de especialistas junto con investigadores de la Universidad de Columbia Británica (Canadá) han explorado un concepto más técnico: construir lo que han denominado "cortinas ancladas en el lecho marino"; serían plataformas flexibles flotantes, hechas de material geotextil, que contendrían y redirigirían el agua cálida.
Se espera que esta propuesta resulte más barata que las anteriores, y que estas cortinas resistan las colisiones de icebergs y puedan retirarse fácilmente si hubiera efectos secundarios negativos. Los investigadores han modelado el uso de estas estructuras alrededor de tres glaciares en Groenlandia, así como en los glaciares Thwaites y Pine Island.
Foto: La plataforma de hielo oriental del glaciar Thwaites en 2001. Créditos: Lauren Dauphin/Observatorio de la Tierra de la NASA
Foto: La plataforma de hielo oriental del glaciar Thwaites en 2019. Créditos: Lauren Dauphin/Observatorio de la Tierra de la NASA
Si las cortinas redirigieran suficiente agua cálida, la plataforma de hielo oriental de Thwaites podría empezar a espesarse de nuevo y volver a adherirse firmemente a las formaciones submarinas que la han sustentado durante milenios, explica Moore. "La idea es que el sistema vuelva a su estado de principios del siglo XX, cuando sabemos que el agua cálida no podía acceder a la plataforma de hielo tanto como hoy en día", escribió Moore en un correo electrónico.
Los expertos han explorado los costes y los efectos de ubicar estratégicamente estas estructuras en los principales canales donde fluye la mayor parte del agua cálida, y de establecer una cortina más amplia más adentro de la bahía. Este último enfoque costaría unos 44.000 millones de euros, lo que claramente representa una gran cantidad de dinero, pero no es ni la mitad de lo que costaría un dique propuesto alrededor de la ciudad de Nueva York (EE. UU.).
Los investigadores también han planteado otros enfoques que consideran posibles, como la colocación de material reflectante o aislante sobre algunas partes de los glaciares; construir cercas para retener la nieve que, de otro modo, se precipitaría al océano; y aplicar diversas técnicas para secar el lecho debajo de los glaciares, eliminando el agua que actúa como lubricante y ralentizando así el movimiento de los glaciares.
¿Funcionará?
Algunos científicos han criticado estas ideas. Siete investigadores publicaron en la revista Nature su respuesta a las propuestas de Moore de 2018, argumentando que, en el mejor de los casos, sus conceptos serían soluciones parciales, y que podrían incluso acelerar la pérdida de hielo de forma involuntaria y desviar la atención y los recursos de otros esfuerzos para eliminar la raíz del problema: las emisiones de gases de efecto invernadero.
La autora principal y científica del Centro Nacional de Datos de Hielo y Nieve de la Universidad de Colorado, Boulder (EE. UU.), Twila Moon, compara esos esfuerzos con tapar un par de agujeros en una manguera que tiene muchos más.
La gran pregunta es si funcionarían. Moon argumenta que el campo no comprende suficientemente bien la dinámica del hielo ni otros factores relevantes como para tener la seguridad de que estas ideas funcionarían, y los desafíos logísticos le parecen extremos dada la dificultad de llevar un solo barco de investigación a la Antártida.
Y añade: "Abordar el origen del problema significa cortar el agua de esa manguera, y eso es algo que sí comprendemos. Entendemos el cambio climático, sus causas y cómo reducir las emisiones".
También habría importantes obstáculos legales y de gobernanza, como señalaron los expertos jurídicos de la Facultad de Derecho de la Universidad de California en Los Ángeles (EE. UU.) Charles Corbett y Edward Parson, en un ensayo publicado en Ecology Law Quarterly.
En particular, la Antártida está gobernada por un consorcio de naciones bajo el Sistema del Tratado Antártico, y cualquiera de los 29 miembros con derecho a voto podría vetar tales propuestas. Además, el Protocolo de Madrid (España) limita estrictamente ciertas actividades en la Antártida y sus alrededores, incluidos los proyectos con un gran impacto físico o ambiental.
Corbett y Parson destacan que los obstáculos no serían insuperables y que el problema podría provocar actualizaciones necesarias sobre cómo se gobiernan estas regiones en medio de la creciente amenaza del cambio climático. Pero también señalan: "Todo plantea la cuestión de si un país o coalición podría impulsar el proyecto con suficiente determinación".
Empezar
En sus trabajos anteriores, Moore y otros investigadores explicaron que se esperaba que un "puñado de corrientes de hielo y grandes glaciares" fueran los responsables de casi todo el aumento del nivel del mar en los próximos siglos, por lo que algunas intervenciones exitosas podrían tener un impacto importante.
Pero Moore también reconoce que tales esfuerzos supondrán grandes desafíos. Se necesita mucho más trabajo para evaluar detalladamente cómo se verá afectado el flujo de agua cálida, lo bien que se mantendrán las cortinas con el tiempo, qué tipo de efectos secundarios ambientales podrían ocurrir y cómo responderá la sociedad. Y la instalación de las cortinas bajo las gélidas y turbulentas condiciones cerca de la Antártida probablemente requeriría rompehielos de alta potencia y el tipo de equipo sumergible que se usa para las plataformas de petróleo y gas en aguas profundas.
Como siguiente paso, Moore espera iniciar conversaciones con las comunidades de Groenlandia para buscar su opinión sobre estas ideas mucho antes de cualquier propuesta de investigación de campo. Pero la idea básica sería comenzar con pruebas a pequeña escala en las regiones donde será relativamente fácil trabajar, como Groenlandia o Alaska. La esperanza es que las lecciones y la experiencia adquirida allí permitan pasar a los proyectos más difíciles en áreas más complicadas.
Thwaites estaría en el peldaño más alto de esta "escalera de dificultad". Los investigadores han estado operando bajo el supuesto de que podría llevar tres décadas generar el apoyo público, recaudar la financiación necesaria, resolver los desafíos de gobernanza y desarrollar las habilidades necesarias para emprender un proyecto de este tipo allí.
Sin embargo, hay un problema claro con esa línea de tiempo: la investigación más reciente sugiere que el contrafuerte oriental crítico del glaciar Thwaites puede que ni siquiera esté allí a finales de esta década.