La pequeña ciudad-Estado, que importa agua de Malasia, quiere la autosuficiencia también para hacer frente al crecimiento industrial y de población. Por ello, está probando técnicas de desalinización, mientras recicla hasta el 40 % de sus aguas residuales
Todos los días, el embalse de Linggiu (Malasia) libra una batalla silenciosa con el océano, introduciendo agua de lluvia al río Johor, en el sur de Malasia, con el fin de mantener sus niveles de sal lo suficientemente bajos para poder tratar esa agua. Singapur, que construyó el embalse en 1995, tenía derecho a extraer unos 250 millones de galones (945 millones de litros) al día del río de 123 kilómetros de longitud, para cubrir más de la mitad de las necesidades del país. Pero el largo periodo de sequía en 2016 provocó que los niveles del embalse cayeran a solo el 20 % de su capacidad, y lo volvieran reducido y poco profundo.
Más tarde, el primer ministro de Singapur, Lee Hsien Loong, afirmó: "Había un riesgo real para nuestro suministro de agua. Fue un recordatorio vívido de por qué tenemos que estar obsesionados con ahorrar agua y hacer que cada gota cuente".
El abastecimiento de agua no es una preocupación nueva para Singapur. La pequeña área de tierra firme de esta ciudad-Estado y la falta de lagos naturales o acuíferos han convertido el agua en una prioridad desde la independencia en la década de 1960.
El director ejecutivo adjunto de operaciones en el Consejo de Servicios Públicos (PUB), la institución nacional del agua de Singapur, Harry Seah, explica: "Aunque estamos ubicados cerca del ecuador y bendecidos con abundantes lluvias, somos un país con grave estrés hídrico debido a la falta de terreno para recoger y almacenar toda el agua de lluvia que cae en Singapur". En 2015, el Instituto de Recursos Mundiales clasificó al país como uno de los más vulnerables al estrés hídrico, a la par de los estados áridos de Baréin, Catar y Kuwait.
Durante décadas, Singapur ha cubierto una cantidad significativa de su demanda mediante acuerdos para importar agua de la vecina Malasia. Uno de esos acuerdos expiró en 2011. Otro, el que permite al país extraer agua del embalse de Linggiu, está vigente.
Pero esa fuente resulta vulnerable, no únicamente por la sequía sino también por la política. "En el pasado, hubo varias ocasiones en las que la relación entre los dos países [Malasia y Singapur] experimentó algunas fricciones, y el agua fue un tema de disputa", destaca el especialista posdoctoral del Departamento de Estudios Políticos y Asiáticos de la Universidad de Educación de Hong Kong (China) Stuti Rawat. En 2018, el entonces primer ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, señaló sus planes de volver a negociar el acuerdo de Linggiu; lo calificó de demasiado costoso y los términos actuales, según los cuales Singapur paga solo tres sen (menos de un centavo de dólar) por 1.000 galones (3.785 litros), "claramente ridículos". "Por eso, ha sido muy importante para Singapur intentar crear su propio e independiente suministro de agua", agrega Rawat.
"Tenemos que estar obsesionados con ahorrar agua y hacer que cada gota cuente"
El aumento de las temperaturas globales ha añadido una nueva urgencia a la situación. Seah resalta: "Con el cambio climático, esperamos el tiempo más extremo con lluvias más intensas y períodos secos más largos, como se experimentó en EE. UU., China, India y muchas otras partes del mundo".
Estos patrones volátiles significan que el país ya no puede depender de las lluvias para llenar sus embalses de manera predecible.
El PUB ha animado a los hogares a conservar el agua. Para 2023, planea haber instalado unos 300.000 medidores de agua inteligentes en las casas, que utilizarán tecnologías digitales para monitorear el uso e indicar las fugas.
Pero el país también está acelerando rápidamente los esfuerzos para ampliar sus propias fuentes de agua. El PUB se ha comprometido a duplicar el suministro doméstico de agua potable para el 2060, una hazaña que acercaría a Singapur a la autosuficiencia. Su objetivo crucial es conseguirlo sin aumentar el uso de energía.
La planta desalinizadora de Keppel Marina East, que se encuentra en un terreno recuperado en el área de Marina East de Singapur, es un gran ejemplo de ese esfuerzo. Inaugurada en junio de 2020, la planta es capaz de producir 30 millones de galones (114 millones de litros) de agua limpia todos los días. La instalación, que fue construida gracias a un contrato con el Gobierno estimado en 500 millones de dólares singapureses (345 millones de dólares estadounidenses o 305 millones de euros), genera agua dulce usando significativamente menos energía que una planta desalinizadora típica. Esto se debe a que opera en dos modos, extrayendo y tratando la lluvia que se acumula en un depósito cercano durante los períodos húmedos y procesando el agua de mar solo cuando no hay lluvias. Ambas fuentes se transforman en agua potable mediante una combinación de ultrafiltración, ósmosis inversa y radiación ultravioleta.
La planta, una de las primeras del mundo en utilizar un sistema de modo dual de este tipo, es un ejemplo de cómo Singapur ha ido continuamente "ampliando los límites" en la gestión del agua, señala el director de la división de industrias energéticas de Singapur en la empresa ABB, JianYuan Ling, responsable de algunas de las tecnologías que sustentan la planta. De esta manera, Singapur ha desafiado a los proveedores. "La eficiencia es definitivamente su máxima prioridad", indica Ling. "Se trata de un proyecto nacional, por lo que todo el país está mirando". Pero Keppel, añade Ling, es solo una "parte del gran plan" para que Singapur sea autosuficiente en lo que respecta al agua.
El otro elemento es la enorme campaña de reciclaje de aguas residuales del país. Singapur ya obtiene el 40 % de su agua de las aguas residuales. Se espera que para 2060 esa contribución haya aumentado al 55 %.
La joya de la corona de este plan es la Planta de Recuperación de Agua de Changi, que se inauguró en 2009. Gran parte de la instalación se encuentra bajo tierra (algunas a 25 pisos de profundidad) y extrae aguas residuales a través de un túnel de 48 kilómetros de largo conectado a la red de alcantarillas del país. Es capaz de tratar hasta 900 millones de litros de aguas residuales al día utilizando membranas para filtrar partículas microscópicas y bacterias; mediante ósmosis inversa para eliminar pequeños contaminantes, y, finalmente, con la desinfección UV para destruir cualquier virus o bacteria que quede. El esfuerzo de recuperación es "la clave para superar nuestras limitaciones de terreno para el almacenamiento", asegura Seah, refiriéndose al hecho de que el espacio para almacenar agua en Singapur es escaso.
El próximo paso para Singapur es reducir aún más el uso de energía. En una instalación de investigación y desarrollo en el área industrial de Tuas (Singapur), por ejemplo, el PUB está probando una nueva tecnología de desalinización que utiliza el campo eléctrico para extraer sales disueltas del agua de mar, un proceso que consume menos energía que la ósmosis inversa. También se está desarrollando una membrana biomimética que utiliza proteínas naturales que se encuentran en las células para realizar la misma tarea.
Estas estrategias de ahorro de energía serán necesarias si Singapur quiere lograr la independencia hídrica. Se prevé que la población en expansión y el crecimiento industrial duplicarán la demanda de agua en el país en 2060.