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Ramón Tirres Jr. lleva más de 40 años cultivando en las afueras de El Paso. Sus nogales adoran el calor, pero sin agua, todo se desmorona

Cambio Climático

El Paso, 'la urbe a prueba de sequías', lucha contra el cambio climático

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Ubicada en pleno desierto, lleva décadas adaptándose a la escasez de agua con políticas sociales y medidas tecnológicas, pero todo podría ser insuficiente ante la creciente amenaza de la emergencia climática. Estas intervenciones no son infinitas, ¿hasta dónde seremos capaces de llevarlas?

  • por Casey Crownhart | traducido por Ana Milutinovic
  • 12 Enero, 2022

A unos 30 kilómetros de El Paso (EE. UU.), en una tarde cálida justo antes de la cosecha de otoño, el agricultor Ramón Tirres Jr. conduce su camioneta entre dos campos cubiertos de tierra. En estas fechas, ambos deberían estar repletos de algodón, pero sus 28 hectáreas, una fracción de las casi 405 hectáreas que Tirres dejó sin plantar este año, están vacíos. En total, alrededor de dos tercios de sus campos de algodón no tienen nada plantado.

Tirres cultiva en esta zona desde hace 47 años. A sus nogales pacaneros les encanta el calor, y el suelo del valle es fértil. Pero si no hay agua, todo se desmorona. Y los últimos años han sido especialmente secos.

La mayor parte del agua que Tirres y sus vecinos usan en sus cultivos llega a través del Río Grande, que serpentea desde las montañas en el sur de Colorado por Nuevo México (ambos en EE. UU.) y a lo largo de la frontera con México. Pero en años como éste, cuando no hay mucha nieve ni lluvia, el agua es escasa. Tirres puede sacar algo de agua subterránea para compensar una parte, pero eso le resulta caro y no todos los campos tienen bombas de agua.

árbol de pecán

Foto: Un nogal de la finca de Tirres. La limitada cantidad de agua asignada a la finca tuvo que ser desviada para mantener esa plantación de nogales durante la sequía, y por eso Tirres no pudo plantar nada en una gran parte de sus campos.

Los agricultores como Tirres figuran entre los más afectados por la escasez de agua en la región. Su situación puede no parecer sorprendente dado el lugar donde se encuentran: El Paso se adentra en el desierto de Chihuahua desde el extremo occidental de Texas. (EE. UU.). Mientras que la precipitación anual de media del país es unos 760 milímetros, en el caso de El Paso es inferior a los 230 milímetros.

Pero, durante mucho tiempo, El Paso ha sido un modelo para la conservación del agua. La ciudad de 700.000 habitantes ha encontrado una forma de existir, e incluso prosperar, en el desierto. Otras ciudades han buscado soluciones durante años siguiendo el ejemplo de El Paso, ya que el crecimiento de la población y el cambio climático están estresando los recursos hídricos en todo el mundo.

El Paso lo ha hecho todo bien: ha lanzado programas para persuadir a sus habitantes de que utilicen menos agua y ha implementado sistemas tecnológicos, incluida la desalinización y el tratamiento de aguas residuales, para aumentar sus recursos hídricos. La ciudad ha invertido cientos de millones de euros en estas adaptaciones y se ha ganado una buena reputación internacional por su planificación. Un antiguo presidente de la empresa de agua declaró que El Paso era "a prueba de sequías".

Sin embargo, en la actualidad, incluso los cuidadosos planes hídricos de El Paso están siendo desafiados por las intensas sequías recientes. A medida que el cambio climático se acelera y las ciudades de todo el mundo luchan por adaptarse, queda claro que las soluciones tecnológicas pueden mejorar la calidad de vida en los lugares con estrés hídrico y evitar que las personas acaben desplazadas. No obstante, cada nueva medida tiene un coste y todas corren el riesgo de dejar fuera a las personas. Mientras aumenta la presión, El Paso y regiones similares nos obligan a preguntarnos hasta dónde puede llegar la adaptación.

Como la marca del agua en una bañera, una raya en la roca muestra la historia del agua en el embalse Elephant Butte, el lago artificial creado por la presa del mismo nombre, escondido en las montañas a unas dos horas en coche al norte de El Paso. El deshielo de las montañas de Colorado fluye por él antes de acabar río abajo. Luego, la Oficina de Recuperación de EE. UU. distribuye el agua a diferentes grupos, llamados distritos de riego, en Nuevo México y Texas. Al final, una parte llega a los campos como el de Tirres.

En la actualidad, el nivel del agua está muy por debajo de la raya; las rocas expuestas y la presa se elevan cientos de metros a cada lado. En octubre, el embalse tenía solo alrededor del 5 % de su capacidad.

Elephant Butte ha proporcionado a la cuenca fluvial del sur un suministro de agua prácticamente constante durante más de 100 años. Pero "puede haber una racha realmente larga de años muy malos, como la que estamos teniendo actualmente", confiesa el supervisor de la central eléctrica de Elephant Butte, Ben Kalminson. Cuando eso ocurre, el embalse se reduce a casi nada.

Entre enero de 2020 y agosto de 2021, el suroeste de EE. UU. sufrió una sequía histórica. Sólo cayeron alrededor de 432 milímetros de lluvia en la región, frente a la media de 610 milímetros de los últimos 20 años. Según los modelos climáticos, la probabilidad de que llueva tan poco en un año como en 2020 es solo del 2 %. En otras palabras, la sequía de 2020 fue un evento de uno en 50 años, afirma la investigadora del clima del Centro Nacional de Investigaciones Atmosféricas Isla Simpson.

Simpson resalta que no hay pruebas de que el cambio climático haya causado la falta de lluvia. Los episodios de sequía ocurren de vez en cuando. Sin embargo, con el calor, la magnitud de la sequía y el papel del cambio climático se vuelven más obvios.

Fotos: Entre junio de 1994 y julio de 2013, la sequía afectó gravemente los niveles de agua en el embalse de Elephant Butte, cuyos resultados son visibles en estas imágenes de satélite de antes y después.

Dado que el aire caliente retiene más humedad que el aire frío, se evapora más agua si la temperatura es más alta. Una forma de medir este efecto es a través del déficit de presión de vapor, o DPV, que es la diferencia entre la cantidad de vapor de agua que puede retener la atmósfera y la que contiene realmente. Un DPV alto significa que el aire necesita más humedad y es probable que los efectos de la sequía sean peores: el agua se evapora más rápidamente de los ríos, lagos, del suelo e incluso de las plantas.

Según los modelos climáticos, en un año solo hay alrededor de un 0,4 % de probabilidad de tener los niveles de DPV que afectaron al suroeste en 2020, lo que lo convierte en un evento único en 200 años. Y sin el cambio climático simplemente no habría sucedido, asegura Simpson. Los DPV altos se volverán más comunes a medida que aumenten las temperaturas; para 2030, los niveles observados en 2020 se convertirán en un evento de uno en 10 años en el suroeste de EE. UU. La experta advierte: "Estamos en el punto en el que podemos empezar a ver estas señales de cambio climático en el mundo real".

Mientras que los agricultores dependen del Río Bravo para el riego, gran parte del agua que beben los habitantes de El Paso en realidad proviene de acuíferos profundos que se encuentran bajo tierraEstas fuentes de agua críticas también están en peligro.

En 1979, el Comité de Desarrollo del Agua de Texas proyectó que El Paso se quedaría sin agua subterránea para 2031. En ese momento, cada ciudadano usaba, de media, más de 750 litros de agua al día. La mayor parte se extraía de los dos acuíferos de la ciudad: el Hueco Bolson al este y el Mesilla Bolson al oeste.

Durante las siguientes dos décadas, la empresa de agua realizó una campaña para animar a los habitantes a usar menos agua, entre otras cosas, sustituyendo sus céspedes con plantas nativas. Hoy en día, el uso promedio de agua se ha reducido a 507 litros por persona al día. Eso sigue siendo más que la media nacional de EE. UU. de 310 litros, pero menos que en otros lugares del país con climas igualmente secos, como Arizona con unos 550 litros y Utah con 640 litros (ambos en EE. UU.).

Como resultado, los acuíferos están algo mejor. "El nivel del agua está bajando, pero no cae en picado", afirma el gerente de recursos de El Paso Water, Scott Reinert. Aun así, sale más agua del acuífero que la que vuelve a entrar.

Cada año, el Paso Water extrae entre unos 50 millones de metros cúbicos y 61 millones metros cúbicos de agua del Hueco Bolson y reintroduce algo más de seis millones de metros cúbicos. También se produce una recarga natural de otras aguas subterráneas y del río, pero probablemente no es suficiente para seguir el ritmo actual del bombeo.

"Estamos en el punto en el que podemos empezar a ver señales de cambio climático en el mundo real".

El Paso Water planea seguir extrayendo agua de los acuíferos durante al menos los próximos 50 años. Pero algunos investigadores creen que Hueco Bolson se podría agotar antes, especialmente porque El Paso no es la única ciudad que depende de él.

Ciudad Juárez (México) está a orillas del Río Grande justo al sur de El Paso y actualmente usa la mitad de agua per cápita que El Paso. Pero, dado que su población está aumentando y la ciudad depende casi por completo del Hueco Bolson, esto también tiene un impacto significativo en los niveles del acuífero.

Con ambas ciudades bombeando agua y creciendo, algunos pozos podrían empezar a secarse en unos 40 años, según el ingeniero civil de la Universidad de Texas en El Paso Alex Mayer. Pero podría haber problemas incluso antes, porque todo ese bombeo está cambiando la calidad del agua subterránea.

Tirres salta de su camioneta y camina hacia lo que parece un poste de electricidad. Abre una caja de metal y activa un interruptor. Una bomba de agua se pone en marcha y el agua teñida de marrón comienza a salir de una tubería hacia los canales de hormigón que bordean la propiedad.

Pozos como éste complementan la cantidad del agua que Tirres obtiene del río. Están esparcidos por sus campos y extraen agua de hasta cientos de metros bajo tierra. Esta agua es más cara que la que Tirres recibe del río, pero durante la sequía, salva sus cultivos y su medio de vida.

Tirres vuelve a subir a su camioneta y saca la mitad inferior de una botella de agua de plástico que ha convertido en un recipiente de muestreo, junto con un dispositivo parecido a un EpiPen. Después de dejar activo el pozo durante un par de minutos, llena el recipiente y sumerge un extremo del dispositivo en la muestra de agua.

Fotos: Los pozos esparcidos por los campos de Ramon Tirres complementan la cantidad de agua que obtiene del río. El agua es más cara así, pero durante la sequía, eso salva tanto sus cultivos como su medio de vida.

Mueve la cabeza mientras mira la pequeña pantalla, donde los números crecen. El aparato, que mide el contenido de sal al detectar cómo circula la electricidad por el agua, lee casi 2.400 partes por millón, frente a las 1.600 que midió hace dos veranos.

Los nogales pacaneros, en particular, pueden acabar dañados por el exceso de sal, crecen arrugados y producen menos frutos. Tirres ha notado algunos árboles en los bordes de algunas de sus arboledas un poco deteriorados y está preocupado: si el agua subterránea se vuelve demasiado salada, no podrá usarla para sus cultivos.

El Hueco Bolson contiene más de 12 millones de metros cúbicos de agua dulce y tres veces más agua salobre o semisalada. Cada vez que se activa una bomba para sacar agua dulce, el agua más salada se acerca a la ciudad.

El bombeo desde El Paso en realidad ha revertido el flujo natural de agua subterránea del área, que antes fluía de norte a sur, siguiendo el Río Grande. El agua subterránea se mueve lentamente, a una escala de décadas, pero si los agricultores y los mayores usuarios de agua de la ciudad siguen bombeando como hasta ahora, el agua salobre podría eclipsar lo que queda de agua dulce, inutilizando los pozos en toda la zona.

Antes de que eso suceda, El Paso intenta poner hacer uso de esa agua salobre. Antes era casi imposible usar agua salada para cualquier cosa. Pero la ósmosis inversa y otros métodos de filtración desarrollados en el siglo XX crearon nuevas posibilidades.

La desalinización, que extrae la sal del agua, representa una pequeña, pero creciente, fracción del uso humano de agua en todo el mundo. La capacidad mundial se triplicó entre 2005 y 2018 y, en la actualidad, casi 300 millones de personas obtienen parte de su agua de plantas desalinizadoras. La mayoría están cerca del mar: alrededor del 60 % de la desalinización se realiza con agua de mar, y casi la mitad de la capacidad desalinizadora del mundo se encuentra en Oriente Medio y África del Norte. Pero en 2007, El Paso inauguró la mayor planta desalinizadora del mundo tierra adentro, para aprovechar el agua salobre del acuífero Hueco Bolson.

Mientras entramos en la sala de control, donde los monitores muestran los flujos, las presiones y las velocidades de las bombas, el encargado de la instalación, Art Ruiz, afirma: "Somos una planta bajo demanda". A través de las ventanas de la pared del fondo, se puede ver toda la fábrica de casi 80 millones de euros, ubicada en un edificio no mucho más grande que el gimnasio de un colegio. Las tuberías y las bombas bien organizadas se alinean en una de las paredes debajo de una gran bandera estadounidense. Un zumbido es la única señal de que la planta está funcionando.

planta desaladora en El Paso

Foto: El Paso ha invertido cientos de millones de euros en sistemas tecnológicos, incluida la desalinización (arriba) y el tratamiento de aguas residuales. También realiza programas para convencer a las personas de que utilicen menos agua. Créditos: Justin Hamel

Con bajo demanda, Ruiz quiere decir que la planta desaladora puede aumentar su producción para amortiguar los días de mayor demanda, como los de mucho calor en verano, y las vacaciones de Navidad, cuando todo el mundo está en casa y abre mucho el grifo. Si la instalación estuviera funcionando al máximo rendimiento, podría producir más de 100.000 metros cúbicos diarios de agua dulce. Pero la mayoría de las veces genera mucho menos, alrededor del 5 % de las necesidades anuales de agua de la ciudad, que oscilan entre los 322.000 metros cúbicos y los 549.000 metros cúbicos al día.

El sistema utiliza ósmosis inversa: el agua salobre fluye a través de una membrana con aberturas tan pequeñas que ni siquiera la sal puede pasar. Es un proceso caro. Mientras que bombear agua dulce del suelo y desinfectarla cuesta alrededor de 250 dólares (220 euros) por acre-pie (1.233 metros cúbicos), la desalinización del agua subterránea salobre cuesta casi tres veces más, alrededor de 700 dólares (616 euros) por acre-pie (1.233 metros cúbicos).

A pesar del coste, el agua subterránea desalinizada se ha convertido en una parte fundamental de los recursos hídricos de la ciudad y un importante plan de contingencia para el futuro. La planta desalinizadora es uno de los dos principales proyectos de infraestructura que El Paso ha emprendido para que su suministro de agua sea más resistente a la sequía, y el segundo es posiblemente aún más ambicioso.

Cada vez más gestores hídricos ven un recurso valioso en las aguas residuales después de limpiarlas. Hay nuevas plantas de tratamiento de aguas residuales en desarrollo en todo el oeste de Estados Unidos, sobre todo un posible proyecto de miles de millones de euros en el sur de California (EE. UU.) previsto para alrededor del año 2030.

Es poco probable que El Paso se quede sin agua en las próximas décadas. Puede ser cada vez más difícil sacar el agua y, como resultado, será más cara.

El Paso lleva décadas tratando y reciclando parte de sus aguas residuales, usándolas para regar el césped de parques y campos de golf, o para enfriar máquinas de fábricas y centrales eléctricas. Hoy en día, la mayor parte de esa agua se vuelve a introducir en los acuíferos. Pero el director técnico de El Paso Water, Gilbert Trejo, tiene una visión aún más grande.

La reutilización potable directa, a menudo denominada reciclaje del váter al grifo (toilet to tap), es la máxima expresión del tratamiento de aguas residuales. Las aguas usadas de las duchas y de los desagües de los lavabos y, sí, de los inodoros se recogen y tratan como el resto: una vez que se separan los sólidos, el agua se desinfecta con cloro. Luego pasa por un procesamiento adicional, se filtra y se limpia con cloro otra vez y se desinfecta con luz ultravioleta antes de volver a las tuberías para su nuevo uso en cocinas, baños y jardines en toda la ciudad.

Fotos: La ciudad ya utiliza aguas residuales en parques y campos de golf, después de retirar la "materia orgánica producida por los ciudadanos", como lo expresa delicadamente el encargado adjunto de la Planta de Aguas Residuales RR Bustamante, Art Hernández.

En la mayor parte del tratamiento del agua en la actualidad esta pasa por una fuente natural como un lago o un río; pocos lugares en el mundo utilizan la reutilización potable directa. Un sitio en Namibia es el más grande y el más antiguo funcionando. El Paso está diseñando una planta que sería la mayor instalación de este tipo en EE. UU. Debería estar en marcha en 2025 y es probable que cueste casi 90 millones de euros, según Trejo.

Espera que la nueva planta proporcione otra fuente de agua estable y ayude a aliviar la sobrecarga de los acuíferos cuando el nivel del agua del río esté bajo. Los habitantes aceptan la idea; cuando se oponen, suele ser por el coste. Pero el plan no es infalible. En agosto del año pasado, dos tuberías que llevaban aguas residuales a las plantas de reciclaje existentes de la ciudad se rompieron.

Se suponía que las dos tuberías se iban a respaldar entre sí, pero cuando ambas se rompieron, las aguas residuales volvieron a las bañeras y patios. Con más roturas apareciendo en las tuberías todos los días, la ciudad tuvo que encontrar un lugar para enviar todas las aguas residuales. Y el único sitio capaz de contener los millones de litros que se escapaban de las tuberías cada día era el Río Grande.

Es poco probable que El Paso se quede completamente sin agua en las próximas décadas. Pero será cada vez más difícil, y por lo tanto más caro, conseguir toda la que necesita. Aunque las ideas tecnológicas como la desalinización y el tratamiento de aguas residuales pueden ayudar, las soluciones que muchas personas necesitan se volverán más complejas a medida que las condiciones continúen empeorando. Ampliarlas también puede introducir nuevos riesgos que suelen surgir al depender de sistemas tan altamente diseñados, como cuando la ciudad tuvo que verter aguas residuales sin tratar destinadas a ser recicladas directamente en el río.

Los órganos de la ciudad de El Paso seguirán intentando planificar el futuro. De hecho, El Paso Water ya posee aproximadamente 163.090 hectáreas de tierra 145 kilómetros al este en Dell City, Texas. El terreno viene con derechos a usar el agua, y si los recursos propios de la ciudad alguna vez se quedan cortos, esta empresa de servicios públicos planea perforar pozos en Dell City y bombear agua de nuevo a El Paso.

El proceso de bombear agua desde Dell City a El Paso y tratarla, costaría entre 3.000 dólares y 5.000 dólares (2.645 euros y 4.405 euros) por acre-pie (1.233 metros cúbicos). Eso es, como mínimo, el doble de lo que cuesta tratar aguas residuales y más de 10 veces el precio del agua subterránea o superficial local del Río Grande.

casa residencial cerca de tierras de cultivo

Es probable que estas costosas soluciones se reflejen pronto en las facturas de agua de los habitantes de El Paso. Trejo afirma que las tarifas ya deben subir solo para mantener los sistemas existentes.

Para algunos, los aumentos no serán significativos: la subida de tarifas de 2021, incluidas las de agua potable, aguas residuales y aguas pluviales, asciende a 1,21 euros al mes para un usuario promedio. Los programas de exención para los usuarios de poca cantidad de agua deberían ayudar a quienes no pueden pagarla. Aproximadamente el 19 % de los habitantes de El Paso viven en condiciones de pobreza, en comparación con aproximadamente el 12 % a nivel nacional.

Ese incremento ha sido solo el principio, según Trejo. Ha habido un rechazo público contra más subidas, pero la empresa no puede seguir posponiéndolas. "Las tarifas en El Paso se van a encarecer, y lo harán rápidamente", asegura.

Al otro lado del río, la ciudad hermana de El Paso, Juárez, podría necesitar ajustes similares y mejoras de infraestructura para lidiar con el menguante suministro de agua, pero tiene incluso menos dinero para financiarlos.

Realizar estos ajustes puede parecer un pequeño precio a pagar para mantener el agua fluyendo en el desierto. Pero a medida que las poblaciones crecen, las sequías se prolongan más y el planeta continúa calentándose, la tarea que tenemos por delante puede empezar a parecer más abrumadora.

Ramón en su campo de algodón

Foto: Tirres mira hacia un campo de algodón sin plantar. 

Occidente espera ver en 2022 otro año de patrones climáticos de La Niña, lo que probablemente supondrá un invierno seco para la región y otro año con un embalse mayormente vacío. Las personas que dependen del agua del río, como Tirres y otros pequeños agricultores y las instituciones de la ciudad de El Paso, probablemente tampoco obtendrán la asignación esperada el próximo año.

Muchos habitantes de El Paso se quedarán ahí a pesar de los problemas con el agua. Tirres planea seguir cultivando todo el tiempo que pueda; lo lleva en la sangre, confiesa. La agricultura en el desierto puede resultar cada vez más difícil, pero, en realidad, nunca fue fácil. Y concluye: "Los agricultores siempre han peleado esta batalla, desde siempre. Uno se adapta. Hay que adaptarse".

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