Fenómenos meteorológicos recientes como el huracán Ida en EE.UU. recuerdan que hay reconstruir rápidamente los sistemas de suministro de energía para resistir los eventos cada vez más extremos. Entre las medidas se encuentran climatizar las centrales o diversificar las fuentes. La inversión privada y la apuesta pública también son necesarias para prepararse ante lo que está por venir
El calentamiento global sigue subrayando de nuevo y una y otra vez que la infraestructura en EE.UU. fue construida para las condiciones climáticas del pasado. El huracán Ida, impulsado por las aguas inusualmente cálidas en el golfo de México, sumió a Nueva Orleans (EE. UU.) en la oscuridad después de destruir, según informes, las ocho líneas de transmisión de la ciudad.
Ese y otros daños al sistema eléctrico dejaron sin electricidad a más de un millón de clientes en toda la región, que está lidiando con las secuelas de la tormenta y las temperaturas sofocantes. La principal empresa de servicios públicos, Entergy New Orleans, ha dicho que podría tardar semanas en reactivar completamente el servicio.
Ida sigue las olas de calor récord en el noroeste del Pacífico del pasado junio, durante las cuales la creciente demanda de electricidad cortó el suministro eléctrico en algunas áreas y obligó a las empresas de servicios públicos a realizar apagones continuos para evitar problemas peores. Eso siguió de cerca a los cortes en Texas (EE. UU.), que dejaron a cuatro millones de personas sin electricidad durante varios días en febrero, ya que las gélidas temperaturas crearon un aumento en la demanda y congelaron los pozos de gas natural y las líneas de recolección.
Además, en California (EE. UU.), las empresas de servicios públicos han empezado a cortar las líneas eléctricas cuando aumentan los vientos fuertes y los riesgos de incendio, con la esperanza de evitar que una línea caída provoque otro infierno mortal como el Camp Fire que casi destruyó la ciudad de Paradise (EE. UU.).
Cada uno de estos desastres, agravado o generado más probablemente por el cambio climático, socavó los sistemas eléctricos de EE. UU. de diferentes maneras: creando picos de demanda, desconectando las centrales eléctricas y acabando con las líneas de transmisión.
Cada problema requiere soluciones costosas y distintas. Pero todos apuntan al mismo problema: la necesidad de construir un sistema de generación y suministro de energía modernizado, fuerte e interconectado, capaz de mantener las luces encendidas ante los eventos climáticos extremos cada vez más comunes y graves.
La pérdida de energía durante las olas de calor, las tormentas invernales, las inundaciones y los incendios no es solo un inconveniente. A menudo es una cuestión de vida o muerte.
Debemos climatizar las centrales eléctricas para que sigan funcionando de forma segura tanto en las condiciones de mucho calor como en las de mucho frío. Tenemos que modernizar las redes con sensores y software que ayuden a los operadores a prever y evitar problemas.
Necesitamos desarrollar una variedad más diversa de fuentes de electricidad, así como almacenar mucha más energía, para asegurarnos de que haya suficiente con la que mantener los hogares y las empresas, independientemente de las condiciones climáticas. Y en casos como los de EE. UU., deberíamos unir los sistemas fragmentados y viejos para crear una mayor redundancia en las centrales eléctricas y en las torres y líneas que suministran la electricidad a donde sea que tenga que ir.
Además de todo eso, es posible que EE. UU. necesite construir más microrredes para proporcionar electricidad localmente en caso de desastres, líneas caídas o apagones mayores. También podría ser necesario enterrar más líneas eléctricas para asegurarse de que no provoquen incendios o se caigan durante fuertes tormentas.
La buena noticia es que el paquete de infraestructura de 1 billón de dólares que avanza en el Congreso de EE. UU. incluye dinero y políticas que podrían estimular el desarrollo de una red moderna e interconectada. Además, las empresas de servicios públicos en estados como California y otras regiones están tomando medidas para enterrar las líneas, construir más generación, añadir más almacenamiento y reforzar sus redes.
La mala noticia es que incluso si se aprueba este paquete, una mejora significativa de la resistencia de las redes seguirá requiriendo una gran cantidad de inversión privada, una larga lista de aprobaciones públicas y mucho tiempo. E incluso esos planes no serán suficientes para adelantarse a las crecientes tensiones que el cambio climático impondrá a nuestros sistemas eléctricos en las próximas décadas y a los peligros que supondrán para las personas.