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Un pozo de gas natural con la fracturación hidráulica cerca de Williamsport, Pensilvania (EE. UU.).

Cambio Climático

Así se fraguó el timo del 'fracking': ni prosperidad económica, ni laboral

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La contaminante industria de la fractura hidráulica prometía crecimiento a las ciudades que la adoptaran, pero, años después de su bum, las cifras revelan que nunca fue sostenible y que generó muchísimos menos puestos de trabajo de los que prometían los líderes republicanos como Donald Trump

  • por Colin Jerolmack | traducido por Ana Milutinovic
  • 08 Julio, 2021

Los conservadores a suelen atribuir la creación de cientos de miles o incluso millones de puestos de trabajo en Estados Unidos a la extracción de petróleo y gas de esquisto, también conocida como la fractura hidráulica o el fracking. Como la "Arabia Saudita del gas natural", Pensilvania (EE. UU.) ha sido el modelo de la industria del fracking. Pero la realidad es que el número de empleos creados ese estado y sus vecinos, como Ohio (EE. UU.), fue muy inferior al que afirma sus impulsores, y muchos han desaparecido después de su creación.

Un buen ejemplo es Williamsport. Esta antigua ciudad maderera tiene la modesta fama de albergar la Serie Mundial anual de las Ligas Pequeñas de Béisbol. Pero sus problemas son demasiado comunes en el "cinturón de óxido" (del inglés  rust belt,  una serie de ciudades industriales en decadencia). Su población ha disminuido en más de un tercio en los últimos 60 años. Su índice de pobreza es el doble de la media del estado y tiene altas tasas de consumo de drogas y delitos violentos.

Durante su campaña para las elecciones primarias presidenciales de EE. UU. de 2016, el aspirante republicano Ted Cruz hizo una parada en Billtown, como lo llaman cariñosamente los lugareños. En ese momento, el área se estaba convirtiendo rápidamente en un centro de extracción de gas de esquisto. Después de que muchos terratenientes locales alquilaran sus propiedades mineras a compañías petroleras, aparecieron plataformas de perforación en las afueras de la ciudad. Caravanas de camiones de agua y arena surcaban las carreteras secundarias. El gigante petrolero Halliburton abrió una enorme instalación que empleaba a 600 personas. Y la empresa de soldadura y metalurgia NuWeld, donde Cruz hizo su mitin, de 60 pasó a 290 trabajadores.

Energía de las ciudades de PA

Foto: El desfile de carrozas de la Serie Mundial de Pequeñas Ligas, patrocinado por una empresa de servicios petroleros, recorre el centro de Williamsport en 2013. Créditos: Colin Jerolmack

La llegada del fracking generó la tentadora idea de que Billtown y otras comunidades desindustrializadas podrían regresar a sus días de gloria en la fabricación. "Pensilvania es un estado energético", dijo Cruz al público. NuWeld era para él un precursor de los "millones de millones de nuevos trabajos bien pagados" que podría traer el fracking. Pero menos de dos semanas después de su visita, la empresa cerró abruptamente (desde entonces ha vuelto a abrir en una escala mucho menor).

NuWeld no fue el único negocio del área afectado por una "desaceleración" en toda la industria, como lo llamaron delicadamente los impulsores del esquisto. La persona que construyó Marcellus Energy Park de Williamsport, Dan Klingerman, me insistió en ese momento en que el sector no estaba en retirada, pero cerró silenciosamente su empresa de camiones petroleros. Los hoteles construidos apresuradamente para los trabajadores itinerantes estaban medio vacíos. La instalación local de Halliburton redujo su fuerza laboral a unos 40 empleados.

En 2019, era evidente que esa "desaceleración" era un eufemismo para declive. Solo había 19 plataformas de perforación en todo el estado en enero de ese año, frente a 114 en el mismo mes de 2012. Esas son menos plataformas que las que tenía Pensilvania antes de que comenzara el auge del fracking.

Falsas promesas

¿Qué ocurrió? Como expresó un informe de Bloomberg, "las cifras nunca cuadraron". El fracking siempre ha sido caro; los subsidios extraordinariamente generosos a los combustibles fósiles ayudaron a ocultar el coste real. Como los nuevos pozos se enfrentaban a caídas de producción del 60 % de media en el primer año, las empresas petroleras tenían que perforar más de ellos frenéticamente. Todo el modelo se basó en los altos precios del petróleo y del gas. Pero a nivel nacional, el exceso de gas (y, en menor medida, de petróleo) provocado por el bum del fracking redujo los precios a sus niveles más bajos desde la década de 1990.

¿El resultado? La fractura hidráulica se frenó en seco. Una ola de fusiones y quiebras se extendió por todo el sector. Los precios de las acciones de las principales empresas de energía como Chesapeake Energy Corporation se desplomaron (se declaró en quiebra en 2020). Otras, como Anadarko Petroleum Corporation, liquidaron sus tenencias de gas de esquisto. Chevron anunció en diciembre de 2019 que amortizaría hasta 9.267 millones de euros en activos de gas de esquisto.

La industria del petróleo y del gas eliminó más de 100.000 puestos de trabajo el año pasado, y un informe de Deloitte advirtió que alrededor del 70 % de los puestos de trabajo perdidos en 2020 podrían no volver este año, ni nunca. En abril, el sector minero tenía la tasa de desempleo más alta del país, con un 15 %. El sector petrolero también ha sufrido un gran impacto en su reputación por su papel en el calentamiento global mientras propagaba el negacionismo del cambio climáticoLas emisiones de metano asociadas con el fracking son tan generalizadas que muchos científicos piensan que sustituir el carbón por el gas natural no reducirá las emisiones de gases de efecto invernadero. Los accionistas se rebelan; los gestores patrimoniales están desinvirtiendo.

Auge y caída

El bum del gas de esquisto fue tan efímero como las perspectivas presidenciales de Cruz. Sin embargo, cuatro años después, cuando el entonces presidente, Donald Trump, se presentaba a la reelección, usó el mismo guion para intentar ganar en Pensilvania al candidato demócrata, Joe Biden.

Un anuncio de campaña que se emitió en el estado decía que la "prohibición del fracking" de Biden "eliminaría hasta 600.000 puestos de trabajo en Pensilvania". (Biden no puede prohibir la fractura hidráulica, excepto en terrenos públicos federales). En un mitin en Latrobe (EE. UU.), Trump afirmó que el fracking había creado 940.000 puestos de trabajo en ese estado. El número real en ese momento era más cerca de 26.000, e incluía trabajos "relacionados con el fracking" que no están directamente en ese sector industrial.

Un informe de Multi-State Shale Research Collaborative encontró que durante el período del aparente auge de la fractura hidráulica en Pensilvania y el Medio Oeste (de 2008 a 2012), "las empresas con un interés económico en la expansión de la perforación" y sus aliados políticos sistemáticamente exageraban el impacto de esta industria en el empleo.

La Cámara de Comercio de Estados Unidos comunicó en 2012 que la producción de gas de esquisto en Pensilvania, Ohio y Virginia Occidental (EE. UU.) había creado más de 300.000 nuevos puestos de trabajo. El Departamento de Trabajo e Industria de Pensilvania solo contó alrededor de 18.000. La discrepancia probablemente se debió a la flagrante tergiversación de la Cámara de varios estudios controvertidos de Penn State financiados por la industria que analizaban los "trabajos proyectados", es decir, los trabajos futuros esperados. Posteriormente, la Cámara redujo los 300.000 puestos de trabajo "creados" a 180.000 puestos de trabajo "apoyados".

De manera similar, el Plan de Energía del Estado de 2014 del exgobernador de Pensilvania Tom Corbett afirmó que "más de 240.000 habitantes de Pensilvania trabajaban de forma directa e indirecta con la industria del petróleo y del gas". Sin embargo, el Centro de Investigación Keystone señaló que la mayoría de los trabajos secundarios (como los de los conductores de UPS), que representaban la mayor parte del total, eran previos al fracking.

Haliburton en PA

Foto: Las instalaciones de Halliburton en Pensilvania, al este de Williamsport, que se muestran aquí en 2013. Créditos: Colin Jerolmack

La conclusión es que, aunque el bum del gas en Pensilvania alcanzó su punto máximo entre 2011 y 2012, su tasa de desempleo aumentó casi un punto porcentual en ese tiempo, y con un 8,3 %, estaba medio punto por encima de la media nacional, incluso cuando el desempleo cayó en 46 estados. (En Billtown, cuyo antiguo alcalde la apodó como la "Capital energética de Pensilvania", el ingreso familiar promedio de 2012 de 28.000 euros al año no era más alto de lo que antes del bum; la alta tasa de pobreza local se mantuvo sin cambios).

Un informe publicado recientemente por el Ohio River Valley Institute detalla cómo la promesa de empleo y prosperidad de los impulsores del fracking para la región más amplia de los Apalaches fue un espejismo. En los 22 condados de Ohio, Pensilvania y Virginia Occidental que producen la mayor parte del gas natural de Estados Unidos, la producción económica creció un 60 % entre 2008 y 2019, pero pocos de los ingresos generados por ese crecimiento se quedaron en las comunidades locales. La región registró un crecimiento del empleo de sólo el 1,6 %, en comparación con el 9,9 % a nivel nacional; su participación en la población del país se redujo en un 11 %.

Estos números muestran que la perforación de gas no ha mejorado las perspectivas económicas de las comunidades de esquisto. De hecho, incluso puede haber empeorado las cosas.

Crecimiento sostenido

Es importante acabar con el mito de que el fracking es la gallina de los huevos de oro porque elimina una de las principales justificaciones de una industria contaminante. La narrativa de economía 'versus' medio ambiente implica que las políticas respetuosas con el medio ambiente destruyen puestos de trabajo. Los defensores de la energía renovable, probablemente impulsados en parte por el deseo de reescribir esta historia, también exageran el impacto económico de sus propias recomendaciones promocionando "los trabajos verdes" bien remunerados que, según afirman, vendrán con la energía eólica o solar.

En realidad, hay poca evidencia de que incluso las políticas ambientales más importantes, como el impuesto al carbono, tengan mucho efecto en los niveles de empleo; en su mayoría, reasignarían a los trabajadores de las industrias perjudicadas por esa política a los sectores que se beneficiarían de ella. No obstante, políticos y expertos dedican una enorme cantidad de tiempo y recursos a atender a los trabajadores del sector energético, a menudo a expensas de otros puestos de trabajo en peligro  como los carteros y los programadores informáticos, que forman más parte del panorama laboral. (El empleo relacionado con el esquisto representa sólo 33.000 puestos de trabajo en los Apalaches, aproximadamente el 0,5 % del total).

No existe una solución milagrosa capaz de revitalizar las economías en decadencia, aunque parece evidente que muchas intervenciones deberían basarse en el lugar y no en la industria. El área de Williamsport, por ejemplo, alberga varias universidades pequeñas y hospitales medianos que mantienen una clase profesional preparada para el crecimiento. Promover y proteger áreas silvestres de la zona, que están bajo amenaza por el fracking, fomentaría su floreciente industria turística.

La extracción de recursos rara vez ha demostrado ser un camino fiable hacia una prosperidad sostenida. A menudo es más una maldición, que deja ciegos a los líderes cívicos ante los riesgos de apostarlo todo en una industria sucia y volátil, que podría poner en peligro a todo el planeta a través de los niveles catastróficos de calentamiento global.

*Colin Jerolmack es profesor de estudios ambientales y sociología en la NYU y autor del nuevo libro. 'Hasta el cielo y abajo al infierno: fracking, libertad y comunidad en una ciudad estadounidense'.

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