El Gobierno central del país impide que las urbes utilicen fuentes de energía ajenas a su proveedor público oficial, a pesar de que su mala gestión ha normalizado los apagones diarios. Los responsables locales intentan construir o comprar suministros renovables gracias al abaratamiento de la tecnología
Los cortes de energía son algo habitual en el país más industrializado de África. Durante la última década, la red eléctrica de Sudáfrica se ha derrumbado por completo y no ha podido suministrar energía de manera fiable. A medida que las energías renovables se vuelven más baratas, algunas ciudades sudafricanas como Ciudad del Cabo han exigido el derecho a buscar sus propias fuentes.
El principal culpable de los problemas energéticos de Sudáfrica es el envejecido proveedor nacional de electricidad, Eskom. Después de varios años de mala gestión de los fondos estatales destinados a reparaciones de la infraestructura crítica, las centrales eléctricas de Eskom no pueden operar a plena capacidad. El resultado se traduce en forma de apagones continuos que duran de dos a seis horas al día. Los cortes de energía han demostrado ser desastrosos para la economía, con costes estimados de entre 3.265 millones de euros y 6.528 millones de euros en 2019.
Ese año, Ciudad del Cabo, desesperada por encontrar una solución, anunció planes para comprar su propia energía a productores independientes de renovables. La caída de los precios y el crecimiento exponencial de la tecnología de las energías renovables lo han hecho posible. Amazon anunció recientemente que construiría su propia granja solar para alimentar sus centros de datos en Sudáfrica, aislándose así de los cortes en la red nacional. Si las empresas pueden hacerlo, ¿por qué no las ciudades?
La respuesta se ha atascado en una compleja red de regulaciones y restricciones. El Ministerio de Recursos Minerales y Energía del país y el Regulador Nacional de Energía de Sudáfrica tienen el poder exclusivo de decidir de dónde obtienen su energía los sudafricanos, cómo se vende y qué fuente se utiliza para generarla. En la práctica, esto otorga a Eskom, el proveedor de propiedad estatal, un monopolio sobre la producción y el suministro de energía.
Hace seis años, Ciudad del Cabo exigió que el ministerio le otorgara autoridad para comprar energía renovable de productores independientes que primero entregarían la energía directamente a Ciudad del Cabo a través de la red, y si generaban más electricidad de la que necesita Ciudad del Cabo, cualquier excedente se dirigiría hacia el resto del país.
Amazon anunció que construiría su propia granja solar para alimentar sus centros de datos en Sudáfrica, aislándose así de los cortes en la red nacional. Si las empresas pueden hacerlo, ¿por qué no las ciudades?
La solicitud terminó en una batalla judicial sobre cuestiones constitucionales en torno a quién puede tomar tales decisiones. Dada la solidez de la constitución de Sudáfrica en su apoyo a los derechos de los ciudadanos, el caso se ha convertido en una lucha más amplia por los derechos de los ciudadanos a tener electricidad fiable.
Ciudad del Cabo no ganó aquel caso, pero el debate que había iniciado generó bastante presión política. En octubre de 2020, el Gobierno anunció una enmienda a las regulaciones de electricidad que permitiría a los municipios buscar sus propios métodos para generar electricidad o comprarla de los productores independientes.
Sin embargo, el ministro todavía tiene la autoridad final para firmar cualquier nuevo acuerdo sobre la electricidad que involucre a las ciudades. Además, el presidente del país, Cyril Ramaphosa, subrayó en febrero su compromiso con el modelo de empresa estatal centralizada durante el discurso sobre el estado de la nación, en el que describió varias formas en las que su Gobierno iba a conseguir más energía para el país. La batalla energética entre las ciudades sudafricanas y el Gobierno nacional está entrando en una nueva fase, posiblemente más agresiva.
Desde que se hizo publica la enmienda del pasado octubre, varias ciudades han elaborado planes para buscar energía por sí solas. Durban, la tercera ciudad más grande de Sudáfrica, anunció su plan en enero de 2021 y tiene como objetivo obtener el 40 % de su energía de las fuentes ajenas a Eskom para 2030 y quiere utilizar energía limpia en exclusiva para 2050. Y la tranquila ciudad universitaria de Stellenbosch, en el corazón de la región vinícola de Sudáfrica, ha presentado una solicitud al Gobierno nacional para investigar fuentes de energía alternativas.
Si Ciudad del Cabo y otras ciudades obtienen el derecho a comprar su propia electricidad, las áreas rurales del país también podrían beneficiarse, porque las empresas privadas tendrán incentivos financieros para producir más energía renovable. Una mayor producción de electricidad debería ayudar a todos.
La batalla en curso de Ciudad del Cabo por la energía limpia es un símbolo de las tensiones políticas entre el Gobierno nacional y los municipales que la tecnología verde solo está acelerando. En general, los modelos de gobernanza de las ciudades son más ágiles que los nacionales. Por ejemplo, las ciudades han estado a la vanguardia en la implementación del Acuerdo del Clima de París (Francia). Su capacidad para influir en la política nacional e internacional crecerá aún más a medida que un mayor número de personas continúen mudándose allí. Sin embargo, como demuestra el caso de Sudáfrica, los gobiernos nacionales no van a permitirlo tan fácilmente.
Aunque la batalla por la soberanía energética se extenderá casi seguramente a más ciudades, no todas las áreas seguirán el enfoque de Ciudad del Cabo. La provincia del Cabo Occidental, a la que pertenece la ciudad, cuenta con mucho viento y un número relativamente alto de días soleados. Las energías renovables funcionan bien en esta parte del mundo, pero es posible que otras ciudades no puedan comprar su propia energía renovable con tanta facilidad.
No obstante, la combinación de una población en zonas urbanas y la disponibilidad generalizada de las energías renovables está desafiando claramente la forma en la que el estado-nación moderno controla la política energética. Podemos esperar que las divisiones entre los intereses nacionales y los municipales, como la que impulsó la crisis energética de Ciudad del Cabo, se conviertan en una regla, y no en la excepción.