La idea de dar créditos de emisión a los agricultores por el CO2 que capturan con su actividad ha seducido a políticos, empresarios y grupos medioambientales. Pero las dudas sobre la capacidad de captura real de cada suelo hacen que la propuesta sea prácticamente imposible de llevar a cabo
Empresas, políticos y grupos ecologistas han adoptado la agricultura del carbono como la actual solución climática estrella. En EE. UU., varios de los principales candidatos presidenciales demócratas han destacado el potencial de modificar las prácticas agrícolas para absorber más dióxido de carbono atmosférico. El verano pasado, Joe Biden afirmó: "El suelo es el próximo punto de almacenamiento de carbono".
Varias empresas, como BP, General Mills, Kellogg, Microsoft y Shell, han anunciado planes o se han unido a las iniciativas para que sus proveedores adopten estas técnicas o para dar subvenciones a los agricultores que las practican para obtener los llamados créditos de compensación. Esto permite a las empresas pedir créditos por el dióxido de carbono extraído de la atmósfera, sin reducir las emisiones de sus propias operaciones.
Además, varias start-ups respaldadas por capital de riesgo han establecido mercados de compensación del suelo que permiten a empresas y organizaciones sin ánimo de lucro a comprar estos créditos de los agricultores. En particular, eso incluye a Indigo Agriculture, que ha recaudado más de 753 millones de euros hasta la fecha para desarrollar su negocio de almacenamiento de carbono del suelo y otras operaciones.
Y ahora, la influyente organización sin ánimo de lucro de California (EE. UU.), la Reserva de Acción Climática (Climate Action Reserve), está en proceso de redactar una serie de normas para las compensaciones de carbono del suelo. Quien las sigua, recibirá un sello de aprobación de la entidad que probablemente anime a más personas y empresas a comprar estos créditos.
Pero hay un gran problema: no hay demasiadas pruebas de que la agricultura del carbono funcione tan bien como promete.
Las tierras de cultivo de todo el mundo tienen la capacidad de almacenar miles de millones de toneladas de dióxido de carbono en el suelo anualmente, según un informe de las Academias Nacionales de EE. UU. del año pasado. Pero todavía no se sabe qué técnicas de cultivo funcionan mejor y a qué nivel, ya que hay diferentes tipos de suelos, profundidades, topografías, variedades de cultivos, condiciones climáticas y períodos de tiempo.
No está claro que estas prácticas se puedan llevar a cabo durante largos períodos y a gran escala en las granjas de todo el mundo sin afectar la producción de alimentos. Y existen importantes desacuerdos sobre lo que se necesitará para medir y certificar con precisión que las granjas realmente están eliminando y almacenando elevadas cantidades de dióxido de carbono.
Estas dudas complican aún más los desafíos para establecer cualquier programa de compensación de carbono. Distintos estudios revelan que estos sistemas suelen sobrestimar sustancialmente las reducciones, ya que las presiones económicas, medioambientales y políticas empujan a emitir grandes cantidades de créditos compensatorios. Los expertos aseguran que estos programas también pueden abrir la puerta a distintas artimañas corporativas y al lavado de imagen ecológico (greenwashing) que perjudican la lucha real contra el cambio climático.
Como la Reserva de Acción Climática quiere aumentar el uso de estos créditos, algunos temen que el grupo esté a punto de crear un estándar que pueda animar a tales comportamientos.
Bombear carbono
La idea básica de la agricultura del carbono, o la agricultura regenerativa, consiste en que la fotosíntesis actúa como una bomba de gases de efecto invernadero que extrae el CO2 del aire y lo convierte en azúcares que se almacenan en hojas, tallos y raíces de las plantas o directamente en el suelo. Se espera que los agricultores puedan aumentar la cantidad de carbono que se queda en los campos, a través de distintas prácticas como plantar cultivos entre cosechas y sembrar semillas en vez de levantar continuamente el suelo al arar.
Pero el proceso de California resalta los desafíos de establecer estándares confiables aplicables ampliamente. Dichas normas certifican que los agricultores a los que se les paga por llevar a cabo estas prácticas, en efecto, están reduciendo el dióxido de carbono en la atmósfera, con confianza en las personas o empresas que quieren comprar sus créditos.
Estas normas resultan esenciales para que las compensaciones funcionen, pero es muy difícil desarrollarlas y aplicarlas correctamente. La Reserva de Acción Climática, que creó los protocolos que California adoptó en gran medida para el mayor programa de Comercio de Derechos de Emisión del país, lanzó en abril un borrador del "protocolo de enriquecimiento del suelo" para comentarios públicos. El texto debía haberse presentado a votación en junio, pero a finales de mayo, la organización sin ánimo de lucro anunció un segundo período de comentarios públicos después de recibir numerosas respuestas, de las cuales varias cuestionaban si el protocolo mediría con precisión los niveles adicionales de absorción de carbono.
Al menos uno de los comentarios argumentaba que puede haber un conflicto de intereses que haya influido en el proceso, porque Indigo Agriculture contribuyó con una cantidad de dinero no especificada, junto con el "apoyo a la investigación y la redacción". Esta empresa trabaja con agricultores para agrupar sus créditos de carbono del suelo que luego vende a las empresas y organizaciones sin ánimo de lucro, por lo que tiene un claro interés en cómo se establecen las normas.
"Que el desarrollo de protocolo haya sido patrocinado genera preocupaciones sobre la integridad de los métodos propuestos", destaca en una carta de respuesta la nueva organización sin ánimo de lucro CarbonPlan, que analiza el rigor científico de los esfuerzos de la eliminación de carbono. "Esa preocupación es especialmente importante porque muchas de las opciones metodológicas esenciales del borrador del protocolo no están completamente especificadas sino quedan abiertas al diseño y a la determinación de los autores del proyecto, presumiblemente incluyendo al patrocinador financiero de la Reserva, Indigo Ag", añade la misiva.
El becario de postdoctorado del Consorcio Black Rock Forest en Cornwall (EE. UU.) Grayson Badgley, quien participó en el grupo de trabajo técnico que brindó asesoramiento sobre el proceso y firmó la mencionada carta, afirma que la participación de Indigo en el proceso "impidió que el grupo de trabajo estableciera lo que pensábamos que iba a ser un conjunto de obligaciones realmente riguroso". Y añade "Me parecía que cualquier conjunto de obligaciones que propusiéramos tenía que incluir lo que Indigo quería hacer". Además, señala que hubo varios representantes de Indigo en la mayoría de las convocatorias en las que participó durante el proceso.
En un correo electrónico a MIT Technology Review, Indigo destaca que también ha contratado a varios miembros del grupo de trabajo para proyectos anteriores, pero añade que "esas personas fueron imparciales en el proceso del grupo de trabajo". Aunque no ha revelado sus nombres a esta publicación, afirma que sí proporcionó dicha lista a la Reserva de Acción Climática.
Una de las principales preocupaciones sobre el protocolo propuesto es que permite a los responsables de los proyectos seleccionar sus propios métodos para calcular cómo obtener los créditos, siempre y cuando el modelo haya sido revisado por "una organización reconocida y competente" y cumpla con otros criterios.
El problema consiste en que gran parte de la investigación de carbono del suelo hasta la fecha demuestra que la absorción de carbono varía ampliamente entre los tipos de suelo y otras condiciones, no solo de una región a otra, sino de una parcela a otra. Por lo tanto, resulta difícil desarrollar cualquier modelo "capaz de explicar esta variabilidad inherente", y requiere que todos sean rigurosamente controlados y revisados, según la científica principal del grupo de expertos Carbon180, Jane Zelikova, quien también firmó la carta. Sostiene que cualquier modelo se debe complementar con un muestreo exhaustivo y aleatorizado del suelo, a través de los campos, a diferentes profundidades y en distintos períodos de tiempo.
El borrador del protocolo sí que requiere un muestreo al principio y cada cinco años a partir de entonces, al menos inicialmente. Pero los críticos aseguran que hay lagunas que podrían distorsionar los resultados, incluido que el protocolo solo requiere monitorización durante los primeros 30 de los 100 años, en los que se supone que la compensación permanecerá vigente, y permite a los autores de proyectos elegir y pagar a sus propios terceros para llevar a cabo ese trabajo.
En cuanto las compañías que agrupan los créditos de carbono del suelo de miles de agricultores, que eventualmente podría ser Indigo, es posible que menos del 1 % de los sitios reales necesiten ser verificados a través de visitas físicas de un tercero, según la interpretación de CarbonPlan.
El presidente de la Reserva de Acción Climática, Craig Ebert, explica que, como organización sin ánimo de lucro, dependen de fondos externos para llevar a cabo su trabajo. Y no quiso revelar cuánto dinero proporcionó Indigo, como tampoco quiso hacerlo la propia empresa.
Pero destaca que la financiación no le dio a la compañía ninguna influencia indebida sobre el proceso, y que fue solo una de las muchas partes interesadas que ofrecían sus comentarios sobre las propuestas en todo momento.
El responsable subraya: "Sabemos que quieren vender los créditos de carbono, pero solo podrán vender los créditos que tengan un valor ambiental neto. Al fin y al cabo, lo que intentamos hacer es pagar a los agricultores por otro producto por el que ahora no reciben nada, que son las prácticas agrícolas sostenibles que capturan carbono".
Indigo defendió su patrocinio del proceso, señalando que otras organizaciones que presentaron sus proyectos bajo un protocolo anterior de la Reserva de Acción Climática también lo habían hecho. Añadió que las cuestiones sobre los métodos específicos en el proceso de cultivo de carbono fueron ampliamente debatidas entre todos los miembros del grupo de trabajo. Desde la compañía afirman: "A través de la investigación de Indigo y su experiencia en este sector, vimos un enorme potencial en el protocolo de enriquecimiento del suelo desarrollado de manera rigurosa con la participación de varias partes interesadas".
El propietario de la empresa de consultoría medioambiental Sierra View Consulting y miembro del grupo técnico, Robert Parkhurst, opina que la participación de Indigo en ese proceso no es inusual y cree que eso no afectó de manera negativa al proceso. Y asegura: "Necesitamos un lugar para secuestrar todo ese carbono y es un sitio lógico para explorarlo".
Más problemas
Definir correctamente estos estándares resulta fundamental, de lo contrario, el cultivo de carbono podría exagerar cualquier progreso en la lucha contra el cambio climático, o incluso permitir mayores emisiones de gases de efecto invernadero.
Varios estudios señalan que algunas de las prácticas propuestas pueden reducir los rendimientos en ciertas circunstancias, lo que podría animar a los agricultores a preparar más tierras para la agricultura. De ser así, el carbono liberado en el proceso de arrasar bosques y pastizales podría liberar mucho más carbono del que fue capturado por los esfuerzos iniciales de secuestro en el suelo.
Del mismo modo, si un agricultor ya estaba llevando a cabo algunas de estas prácticas, y dejó de hacerlo, pero luego las recupera para aprovechar la oportunidad de vender créditos, en realidad no estaría tomando medidas adicionales para reducir las emisiones.
Y si estas prácticas solo se llevan a cabo durante unos años y luego paran, entonces algunos o todos los beneficios podrían desaparecer. Algunas investigaciones han descubierto que si los agricultores con labranza cero aran sus campos cada pocos años, como hace la mayoría, eso puede eliminar la mayor parte de los beneficios anteriores de carbono, como señalaron los investigadores del Instituto de Recursos Mundiales en una publicación reciente y en una carta de respuesta a la Reserva de Acción Climática.
Algunos investigadores creen que la gran variabilidad en la absorción de carbono en el suelo podría hacer que la idea resulte inherentemente inviable. Un mejor enfoque podría ser simplemente pagar a los agricultores directamente para que lleven a cabo prácticas de mejora del suelo y reducir los impactos medioambientales, mientras piensan en cualquier tipo de almacenamiento adicional de carbono como un cobeneficio bienvenido, pero no uno del que dependan estrictamente de otra organización para equilibrar la contaminación de gases de efecto invernadero.
El profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Stanford (EE. UU.) y director de políticas de CarbonPlan, Danny Cullenward, señala: "Tratar de cuantificar con precisión las compensaciones de carbono es un gran problema casi imposible de resolver y en el que la balanza se inclina en contra de unos resultados de calidad. Me resulta difícil creer que se va a lograr un trabajo perfecto con esto. Pero eso es lo que se requiere con las compensaciones, porque permiten mayores emisiones en otros lugares".
Tantos mimos a la agricultura de carbono también podrían distraer al sector alimentario y otras industrias de otras formas más directas y confiables de reducir la emisión de gases de efecto invernadero. El principal investigador asociado del Programa de Alimentos del Instituto de Recursos Mundiales, Richard Waite, detalla: "Para 2050, necesitamos producir más alimentos y tiempo que frenamos la deforestación y reducimos drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero. Por lo tanto, nos preocupa ver una dependencia excesiva de esta solución, cuando existe todo un abanico de cosas que se pueden hacer desde la producción en la granja hasta la mesa".
Sin bonificación
La agricultura de carbono resulta atractiva. Representa una solución que suena natural y que atrae a los ecologistas, apoya a las granjas familiares, saca a las corporaciones del problema del cambio climático y crea nuevos mercados para las organizaciones que toman el papel de árbitro. ¿Qué tiene eso de negativo?
Significa que los encargados de formular políticas y los creadores de normas deben ser más cuidadosos para no caer en las ilusiones y para establecer rigurosas reglas y procesos.
Hasta mediados de este siglo, el estudio de las Academias Nacionales de EE. UU. estima que el mundo podría necesitar eliminar hasta 10.000 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono de la atmósfera cada año, para evitar que el planeta alcance la subida de los 2 °C. Por eso, resulta esencial explorar todas nuestras opciones para lograrlo, ya sean granjas, árboles o máquinas que eliminan el carbono.
Pero eso también significa que estas técnicas y sistemas de compensación deben funcionar. Deben medir con precisión los niveles de emisiones que se extraen del aire y se almacenan permanentemente. De lo contrario, estaremos permitiendo que las empresas compren certificados que les permitan seguir contaminando, con la falsa promesa de que las emisiones están disminuyendo en otro lugar del mundo.
El sistema climático no otorga puntos de bonificación por eso. Si las emisiones reales en la atmósfera real continúan aumentando, las temperaturas también seguirán subiendo.