Desde la primavera de 2018, su costa caribeña y las de otros 19 países de la región se han inundado con cantidades sin precedentes 'Sargassum', un fenómeno asociado a múltiples efectos negativos medioambientales así como a la reducción del turismo, uno de los motores económicos del país
Los complejos costeros de lujo de Puerto Morelos (México) aún pueden verse cuando el capitán toca la bocina para alertar a la tripulación del objetivo que se avecina: una enorme mancha marrón que se extiende hacia el horizonte. De repente, en lugar de las famosas aguas de color azul cerúleo de la costa caribeña de México, estamos rodeados de gruesas capas de algas marinas, con un olor a azufre en el aire.
Pero aquí es exactamente donde la tripulación de el barco especializado en recolección de algas Sargassum quiere estar. El barco pertenece al Grupo Dakatso, un consorcio de cinco empresas que trabajan en nuevas tecnologías de recolección de algas. El pequeño catamarán tiene una especial cinta transportadora colocada en la proa que extrae pilas de algas del agua en grandes bolsas de recolección de malla. Todo el equipo funciona bajo el ruido del motor con los silbidos y las señales con las manos mientras las bolsas, cada una de 300 kilogramos, se llenan en un minuto o dos.
Desde la primavera de 2018, la costa caribeña de México y las costas de otros 19 países de la región se han inundado con cantidades sin precedentes de algas marinas Sargassum. Los turistas que esperan ver las playas blancas vírgenes se han topado con interminables montones de vegetación fangosa y descompuesta. Aunque es normal que las macroalgas pardas aparezcan en las costas del Caribe en cantidades más pequeñas, las floraciones extrañas han aumentado en tamaño y regularidad en los últimos 10 años. Se cree que lo que ocurrió el año pasado fue lo peor en la región. Ahora aparecen cada vez más esfuerzos no solo para contener la crisis ecológica sino también para capitalizarla.
Por lo general, Sargassum llega al Caribe desde su mar homónimo en el Atlántico oriental. Pero los investigadores creen que la afluencia de 2018 provino de una nueva fuente: las aguas ecuatoriales entre Brasil y África occidental, donde los vertidos de pesticidas y fertilizantes de los ríos Amazonas y Congo había alimentado la floración de algas. Y el cambio climático no ha hecho más que agravar esta proliferación, según la ecóloga de la Universidad Nacional Autónoma de México en Puerto Morelos Brigitta van Tussenbroek. En su opinión, el aumento de la temperatura de los océanos ayuda a que las algas proliferen más rápido. La deforestación en la selva tropical del Amazonas también alimenta la floración, no solo aumenta la escorrentía de pesticidas y fertilizantes, también contribuye de manera importante al cambio climático.
El director general de Grupo Dakatso, Dagoberto Ruiz Lavín, contratado por los hoteles locales y por el Gobierno para eliminar las algas, detalla: "Nosotros, los humanos, tenemos la culpa del problema de Sargassum. Las generaciones futuras lo van a tener mucho peor si no hacemos nada. Sargassum no dejará de venir".
En condiciones normales, Sargassum representa una parte normal del océano, incluso saludable. Pero en vastas cantidades, se asocia a una lista interminable de daños a los ecosistemas costeros. Como alfombras bloquean la luz del Sol tan necesaria de los arrecifes de coral, provocándoles enfermedades o incluso la muerte. A medida que las algas mueren y se desintegran, las bacterias absorben el oxígeno en el agua, mientras que se liberan el nitrógeno, el fósforo y otros nutrientes en cantidades masivas. Si se deja que las algas se pudran en tierra, como ocurre en las playas de México, los mismos nutrientes amenazan con filtrarse en las aguas subterráneas. En la península de Yucatán, donde la única fuente de agua dulce es una red regional única de ríos subterráneos, la contaminación del agua está generando graves preocupaciones. Y aunque las algas pueden extraer dióxido de carbono de la atmósfera, al igual que los árboles, solo es beneficioso para el medio ambiente si las algas se recolectan y se procesan, y el CO2 resultante se almacena de forma permanente.
Van Tussenbroek asegura que los efectos acumulativos del crecimiento excesivo de Sargassum son suficientes para perturbar el equilibrio del ecosistema. Un ejemplo es que Sargassum mata las praderas marinas que ayudan a mantener la arena, así que las playas se erosionan más rápido. Estima que después de la crisis de 2018, el ecosistema local podría restablecerse en un período de 10 a 50 años, pero si vuelve a ocurrir otra gran afluencia no mitigada o un gran huracán, los cambios podrían ser permanentes.
Hasta la fecha, la respuesta oficial de México frente a la crisis de Sargassum se ha limitado a la instalación de barreras marinas, similares a las utilizadas en derrames de petróleo, y al personal de limpieza de playas armado con rastrillos y carretillas. Es una tarea de Sísifo: cuando la playa está limpia, aparece la siguiente marea de algas. El funcionario municipal sorprendentemente joven pero con los ojos cansados José Ángel Durán Désiga, explica las limitaciones de la respuesta del Gobierno desde su oficina cerca de la Playa del Carmen. Como director de la Oficina de Medio Ambiente y Cambio Climático en el municipio de Solidaridad, Durán Désiga es el responsable del desafío de Sargassum. Pero bajo el sistema de Gobierno centralizado de México, según él, los funcionarios locales carecen de los recursos o de la autoridad para hacer algo al respecto.
Durán Désiga detalla: "La costa continuará existiendo, pero será un ecosistema diferente. Podría quedarse sin arrecifes. Podría haber más peces y de diferentes tipos. Será más complicado para los turistas disfrutar del agua".
Incluso si la recolección de algas pudiera ampliarse enormemente, aún quedaría una gran pregunta: ¿qué hacer con ellas? Las algas marinas ya se utilizan ampliamente en cosméticos y aditivos alimentarios. Algunas compañías de energía como ExxonMobil están investigando las microalgas, un tipo de organismo microscópico que a veces causa mareas rojas y marrones. Su objetivo consiste en extraer su aceite para crear un combustible para el transporte con bajas emisiones.
Las algas marinas, que son macroalgas, no han atraído el mismo tipo de atención como fuente para biocombustibles, en parte porque suelen ser difíciles de cultivar a gran escala. Las algas marinas se han probado como materia prima para crear biogás a través de un proceso llamado digestión anaeróbica, que consiste en colocarlas en un depósito, dejar que se descompongan y luego capturar los gases resultantes, como el metano, que se puede usar para obtener energía. Pero las algas marinas son ricas en un polímero llamado lignina que se debe descomponer para crear metano. Ahora, los investigadores mexicanos están buscando alguna manera de solucionar ese problema.
En el Centro de Investigaciones Científicas de Yucatán, un complejo de laboratorios financiados por el Gobierno, ubicado en medio de una exuberante selva en las afueras de Mérida, la capital del estado de Yucatán, el olor a Sargassum está en el aire. El investigador de doctorado especializado en digestión anaeróbica David Valero forma parte de un equipo que trabaja para diseñar un proceso de conversión de algas a biogás eficiente y que pueda manejar las algas directamente de la playa o del mar con una necesidad mínima de procesamiento para eliminar arena o plástico.
Foto: David Valero, investigador de doctorado en el Centro de Investigación Científica de Yucatán, trabaja en un proceso para convertir las algas marinas en biogás que se puede usar para generar electricidad. Crédito: Tito Herrera
Valero y sus colegas están intentando acelerar el proceso de descomposición de las algas marinas. Para ello, pretratan la Sargassum con un hongo local, y utilizan carbón activado para aumentar la eficiencia del biorreactor. Él asegura que están cerca de comercializar su tecnología para fabricar un biogás que se podría usar directamente para generar electricidad, y estima que cada tonelada de Sargassum podría producir el equivalente a 720 kilovatios-hora de energía o 63.600 litros de gas natural.
En otro laboratorio, el biólogo Francisco Larqué Saavedra tiene otros planes para Sargassum. Con un gran interés en la producción sostenible de alimentos, en los últimos 30 años ha creado un banco de especies de hongos nativos. En 2018, comenzó a buscar una cepa que pudiera crecer en algas marinas. Su equipo cultivó hongos en bolsas de plástico rellenas con Sargassum que se habían pasteurizado y procesado anteriormente. Gracias a ello, produjeron aproximadamente 800 kilogramos de hongos comestibles por cada tonelada métrica de algas secas. Larqué Saavedra espera persuadir a los propietarios de hoteles para que instalen granjas de hongos para aprovechar las algas que se acumulan en su puerta y generar tanto alimentos como empleos.
Pero la región está muy lejos de lograr esa visión. En año pasado, la Asociación de Hoteles de la Riviera Maya presentó una disminución del 10 % en su ocupación como resultado de las algas marinas. El turismo representa más del 8 % del PIB de México, y Quintana Roo, el estado mexicano en la costa este de la península de Yucatán, cuenta con el 40 % de los visitantes extranjeros de México. Los hoteles y restaurantes generan el 25 % del PIB de Quintana Roo, y sus trabajadores tendrían dificultades para encontrar trabajo en otra industria. Menos turistas significa menores ingresos gubernamentales y, por lo tanto, menos dinero para financiar la eliminación de Sargassum. La alteración económica causada por la pérdida del turismo también impulsaría a los carteles de droga, cuya violencia ha estado invadiendo recientemente las zonas turísticas de la península.
Al ahogar el turismo, las algas marinas también están quitando el oxígeno a cualquier iniciativa que intente detenerlas.