La opinión pública suele dividirse en función de lo que opinan sus élites afines. Y para convencer a los conservadores hay que hablar en su propio lenguaje. Estas cuatro estrategias pueden ayudar a impulsar políticas que ayuden a reducir las emisiones de efecto invernadero
Jerry Taylor cree que puede cambiar la mentalidad de los negacionistas del cambio climático. Al fin y al cabo, fue él quien hizo que muchos dudaran de la veracidad de este fenómeno en primer lugar.
Durante años, Taylor se dedicó profesionalmente a negar el cambio climático desde el Instituto Cato (EE. UU.). Criticaba la ciencia climática, las regulaciones y cualquier de opinión, discurso y aparición en los medios. Pero su opinión empezó a cambiar poco a poco a principios de este siglo. Este cambio fue motivado por los argumentos de varios economistas y expertos en derecho que exponían los riesgos a largo plazo del calentamiento global.
Ahora, Taylor preside el Centro Niskanen, un think tank de corte libertario en (EE. UU.) que fundó en 2014. Junto a sus compañeros, intenta conseguir apoyos para la aprobación de un duro impuesto federal al carbono a través de debates con expertos. Su principal objetivo es convencer a los legisladores republicanos y sus equipos.
El Centro Niskanen forma parte de un pequeño pero creciente grupo de conservadores fiscales y personas con intereses corporativos que defienden políticas similares en Estados Unidos. Este grupo incluye a veteranos del Partido Republicano como el exsecretario de Estado de EE. UU. George Shultz, gigantes de la energía como Exxon Mobil, y casi dos docenas de grupos universitarios republicanos. Taylor y sus compañeros consideran que son precisamente estas conversaciones con las élites políticas y centradas en políticas que se pueden justificar en términos conservadores las que tienen un verdadero potencial de lograr cambios reales en torno al cambio climático.
Aunque gran parte de la investigación y el debate actual sobre el cambio climático se centra en encontrar la combinación correcta de fuentes de energía limpia, o en desarrollar mejores tecnologías y más económicas, el verdadero avance puede estar en la ciencia de la persuasión. Nunca generaremos suficiente energía limpia para reducir drásticamente las emisiones en las próximas décadas (ver Construir un mundo 100% renovable podría ser inviable económicamente), y muchos líderes políticos siguen negando rotundamente la existencia del cambio climático generado por la humanidad.
Da la casualidad que la literatura académica ofrece estrategias para conseguir que la gente cambie de opinión en cuestiones como el cambio climático. Y estos enfoques se parecen mucho a lo que se está haciendo desde el Centro Niskanen y otros colectivos.
Lección uno: elija los objetivos correctos
Los investigadores políticos coinciden en que la opinión de las masas no impulsa el debate político, ni viceversa. Las primeras divisiones partidarias aparecen entre las "élites", compuestas por influyentes grupos de defensa, comentaristas de alto perfil y políticos, según la profesora asociada de política ambiental de la Universidad de Duke (EE. UU.) Megan Mullin.
Son los miembros de estas élites quienes establecen los términos del debate en la mente del público. Para ello, difunden sus puntos de vista mediante apariciones en medios, editoriales, redes sociales y otros foros, estudiadas al milímetro.
La mayoría de las personas del gran público suelen adoptar las ideas de determinados grupos, a menudo partidos políticos, a los que ya son afines. Depositan su confianza en los líderes de estos grupos para que les resuelvan los detalles políticos y científicos que a ellos se les escapan. Al mismo tiempo, rechazan enérgicamente cualquier argumento que parezca ir en contra de su ideologías, en parte porque tales argumentos también atacan su identidad.
La predisposición política es, con diferencia, el factor que más influye a la hora de determinar las "percepciones y actitudes sobre el cambio climático" de una persona, señalaron Mullin y el profesor asociado de política de la Universidad de Nueva York (EE. UU.) Patrick Egan, en un análisis publicado en 2017 en el Annual Review of Political Science.
En muchos sentidos, el debate sobre el cambio climático está atrapado en las guerras culturales que consumen al mundo. "La posición frente al cambio climático se han convertido en un símbolo que refleja en qué bando del conflicto cultural está cada uno", según el profesor de leyes y psicología de la Universidad de Yale (EE. UU.) Dan Kahan, que ha estudiado de cerca este tema.
A finales de la década de 1980, casi el 70 % de los estadounidenses de todo el espectro político tenían un nivel de preocupación similar sobre el tema, de acuerdo con las encuestas Gallup. Pero la brecha a ido aumentando, en gran parte, debido a la deliberada campaña negacionista liderada por grupos conservadores como el Instituto Empresarial Americano, el Instituto CATO y el Instituto Heartland, dicen los expertos.
Una encuesta Gallup realizada a finales de marzo revela que casi el 70 % de los republicanos cree que el calentamiento global está "generalmente exagerado", mientras que el 67 % de los demócratas cree que representará una "amenaza grave" en sus vidas.
La principal conclusión de todo esto es que hay una desviación bastante obvia, aunque algo radical, de la opinión que tenemos sobre los mensajes políticos y el avance de las leyes.
El verdadero enfoque no debería ser tener que convencer al público, avasallando a la gente una y otra vez con la ciencia y los peligros del cambio climático. El verdadero objetivo debe centrarse en cambiar la mentalidad de las élites políticas. Cuando envían señales claras y consistentes, las opiniones masivas que parecen fuertes y fijas pueden empezar a mirar a la dirección contraria, dice Mullin. La buena noticia es que esto significa que no hay que cambiar muchísimas opiniones. La mala noticia es que las que hay que cambiar pueden ser particularmente obstinadas.
Lección 2: Despolitizar el problema
¿Por dónde hay que empezar para convencer a los negacionistas con poder para impulsar los debates y cambiar las políticas? Cuando Taylor se sienta frente a ellos, suele empezar su discurso así: "Entiendo por qué es escéptico. Es probable que yo haya escrito la mayoría de los temas de conversación que ha leído, pero cambié de opinión y le explicaré por qué".
Nadie es receptivo cuando se le acusa de falta de inteligencia o de vivir al servicio de los intereses corporativos, dice Taylor. Por eso, su equipo y él intentan elaborar argumentos basados en hechos diseñados para apelar específicamente a sus intereses políticos, y presentar políticas que puedan racionalizar dentro de sus ideologías.
El Centro Niskanen no suele impulsar las regulaciones ambientales que los conservadores desprecian. En lugar de eso, se está centrando en un impuesto al carbono, una herramienta basada en el mercado. La contaminación por carbono le cuesta dinero real a la gente real. Pero estos costes no suelen recaer sobre los mayores contaminadores. En un mercado dominado por la libertad de los derechos de propiedad, esa "externalidad" necesita un precio, dice Taylor.
Un impuesto al carbono como este es justo el tipo de medida que los conservadores como Shultz, el exsecretario de Estado James Baker y el exsecretario pueden considerar aceptable para abordar el cambio climático. Está claro que los republicanos suelen oponerse a nuevos impuestos. Pero en este caso, prefieren un mecanismo de mercado que empuje a las empresas antes que atenerse a estrictas reglas ambientales que dictan qué acciones debe llevar a cabo una compañía.
Lección 3: Elija las políticas correctas
El excongresista republicano de EE. UU. Bob Inglis también defiende que el Partido Republicano debería apoyar un impuesto al carbono. Sobre todo si todos los partidos son capaces de llegar a un gran acuerdo para revertir otras iniciativas regulatorias como el Plan de Energía Limpia de Obama.
Inglis afirma: "Creemos que hace falta que los conservadores escuchen las soluciones en el lenguaje del conservadurismo". El excongresista cambió de opinión sobre el cambio climático entre su primera y su segunda etapa en el Congreso de EE. UU..
Él conoce tan bien como cualquiera el precio que los republicanos pueden pagar por su fuerte influencia en el cambio climático. Inglis perdió su escaño en la Cámara de Representantes de Estados Unidos en las primarias republicanas de 2010 ante un competidor respaldado por el Tea Party. Y su derrota estuvo, en parte, motivada por su apoyo a un impuesto al carbón. Inglis ahora supervisa RepublicEn, una iniciativa que intenta que los líderes republicanos de todo Estados Unidos se sumen a la causa. Cree que cada vez es más seguro para los republicanos dar un paso al frente de este tema, en parte debido a la creciente reacción contra el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Dicho esto, en cualquier caso, harán falta años para conseguir el apoyo necesario para poder aprobar un impuesto sobre el carbono. "Ni si quiera Jesucristo habría podido hacerlo con este Congreso", dice Taylor.
Lección 4: Encuentre lugares común
Otra estrategia que los politólogos usan para promulgar políticas favorables al cambio climático se relaciona con la "teoría de los beneficios colaterales". El concepto básico es que muchos de los mismos pasos que reducirán las emisiones de gases de efecto invernadero también promoverán la innovación tecnológica, la independencia energética, la seguridad, la calidad del aire, la salud y los empleos.
Aunque a los ciudadanos y políticos no les importe demasiado la lejana amenaza del cambio climático, probablemente sí se interesen por alguno de esos temas, dice el investigador de política energética de la Universidad de California en San Diego (EE. UU.) David Victor. Ese interés podría convertirse en una oportunidad para impulsar políticas que logren el progreso en ambos lados.
De hecho, hay señales de que el apoyo a la energía limpia es cada vez mayor. Esto se debe a que muchas regiones de carácter conservador se han convertido en grandes generadoras de empleo en energía eólica y solar. En los últimos meses, el Congreso de EE. UU., dirigido por los republicanos, rechazó la propuesta de la Casa Blanca de recortar el gasto federal en investigación de energía limpia y de ampliar los créditos fiscales para la energía solar y eólica y aumentó significativamente los subsidios para la captura y almacenamiento de carbono (ver Así comienza la era de la captura y el almacenamiento de carbono).
Los grupos climáticos podrían aprovechar otros intereses comunes con los negacionistas. De hecho la Administración Trump ya ha expresado su apoyo a algunos temas como la energía nuclear avanzada y las líneas de transmisión de larga distancia.
Está claro que el riesgo de combinar objetivos económicos con objetivos climáticos es que las políticas resultantes no logren reducir las emisiones lo suficiente. Puede crear trabajos verdes sin reducir la contaminación de carbono. De hecho, nada de esto representa una forma simple o infalible de cambiar la opinión y las políticas sobre un tema altamente polarizado en un clima político hiperpartidista. Hay grandes fortunas en juego y muchos harán todo lo posible para proteger sus intereses financieros.
Taylor reconoce que algunos grupos todavía están fuera de su alcance. Afirma que sus primeras conversaciones con la Fundación Heritage apoyada por Koch y el Instituto de la Competencia Empresarial no llegaron a ninguna parte. Pero afirma que el Centro Niskanen ya ha convencido a algunos legisladores republicanos para que regresen, aunque ninguno puede nombrarlo públicamente.
Dadas las intensas guerras culturales actuales sobre el cambio climático, puede considerarse un buen comienzo.