Los revolucionarios tratamientos contra algunos cánceres poco comunes sólo están disponibles en grandes ciudades y a precios inasumibles para la mayoría de la gente. ¿Qué pasa con los enfermos que viven lejos y disponen de pocos recursos?
El mundo ha recibido con asombro los espectaculares resultados de dos nuevas terapias génicas contra el cáncer. Kymriah y Yescarta, fueron aprobadas el año pasado en Estados Unidos, pero acceder a ellas puede resultar muy complicado para los pacientes de las zonas rurales del país y más aún para los que viven fuera de él. Además, los precios de ambas las alejan de los bolsillos de la mayoría de la gente. La primera cuesta unos 380.000 euros y la segunda, más de 300.000 euros.
El siguiente mapa refleja las ciudades donde están disponibles ambas terapias. Los puntos en rojo se refieren a los lugares donde Kymriah está disponible actualmente y los naranjas a donde está planificado que llegue el tratamiento. Los azules reflejan la disponibilidad de Yescarta y los verdes corresponden a las zonas donde se puede acceder a ambos.
Como se puede ver, algunas de las brechas más grandes se encuentran en los zonas rurales, donde el cáncer ya mata a más personas que en las ciudades. Eso es un problema, porque ambas terapias se administran como último recurso cuando los medicamentos tradicionales contra el cáncer han fallado. Para cuando los pacientes reciben Kymriah o Yescarta, a menudo están muy enfermos, por lo que viajar largas distancias es difícil y podría retrasar el tratamiento.
Para ser justos, todavía es pronto, y las compañías que comercializan las terapias, Novartis y Gilead, planean aumentar la disponibilidad. Pero a corto plazo, algunos pacientes de cáncer remotos pueden no tener suerte. E incluso a largo plazo, existen factores que podrían limitar su acceso.
Conocidas como terapias de células CAR-T, Kymriah y Yescarta implican un proceso altamente especializado. Los médicos extraen las células T del paciente, una de las armas del sistema inmune contra las enfermedades, y las modifican genéticamente para que sean más eficaces en su lucha contra las células cancerosas. Luego vuelven a infundir las células inmunes modificadas en el cuerpo.
Muchos pacientes han tenido recuperaciones casi milagrosas, pero también pueden sufrir efectos secundarios tóxicos que pueden llegar a ses mortales (ver Luces y sombras de la terapia génica). El investigador de la Escuela de Políticas Públicas de Georgia Tech (EE. UU.) Aaron Levine, quIEN ha estudiado la ética de las terapias de células CAR-T, dice que los efectos secundarios serán el mayor obstáculo para aumentar la disponibilidad de las terapias génicas, "ya que solo un pequeño número de médicos y equipos están preparados para abordarlos". Si muchos pacientes sufren estos efectos secundarios o mueren en los primeros años de Kymriah y Yescarta, su llegada a más lugares podría retrasarte aún más.
Otro factor es que en este momento, las terapias CAR-T actúan principalmente contra cánceres poco comunes. Kymriah trata un tipo de cáncer infantil llamado leucemia linfoblástica aguda, y Novartis cree que cada año solo habrá 600 pacientes nuevos que puedan beneficiarse del tratamiento. Por su parte, Yescarta trata el linfoma difuso de células B grandes en adultos, y Gilead estima que podría ayudar a unas 7.500 personas al año.
"La realidad es que el mercado no es tan grande, por lo que no tiene sentido formar a todos los equipos médicos para que suministren estas terapias", opina Levine. En estos momentos hay más terapias CAR-T en desarrollo, pero no está claro cuál será su eficacia contra cánceres más comunes.
También está la cuestión de a quién le tocará pagar estos tratamientos tan caros. Solo un puñado de pacientes ha recibido Yescarta; y hay cientos esperando debido a retrasos en los pagos. Si algunas aseguradoras deciden no cubrir los costes, eso podría frustrar los planes de las compañías de llevar sus tratamientos a más sitios. Levine detalla: "Tenemos prepararnos ante un posible escenario en el que estas terapias solo estén disponibles para las élites urbanas que viven cerca de centros médicos académicos". Aun así, Levine mantiene la esperanza. "Todavía hay tiempo para que las cosas cambien y evolucionen", dice.
El director del Winthrop P. Rockefeller Cancer Institute en Little Rock (EE. UU.), Peter Emanuel, que está a más de 550 kilómetros del lugar más cercano donde se administran Kymriah y Yescarta, no está preocupado por el mapa en este momento. En su opinión, administrar estas terapias y manejar los posibles efectos secundarios requiere un equipo grande y especializado de trabajadores médicos, por lo que probablemente sea mejor, al menos por ahora, que Kymriah y Yescarta estén disponibles solo en hospitales con más recursos.
Para él, el punto de inflexión llegará cuando se aprueben nuevas terapias CAR-T para cánceres más comunes. El experto concluye: "En ese punto, creo que la necesidad de ampliar el número de centros estará justificada, y con suerte esa expansión inclirá ciudades más pequeñas y rurales".