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Biotecnología

La ingeniería genética releva a la guerra nuclear como gran amenaza contra la humanidad

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Las cabezas atómicas sólo están en manos de unos pocos. Por el contrario, las tecnologías que los investigadores usan para diseñar virus y vacunas están al alcance de muchos, y también pueden usarse para crear organismos capaces de desencadenar pandemias mortales

  • por Emerging Technology From The Arxiv | traducido por Maximiliano Corredor
  • 25 Septiembre, 2017

¿Qué probabilidades hay de que la humanidad se destruya a sí misma? Varios científicos han estudiado esta pregunta y el cálculo básico es sencillo. Los parámetros clave son el número de personas capaces de destruir el planeta y la probabilidad de que lo hagan.

Calcular el segundo parámetro es la parte más complicada, ya que depende de la estabilidad psicológica de las personas al mando .¿Qué probabilidades hay de que desencadenen un escenario de pesadilla? El número de estos individuos es mucho más fácil de medir. A lo largo de la segunda mitad del siglo XX y principios del siglo XXI, la cifra ha correspondido la del número de líderes estadounidenses y soviéticos/rusos a cargo de arsenales nucleares masivos.

La vida útil proyectada de una civilización (LD50) depende inversamente del número de personas o entidades capaces de destruirla (E) y la probabilidad por año de que una de ellas (P).

Foto: La vida proyectada de una civilización (LD50) depende inversamente del número de personas, o entidades, capaces de destruirla (E) y la probabilidad por año de que una de ellas lo haga (P). 

Así que tal vez tan solo dos personas tienen un verdadero poder de destruir la civilización. Dada la naturaleza de esas personas puede que un número tan bajo no resulte alentador, pero es mucho mejor que el futuro que se avecina, según dice el afiliado a la Sede de las Fuerzas Conjuntas de la Guardia Nacional de California (EEUU) John Sotos.

Sotos afirma que el número de tecnologías capaces de acabar con la civilización está a punto de cambiar drásticamente y las consecuencias para la humanidad son devastadoras.

En el siglo XX, todo el mundo era consciente de que había una amenaza existencial a la civilización. De hecho, esta posibilidad se convirtió en una parte importante de las estrategias políticas de las dos superpotencias del mundo, Estados Unidos y la Unión Soviética.

La amenaza provenía de las tecnologías responsables de las armas nucleares, y ese contexto de pesadilla fue bautizado como escenario de destrucción mutua asegurada. Implicaba que ambas partes dieran rienda suelta a sus arsenales nucleares en un intento de destruir al otro. El resultado de este curso de acción sería tan desastroso que ninguna de las partes podría beneficiarse de desencadenarlo y, por lo tanto, ninguna iniciaría una guerra de este tipo.

Ya sea por suerte o buen juicio, esta estrategia ha funcionado. Hasta ahora. Estados Unidos y Rusia mantienen sus capacidades de destrucción planetaria, y la amenaza de una guerra nuclear total aún se cierne sobre el planeta.

Pero a la amenaza nuclear se le sumó otra más: la amenaza del cambio climático. Y, de nuevo, el poder de controlarla o estimularla está en manos de un número relativamente pequeño de individuos que dirigen las principales economías del mundo. Una vez más, una incógnita importante es la probabilidad de que frenen el poder destructivo de las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero el mundo parece estar avanzando hacia una estrategia que salve el planeta, aunque la eficacia de este enfoque se desconoce.

Y para empeorar las cosas, una tercera amenaza está empezando a emerger: se trata de la habilidad de diseñar organismos capaces de matar a un gran número de personas, quizás a casi todo el mundo, en una pandemia global. Hasta hace poco, el desarrollo de armas biológicas requería una inversión a gran escala que sólo los estados podían aportar. Eso ha permitido que este trabajo sea cuidadosamente monitorizado a escala internacional. En consecuencia, el uso de armas biológicas está ampliamente controlado por acuerdos internacionales.

Pero la capacidad de crear organismos letales se está extendiendo. Esto se debe a que la misma tecnología que permite a los investigadores diseñar virus y vacunas para objetivos genéticos específicos también les permite diseñar organismos que pueden propagarse y matar. Sotos apunta al proyecto Cancer Moonshot, cuyo objetivo es acelerar el uso de inmunoterapias para tratar el cáncer. El objetivo es probar esta tecnología en 20.000 pacientes con cáncer en varios ensayos para 2020. Como resultado, un gran número de personas en hospitales e instalaciones de investigación de todo el mundo tendrán acceso a una tecnología que tiene un lado oscuro aterrador.

Para hacerse una idea del número de personas involucradas, Sotos ha buscado en la base de datos PubMed artículos científicos con autores que hayan trabajado en "técnicas genéticas". Esta búsqueda produjo más de 1,5 millones de nombres únicos, de los cuales 180.000 han sido autores de más de cinco artículos.

Si sólo una fracción de éstos tiene la capacidad de diseñar organismos capaces de acabar con la civilización, supone un aumento muy significativo en el nivel de amenaza.

Dado este número, ¿cuál es la probabilidad de que alguno de ellos libere una biotecnología capaz de arrasar con la civilización? Sotos piensa en ello como la probabilidad anual de que una persona con esta tecnología destructiva la utilice. No hay manera de saber cuál es esta probabilidad para la humanidad, por lo que Sotos simplemente pone algunas probabilidades en su modelo para ver cómo eso influye en la duración probable de nuestra civilización.

Los resultados son abrumadores. Si hay una probabilidad entre 100 de que alguien con la tecnología la libere, y hay unos cientos de individuos como éste, entonces nuestra civilización está condenada en una escala de tiempo de unos 100 años. Si hay 100.000 individuos con esta tecnología, entonces la probabilidad de que la liberen debe ser menos de uno en 109 para que nuestra civilización dure 1.000 años.

Pero no todas las personas son igualmente propensas a comportarse de esta manera. Un escenario aterrador es el caso de que haya una persona cuya probabilidad de liberar esta tecnología sea segura cuando se apodere de ella. Si existen personas así, el fin de la civilización es una certeza.

Por supuesto, el modelo de Sotos tiene algunas deficiencias. Por ejemplo, no tiene en cuenta las estrategias defensivas, como el desarrollo de un tratamiento o cura. La capacidad de la humanidad para detectar y responder a pandemias globales está en su infancia y ciertamente está muy por detrás de nuestra capacidad de crear y liberar pandemias. No obstante, las posibilidades de crear un tratamiento a tiempo para miles de millones de personas parecen remotas.

Otro punto de reflexión es la naturaleza de los futuros avances en la medicina personalizada. Sotos detalla: "Un escenario especialmente preocupante surge si, algún día, los hospitales emplean a personas que rutinariamente escriban programas genéticos moleculares específicos para pacientes y los empaqueten en virus replicantes que se administren terapéuticamente a los pacientes, especialmente a pacientes con cáncer".

Esta tecnología permite a estas mismas personas crear y liberar pandemias. Y si este tipo de atención sanitaria se extiende por todo el mundo, el número de personas con acceso a ella se multiplicará. "Si el mundo alcanzara la densidad hospitalaria per cápita de la Unión Europea, esto podría significar unos 200.000 hospitales que podrían tener a un millón de personas con capacidad de modificar virus genéticamente cada día laborable", alerta el investigador.

Esa es una advertencia seria con implicaciones más amplias. Desde hace tiempo se mantiene el misterio de por qué no encontramos signos de civilizaciones alienígenas dado que el universo está lleno de estrellas como la nuestra, presuntamente con el potencial de que en ellas evolucione la vida inteligente. "¿Dónde está todo el mundo?", se preguntó Enrico Fermi, el físico que planteó esta paradoja.

Una línea de pensamiento es que exista algún tipo de filtro que impide que las civilizaciones sobrevivan indefinidamente. Durante la Guerra Fría, el mecanismo obvio detrás de este "Gran Filtro" fue la guerra nuclear. ¿Podría la humanidad evitar autoinmolarse?

Ahora la pregunta se ha transformado en si la humanidad puede prevenir la liberación catastrófica de una pandemia letal. Si la respuesta es no, entonces los cálculos de Sotos solucionan perfectamente la Paradoja de Fermi. Dice que hay 1024 estrellas y planetas en el universo visible y, sin embargo, sólo una civilización, la nuestra. Si las civilizaciones se destruyen a sí mismas con la biotecnología, los números de Sotos sugieren que es probable que solo haya una sola civilización inteligente hoy en día. "Lo más notable es que el presente modelo suministra la reducción cuantitativa de 24 órdenes de magnitud que el Gran Filtro requiere", dice.

¿Qué hay que hacer entonces? Sotos tiene una respuesta, y su voz tiene alguna influencia dado que, además de su afiliación con la Guardia Nacional de California, es director médico de Intel Health and Life Sciences. El investigador concluye: "Aconsejaría a las civilizaciones técnicamente avanzadas no optimizar en la computación a megaescala, ni en ingeniería, ni en energía, sino en la defensa ante amenazas existenciales autoreplicantes que puedan poseerse de manera individual, como microbios o nanomáquinas".

Usted ha sido advertido.

Ref: arxiv.org/abs/1709.01149Biotechnology and the Lifetime of Technical Civilizations

 

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