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LEO ESPINOSA

Tecnología y Sociedad

Las empresas de tecnología han expulsado a la gente de sus hogares y deben arreglarlo

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Las 'start-ups' tecnológicas ayudaron a convertir un puñado de áreas metropolitanas en ciudades estrella. Ahora, los precios de los hogares han subido tanto que la clase media no puede vivir en ellos, dado que los salarios no suben. Hay que hacer algo

  • por Richard Florida | traducido por Teresa Woods
  • 26 Junio, 2017

Durante la década de 1980, formé parte de un equipo que investigaba la geografía de la industria de alta tecnología en EEUU. Durante nuestro trabajo no pudimos encontrar una sola empresa significativa de alta tecnología con sede en un barrio urbano. Todas estaban en las afueras, no sólo Intel y Apple en Silicon Valley (EEUU), o Microsoft en el extrarradio de Seattle (EEUU), sino también la autopista Ruta 128 a las afueras de Boston (EEUU) y los campus corporativos del Triángulo de las Investigaciones en Carolina del Norte (EEUU).

Ahora todo ha cambiado. En 2016, el área metropolitana de San Francisco (EEUU) era la mejor ubicación para las inversiones de capital de riesgo del país, con una recaudación de 21.000 millones de euros (más del triple del total de las inversiones de capital de riesgo en el propio Silicon Valley). Nueva York tenía prácticamente cero start-ups respaldas por el capital riesgo durante la década de 1980,  pero el año pasado atrajo casi 7.000 millones de euros, eclipsando a Silicon Valley también. Boston y Cambridge (EEUU) se acercaron, con algo más de 5.000 millones de euros. Los Ángeles (EEUU) logró inversiones cercanas a los 5.000 millones de euros. Gigantes como Google, Apple, Microsoft y Facebook siguen manteniendo sus campus en las afueras, pero más de la mitad de las nuevas empresas financiadas con inversiones de capital de riesgo se encuentran ahora en densos barrios urbanos. Las oficinas centrales de Amazon están en el centro de Seattle, y Google ha comprado el antiguo edificio de la Autoridad Portuaria en Manhattan (Nueva York).

La migración de las start-ups de alta tecnología a las ciudades no es tanto una inversión como una corrección histórica. En 2006, el icono de capital riesgo Paul Graham dijo que a pesar de todo su poder, Silicon Valley tenía una gran debilidad. El "paraíso" de alta tecnología creado durante las décadas de 1950 y 1960 se había convertido en "un aparcamiento gigante", dijo. "San Francisco y Berkeley son geniales, pero sólo les separan 64 kilómetros. La ciudad de Silicon Valley es una expansión suburbana aplastante y descontrolada. Tiene un clima fabuloso, lo que lo hace mucho mejor que la expansión descontrolada de la mayoría de las demás ciudades estadounidenses. Pero un competidor que lograra evitar esta expansión tendría una verdadera ventaja", apostilló Graham.

Durante años, los economistas, los alcaldes y los urbanistas creían que el desarrollo de la alta tecnología era algo bueno y que el aumento de start-ups de alta tecnología y de las inversiones de capital de riesgo "beneficiarían a todos". Pero la realidad es que el desarrollo de alta tecnología ha dado paso a una nueva fase de lo que denomino el urbanismo de todo-para-el-vencedor".

Y eso fue lo que pasó. Las áreas urbanas ofrecen la diversidad, la energía creativa, la riqueza cultural, la vibrante vida callejera y la apertura a ideas nuevas capaces de atraer el talento que necesitan las start-ups. Sus edificios y naves industriales también proporcionan espacios de trabajo flexibles y reconfigurables. Las ciudades y las start-ups hacen buena pareja.

Durante años, los economistas, los alcaldes y los urbanistas creían que el desarrollo de la alta tecnología era algo bueno y que el aumento de start-ups de alta tecnología y de las inversiones de capital de riesgo "beneficiarían a todos". Pero la realidad es que el desarrollo de alta tecnología ha dado paso a una nueva fase de lo que denomino el urbanismo de todo-para-el-vencedor. Con este término me refiero a que un número relativamente pequeño de áreas metropolitanas y un número pequeño de sus barrios se hacen con la mayoría de los beneficios.

Los barrios de clase media han ido vaciando. En 1970, aproximadamente dos tercios de los estadounidenses vivían en barrios de clase media; hoy son menos del 40%. La proporción de la población de clase media disminuyó en un inquietante total de 203 de las 229 áreas metropolitanas de EEUU entre 2000 y 2014. Y los lugares en los que la clase media es más pequeña incluyen ciudades superestrellas y centros tecnológicos como Nueva York, San Francisco, Boston, Los Ángeles, Houston y Washington, DC.

A pesar de todo esto, no tendría ningún sentido echarle el freno al desarrollo de alta tecnología. Eso sólo eliminaría una enorme fuente de innovación y desarrollo económico. La industria de alta tecnología sigue siendo un importante impulsor del progreso económico y del empleo, y proporciona unos ingresos tributarios muy necesarios que las ciudades pueden utilizar para abordar y mitigar los problemas que acompañan al éxito financiero.

El boom de la puesta en marcha de la tecnología ha traído billones de dólares del capital de riesgo en áreas urbanas como San Francisco. También es expulsado de la clase media y causó una ola de resentimiento.

Foto: El auge de las 'start-ups' tecnológicas ha atraído miles de millones de euros de capital riesgo a áreas urbanas como San Francisco. También ha desplazado a la clase media y provocado una oleada de resentimientos.

Pero si el desarrollo de alta tecnología causa problemas, y detenerlo no solucionaría esos problemas, entonces ¿qué podemos hacer?

Las empresas de alta tecnología deberían (hasta por interés propio) impulsar un cambio hacia el tipo de urbanismo que permita a muchas más personas, especialmente a los obreros y trabajadores de servicios, compartir los beneficios del desarrollo urbano. Las ciudades superestrellas que han ayudado a crear no pueden sobrevivir cuando el personal sanitario, los maestros, los policías y otros proveedores de servicios públicos ya no pueden permitirse vivir en ellas.

Y así es como creo que lo podrían hacer. En primer lugar, podrían trabajar con las ciudades para ayudar a construir más viviendas, lo que reduciría los precios. Pueden apoyar los esfuerzos de liberalizar zonificaciones y códigos de construcción anticuados para habilitar la construcción de más viviendas e invertir en el desarrollo de hogares más asequibles para los trabajadores de servicios y los trabajadores de clase obrera.

En segundo lugar, podrían trabajar en apoyar e invertir en el desarrollo de más y mejores sistemas de transporte público para conectar las áreas periféricas a los núcleos en auge y los centros tecnológicos donde están los empleos. Esto también estimularía e impulsaría un desarrollo inmobiliario y comercial más denso alrededor de esas paradas y estaciones.

En tercer lugar, podrían colaborar con la comunidad empresarial y el gobierno en general para mejorar los puestos de trabajo de los trabajadores de bajos salarios. Este sector de la población ya representa a más del 45% de la mano de obra nacional. Mejores empleos les ayudarían a obtener una mayor remuneración, más adecuada para mantener una familia.

Los barrios de clase media han ido vaciando. La proporción de la población de clase media disminuyó en un inquietante total de 203 de las 229 áreas metropolitanas de EEUU entre 2000 y 2014.

Esta última idea podría parecer extravagante, pero es similar a la estrategia de Estados Unidos cuando convirtió los empleos de fabricación mal remunerados en empleos de clase media durante las décadas de 1950 y 1960. A los 13 años, mi padre dejó la escuela para trabajar en una fábrica. Hacían falta nueve personas (su padre, su madre, sus seis hermanos y él) para generar ingresos suficientes para mantener a la familia. Pero cuando volvió a casa después de servir en la Segunda Guerra Mundial y volvió a trabajar en la misma fábrica, su antiguo trabajo pagaba lo suficiente para mantener a una esposa e hijos, comprar una casa y enviarnos a mi hermano y a mí a la universidad. Su trabajo había sido transformado por las políticas del New Deal (Nuevo Acuerdo) que elevaron los sueldos de los trabajadores de fabricación. Podríamos hacer lo mismo para los trabajos de servicios actuales, y podríamos comenzar por levantar la base salarial. Si fijáramos el salario mínimo en el 50% del salario medio local, variaría de una ciudad a otra.

Durante las décadas de 1980 y 1990, las principales empresas de fabricación trabajaron estrechamente con sus proveedores para mejorar los trabajos, pagar más a los obreros y lograr su participación en el trabajo en equipo y en la producción ajustada, lo que aumentó la productividad y el rendimiento. Pagar mejores salarios a los trabajadores de servicios haría para las empresas del sector servicios lo que antes hizo para las empresas de fabricación.

A pesar de su energía creativa y sus proezas innovadoras, la industria tecnológica de Estados Unidos ha generado una serie de desafíos para las ciudades. Es hora de poner sus tremendos recursos, talento y habilidades a trabajar en ayudar a las ciudades a resolver la crisis urbana que ayudó a crear.

*Richard Florida es profesor de la Escuela de Administración Rotman de la Universidad de Toronto (Canadá) y es cofundador y editor de la revista CityLab del Atlántico. Sus libros incluyen The Rise of the Creative Class y la recién estrenada The New Urban Crisis.

Tecnología y Sociedad

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