Ni las técnicas más seguras como CRISPR se libran de un ojo público, que no quiere dar una oportunidad a los grandes avances de la biotecnología
Foto: Una manzana natural (a la izquierda de la imagen) muestra manchas marrones y una manzana genéticamente modificada diseñara para evitar la oxidación. (Ver El agricultor que modificó genéticamente sus propias manzanas)
¿Qué característica hace que a un organismo se le atribuya la incómoda etiqueta de 'orgamismo modificado genéticamente' (OMG)?
La respuesta no resulta obvia. Cada especie es una forma genéticamente modificada de alguna especie ancestral. La evolución simplemente funciona así. Y cada vez hay más pruebas de que la transferencia genética horizontal - el movimiento de genes entre dos especies o transgénesis - es más común de lo que se creía anteriormente. Y todo esto sin mencionar el hecho de que los humanos llevamos dando forma a los genomas de todo desde el maíz hasta los mastines mediante la cría selectiva desde antes de que supiéramos lo que era un gen.
Esta discusión podría parecer muy académica, pero tiene una relevancia en el mundo real en lo que a la legislación y la regulación concierne.
Consideremos la situación descrita en Nature por el editor David Cyranoski. Escribe acerca de un equipo de investigadores de Corea del Sur liderado por Jin-Soo Kim de la Universidad Nacional de Seoul que ha mejorado el sistema CRISPR, la última y más grande de las técnicas de edición genética. Su versión de la técnica permite desactivar específicos genes de plantas sin correr el riesgo de dejar intacto cualquier ADN extraño. (Habitualmente l técnica CRISPR en la ciencia de plantas usa una bacteria Agrobacterium para introducir un gen concreto para producir la enzima que corta el ADN, lo que puede dar lugar a que se introducan en el genoma de la planta trozos del ADN del Agrobacterium o este gen concreto).
Como señala Cyranoski, otros equipos a nivel mundial han estado desarrollando técnicas que les permiten editar genomas de las plantas sin introducir ADN no deseado. Para ello emplean nanopartículas cuyas proteínas cortan el ADN en lugar de Agrobacterium.
Las aplicaciones de estas técnicas siguen siendo similares y un poco más limitadas que las de otros métodos de edición genética. Unas versiones de trigo y arroz resistentes a enfermedades se cuentan entre los primeros objetivos para una versión de edición genética que se limita a desactivar genes (ver Una patata con un solo gen silenciado podría revolucionar los OMG).
Científicamente, representa una mejora sustancial. Podría tener un gran impacto político. Todo vuelve a la cuestión de cómo definir de forma precisa un organismo modificado genéticamente. Si todo gira en torno a la presencia de ADN extraño, entonces Kim y su equipo han divisado una técnica que salvaría a sus creaciones del infierno de las regulaciones. La Unión Europea es bastante cautelosa acerca de las cosechas modificadas genéticamente. Y de momento, los debates acerca de la definición de modificación genética para fines regulatorios siguen activos en todo el planeta (ver El 'control de cambios' genético quiere vacas sin cuernos).
Cyranoski describe el estado confuso del tema en Estados Unidos:
"En Estados Unidos, la edición de plantas con Agrobacterium es un catalizador para la regulación por parte del Servicio de Inspección de Salud de Animales y Plantas, pero las plantas editadas por otros métodos han esquivado las regulaciones. Pero aquí también puede que cambien las reglas del juego: en julio, la Casa Blanca lanzó una iniciativa de varios años de duración para reconsiderar las regulaciones federales sobre la biotecnología agrícola".
Pero independientemente de los organismos reguladores, esta técnica está expuesta a un juicio del que no puede librarse: la opinión pública. El fervor que rodea los organismos modificados genéticamente y sus riesgos, tanto reales como supuestos, no muestra ninguna señal de estar menguando. Por muy potente que resulte el dispositivo retórico de la ingeniería transgénica, no es el eje de los temores populares. La santidad de la frontera entre especies no es lo que impulsa a la gente a coger sus pancartas y tomar las calles en protesta.
La oposición a la modificación genética de las cosechas está impulsada por una potente mezcla de desconfianza pública hacia la industria, la veneración desencaminada de la "naturaleza", unos hábitos pseudo-religiosos de alimentación, legítimos (si a menudo excesivos) temores acerca de un desastre ecológico, y una buena dosis de ignorancia común y corriente. Consideremos la imagen empleada por la revista Nature al publicar este artículo en su web: plantas en placas Petri. Es un microcosmo perfecto de la "falta de naturalidad" que asusta a tanta gente por todo el mundo. En resumen, cualquier técnica que incluya la modificación del código genético de una planta que sea más sofisticada tecnológicamente que la cría convencional catalizará nuestra ansiedad común acerca de la biotecnología. E incluso si ciertas técnicas avanzadas esquivan la regulación oficial a corto plazo, no se escaparán del agitado sentimiento antibiotecnología del público.
Hasta que el clima en torno a este tema cambie, preocupa que los frutos de la labor de los genetistas no tengan una oportunidad justa de arraigarse, sin importar de dónde provengan sus genes.