El
apagón sufrido por Gmail esta semana viene a señalar el problema principal de
la computación en la nube: su uso significa poner nuestros datos y nuestra infraestructura
en manos ajenas.
Como
resulta fácil de entender, muchos negocios prefieren tener un mayor control.
Los problemas derivados de la reparación de un servidor de correo electrónico
son, después de todo, preferibles a tener que refrescar la página de
mantenimiento de Google con los dedos cruzados. Por tanto, y a medida que
Google intenta animar a más clientes de empresa a que utilicen Gmail, Google
Docs, etc, es probable que la compañía sugiera que los datos también se guarden
a nivel local (algo que ya es posible a día de hoy gracias a Google Gears).
Microsoft ya ha empezado a anunciar que los clientes que utilicen la versión
online de Office 2010 también serán capaces de almacenar sus propios datos si
así lo desean.
Quizá
este alejamiento de la dependencia de la nube siga su avance. Por qué no dejar
que las compañías usen sus servidores locales cuando el servicio principal deje
de funcionar, como sucederá de forma inevitable. Esto quizá resulte difícil a
nivel técnico, pero no parece imposible.
Además,
si casi te dio un ataque cuando Gmail sufrió el apagón, quizá sea hora de
empezar a considerar las ventajas de un servidor local de correo a la antigua
usanza. Cierto es que puedes pasarte horas configurándolo o solucionando
problemas, pero por lo menos tienes la seguridad de que alguien está trabajando
en el problema. Por otro lado, también podrías salvaguardar tus propios datos y
proteger tu privacidad.
Danny
O'Brien, desde la Electronic Frontier Foundation, define todo esto como "Vivir
al Límite" y argumenta que puede que sea la mejor forma de preservar ciertas
libertades en una era en la que cada vez más información está subiendo a la
nube. (Lo vi durante una charla muy interesante acerca del tema en OpenTech
2008). Para saber más acerca de los posibles peligros de la computación en la
nube, échale un vistazo a la última columna de Cory Doctorow en The Guardian.