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Biotecnología

CRISPR, el mayor invento biotecnológico del siglo, ya tiene dueño

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La Oficina de Patentes de EEUU afirma que las licencias del Instituto Broad para usarla en animales y plantas no interfieren con ninguna otra y puede conservarlas. Pero la batalla no acabará aquí

  • por Antonio Regalado | traducido por Teresa Woods
  • 17 Febrero, 2017

La enorme guerra de patentes sobre la potente técnica de edición génica CRISPR (ver CRISPR es el descubrimiento más importante de los últimos cinco años) puede tener un ganador: el Instituto Broad de Cambridge, Massachusetts (EEUU). 

Este miércoles, una cámara de la Oficina de Patentes de Estados Unidos se pronunció sobre la disputa por el control de las patentes de CRISPR. La batalla fue iniciada por la Universidad de California en Berkeley (UC Berkeley, en EEUU) cuando reclamó una docena de patentes concedidas al Instituto Broad, que está afiliado con la Universidad de Harvard (EEUU) y con el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).  

En una breve sentencia, el tribunal de patentes dictaminó: "No existe ninguna interferencia verificable". Traducción: los descubrimientos de las dos universidades realmente no se solapan por lo que la batalla ha terminado. Al menos por ahora.

La decisión representa una victoria para el Instituto Broad, que había solicitado un proceso de no interferencia. Podrá conservar sus valiosas patentes, que cubren el uso de CRISPR en células humanas y animales.

En un comunicado, la UC Berkeley ha dicho que "respeta" la decisión pero sigue defendiendo su postura de que la bioquímica de la universidad Jennifer Doudna y su colaborador europeo Emmanuel Charpentier fueron los primeros en inventar el sistema CRISPR.

Fue a mediados de 2012 cuando Doudna y sus compañeros publicaron, por primera vez, una descripción de un sencillo sistema de edición génica capaz de cortar el ADN de manera precisa dentro de un tubo de ensayo. Pero fue Feng Zhang del Instituto Broad quien publicó, en enero de 2013, un trabajo que demostró que se podía adaptar el mismo enfoque para trabajar dentro de células de origen vegetal, animal y humano. 


Crédito: Wikimedia.

Esa secuencia de acontecimientos dio lugar a la cuestión central de la disputa de patentes: ¿quién debería tener los derechos de patente del uso de CRISPR en plantas y animales: Doudna, que inventó el sistema básico de edición génica, o Zhang, quien lo modificó para lograr que funcione en organismos más interesantes y abrió la puerta a valiosas aplicaciones en las terapias génicas en humanos, las cosechas modificadas genéticamente y animales novedosos?

Allá por 2014, MIT Technology Review dio la noticia en primicia de la batalla de patentes sobre CRISPR, una tecnología que consideramos como "el mayor descubrimiento biotecnológico del siglo".

Según el texto del miércoles, los jueces concluyen que ningún investigador pudo haber estado totalmente seguro de que el descubrimiento de Doudna también funcionara en "eucariotas" (células con núcleo como las humanas). Por tanto, consideran que Zhang debe conservar la propiedad de sus patentes.

La UC Berkeley afirma que perseguirá la aprobación de su propia patente, actualmente en trámite, que cubre el uso básico de CRISPR para alterar moléculas de ADN.  

Independientemente de la decisión judicial, parece que las maniobras legales no han llegado a su fin. Es muy probable que la UC Berkeley vaya a apelar la decisión al Tribunal de Apelaciones para el Circuito Federal de EEUU, un proceso que puede durar un año, según el profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York (EEUU) Jacob Sherkow.  Para el experto, esa futura decisión probablemente sí "representará la última palabra sobre el caso. Pero por ahora, Berkeley ha perdido". 

El Instituto Broad probablemente seguirá recibiendo reclamaciones de varias partes interesadas más, como la Universidad Rockefeller (EEUU), que afirma que ayudó a inventar CRISPR pero fue excluida del proceso de patentes. Inventores coreanos de la empresa ToolGen también podrían luchar por el control mediante sus primeras solicitudes de patentes.

Consecuencias comerciales

La decisión de la Oficina de Patentes de EEUU podría tener importantes implicaciones para la industria, especialmente para tres start-ups que están intentando utilizar CRISPR para desarrollar tratamientos contra enfermedades raras.

El miércoles, el precio de las acciones de Editas Medicine se disparó en más de un 20%, ya que la empresa tiene una licencia exclusiva del Instituto Broad para desarrollar múltiples tratamientos con el uso de CRISPR. De hecho, el año pasado, la compañía destinó más de 10 millones de euros a la batalla legal desde el bando del Instituto Broad contra la UC Berkeley.

Editas Medicine espera empezar a probar su primer tratamiento CRISPR, dirigido a una rara enfermedad ocular, este año.

Pero la decisión no es tan buena para Intellia Therapeutic y CRISPR Therapeutics. Ambas han recaudado cientos de millones de euros desde el bando de la UC Berkeley, a la que compraron licencias para sus solicitudes, que aún no han sido aprobadas.

Al mediodía del miércoles, el precio de las acciones de CRISPR Therapeutics había bajado un 15% y el de las de Intellia Therapeutics había caído en alrededor de un 10%.

El CEO de CRISPR Therapeutics, Rodger Novak, dice que la lucha para quitarle las patentes al Instituto Broad no ha terminado. En un comunicado que describe más pasos legales, el responsable afirma: "Confiamos en nuestra postura. Es decepcionante que la máquina de relaciones públicas del Instituto Broad haya echado tanto humo sobre el asunto". 

En total, la Oficina de Patentes de EEUU ha aprobado alrededor de 50 patentes relacionadas con el sistema CRISPR. De ellas, 14 pertenecen al Instituto Broad, al MIT o a grupos afiliados. En otro comunicado, el Instituto Broad afirma: "Creemos que CRISPR debería seguir estando disponible para la comunidad científica global para avanzar nuestra comprensión de la biología y del tratamiento de enfermedades humanas".

La institución sin ánimo de lucro, una de las más grandes del mundo dedicada a las investigaciones genómicas, dijo que la tecnología seguirá estando disponible a académicos de todo el mundo. A las empresas, en cambio, se les pide pagar por el derecho de emplear la revolucionaria técnica de edición génica.

Si la UC Berkeley logra obtener su patente más básica de CRISPR, las empresas podrían verse obligadas a pagar a ambas instituciones.

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