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Biotecnología

El fiasco de la planta brillante que arrasó en Kickstarter pone freno a la biología DIY

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El proyecto recaudó casi 10 veces más de su objetivo planteado, pero cuatro años después, los inversores aún no han recibido nada. Los expertos critican que la ingeniería genética no es tan sencilla

  • por Antonio Regalado | traducido por Teresa Woods
  • 19 Julio, 2016

La biología do it yourself (DIY), también conocida como biología de garaje por su espíritu de nacer desde la ciudadanía, incluye la práctica del biohacking  o biohackeo, manipula las estructuras biológicas naturales para dotarlas de nuevas capacidades. En cualquier conversación que se precie sobre esta nueva tendencia, el proyecto mencionado por excelencia es la "planta bioluminiscente", un proyecto nacido a través de una increíblemente exitosa campaña de Kickstarter de 2013 que recaudó más de 400.000 euros para producir plantas que brillan por la noche.

El único problema es que desde entonces no ha habido planta bioluminescente que valga.

El proyecto Glowing Plant, que desde entonces ha sido rebautizado como Taxa Biotecnologies, no ha generado ninguna planta capaz de emitir luz sin ayuda externa. Ya hace dos años que la iniciativa debía que entregar las semillas que prometió a sus contribuyentes, lo que amenaza al proyecto con convertirse en un fracaso de Kickstarter. Mientras tanto, sigue aceptando pedidos anticipados en su página web.

El académico del Centro Woodrow Wilson en Washington D.C. (EEUU) Todd Kuiken explica: "Este hecho revela que la biotecnología no es tan sencilla como nos dan a entender los medios más populares". Kuiken, que es uno de los contribuyentes de este proyecto, añade: "Todas estas historias de que la gente va a crear virus o nuevos animales en sus garajes, pues, no resultan tan simples como conectar unos Legos".

Pero la campaña de Kickstarter sí lo hizo sonar fácil. Sus creadores dijeron que imprimirían genes de luciérnagas o de bacterias bioluminiscentes y los introducirían a una planta para lograr que emitiera una luz verde. A cualquiera que pagara unos 36 euros, se le prometió una planta al cabo de 12 meses. A cambio de una contribución de unos 135 euros, se recibiría un rosal luminoso. El objetivo principal del proyecto ha consistido en añadir seis genes al genoma de la planta de tabaco y coordinarlos para formar una ruta metabólica completa. Y eso ha resultado ser muy dificil de conseguir. Los organismos modificados genéticamente (OMG) más comunes de empresas como Monsanto no aspiran a nada tan complicado.

"Fue una mala elección de producto. Se encuentra al límite de lo posible", señala el licenciado en matemáticas por la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y antiguo ejecutivo de Marketing de apps móviles y emprendedor que es el CEO de Taxa Biotechnologies, Antony Evans, que lidera el proyecto. El responsable añade: "Personalmente, me siento fatal por no haberlo enviado aún. Pero no es como si hubiéramos agarrado el dinero para salir corriendo". Todo lo contrario: Taxa Biotechnologies ha gastado todo el dinero recaudado por Kickstarter y más en sueldos, alquileres y la compra de los componentes genéticos que ha empleado en varios cientos de intento de alterar las plantas. El gasto total hasta ahora supera los 800.000 euros e incluye fondos aportados por inversores ángeles.

De fracasar, la planta bioluminiscente se ganaría un sitio en la lista de grandes campañas de Kickstarter que no han cumplido sus promesas de producto, según el profesor de la Escuela de Negocios Wharton (EEUU) Ethan Mollick, que estudia el crowdfunding. Afirma que alrededor del 9% de los proyectos de Kickstarter no llegan a cumplir con sus promesas. Mientras que esto no conlleva ninguna consecuencia legal, representa una letra escarlata que los fundadores de proyectos harán lo imposible por evitar.

En lugar de asumir la derrota, Evans ahora intenta recaudar unos 900.000 euros más por medio de Wefunder, una plataforma que, desde la entrada en vigor de unas nuevas regulaciones en mayo, permite a cualquier miembro del público comprar acciones de arriesgadas empresas que aún no cotizan en bolsa. Es como una nueva Kickstarter, esta vez con acciones en lugar de productos a cambio del dinero de los contribuyentes. Evans dice que la nueva financiación será destinada primero a un producto diferente y más viable, un musgo aromático con un sólo gen añadido que hace que huela a aceite de pachuli.

El concepto del ambientador podría salvar a la empresa si se vende bien, pero varios miles de contribuyentes de Kickstarter seguirán a la espera de recibir su planta bioluminiscente. Evans matiza: "No queremos ser una [campaña] de Kickstarter que fracase, pero obviamente tampoco disponemos de los fondos para devolverlo". Dice que si Taxa no puede lograr finalmente hacer las plantas hará "lo correcto", como ofrecer el musgo a los contribuyentes de Kickstarter o, potencialmente, acciones de su empresa.

Una campaña exitosa

El proyecto de la planta bioluminiscente es de momento el emprendimiento más destacado de la biología DIY. Este campo está compuesto por cada vez más científicos y amateurs que trabajan en proyectos independientes en una red de espacios de laboratorio compartidos, o desde sus casas. El movimiento consta sobre todo de aficcionados y educadores, pero cada vez tiene más ambiciones de generar nuevos medicamentos y productos de consumo al margen de las grandes empresas y la academia.

"Si tienes una idea, la biología DIY ofrece a la gente una tercera opción, y el crowdfunding representa una manera de financiarlo", explica la directora de participación comunitaria de BioCurious, el laboratorio compartido de Silicon Valley (EEUU), María Chavez. Otros proyectos en curso incluyen un intento de Chavez por producir queso vegano mediante la síntesis de leche procedente de levadura; un esfuerzo por biofabricar insulina humana; y un kit doméstico de análisis de ADN del tamaño de la caja de comida japonesa, llamado Bento Lab, cuyos creadores recaudaron más de 200.000 dólares (unos 180.000 euros) en Kickstarter.

Evans elaboró el proyecto de la planta bioluminescente junto al CEO de la empresa de bioinformática Genome Compiler, Omri Amirav-Drory. El CEO creía que una planta bioluminiscente podría resultar lucrativa y proporcionaría una "gran historia" de biología DIY. Entonces conectaron con el profesor de ciencias Kyle Taylor, que tiene un doctorado en biología molecular de plantas de la Universidad de Stanford (EEUU) y había estado trasteando con la bioluminiscencia en BioCurious.

Con dinero de Amirav-Drory, Evans y Taylor produjeron un vídeo profesional dando bombo a cómo la biología sintética podría dar paso a sustitutos ecológicos para las luces eléctricas. También consiguieron meter en el proyecto a Austen Heinz, el bravucón CEO de Cambrian Genomics, una start-up de impresión de ADN cuyo espacio de laboratorio ocuparían más tarde, para que aportara unos 9.000 euros al proyecto. Sabían que disponer de un importante respaldo aumentaría las probabilidades de que su propuesta comercial se volviera viral. Y así fue.

Al principio, solo querían recaudar unos 60.000 euros, pero acabaron con casi medio millón de euros, puesto que la gente acudió a apuntarse en manada. "Fue el primer gran proyecto de biología sintética financiado por crowdfunding", señala Chavez. "Y tuvo tanto éxito que la gente pensó de inmediato: 'Dios mío, organismos modificados genéticamente'". El debate resultante sobre la distribución de semillas modificadas genéticamente al público rápidamente elevó a los socios a la atención nacional. (Kickstarter después decidió impedir que cualquier proyecto futuro pudiera entregar OMG como dividendo, citando la incertidumbre regulatoria. Pero el proyecto de la planta bioluminiscente no se vio afectado).

El equipo encontró una manera de asegurarse de que las plantas esquivaran por completo las regulaciones. Para ello explotó el vacío legal en las leyes de Estados Unidos que eximen a determinados OMG de las regulaciones si el ADN es añadido mediante biolística, una técnica que básicamente emplea un cañón de ADN que dispara una bolita dorada cubierta con genes a una célula de planta. El cañón de ADN de unos 10.000 euros que construyó Taxa Biotechnologies sigue representando su inversión más grande en equipos.

Pero lo que el equipo no tuvo en cuenta en el presupuesto fue lo difícil que resultaría realizar la ingeniería correcta de las plantas. Sabían que una planta ligeramente luminiscente ya se había hecho antes, en 2010. Pero el científico que realizó ese trabajo, Alexander Krichevsky, afirma que le llevó tres años de trabajo en un laboratorio de una universidad bien equipada, la Universidad Estatal de Nueva York en Stonybrook (EEUU), lograrlo.

Desde entonces, Krichevsky ha fundado su propia empresa de planta luminiscente, Bioglow, y dice que ha dedicado otros tres años a intentar lograr que las plantas brillen con la fuerza suficiente para interesar a los consumidores, una tarea que sigue en desarrollo. En su opinión, cualquier miembro de la comunidad de biología de plantas era consciente de que los plazos de Taxa Biotechnologies eran poco realistas. Krichevsky afirnma: "Me sorprendieron las promesas que hicieron. Pensé, tal vez sepan algo que yo no sé. Ahora veo que era delirante. No han entregado nada en tres años, y dudo seriamente que lleguen a hacerlo nunca".

Foto: La tabla muestra las recaudaciones logradas mediante 'crowdfunding' por proyectos de organismos modificados genéticamente de científicos DIY. Crédito: Matt Panuska.

Un suicidio en el laboratorio

Evans y Taylor también empezaron a chocar sobre el propósito real del proyecto. ¿Era un negocio potencialmente importante o sólo una demostración del movimiento de biología DIY? En 2014, el equipo logró ingresar en la primera promoción de empresas de biotecnología aceptadas por Y Cominator, la aceleradora más conocida que invierte más de 100.000 euros en cada start-up y les ayuda a pulir sus propuestas comerciales para inversores. Pero Taylor dice que él consideraba que el propósito mayor consistía en inspirar a la gente para que se interese por la ciencia, no recaudar más dinero. "Lo consideraba todo educacional. Pero los demás no lo veían así", recuerda.

Para entonces, también había llegado a la conclusión de que lograr que una planta brillara para el ojo humano iba a ser complicado. El investigador continua: "Al meterme cada vez más en materia, la profundidad del reto se volvió mucho más evidente. Empecé a entender lo que se requeriría para convertirlo en un producto comercial de verdad", explica. Para 2015, Taylor, que es de Kansas (EEUU) y tenía ganas de centrarse en cultivos alimentarios comerciales, se había retirado del proyecto.

Le pregunté a Taylor si creía que Taxa Biotecnologías debería estar recaudando más dinero. "Cualquiera que invierta en Wefunder debería preguntárselo y decidir por sí mismo. Yo intento dejar atrás la planta bioluminiscente", responde.

La atmósfera de presión por triunfar con metas exageradas sobre la biología sintética era lo suficientemente real que se convirtió en trágica. Fue entonces que Heinz, el CEO de 31 años de edad de Cambrian Genomics, se suicidó, ahorcándose en la sala donde Taxa Biotecnologías cultivaba sus plantas de tabaco. Se había convertido en un portavoz para una variedad de ideas límite de la biología sintética, incluidas las plantas y la ingeniería de bebés humanos. Pero Cambrian Genomics estaba en apuros a causa de sus propios planes para "demacrotizar" la biología al estar logrando pocos progresos hacia la operatividad de su tecnología.

Evans reconoce que él tocó fondo el pasado mes de febrero. Fue entonces que Taxa Biotechnologies probó las plantas a las que habían introducido un casete genético que estaban seguros de que produciría su primera planta autoluminiscente. En lugar de eso, encontraron que las plantas no emitían ninguna luz en absoluto. Era otro intento fallido. Parece ser que uno de los genes se había roto al ser disparado a la planta. "Fue la primera vez que empecé a dudar que lo fuéramos a conseguir", recuerda Evans.

Evans organizó la ronda de financiación en Wefunder, esta vez vendiendo acciones al público bajo nuevas regulaciones que permiten que cualquiera, no sólo los inversores profesionales, inviertan en arriesgadas empresas privadas. Hasta ahora, han vendido alrededor de  unos 225.000 euros en acciones, pero podrían vender más aún. La empresa está valorada en unos seis millones de euros.

Evans explica que la primera prioridad ahora consiste en dar un giro desde las plantas bioluminiscentes al musgo aromatizado, un cambio que afirma que es necesario para mantener a flote la empresa. El musgo, desarrollado bajo contrato para Taxa Biotecnologies por especialistas en Dinamarca, fue mucho más sencillo de elaborar y podría estar comercialmente disponible pronto. El responsable detalla: "El musgo se enviará antes que la planta. Entonces nos centraremos en la planta".

Para Mollick, el profesor de la Escuela de Negocios Wharton, merece la pena cuestionar porqué un grupo cuya campaña de Kickstarter que lleva tanto retraso debería realizar una nueva campaña de crowdfunding. Cree que a la empresa podría venirle bien ajustar las cuentas de su obligación de Kickstarter. "No entregar no está bien. Pero no decir que no entregarás es peor", apunta Mollick. "La preocupación aquí sería que alguien se rinda de forma implícita con el proyecto de Kickstarter y la esté utilizando para juntar fondos de I+D para una nueva empresa", añade.

Los documentos de recaudación de fondos también suscitan inquietudes. La principal es cómo Taxa Biotechnologies alardea de haber ingresado caso 600.000 euros en "pedidos anticipados" altamente rentables de su planta bioluminiscente. Esa cifra incluye tanto lo que recaudó mediante Kickstarter como el dinero que ha ganado vendiendo plantas por anticipado en su página web, donde se venden por unos 90 euros cada una. Pero en realidad, no hay planta y no hay beneficios, sólo miles de contribuyentes que se preguntan dónde están sus dividendos.

"Todavía nos prometen que recibiremos esta planta", señala Kuiken.

Por ahora, sigue habiendo muchos creyentes de Taxa Biotecnologies y en el campo de la biología sintética. Evans dice que más de un cuarto de los nuevos inversores son contribuyentes de la campaña de Kickstarter. Estos incluyen a Amirav-Drorv, que afirma haber comprado unos 450 euros en acciones.

Pero otros inversores de Kickstarter, como el científico posdoctoral de genómica de la Universidad de Wisconsin (EEUU) Adam Ericsen, que pagó 36 euros durante la campaña de Kickstarter, asegura que no invertirán de nuevo. Ericsen está cansado de las explicaciones de por qué no brilla la planta, y le molesta cómo el proyecto se ha convertido en una plataforma de lanzamiento para una start-up con un propósito totalmente distinto. Ericsen critica: "Esto lo plantean como un negocio, pero yo quisiera decirles: 'Simplemente dedíquense a hacer la planta'".

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