El campus de Cambridge fue construido para generar una red de intercambio de informaciones fluida que ha llegado a compararse con el propio funcionamiento de internet
El primer centenario del campus del Instituto Tecnológico de Masachusetts (MIT, EEUU) en Cambridge esta primavera rindió homenaje a sus duraderos prácticos, innovadores e inspiradores edificios, que siguen representando el corazón del MIT. Gracias a la unión de las muy distintas visiones de dos antiguos alumnos, los edificios crearon una red académica de piedra a gran escala de intercambio de información. Yo lo he denominado el internet de 1916.
Como relataba Mark Jarzombek en el artículo titulado Diseñando el MIT: La tecnología nueva de Bosworth, el ingeniero y emprendedor John Ripely Freeman, de la promoción de 1876, desarrolló los primeros diseños del campus. En lugar de la albañilería convencional, sus planes incluían el hormigón reforzado, que hasta entonces se había empleado sobre todo en puentes y fábricas, para permitir unas ventanas más anchas y paredes interiores reconfigurables. También aprovechó la iluminación eléctrica para situar los pasillos en el centro de los edificios en lugar de dejarlos relegados a las paredes exteriores, reservando así la luz natural para las aulas y los laboratorios. Y lo que es más importante, conectó los edificios entre sí para desalentar la formación de feudos académicos y permitir que los alumnos, el profesorado y las ideas fluyeran libremente entre aulas y entre disciplinas.
Aunque tuvo la creatividad de concebir el campus como una red, Freeman desdeñaba a los arquitectos, quienes consideraba que se preocupaban más por la estética que por la eficiencia y la función. Dispuso los edificios del MIT en forma de "E", con el trazo vertical en paralelo y contribuyendo a lo que ahora se llama el Paseo Memorial y los tres trazos horizontales apuntando hacia Cambridge. Todos los edificios eran de una altura uniforme. Desde el otro lado del río Charles, el MIT habría parecido enorme pero indistinto, imponente pero sin inspiración. El presidente Richard Cockburn Maclaurin y su comité ejecutivo, educadamente rechazaron las propuestas de Freeman.
Foto: El autor de este artículo y su hermana estrenan camisetas nuevas del MIT en compañía de su madre, entonces una biblitecaria del MIT. Crédito: John Chisholm.
Maclaurin necesitaba un arquitecto que pudiera abordar las carencias de los diseños de Freeman pero también incorporar sus innovaciones. Bajo el consejo de John D. Rockefeller, contrató al arquitecto que había diseñado la sede central de AT&T en la ciudad de Nueva York (EEUU), William Welles Bosworth, de la promoción de 1889. Descaradamente gentil, a la vez que capaz de enfrentarse a clientes de carácter fuerte (cualidades que Maclaurin reconoció que le ayudarían a trabajar con Freeman) Bosworth se ganó el favor de Maclaurin durante su primera reunión.
Formado en la escuela de Bellas Artes francesa e inspirado por la arquitectura romana, Bosworth conservó la eficiencia e innovación pero alistó un experto clásico para ayudarle a replantear el diseño. Convirtió la disposición en forma de E de Freeman en una U, y la orientó hacia el río Charles, creando así la agradable explanada llamada Killian Court. La diseñó para reflejar las proporciones del rectángulo dorado, varió la altura de los edificios y añadió la Gran Cúpula (Freeman había propuesto una cúpula más pequeña, que habría quedado oculta desde el lado del río Charles). Mientras que no fue exactamente una colaboración (Freeman tardó tres meses en aceptar reunirse con Bosworth, y después sólo se comunicó con él por medio de terceros) el resultado final casó los puntos fuertes de ambos antiguos alumnos del MIT.
Aunque la cúpula de Bosworth se convertiría en el símbolo y emblema por excelencia del MIT, lo que acabó directamente debajo de ella ayudó a dar vida al concepto de una red. En parte por motivos presupuestarios, el diseño final de Bosworth situó dos "servidores" informáticos (una biblioteca y un auditorio) justo en el centro del Edificio 10, haciéndolos altamente accesibles para la red de edificios al completo.
Ya que mi madre, Elda Diguini Chisholm, trabajó de bibliotecaria en el Edificio 10 entre 1945 y 1959, pude experimentar de primera mano la red y sus servidores de niño. Mamá a menudo empujaba carritos de libros y revistas científicas por los pasillos entre las distintas bibliotecas del MIT, facilitando así el flujo de información. Mi hermana, Jackie, y yo nos acordamos de recorrer del Pasillo Infinito durante la década de 1950; esa columna vertebral de la red del MIT rebosaba con el denso tráfico de personas e ideas entonces igual que cuando fui alumno durante la década de 1970.
Con el paso de las décadas, la red de edificios del MIT se ha extendido mediante pasillos y túneles. Su próxima extensión también será un "servidor", pero uno del siglo XXI. Construido a la sombra de la cúpula, el Laboratorio Nano del MIT servirá a todos los miembros de la comunidad del MIT que lo necesiten, ayudando a asegurar que los recursos, y finalmente las ideas y los conocimientos, sean intercambiados libremente por toda la red del MIT.
John Chisholm, de la promoción de 1976, el CEO de John Chisholm Ventures y el autor de Unleash Your Inner Company, es el presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos del MIT.