Un entendimiento de cómo evolucionan los virus podría ayudar a predecir el siguiente brote.
Tras un examen detallado de la evolución genética de las tres principales epidemias de gripe del siglo 20, se llega a la conclusión de que los virus tuvieron una lenta evolución, a través de intercambios genéticos entre las distintas especies, y que los genes de la catastrófica pandemia de 1918 puede que hubiesen estado en circulación hasta siete años antes. De ser así, eso significaría de que los métodos de vigilancia genética más utilizados en la actualidad deberían tener tiempo de sobra para detectar la cepa que provoque la próxima pandemia, y posibilitar la vacunación antes de que el asunto se vaya de las manos.
Unos investigaciones previas sugirieron que la cepa de la gripe de 1918 fue el resultado de un virus aviar que se abrió paso entre los humanos justo antes de que empezara la pandemia. Sin embargo, el último estudio publicado hoy en Proceedings of the National Academy of Sciences, sugiere que las tres pandemias de gripe—1918, 1957 y 1968—fueron el resultado de unas integraciones genéticas que se dieron paso a paso entre genes pertenecientes tanto a aves como a mamíferos a lo largo de los años, y que dieron como resultado las cepas más virulentas.
Aunque el estudio fue llevado a cabo antes de la aparición de la actual cepa de la “gripe porcina” H1N1, las conclusiones de los científicos son relevantes y muestran que el virus actual sigue el mismo patrón histórico. Durante cada pandemia, “nuestros resultados establecen que al menos existió un anfitrión intermedio que, muy probablemente, fueron los cerdos, y que están involucrados en la aparición de estas cepas pandémicas,” afirma Gavin Smith, el autor principal del estudio e investigador de evolución viral en el Laboratorio de Enfermedades Infecciosas Emergentes State Key, en la Universidad de Hong Kong.
Los investigadores reunieron datos pertenecientes a todas las secuencias genéticas disponibles del virus de la gripe—variantes humanas, de aves y cerdos—y después utilizaron esos datos en un programa de ordenador que se encarga de traducirlos y generar árboles evolutivos, fechando la divergencia entre las especies hasta llegar al ancestro común más reciente. Sin embargo, no se conoce ningún virus precursor a la cepa de 1918, por los que los resultados de los cálculos informáticos sólo pueden deducir la fecha de la transmisión entre las distintas especies, basándose en los patrones conocidos de la evolución genética. Los datos genéticos por sí mismos se derivaron de unas cepas del virus que han evolucionado desde 1918.
Este tipo de estudios sólo han sido posibles hasta hace pocos años, gracias al avance de unas técnicas informáticas capaces de incorporar las tasas de evolución que ya se conocen relativas a varias especies—unas técnicas que están demostrando ser bastante precisas al compararse con los tipos de parentescos que ya conocemos. Sin embargo, y como señala Smith, los resultados aún “no son más que interferencias,” puesto que se trabaja con parentescos ya conocidos y están basados en fechas aproximadas.
Según el árbol familiar actualizado del virus, la cepa de 1918 no fue de nueva cuña sino que en realidad se trataba de una versión ligeramente modificada de una cepa leve del virus que ya se encontraba entre los humanos. De hecho, y según este nuevo análisis, algunos genes del virus pueden que hubiesen empezado a circular desde 1911. “Decididamente era distinto en relación a la gravedad de la pandemia en sí,” señala Smith. “Sin embargo nuestros resultados muestran que, en términos de cómo apareció el virus, se parece mucho al mecanismo de las pandemias de 1957 y de 1968, en las que el virus se introdujo en la población humana a lo largo de un periodo de tiempo y se mezcló con la cepa humana anterior.”
Cada una de las pandemias parece seguir el mismo patrón a la hora de darse en los humanos: una serie de distintos componentes genéticos flotan entre la gente durante unos años previos a la detección de la cepa de la pandemia. El análisis informático detallado mostró que varios genes distintos, componentes del virus, parecían tener edades diferentes. “Lo que esto sugiere es que no hablamos de un virus que llegue y se mezcle con la cepa humana estacional para producir una cepa pandémica,” señala Smith. “En vez de eso, se dan una serie de mezclas entre los genes, y uno de ellos se acaba mezclando con la cepa humana, para después unírsele otro gen y así sucesivamente, siguiendo un patrón continuado.”
Si los investigadores no se equivocan, la gripe de 1918 puede que tenga mucho más en común con la gripe porcina actual de lo que los científicos creían hasta ahora. Y el hecho de poder encontrar este tipo de patrones entre las cepas pandémicas conocidas tiene una serie de implicaciones de cara a los métodos de supervisión que se generen en el futuro. Al mirar atrás y ver qué genes fueron los que provocaron que las cepas de la gripe se convirtieran en algo letal, el estudio puede que algún día permita a los investigadores mirar también hacia delante. “Lo que este estudio viene a decir es que hoy día estamos en una posición desde la que podemos recabar pistas acerca de estos virus con años de antelación,” afirma Greg Poland, experto en vacunas y enfermedades infecciosas en la Clínica Mayo, y que no estuvo involucrado en la investigación. “Creo que ayudará a crear sistemas de vigilancia, creo que servirá de ayuda para desarrollar vacunas, y creo que finalmente servirá de base para tomar decisiones políticas.”
Además de tener el ojo puesto en las variantes de la gripe humana, Poland y Smith creen que también es igualmente importante supervisar a las aves y a los cerdos, y además de forma mucho más amplia. Poland señala que el hecho de saber que las cepas aparecen lentamente podría también servir de ayuda para los procesos de vacunación.
“No hay ningún motivo que nos impida dejar de crear vacunas contra lo que creemos que sabemos que va a circular este año, e incluir proteínas de variantes que sospechamos van a acabar siendo problemáticas en el futuro,” afirma Poland.
Smith espera que una mayor secuenciación del genoma nos ayude a advertir qué genes se mostrarán en los humanos, y que un estudio más profundo de los genomas proporcione pistas acerca de dónde y por qué se da la transmisión entre animales y humanos. También espera que algún día las investigaciones del equipo ayuden a cambiar el enfoque gubernamental, pasando de estar preparados contra las pandemias a prevenir dichas pandemias. “No obstante, el problema es que aún no sabemos qué hace que un virus se convierta en una pandemia,” afirma Smith. “¿Son las mutaciones? ¿Es una cierta combinación de genes? Estas son cosas que aún tenemos que investigar.”