AddGene dispone de 45.000 'recetas' de ADN compartidas por otros y las pone a disposición de todas las universidades del mundo. Sus envíos están valorados en siete millones de euros
La tecnología de edición genética CRISPR probablemente sea la tecnología que más rápido se ha expandido en la historia de la biología.
Aquí va uno de los motivos: cada día laborable a las ocho de la mañana en las oficinas de AddGene en Cambridge, Massachusetts (EEUU), los becarios empiezan a preparar paquetes de la empresa de mensajería UPS que contienen los materiales de ADN necesarios para la edición genética. Los envían a sitios tan lejanos y dispares como Zimbabue y Croacia.
AddGene es una organización sin ánimo de lucro fundada para ayudar a los científicos a compartir sus invenciones de ADN. Podría considerarse como un Amazon para las piezas biológicas. Cualquiera puede ofrecer una o pedir piezas de otros por 65 dólares (unos 57 euros).
El fácil acceso a la tecnología de edición genética es lo que ha permitido que laboratorios de todas partes entren en el juego. El año pasado se publicaron más de 1.300 trabajos científicos sobre CRISPR. Ha sido utilizada para hacer de todo, desde curar la distrofia muscular en ratones hasta producir beagles hipermusculados.
Y, ¿se acuerda de esos científicos chinos que provocaron una tormenta ética al editar embriones humanos? También recibieron sus ingredientes por correo mediante AddGene.
AddGene fue fundada en 2004 por una alumna de posgrado llamada Melina Fan, que se cansó de tener que suplicar y regatear para conseguir los materiales que necesitaba. ¿Por qué no crear un repositorio central al que todos pudieran contribuir?
"Compartir es algo de lo que no se habla lo suficiente", afirma el biólogo del Instituto Salk Patrick Hsu. " AddGene ha acelerado de forma drástica la adopción de CRISPR. Demuestra por qué merece la pena luchar [por el intercambio científico]. Está en manos de todos, y lo está cambiando todo", añade.
Desde luego, se está librando una desagradable batalla acerca de quién controlará los derechos comerciales de CRISPR. Pero eso no afecta a la colaboración entre laboratorios, porque las patentes no limitan la capacidad de acción de los científicos.
La aceleración del intercambio de conocimientos forma parte de un movimiento de ciencia abierta que está revolucionando la biología. En lugar de guardar con recelo los resultados durante un año hasta la publicación de un detallado trabajo en Nature, algunos biólogos han empezado a seguir el ejemplo de los físicos, que están subiendo sus trabajos a unos servidores de "prepublicación" para que todos puedan verlos y ofrecer sus comentarios.
Funciona así: el lenguaje del ADN es un código, pero es físico. Está compuesto por hileras de bases químicas denominadas A, G, C y T. Para enviarlo, AddGene envía viales de la bacteria E. coli que contienen los valiosos trocitos de ADN divididos en minicromosomas, conocidos como plásmidos.
Existen unos 45.000 plásmidos entre los que elegir. ¿Quiere conseguir que las células cerebrales de un ratón reaccionen ante la luz? Necesita el plásmido número 20298, aportado por el célebre coinventor de la optogenética de la Universidad de Stanford (EEUU), Karl Deisseroth. ¿Quiere deshabilitar cada gen de una mosca de la fruta, uno por uno? Su plásmido es el número 64750.
Foto: Detrás de la moda de CRISPR se encuentra la sala de correos de AddGene, que envía ADN a más de 250 laboratorios al día.
El ADN más solicitado es el que se necesita para producir Cas9, la proteína de edición empleada por CRISPR. Desde 2013, los ingredientes para CRISPR han sido enviados más de 60.000 veces, según afirma la directora ejecutiva de AddGene, Joanne Kamens. Una vez que un laboratorio dispone de la bacteria que aloja un gen, puede producir más. Es un recurso renovable.
Hsu, que actualmente está montando su laboratorio en California (EEUU), acababa de pedir 10 plásmidos el día que hablé con él. Introdujo su nombre y su número de teléfono y le dio al botón de "comprar". AddGene facilitó tales transacciones al introducir unos acuerdos legales uniformizados. Para los centros de investigación como el Instituto Salk, pedir material genético a otra universidad es cosa de un sólo clic, en lugar de una visita al departamento legal. "Lo más ingenioso fue eliminar el papeleo", afirma Hsu.
El intercambio de estos dispositivos genéticos no está disponible a empresas, puesto que las universidades siguen pretendiendo cobrarles. Hsu dice que cuando trabajaba para la start-up de edición genética Editas Medicine no podía realizar pedidos mediante AddGene. En lugar de ello, tenía que seguir un laborioso proceso para recrear las grandes hileras de ADN que necesitaba. "Estaba sintetizando el ADN con dólares de capital riesgo", recuerda.
La idea de la biología sintética (mezclar y emparejar piezas biológicas para crear cosas) ha dado paso a una gran expectación por parte de los medios de comunicación. "El Lego biológico", como lo definen, convertirá la vida en una mera cuestión de "enchufar y usar". Una conocida competición anual de biología sintética, iGEM, pide a los alumnos que desarrollen cosas como bacterias que se encienden y apagan mediante piezas de ADN definidas en un kit.
En realidad, la biología no es tan ordenada como un kit de Lego. Los investigadores dicen que AddGene se convirtió en la tienda de facto de la biología al resolver unas cuestiones prácticas. "[Es] para científicos en activo", explica un ingeniero genético de la Universidad Carnegie Mellon (EEUU) Bruce Shay, que ofreció ADN que permite emplear una técnica que ha inventado para hacer que las células brillen. "Les encanta el caos. Se dedican a coleccionar el desorden", añade.
Si AddGene no fuera una organización sin ánimo de lucro, representaría un negocio decente. El año pasado, vendió instrucciones de ADN por valor de ocho millones de dólares (unos siete millones de euros), e ingresó un superávit de dos millones de dólares (aproximadamente 1,76 millones de euros). Kamens dice que invertirán el dinero extra para aumentar sus esfuerzos.