Aunque la tecnología permite la creación rápida una terapia, los ensayos clínicos también frenan su salida al mercado
Foto: Partículas del virus del MERS en amarillo en esta imagen de microscopio de barrido de electrones.
El síndrome respiratorio por coronavirus de Oriente Medio, o MERS por sus siglas en inglés, se está extendiendo por el mundo y, aunque se podría desarrollar una vacuna, hay pocos incentivos comerciales para hacerlo.
Este virus mortal se identificó por primera vez en Arabia Saudí en 2012. Desde entonces han parecido casos en Europa, África y Asia. En Estados Unidos los primeros casos han aparecido este mes, empezando por dos viajeros infectados de regreso de Arabia Saudí. El sábado pasado las autoridades informaron sobre el primer caso de transmisión entre personas en Estados Unidos, probablemente en una conversación cara a cara.
Aunque la secuenciación y síntesis de ADN y otras tecnologías biomédicas ofrecen formas de diseñar rápidamente tratamientos experimentales para epidemias repentinas como el MERS, el desafío real son los tremendos costes y el tiempo necesario para probar una nueva vacuna.
Está claro que es urgente encontrar una vacuna contra el MERS. A pesar de que el residente en Estados Unidos recién infectado por MERS se ha recuperado sin intervención médica, se cree que se infectó en una reunión de negocios cara a cara que duró apenas 40 minutos. Otros no han tenido tanta suerte. Aproximadamente una tercera parte de los diagnosticados con MERS han muerto, según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades. El virus se transmite de persona a persona, también de paciente a personal sanitario, y los síntomas incluyen fiebre, tos y problemas para respirar.
Desgraciadamente, para las empresa farmacéuticas la urgencia es menor. Y aunque los investigadores pueden desarrollar vacunas experimentales con bastante rapidez, normalmente una gran empresa farmacéutica tarda en probarlas y fabricarlas. No hay suficientes casos de MERS aún para asegurarse de que existe un mercado para la vacuna.
"Hablando en términos generales, en Estados Unidos hace falta más de una década de trabajo y casi mil millones de dólares (casi 730 millones de euros) para conseguir que la Agencia del Medicamento apruebe una vacuna", explica el director del Grupo Investigador de Vacunas en la Clínica Mayo, Gregory Poland. El motivo son las pruebas en humanos, que además de ser caras deben demostrar no sólo que un virus funciona, sino que además no tiene efectos adversos perjudiciales.
Además, como los virus pueden mutar muy rápidamente, el riesgo financiero puede ser inmenso, según explica el director ejecutivo de Hemispherx Biopharma, William Carter. Esta es una empresa de Philadelphia (EEUU) que desarrolla tratamientos para infecciones virales, entre ellas el MERS. "La aparente utilidad de la vacuna puede desaparecer ante tus ojos", afirma.
Las nuevas tecnologías permiten el desarrollo rápido de vacunas, pero hay que probarlas. En marzo de 2013 se identificaron los primeros casos de personas infectadas por el virus de la gripe aviar H7N9 en China. Diez días después de que el gobierno chino hubiera anunciado la epidemia, la empresa biofarmacéutica Novavax, que ya estaba trabajando bajo contrato con el Gobierno de Estados Unidos para desarrollar una vacuna contra la gripe aviar H5N1, recibió la secuencia genética del virus y empezó a desarrollar una vacuna. Apenas seis meses después de que se secuenciara el virus H7N9, la vacuna experimental de Novavax se experimentó en humanos con resultados positivos. La empresa sigue desarrollando el producto con apoyo del Gobierno estadounidense, aunque aún tiene que someterse a numerosas pruebas.
El enfoque usado por Novavax demuestra cómo de rápido puede surgir una vacuna del laboratorio. En vez de copiar el ADN viral usando bacterias, lo que implica adquirir una copia del genoma del virus -un proceso que puede ser muy largo- la empresa sintetiza químicamente el ADN y después usa células de insecto cultivadas para producir trozos de proteína de se ADN. Esos trozos de proteína se combinan en una nanopartícula del tamaño del virus que se usa como vacuna (ver "Distribución más rápida de impostores de virus").
A pesar de la falta de incentivos comerciales por el momento, hay varias empresas intentando desarrollar vacunas contra el MERS, entre ellas Novavax, que usa los mismos métodos empleados para su vacuna contra el H7N9. Pero estas empresas se enfrentan a un reto técnico único: por algún motivo desconocido, los animales de laboratorio pequeños no se infectan con el MERS.
Así, aunque investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Maryland (EEUU) informaron el mes pasado de que la vacuna de Novavax puede generar anticuerpos del MERS en ratones, no pudieron demostrar si esa respuesta inmune protege a los animales contra la enfermedad. El próximo paso será encontrar un animal adecuado para hacer ensayos, quizá un primate no humano o un ratón modificado genéticamente para ser susceptible a la enfermedad.