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Biotecnología

Una técnica de intensificación cerebral podría ayudar a algunas funciones y dañar otras

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Estimular eléctricamente el cerebro podría aumentar la memoria pero entorpecería nuestra capacidad de reaccionar sin pensar.

  • por Emily Singer | traducido por Francisco Reyes (Opinno)
  • 13 Marzo, 2013

Seguramente a todos nos gustaría encontrar un modo de aumentar nuestra capacidad cerebral. Sin embargo, una nueva investigación sugiere que un prometedor método experimental podría tener una contrapartida negativa. Utilizando una técnica no invasiva para estimular el cerebro, un grupo de investigadores ha descubierto poder mejorar el aprendizaje al estimular una zona determinada. Pero eso también provocó que los pacientes empeorasen su automaticidad, es decir, la capacidad para realizar una tarea sin realmente pensar en ella. Estimular otra parte del cerebro tuvo el efecto inverso, tanto en el aprendizaje como en la automaticidad.

"Esto nos dice algo sobre el cerebro humano", señala el investigador principal, Roi Cohen Kadosh, neurocientífico de la Universidad de Oxford, en Inglaterra. "No podemos tenerlo todo sin pagar un precio por ello". Los hallazgos fueron publicados el martes de la semana pasada en la revista Neuroscience.

Cohen Kadosh y sus colaboradores usaron una técnica conocida como estimulación eléctrica transcraneal (EET), un método no invasivo para estimular partes específicas del cerebro. Previamente, el enfoque ha demostrado mejorar varias funciones cerebrales, entre ellas la memoria de trabajo y la atención, y se está utilizando para ayudar a los pacientes con derrame cerebral a recuperar el lenguaje y las habilidades motoras perdidas. Pero hasta ahora, no se ha investigado mucho sobre si la mejora del rendimiento en una tarea supondría el detrimento de otras.

"Muy pocas personas han pensado en el aspecto práctico relativo a la utilización de este tipo de estimulación para mejorar funciones", señala Eric Wassermann, neurólogo del Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares (EE.UU.), que no participó en el estudio.

En el experimento, los investigadores pidieron a voluntarios que memorizaran la relación entre un conjunto de números y un conjunto de figuras. Durante una hora cada día, a lo largo de cinco días, hicieron una prueba en la que se les preguntaba qué símbolo representaba el número más grande. El rendimiento del participante en la tarea rápidamente dejó de mejorar.

En el sexto día, a los participantes se les pidió que ignoraran el valor numérico del símbolo y que señalaran cuál entre los dos símbolos era más grande en tamaño físico. Las personas que se habían convertido en las más expertas a la hora de reconocer los nuevos símbolos, una medida de automaticidad, mostraron el peor rendimiento, especialmente cuando el tamaño físico del símbolo estaba en desacuerdo con su valor numérico.

Los investigadores compararon el rendimiento de los tres grupos: los que recibieron estimulación de la corteza prefrontal, que está vinculada a procesos de planificación y toma de decisiones complejos, la estimulación de la corteza parietal, la parte del cerebro que ayuda a integrar diferentes tipos de información, y la estimulación simulada, en la que los participantes creían estar recibiendo el tratamiento, pero no era así. El grupo de estimulación parietal aprendió mejor, pero experimentó la peor automaticidad, mientras que el grupo de la corteza prefrontal experimentó el patrón opuesto. (Puede parecer contradictorio que el aprendizaje y el automatismo se puedan disociar, aunque es posible).

Wassermann señala que los resultados son interesantes, pero no necesariamente implican que la estimulación sea perjudicial para el cerebro. Fomentar un sistema cognitivo puede perjudicar a otro, independientemente de cómo accedamos al cerebro. (Un simple cambio en el medio ambiente puede influir en lo bien que alguien se entera de nueva información, por ejemplo).

Tampoco está clara la importancia de los resultados, especialmente cuando se trata de aplicaciones en el mundo real. Kadosh indica que su equipo no ha observado que exista el mismo tipo de compromiso cuando se trata de algunas tareas cognitivas. Y señala que podría ser posible reducir el efecto mediante la optimización de los parámetros que se utilizan para estimular el cerebro.

Además, afirma, las personas que sufran pérdida del lenguaje después de un accidente cerebrovascular están probablemente dispuestas a aceptar algunos compromisos con tal de recuperar la función perdida. "Hay un gran potencial para mejorar la cognición", explica Kadosh. "Pero tenemos que saber a qué coste".

Biotecnología

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