Una epidemia de demencia relacionada con la edad nos acecha.
Cada 68 segundos, un estadounidense es diagnosticado con la enfermedad de Alzheimer. La próxima ola de personas mayores con demencia provocará una carga emocional y económica sin precedentes en la sociedad. Vivimos más tiempo gracias en parte a los avances en la tecnología médica, pero no eso no significa necesariamente que vivamos mejor.
Aproximadamente 80 millones de baby boomers están empezando a acercarse a la edad en que comienzan a surgir los síntomas de la enfermedad de Alzheimer.
El riesgo para las personas mayores de 65 años es del 10 por ciento y se acerca al 50 por ciento a los 85 años. Un informe sobre el impacto económico global de la demencia elaborado por Alzheimer's Disease Internacional calculó que en 2010 los costes de atención ascendieron a 604 mil millones de dólares (466 mil millones de euros).
No estamos preparados en absoluto para esta crisis. A pesar de décadas de investigación, no tenemos cura, ni siquiera un fármaco que pueda revertir o evitar los síntomas más que de forma temporal. Se ha dedicado un esfuerzo considerable a atacar las placas de proteína amiloide que se forman en los cerebros de pacientes con alzhéimer, pero ninguno de los estudios clínicos más recientes ha tenido éxito. Aunque hay que seguir explorando la contribución de las amiloides, también tenemos que investigar de forma más amplia, ya que la enfermedad de Alzheimer va más allá.
Deben hacerse esfuerzos por investigar tratamientos dirigidos a otros posibles mecanismos, tales como la acumulación anormal de proteína tau del cerebro y la inflamación de las neuronas. Debemos encontrar recursos para trabajar en medicamentos o vacunas que protejan a un cerebro sano antes de que sea dañado. Muchos grupos de investigación, entre ellos el mío, han desarrollado escáneres cerebrales y otras pruebas que pueden detectar la enfermedad años antes de que la demencia se desarrolle.
No podemos permitirnos el lujo de esperar a tener nuevos tratamientos, con sus largos periodos de desarrollo. Tenemos que actuar ahora, ya que existen datos convincentes sobre cómo el estilo de vida, la dieta y el acondicionamiento cardiovascular pueden prevenir los síntomas de la demencia. Por ejemplo, se sabe que dos de las estrategias clave de prevención de la enfermedad de Alzheimer, la dieta y el ejercicio, también sirven para prevenir la diabetes tipo 2, que duplica la probabilidad de desarrollar demencia por Alzheimer.
Si la sociedad quiere evitar acabar abrumada por el coste de la epidemia de la enfermedad de Alzheimer, esta debe ser una prioridad de salud internacional. Sin embargo, no se ha invertido tanto en la lucha contra ella como se ha hecho con otras enfermedades. Resultados recientes procedentes del Reino Unido apoyan un aumento de la financiación de la investigación del Alzheimer en un factor de 30 para llegar a un nivel de paridad con la investigación del cáncer. Realizar esta inversión para ponerse al día valdrá la pena gracias al ahorro de millones de vidas y, con el tiempo, miles de millones de dólares.