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Tecnología y Sociedad

Cómo una escuela rediseñó el diseño

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Las mejores escuelas de diseño se basan en un currículo equilibrado que une la creatividad con las disciplinas prácticas.

  • por John Pavlus | traducido por Joan Minguet (Opinno)
  • 05 Mayo, 2011

La enseñanza del diseño en el ámbito universitario está rota: a menudo mal definida, superficialmente especializada, y encerrada en los departamentos de arte, arquitectura o ingeniería. Sin embargo, si esto es así, ¿cómo puede arreglarse el sistema--de modo que los diseñadores jóvenes puedan ser adecuadamente capacitados no sólo en la búsqueda de "hacer que [las cosas] sean bonitas" (como lamentaba el diseñador Don Norman este mes en una entrevista con Technology Review), sino también en el arte y la ciencia de integrar la información de forma creativa para resolver problemas prácticos?

Uno de los programas de diseño industrial más grandes del mundo, en la Universidad Tecnológica de Delft, en los Países Bajos, ha estado operando bajo esta filosofía desde hace cuatro décadas. La Escuela de Diseño Industrial de Delft se basa en cuatro principios, o "pilares": ergonomía, tecnología, estética, y negocio. "Comenzamos con el ADN adecuado hace 40 años", comenta el decano Cees de Bont, "y hemos desarrollado cursos y programas de investigación que requieren a los estudiantes integrar el conocimiento de estos diferentes campos."

Según De Bont, la enseñanza del diseño en Delft es eficaz precisamente porque—a diferencia de muchas otras escuelas de diseño—la universidad no lo enfocó como un apéndice a un departamento de arte, arquitectura o ingeniería mecánica. "Estos inicios siempre dejan una firma muy clara en una escuela de diseño, y casi nunca resta equilibrada de manera adecuada", afirma De Bont. "Las disciplinas relacionadas como la ingeniería acostumbran a profundizar en la tecnología, pero poco más; otras escuelas más orientadas hacia la arquitectura o el arte es posible que tengan una cierta ansiedad acerca de la tecnología." Esa falta de balance, afirma el decano, puede distraer a los jóvenes diseñadores de abrazar la naturaleza interdisciplinaria de su campo. "Si nos fijamos en muchos de los problemas que estamos tratando actualmente," señala De Bont, "vemos que son relativamente complejos, que requieren la combinación de muchas especialidades para encontrar una solución correcta—y hay muy pocas disciplinas, además del diseño, que son capaces de proporcionar esto. "

La reorientación de una escuela de diseño hacia esta filosofía puede ser difícil, como ha descubierto John Maeda durante su mandato como presidente de la Escuela de Diseño de Rhode Island. Traído en 2008 como un innovador audaz con una buena comprensión de la tecnología, el diseñador digital y ex alumno del MIT Media Lab ha chocado con el profesorado sobre su proyecto de plan (llamado "Atando Cabos") para enfatizar los requisitos interdisciplinarios que acercan las bellas artes con campos como la economía, así como su esperanza de fusionar la División de RISD de Bellas Artes con la División de Arquitectura y Diseño. Además, el futuro de sus planes fue puesto en duda cuando el pasado marzo recibió un voto de no confianza por parte de la facultad de RISD. Delft se ha enfrentado a retos similares. Hace diez años, la escuela tomó la decisión de fusionar su Departamento de Ergonomía con el Departamento de Estética. "Esto creó un poco de shock", recuerda De Bont—pero una vez que los departamentos fusionados comenzaron a colaborar en el desarrollo de nuevos cursos y proyectos de investigación, comenta el decano, el departamento reorganizado "despegó". Uno de los resultados fue un énfasis en el "diseño emocional", que factoriza la experiencia del usuario en el diseño de productos y servicios. "En el pasado sólo representábamos la solución a los problemas ergonómicos, pero actualmente utilizamos este conocimiento de ergonomía para crear interacciones visual y estéticamente agradable, que es aquello realmente muy valioso", explica de Bont. "Empezamos una comunidad [académica] llamada Diseño y Emoción, que actualmente cuenta con más de 500 miembros en todo el mundo."

De Bont detecta un alejamiento constante de las soluciones puramente aplicadas basadas en productos y un acercamiento hacia un rol más estratégico de los diseñadores en la solución de problemas sociales. "Los estudiantes de diseño aún están abiertas a la reflexión acerca de cómo diseñar una cafetera de goteo con un filtro mejor, pero también están muy interesados ​​en pensar cómo mejorar los problemas de saneamiento en Kenia", destaca De Bont. "Ésa es la verdadera esencia de nuestra disciplina: el resultado puede ser algo físico, pero también puede ser un servicio, o ambas cosas—por ejemplo, en el ámbito de la atención sanitaria o la sostenibilidad." El graduado ideal de la escuela de Delft—o de cualquier programa de diseño, afirma De Bont—no es un operador de CAD/CAM muy especializado, ni un diseñador de interacción o un emprendedor. "El graduado ideal posee conocimientos en todos estos campos", afirma él. "Pero es un experto en su integración".

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