La batalla legal por controlar la edición genética acaba de dar un giro sorprendente tras un dictamen desfavorable a la primera solicitud de patente en Europa que realizaron ambos galardonados
En la lucha de una década por el control de CRISPR, la superherramienta para modificar el ADN, ha sido habitual que los abogados intentaran anular las patentes de sus equipos competidores, señalando errores o incoherencias.
Pero ahora, en un giro sorprendente, el equipo que ganó el Premio Nobel de Química por desarrollar CRISPR está pidiendo que se anulen dos de sus propias patentes originales, según ha sabido MIT Technology Review. La decisión podría afectar a quienes obtengan los lucrativos derechos de licencia por el uso de la tecnología.
La solicitud de retirar el par de patentes europeas, presentada por los abogados de las Nobel Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna, se produce tras el dictamen desfavorable emitido en agosto por una junta europea de apelaciones técnicas, que dictaminó que la primera solicitud de patente del dúo no explicaba CRISPR lo suficientemente bien como para que otros científicos pudieran utilizarla y no contaba como una invención propiamente dicha.
Los abogados de los premios Nobel afirman que la decisión es tan errónea e injusta que no les queda más remedio que anular preventivamente sus patentes, una táctica de tierra quemada cuyo objetivo es evitar que el dictamen jurídico desfavorable siente precedente.
"Intentan evitar la decisión huyendo de ella", afirma Christoph Then, fundador de Testbiotech, una organización alemana sin ánimo de lucro que se encuentra entre las que se oponen a las patentes, y que facilitó una copia del dictamen técnico y la carta de respuesta a MIT Technology Review. "Creemos que se trata de dos de las primeras patentes de CRISPR y la base de sus licencias".
El descubrimiento del siglo
CRISPR ha sido calificado como el mayor descubrimiento biotecnológico del siglo y la batalla por controlar sus aplicaciones comerciales (como plantas modificadas genéticamente, ratones modificados y nuevos tratamientos médicos) se ha librado a lo largo de una década.
La disputa enfrenta principalmente a Charpentier y Doudna, galardonados con el Premio Nobel en 2020 por desarrollar el método de edición del genoma, y a Feng Zhang, investigador del Instituto Broad del MIT y Harvard, que afirmó haber inventado la herramienta primero por su cuenta.
Ya en 2014, el Instituto Broad dio un golpe de efecto al conseguir, y posteriormente defender, la patente estadounidense de control de los principales usos de CRISPR. Pero la pareja del Nobel podía, y a menudo lo hacía, señalar sus patentes europeas como puntos brillantes en su lucha. En 2017, la Universidad de California en Berkeley, donde trabaja Doudna, calificó su primera patente europea como “amplia y emocionante” y aseguró que “sentaba precedente".
Después de todo, una región que representaba a más de 30 países no solo había reconocido el descubrimiento pionero de la pareja; había establecido un estándar para otras oficinas de patentes de todo el mundo. También hizo que la Oficina de Patentes de EE UU pareciera un caso atípico cuyas decisiones favorables al Instituto Broad podrían no mantenerse a largo plazo. Está pendiente ante un tribunal federal otro recurso contra las decisiones estadounidenses.
Una larga saga
Pero ahora la Oficina Europea de Patentes también dice, aunque por razones diferentes, que Doudna y Charpentier no pueden reivindicar su invención básica. Y sus abogados creen que la decisión es tan perjudicial y se ha tomado de forma tan injusta que no tienen más remedio que sacrificar sus propias patentes. "No se puede esperar que los titulares de las patentes expongan la invención ganadora del premio Nobel... a las repercusiones de una decisión adoptada en tales circunstancias", dice la carta de 76 páginas remitida por unos abogados alemanes en su nombre con fecha del 20 de septiembre.
El abogado jefe de propiedad intelectual de la Universidad de California, Randi Jenkins, confirmó el plan de revocar las dos patentes, pero restó importancia.
"Estas dos patentes europeas no son más que otro capítulo de esta larga saga relacionada con CRISPR-Cas9", declaró Jenkins. "Seguiremos presentando demandas en Europa, y esperamos que esas demandas en curso tengan una amplitud y profundidad de cobertura significativas".
Las patentes que se desautorizan voluntariamente son EP2800811, concedida en 2017, y EP3401400, concedida en 2019. Jenkins añadió que los Nobel aún comparten una patente CRISPR emitida en Europa, EP3597749, y otra que está pendiente. Este recuento no incluye una serie de reivindicaciones de patentes que cubren investigaciones más recientes del laboratorio de Doudna en Berkeley y que se presentaron por separado.
Libertad para operar
La anulación de las patentes europeas afectará a una amplia red de empresas biotecnológicas que han comprado y vendido derechos para conseguir la exclusividad comercial de nuevos tratamientos médicos o lo que se denomina "libertad para operar", es decir, el derecho a seguir investigando en el corte de genes sin que las dudas sobre quién es el verdadero propietario de la técnica lo impidan.
Entre estas empresas se encuentran Editas Medicine, aliada del Broad Institute; Caribou Biosciences e Intellia Therapeutics en Estados Unidos, ambas cofundadas por Doudna; y las empresas de Charpentier, CRISPR Therapeutics y ERS Genomics.
ERS Genomics, con sede en Dublín y autodenominada "la empresa de licencias de CRISPR", se creó en Europa específicamente para recaudar honorarios de otros usuarios de CRISPR. Afirma haber vendido el acceso no exclusivo a sus "patentes fundacionales" a más de 150 empresas, universidades y organizaciones que utilizan CRISPR en sus laboratorios, fabricación o productos de investigación.
Por ejemplo, a principios de este año Laura Koivusalo, fundadora de una pequeña empresa finlandesa de biotecnología, StemSight, aceptó un "canon estándar" porque su empresa está investigando un tratamiento ocular con células madre editadas previamente con CRISPR.
Aunque no todas las empresas biotecnológicas creen necesario pagar por los derechos de patente mucho antes de tener siquiera un producto que vender, Koivusalo decidió que era lo correcto. "La razón por la que conseguimos la licencia fue la mentalidad nórdica de ser súper honestos. Les preguntamos si necesitábamos una licencia para investigar y nos dijeron que sí", explica.
En una diapositiva de la ERS disponible en Internet se indica que la cuota para pequeñas empresas como la suya es de 15.000 dólares (13.600 euros) al año. Koivusalo dice que aceptó comprar una licencia para las mismas dos patentes que ahora se cancelan. Y añade: "No sabía que estaban revocadas. Hubiera esperado que me avisaran".
Un portavoz de ERS Genomics dijo que sus clientes aún tienen cobertura en Europa en base a la patente CRISPR restante de los Nobel y la solicitud pendiente.
En Estados Unidos, el Instituto Broad también ha estado vendiendo licencias para utilizar CRISPR. Y las tarifas pueden ser elevadas si hay un producto real implicado. Así ocurrió el año pasado, cuando Vertex Pharmaceuticals obtuvo la aprobación para vender el primer tratamiento basado en CRISPR, contra la anemia falciforme. Para adquirir los derechos sobre las patentes de CRISPR del Instituto Broad, Vertex acordó pagar 50 millones de dólares (45,3 millones de euros) por adelantado, y millones más en el futuro.
El problema de la PAM
No cabe duda de que Charpentier y Doudna fueron los primeros en publicar, en un artículo de 2012, cómo CRISPR puede funcionar como un medio "programable" de edición del ADN. Y sus patentes en Europa resistieron una primera ronda de oposiciones formales presentadas por abogados.
Pero este agosto, en un análisis separado, un organismo técnico decidió que Berkeley había omitido un detalle clave en su primera solicitud de patente, por lo que "una persona experta no podría llevar a cabo el método reivindicado", según la conclusión. Es decir, la invención no estaba completamente descrita o habilitada.
La omisión se refiere a una característica de las moléculas de ADN denominada "motivos adyacentes al protoespaciador" o PAM, por sus siglas en inglés. Estas características, serían un poco como las luces de aterrizaje de una pista y determinan en qué lugares generales de un genoma pueden aterrizar y hacer cortes las tijeras genéticas CRISPR, y dónde no.
En la carta de respuesta de 76 páginas enviada por los abogados de los Nobel, éstos argumentan que en realidad no había ninguna necesidad de mencionar estos lugares, que según ellos eran tan obvios que "incluso los estudiantes universitarios" habrían sabido que eran necesarios.
La extensa carta no deja lugar a dudas de que el equipo Nobel se siente agraviado. Además de desautorizar las patentes, el texto se extiende en "dejar constancia pública de las razones por las que estamos en total desacuerdo con [la] evaluación en todos sus puntos", además de "mostrar claramente lo incorrecto" de una decisión, que, dicen, "no reconoce la naturaleza y el origen de la invención, malinterpreta el conocimiento general común y, además, aplica normas jurídicas incorrectas".
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