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Biotecnología

Los virus, aliados inesperados en la lucha contra las superbacterias

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Los virus llamados fagos son muy prometedores para combatir las infecciones, pero no se espera verlos pronto en la clínica

  • por Cassandra Willyard | traducido por
  • 20 Febrero, 2024

Este artículo apareció por primera vez en The Checkup, el boletín semanal sobre biotecnología de MIT Technology Review. Para recibirlo en tu bandeja de entrada todos los jueves y leer artículos como éste en primicia, suscríbete aquí.

Lynn Cole tenía una infección en la sangre de la que no podía librarse. Durante años estuvo entrando y saliendo del hospital. Si los antibióticos obligaban a la infección a retroceder, esta volvía a aparecer al poco tiempo.

En el verano de 2020, las bacterias que inundaban el torrente sanguíneo de Cole dejaron de responder a los antibióticos. Se le acababa el tiempo. Sus médicos decidieron que tenían que probar un enfoque diferente y pidieron a la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE UU que les permitiera administrar una terapia experimental, un virus conocido como bacteriófago. Los bacteriófagos -o fagos- son virus diminutos que infectan y destruyen bacterias.

¿Qué ocurrió después? Los detalles se han dado a conocer esta semana en un estudio de caso publicado en mBio. Los fagos funcionaron. Cole se recuperó con notable rapidez. Pero la terapia fracasó. El caso de Cole pone de relieve la enorme promesa de la terapia con fagos, pero también muestra lo mucho que nos queda por aprender.

Bienvenidos a The Checkup. Hablemos de fagos. (O, mejor dicho, volvamos a hablar de fagos). ¿Qué hará falta para que la terapia con fagos entre en la medicina convencional?

La fagoterapia existe desde hace más de un siglo, pero pasó de moda en la mayor parte del mundo con la llegada de los antibióticos. Sin embargo, el agravamiento de la crisis de las superbacterias ha reavivado el interés de la gente y ha generado una enorme expectación. Los titulares han afirmado que los fagos pueden "salvar el mundo" y que "un día, los médicos podrían recetar virus en lugar de antibióticos".

En los últimos años, el entusiasmo por su uso se ha disparado a raíz de una historia especialmente interesante. En 2016, el investigador del VIH Tom Patterson contrajo en Egipto una infección mortal resistente a los antibióticos. Su esposa, la epidemióloga de enfermedades infecciosas Steffanie Strathdee, ayudó a buscar la terapia con fagos que acabó curándole. Strathdee dio una charla TED. Ella y Patterson escribieron un libro y ella contó su historia en la revista People.

Historias como ésta han presentado a los fagos como una cura milagrosa. Y estos pequeños virus tienen muchas cosas a su favor. Atacan a las bacterias con una especificidad asombrosa. "Pensamos en los fagos como un misil dirigido", afirma Daria Van Tyne, investigadora de enfermedades infecciosas de la Universidad de Pittsburgh y coautora del nuevo estudio. Este misil puede "eliminar una especie o cepa específica causante de la infección, pero dejar ilesas a otras bacterias comensales". Además, no es tan probable que los fagos provoquen resistencia bacteriana como los antibióticos. Y son muy abundantes. "Se puede ir a una gota de agua de mar y encontrar billones de fagos", añade Van Tyne. 

Pero para mucha gente, los fagos no son un elixir milagroso.  En 2022, los investigadores publicaron la mayor serie de estudios de casos de terapia con fagos para infecciones bacterianas resistentes a los antibióticos. De las 20 personas tratadas con fagos, la mayoría con infecciones relacionadas con la fibrosis quística, 11 tuvieron una respuesta positiva a la terapia. Sin embargo, sólo cinco consiguieron eliminar totalmente sus infecciones. Otras seis tuvieron una respuesta parcial. El resto no respondió o sus resultados no fueron concluyentes.

Volvamos a Lynn Cole.

Cuando Cole recibió la fagoterapia por primera vez, llevaba casi un mes con una infección en la sangre. Sus médicos probaron varios antibióticos sin resultado. Pero 24 horas después de administrar la terapia fágica, la infección de Cole había desaparecido. Parecía curada.

Un mes después, sin embargo, la infección reapareció. Así que los investigadores encontraron otro fago que funcionaría contra la bacteria Enterococcus causante de la infección de Cole y empezaron a administrar ambos fagos. Al parecer, funcionó.

Durante cuatro meses, Cole estuvo libre de infecciones. Dejó el hospital y se fue de vacaciones con su familia. Pero entonces la infección reapareció. Cole se quedó sin opciones. Ingresó en un centro de cuidados paliativos y siete meses después murió de neumonía.

Van Tyne y sus colegas han pasado los dos últimos años intentando explicar por qué fallaron sus fagos. Aún no tienen una respuesta, pero sí una hipótesis. Un par de semanas después de que Cole empezara a recibir el segundo fago, desarrolló anticuerpos contra ambos. "Es posible que esto influyera en la capacidad de los fagos para encontrar sus objetivos bacterianos y matarlos", dice Madison Stellfox, médico y postdoctorado en el laboratorio de Van Tyne. Supone que tal vez los anticuerpos recubrieron los fagos para que no pudieran penetrar en la bacteria. O quizá ayudaron al organismo a eliminar los fagos más rápidamente, de modo que no tuvieron tiempo de actuar.

Cole no es el único paciente tratado por Van Tyne y sus colegas de la Universidad de Pittsburgh. Desde que Van Tyne comenzó su propio laboratorio en 2018, ha desarrollado una biblioteca que contiene alrededor de 200 fagos, la mayoría aislados de las aguas residuales de Pittsburgh. Esos fagos se dirigen a seis o siete especies de bacterias. Utilizan esa biblioteca para desarrollar terapias personalizadas para pacientes con infecciones potencialmente mortales. "Intentamos emparejar aislados clínicos de pacientes infectados con fagos que actúen sobre ellos", explica Van Tyne.

El equipo ha tratado a casi 20 pacientes. Algunos han superado la infección. Otros, como Cole, han experimentado mejoras temporales. Otros no han respondido en absoluto. Pero, tranquilizadoramente, nadie ha resultado dañado por la terapia en sí. 

Todos estos pacientes fueron tratados en el marco del programa de "uso compasivo" de la FDA, que facilita el acceso a terapias de investigación a personas con enfermedades potencialmente mortales. Los estudios de casos pueden aportar información valiosa, pero no son una vía para la aprobación reglamentaria. Para introducir los fagos en la medicina general, necesitamos ensayos clínicos".

Alexander Sulakvelidze, presidente y director ejecutivo de la empresa de fagos Intralytix, lleva trabajando en el desarrollo de productos fágicos desde los años noventa. En la República de Georgia, donde nació, la terapia con fagos se utiliza habitualmente para tratar infecciones. 

Pero en EEUU la terapia con fagos era difícil de vender. Intralytix, que se lanzó en 1998, empezó con pasos de bebé, buscando primero la aprobación de productos fágicos para combatir la contaminación bacteriana en productos alimentarios. Ahora, sin embargo, la empresa genera ingresos y tiene en marcha tres ensayos clínicos para probar cócteles de fagos contra tres bacterias resistentes a los antibióticos. Pero se trata de ensayos para evaluar la seguridad, no de los grandes ensayos pivotales necesarios para la aprobación de la FDA. "Por eso digo que pasarán varios años hasta que [estas terapias] vean la luz", afirma Sulakvelidze.

La empresa Armata Pharmaceuticals, con sede en Los Ángeles y dirigida por Deborah Birx, también está probando sus terapias con fagos en ensayos. La empresa tiene previsto lanzar el año que viene un estudio de eficacia, que podría servir para obtener la aprobación reglamentaria, aunque todavía no ha encontrado un socio que le ayude a financiarlo. Este tipo de ensayo pivotal ayudará a que las farmacéuticas se interesen por la terapia con fagos, y "es la única forma de que se comercialice por completo", afirma Birx. Un ensayo pivotal también proporcionará datos sólidos sobre la eficacia de los fagos. "Merece la pena avanzar para obtener una respuesta definitiva", añade. "Porque si no, nos quedaremos esperando, y dentro de 20 años estaremos aquí sentados diciendo '¿son importantes los fagos o no?".

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