Mientras la crisis de los opiáceos hace estragos, las empresas se lanzan a la caza de nuevos analgésicos no adictivos. Un nuevo estudio ofrece un rayo de esperanza en medio de un montón de fracasos
Las estadísticas de adicción a los opiáceos en EE UU son asombrosas. Desde 2010, las muertes por sobredosis de opioides casi se han cuadruplicado. Más de 80.000 personas murieron por sobredosis de opioides en 2022. Esto supone una muerte cada seis minutos y medio.
El trastorno por consumo de opiáceos es una enfermedad difícil de tratar, pero disponemos de medicamentos seguros y eficaces. Estos fármacos ayudan a frenar los síntomas de abstinencia, reducen el consumo de opiáceos ilegales, ayudan a las personas a continuar con el tratamiento, y reducen el riesgo de muerte por sobredosis. Sin embargo, un estudio publicado el 7 de agosto demuestra que solo una de cada cinco personas con trastorno por consumo de opiáceos recibe estos fármacos.
Debemos hacerlo mejor. Esto significa mejorar el tratamiento, también encontrar métodos alternativos para controlar el dolor, una tarea que ha resultado muy difícil. El estudio ya mencionado sugiere que Vertex, la biotecnológica con sede en Boston, avanza con su compuesto VX-548, una pastilla destinada a aliviar el dolor tras una intervención quirúrgica. La dosis más alta del compuesto aliviaba más el dolor que un placebo tras una operación de juanetes o una abdominoplastia. Es una buena noticia en un campo que ha tenido más de un revés.
Tratar el dolor es complicado porque el dolor en sí es complicado. Los médicos clasifican el dolor en función de su duración, agudo o crónico, y su origen. Algunos dolores empiezan con un daño corporal, por ejemplo, un corte, una quemadura, una fractura o un tumor. Los nervios sensoriales (neuronas) del cuerpo detectan el daño y envían señales de dolor al cerebro. Algunos dolores, como el escozor y la quemazón que se producen cuando se daña un nervio diabético, empiezan con una lesión de las propias neuronas.
Los opiáceos, como heroína, morfina, fentanilo y todos los demás, enmascaran el dolor. Así se unen a los receptores del cerebro y la médula espinal para iniciar una serie de reacciones que ayudan a bloquear las señales de dolor. Los opiáceos de venta con receta son muy eficaces para aliviar el dolor en situaciones concretas. Pero no solo bloquean el dolor. La activación de los receptores opioides también provoca un subidón de dopamina, que ofrece bienestar e incluso euforia. Aunque la sensación no es duradera y, cuanto más se ingiere, más se necesita para obtener el mismo subidón. Por eso estas drogas se prestan al abuso.
Por supuesto, ya existen analgésicos no opiáceos, como el ibuprofeno, la aspirina, el paracetamol y el naproxeno sódico. No desencadenan una liberación de dopamina ni son adictivos como los opiáceos, pero estos medicamentos presentan algunos inconvenientes graves, como úlceras, hemorragias o problemas cardiacos, entre otros. A excepción del paracetamol, la mayoría pertenecen a una clase denominada antiinflamatorios no esteroideos (AINE, por sus siglas). Como su nombre indica, actúan contra la inflamación y bloquean la producción de las sustancias químicas que producen dolor; pero no sirven para otros tipos de dolor.
Los esfuerzos por desarrollar nuevas clases de analgésicos se han topado con numerosos obstáculos. En 2022, Regenron suspendió el desarrollo de un compuesto para tratar la artrosis y el dolor crónico de espalda. Una terapia experimental de la biotecnológica Aptinyx, con sede en Illinois, fracasó en un ensayo para ayudar a personas con fibromialgia. Mientras Acadia, empresa californiana, informó que su compuesto no funcionaba mejor que un placebo en personas operadas de juanetes*. En 2021, Eli Lilly y Pfizer interrumpieron el desarrollo de tanezumab, un anticuerpo monoclonal para tratar el dolor en personas con artrosis. La razón de cada uno de estos fracasos no es del todo clara, y esto dificulta encontrar el mejor camino a seguir.
El nuevo compuesto de Vertex forma parte de una clase de fármacos dirigidos a los canales de sodio de los propios nervios que detectan el dolor. Stephen Waxman, neurólogo de Yale e investigador del dolor, los describe como diminutas baterías moleculares que impulsan la producción de impulsos nerviosos. Ya existen algunos bloqueadores de los canales de sodio, como la lidocaína. Como bloquean todos los canales de sodio, incluso los cruciales de las células cardíacas y cerebrales, suelen administrarse solo como anestésicos locales.
El VX-548 se dirige a un canal específico denominado Nav1.8 que solo se encuentra en las neuronas que detectan el dolor. Es decir, puede actuar sobre esas neuronas en todo el organismo sin bloquear la función del corazón o el cerebro. Al no activar los receptores opiáceos, tampoco desencadena la liberación de dopamina, lo que alivia el dolor sin provocar un subidón.
En los ensayos de fase 2 del fármaco participaron personas con dolor de moderado a intenso tras una abdominoplastia o la extirpación de un juanete. Los pacientes que solicitaron analgésicos fueron asignados aleatoriamente a uno de los distintos grupos. Algunos participantes recibieron VX-548 en una de las tres dosis, otros recibieron una pastilla de placebo y otros tomaron una pastilla que contenía hidrocodona, un opiáceo. Quienes tomaron la dosis más alta de VX-548 experimentaron una mayor reducción del dolor que el resto de grupos.
Un editorial que acompaña al estudio señaló que el efecto era pequeño. Sin embargo, los resultados son emocionantes, en parte, porque la búsqueda de analgésicos no opiáceos ha tenido pocos éxitos de cierta envergadura. "Este estudio clínico en humanos demuestra que se puede apuntar a uno de estos canales de sodio periféricos y reducir el dolor en humanos sin efectos secundarios adversos", aseguró Waxman al New England Journal of Medicine. "Desarrollaremos la primera fase en humanos de una nueva generación de analgésicos".
La esperaremos.
*El lector se preguntará, como hizo mi editor, por qué tantos ensayos de medicina del dolor incluyen a pacientes sometidos a juanectomías. Es uno de los modelos quirúrgicos clásicos del dolor agudo, al igual que la extracción dental.
Más información del archivo de MIT Technology Review
Adam Piore escribió sobre la búsqueda de analgésicos no adictivos en 2016.
¿Una cápsula oral podría controlar si los pacientes toman demasiados opioides con receta? Emily Mullin cubrió esta nueva tecnología en 2017.
La neurocientífica Fan Wang buscaba los circuitos cerebrales que controlan el dolor. Georgina Gustin presentó a Wang y su trabajo en 2021.
El registro de las ondas cerebrales puede ayudar a cuantificar el dolor, según informó Rhiannon Williams en mayo de 2023.