El tratamiento indica que el método podría utilizarse para tratar trastornos más comunes.
En lo que supone la demostración más exitosa del potencial de las terapias genéticas como tratamiento para enfermedades hereditarias complejas, este método ha sido utilizado para tratar un trastorno de la sangre conocido como talasemia y que se da en miles de personas en todo el mundo.
La terapia genética ha sufrido subidas y bajadas rodeadas de gran publicidad durante la última década, aunque en los últimos años ha demostrado ser una opción viable—y potente—para tratar enfermedades genéticas. Hasta hace poco, sin embargo, los intentos más exitosos se han ocupado de trastornos graves y relativamente raros.
La talasemia es una enfermedad genética en la cual el cuerpo no produce suficiente hemoglobina, la proteína con contenido en hierro en los glóbulos rojos encargada de transportar el oxígeno por todo el cuerpo. En los casos más graves, las personas necesitan trasplantes de médula ósea (si se logra encontrar un donante que encaje) o transfusiones de sangre frecuentes para mantenerse con vida. Hace tres años, un grupo de investigadores en París utilizó una terapia genética para el tratamiento de un paciente de 18 años de edad con una forma más severa de dicha enfermedad. Actualmente, en una investigación publicada ayer en la revista Nature, el equipo informa que este paciente se ha mantenido relativamente sano y libre de transfusiones durante 21 meses.
La terapia genética funciona sobre la teoría de que un trastorno genético puede ser tratado mediante la sustitución del gen que causa la enfermedad por una versión "corregida". Para el estudio actual, los científicos extrajeron las células madre de médula ósea de un paciente con una forma de talasemia llamada beta-talasemia, cultivaron las células, y después utilizaron un lentivirus para insertar una versión sana y funcional de los genes. (Los lentivirus, como el VIH, son un subtipo de retrovirus que funcionan bien con las terapias genéticas—pueden insertarse en el genoma de las células en división y las que no se dividen, corrigiendo tantas células cultivadas como sea posible.)
Los investigadores, dirigidos por Philippe Leboulch, genetista en el Brigham and Women's Hospital de Boston, más tarde dieron al paciente una dosis de quimioterapia para matar a su población original de células madre de médula ósea e inyectaron las corregidas. Las células madre revisadas del paciente repoblaron la médula ósea, y las versiones revisadas ahora representan alrededor del 10 al 15 por ciento. Los niveles de globina (la parte de oxígeno en la hemoglobina) son alrededor de dos tercios del nivel normal—en otras palabras, el paciente está ligeramente anémico—pero su condición no es peligrosa para la vida.
"Tres años han pasado después del tratamiento, y durante 21 meses no ha recibido ninguna transfusión", afirma Leboulch.
El concepto de terapia genética ha despertado grandes expectativas en las últimas décadas, pero el entusiasmo público se ha visto reducido por unos cuantos fracasos ampliamente publicitados. Uno de los primeros ensayos en humanos, en 1999, resultó en la muerte de un adolescente y desencadenó una rápida evaluación de la tecnología subyacente. En otro estudio, cuatro de los 10 niños tratados con terapia genética para la enfermedad de inmunodeficiencia combinada severa (SCID, o síndrome del "niño burbuja") desarrollaron leucemia; resultó que el gen corregido fue insertado demasiado cerca de un gen que causa cáncer, y lo activó.
"La historia de la terapia genética es una historia sesgada, y tiene tendencia a esperar demasiado y demasiado rápido", afirma Theodore Friedmann, profesor de pediatría en la Universidad de California, en San Diego, y ex-presidente de la Sociedad Americana de Terapia Genética.
Sin embargo, a pesar de los contratiempos, y tal vez a causa de ellos, los investigadores se han estado moviendo hacia adelante con cautela pero con firmeza, probando que la terapia genética es un método viable para el tratamiento de enfermedades. Además de otros tratamientos de terapia genética para el SCID más exitosos, el año pasado los científicos mostraron que la técnica también podría usarse para tratar una enfermedad cerebral rara aunque mortal. La nueva investigación anuncia un movimiento hacia el uso de terapias genéticas para las enfermedades genéticas más comunes. "Es un trabajo muy bueno, y es importante porque amplía la tecnología hacia enfermedades más generalizadas y en todo el mundo—estoy muy impresionado", afirma Friedmann.
"Los resultados son muy alentadores para el campo", señala Derek Persons, hematólogo experimental en el Hospital de Investigación Infantil St. Jude en Memphis, Tennessee, que está trabajando para conseguir una terapia similar y tiene previsto colaborar con Leboulch en un próximo estudio. Los resultados, afirma, son el resultado de casi tres décadas de trabajo de varios laboratorios en todo el mundo—pero son sólo el comienzo. Señala que el paciente de Leboulch ya generaba cierta producción funcional de hemoglobina. No la suficiente como para sobrevivir sin transfusiones, pero suficiente como para que la actividad adicional del gen insertado lo llevara a niveles manejables. "Si empiezas desde cero", lugar en el que se encuentran la mayoría de pacientes con talasemia más grave, "sería mucho más difícil", afirma.
Leboulch y sus colaboradores vigilarán de cerca a su primer paciente para asegurarse de que sigue estando sano y estable. Mantienen cautela, puesto que el vector que utilizaron para insertar el ADN revisado también parece haber provocado un aumento de la producción de una proteína asociada con tumores benignos. Están colaborando con una compañía de Cambridge, Massachusetts, llamada Bluebird Bio, y si su primer paciente se mantiene estable, van a iniciar la terapia con un segundo paciente a principios del año próximo, con el objetivo de ampliar el estudio a 10 pacientes en 2012. Y puesto que la enfermedad de células falciformes está tan estrechamente relacionada, Leboulch espera usar el mismo vector de modificación genética en pacientes con anemia de células falciformes, también a partir de 2012.
"Esto abre vías para poder tratar las enfermedades genéticas de forma permanente con un solo procedimiento", afirma Leboulch. "Y de todo esto también podemos aprender la forma de aplicar métodos similares a enfermedades no hereditarias, incluyendo el cáncer. Abre muchas posibilidades".