Un grupo de científicos estudia nuevas formas de manipular los microorganismos dentro de nosotros.
A principios de este verano, un equipo de científicos informó sobre el éxito de un transplante médico inusual; una mujer cuya vida se vio amenazada por una infección de Clostridium difficile fue tratada, y al parecer curada, con una inyección de algunas de las bacterias del intestino de su esposo sano. Los investigadores en la actualidad están explorando los efectos de este tipo de trasplante con mayor detalle. Tienen la esperanza de, en última instancia, tratar una amplia gama de dolencias—desde enfermedades del intestino a la obesidad, desde la diabetes a la depresión—mediante la manipulación de las bacterias que viven en el intestino humano.
Los microbios que habitan en nuestro tracto digestivo, la piel, la boca y otras partes del cuerpo—conocidos colectivamente como el microbioma humano—juegan un papel clave en la salud humana, influyen en el metabolismo, la función inmune, y mucho más. (Cada uno de nosotros contiene aproximadamente 10 veces más células microbianas que humanas.) Los científicos están explorando una serie de formas de manipular nuestros microbios, incluyendo la ingesta de alimentos como el yogur que contengan bacterias saludables. Sin embargo el trasplante de una población microbiana completa podría proporcionar un medio más potente para poner a punto nuestros ecosistemas intestinales. Comer más yogur, por ejemplo, no ha ayudado a las personas con infecciones de C. difficile, afirma Rob Knight, profesor asociado de química y bioquímica en la Universidad de Colorado en Boulder.
Knight, junto a colaboradores de Barcelona, España, está estudiando los trasplantes de microbios en roedores con la esperanza de aplicar el enfoque de manera más eficaz en las personas. En un artículo publicado la semana pasada en la revista Genome Research, los investigadores demostraron haber podido transplantar con éxito toda la comunidad microbiana del sistema digestivo de una rata saludable a otra. Después de tres meses, el microbioma del destinatario se parecía más al del donante, aunque los dos microbiomas no eran idénticos.
También informaron que los antibióticos, que esperaban harían más fácil la colonización, en realidad impidieron el crecimiento. Los animales tratados con los fármacos antes del trasplante terminaron con un microbioma menos diverso, y que también tenía menos parecidos con el del donante. Aunque el hallazgo necesita ser confirmado en las personas, sugiere que los antibióticos podrían ser contraproducentes en el proceso de trasplante, afirma Knight.
A diferencia de los trasplantes tradicionales de órganos o tejidos, las ratas no mostraron evidencias de rechazo. "No notamos nada. No se pusieron enfermas—ni siquiera con diarrea", asegura Chaysavanh Manichanh, investigador en la Unidad de Investigación del Sistema Digestivo en el Instituto de Investigación del Hospital Universitario Vall d'Hebron de Barcelona, y primer autor del estudio.
Jo Handelsman, profesora del departamento de biología molecular, celular y del desarrollo en la Universidad de Yale, afirma que la idea de trasplantar un microbioma completo es muy provocativa, puesto que aún no sabemos qué microbios son importantes y cuáles no.
"A veces, cuando tratamos de definir todos los genes y cada organismo específico, echamos de menos ciertas cosas. Eso es lo atractivo de tener una comunidad real y su transferencia completa", afirma. En última instancia, tendremos un mejor entendimiento de qué microbios son más importantes, y sobre lo que podemos comer—o evitar comer—para fomentar el crecimiento y la estabilidad de las comunidades de microbios "buenos", afirma.
Los investigadores inicialmente trabajaron con la hipótesis de que el trasplante se vería favorecido por, en primer lugar, la limpieza de microbios del intestino del destinatario con antibióticos, según explica Manichanh. No obstante descubrieron que los antibióticos eran tan poderosos que interferían con el establecimiento de las colonias microbianas nuevas. Las ratas que no recibieron antibióticos mostraron más cambios en su flora que las que los recibieron.
George M. Weinstock, profesor de genética en la Universidad de Washington en St. Louis, además de director asociado del Centro del Genoma de la escuela, afirma que es demasiado pronto para saber si un trasplante similar funcionará en las personas, y si es así, para qué enfermedades. Aunque los experimentos anecdóticos han demostrado que cambiar el microbioma de alguien puede ser un tratamiento para una enfermedad, no existen experimentos definitivos, afirma.
David A. Relman, profesor de medicina y de microbiología e inmunología en la Universidad de Stanford, asegura que también queda por ver si el trasplante se puede estandarizar para producir y reproducir resultados fiables. Tomar los microbios del intestino de una persona posiblemente podría tener un efecto positivo sobre los trastornos que implican la proliferación bacteriana, aunque también podría tener efectos potencialmente peligrosos. Este nuevo estudio hizo un seguimiento de las ratas durante tres meses y encontró que las nuevas colonias de microbios se mantuvieron estables. Sin embargo, los estudios futuros tendrán que seguir a los receptores de trasplante a más largo plazo, afirma Relman.
El siguiente paso en su investigación, señala Manichanh, es ver si un trasplante de microbioma puede afectar el curso de la enfermedad de un animal enfermo. Ella y su equipo en primer lugar planean observar el síndrome del intestino irritable. Ya están trabajando para catalogar la diversidad microbiótica de las personas con este trastorno, y tienen la esperanza de asociar cepas específicas de bacterias con la enfermedad.