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Biotecnología

La epopeya para convertir los implantes cerebrales en ratones de ordenador

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El interés científico por ayudar a las personas paralíticas y el de las empresas por crear interfaces cerebro-máquina para consumo masivo han acelerado los avances del campo. Controlar los ordenadores con la mente ofrece grandes oportunidades para los discapacitados, pero podría acabar con la privacidad de nuestros pensamientos

  • por Antonio Regalado | traducido por Ana Milutinovic
  • 15 Noviembre, 2021

En una habitación de 3,6 por seis metros ubicada en un centro de enfermería especializada en Menlo Park (EE. UU.), un equipo de investigadores está probando la próxima evolución de la interfaz de ordenador dentro de la materia blanda de la corteza motora de Dennis DeGray. El sujeto está paralizado del cuello para abajo, a causa de una caída en su jardín mientras sacaba la basura, lo que, según sus palabras, le ha dejado "inmovilizado al máximo". Dirige su silla de ruedas soplando por un tubo.

Pero DeGray es un virtuoso en el uso de su cerebro para controlar el ratón de ordenador. Durante los últimos cinco años, ha participado en BrainGate, una serie de ensayos clínicos en los que los cirujanos insertan sondas de silicona del tamaño de una pequeña píldora en los cerebros de más de 20 personas paralíticas. Mediante estas interfaces cerebro-máquina, los investigadores pueden detectar la activación de docenas de neuronas cuando estas personas piensan en mover sus brazos y manos. Y al enviar estas señales a un ordenador, los científicos han permitido a las personas con implantes agarrar objetos con brazos robóticos y dirigir aviones en los simuladores de vuelo.

DeGray es el mecanógrafo cerebral más rápido del mundo. Estableció ese récord por primera vez hace cuatro años, cuando usó las señales de su cerebro para moverse sobre un teclado virtual con un cursor de apuntar y hacer clic. Seleccionando letras en una pantalla, alcanzó la tasa de ocho palabras correctas en un minuto. Luego, justo antes del inicio de la pandemia de coronavirus (COVID-19), superó su propio récord, con una nueva técnica en la que imaginaba que escribía cartas a mano en un papel de líneas. Con ese método, logró escribir correctamente 18 palabras por minuto.

Una de las personas responsables de los estudios con DeGray es el neurocientífico e ingeniero eléctrico de la Universidad de Stanford (EE. UU.) Krishna Shenoy, uno de los líderes del proyecto BrainGate. Mientras que otros investigadores de interfaces cerebrales captaban la atención con demostraciones espectaculares, el grupo de Shenoy se ha centrado en crear una interfaz práctica que los pacientes paralíticos puedan utilizar para las interacciones diarias con el ordenador. El experto recuerda: "Tuvimos que perseverar en los primeros días, cuando la gente decía: 'Ah, mola más hacer un brazo robótico, sería una historia mejor'. Pero si pueden hacer clic, entonces podrán usar Gmail, navegar por la web y poner música".

Shenoy resalta que está desarrollando la tecnología para las personas "más necesitadas y en los peores estados". Entre ellas se incluyen pacientes completamente paralíticos e incapaces de hablar, como los que se encuentran en la etapa final de la ELA.

Pero si la tecnología permite a personas como DeGray conectar su cerebro directamente a un ordenador, ¿por qué no extenderlo a más gente? En 2016, Elon Musk fundó Neuralink, que empezó a desarrollar una "máquina de coser" neuronal para implantar un nuevo tipo de electrodo. Musk afirmó que su objetivo era establecer una conexión de alto rendimiento con los cerebros humanos para que la sociedad pudiera seguir el ritmo de la inteligencia artificial.

Dennis Degray con implante y pantalla

Foto: Dennis DeGray usa señales cerebrales para controlar el cursor de un ordenador. En una prueba de mecanografía, escribió 18 palabras por minuto, aproximadamente la mitad de rápido que una persona promedio sin discapacidad que envía mensajes de texto desde un teléfono inteligente. Créditos: PBS Newshour Original Still, cortesía de Newshour Productions LLC.

El mismo mes que Neuralink anunció sus planes, Facebook dijo que desarrollaría un casco "no invasivo" para leer el cerebro y traducir los pensamientos en publicaciones en las redes sociales. Lo que siguió ha sido una gran ola de inversión en interfaces cerebrales de todo tipo, incluidos los lectores de electroencefalografía (EEG), cintas magnéticas para la cabeza y nuevos tipos de sondas implantadas con gran densidad capaces de medir señales de decenas de miles de neuronas a la vez.

Estas empresas han recaudado alrededor de 260 millones de euros en los últimos 12 meses, a pesar de que este año Facebook abandonó su idea (determinó que un casco para leer el cerebro tardaría años en convertirse en una forma viable de enviar mensajes de texto). "El campo era imposible para inversiones hasta que entró Elon. Eso es lo que provocó las olas de sorpresa en el mundo del capital de riesgo. Actualmente los recursos resultan casi infinitos", afirma Shenoy.

Sin embargo, el dinero viene con una trampa. Los investigadores médicos como Shenoy quieren ayudar a los casos más desesperados. Pero los emprendedores buscan la próxima interfaz para todos. Musk ha explicado que quiere implantes cerebrales disponibles para cualquier consumidor; Neuralink incluso diseñó una elegante silla quirúrgica blanca donde imagina que la gente se sentará para un procedimiento rutinario de implante que duraría unos 30 minutos.

Shenoy, que es consultor contratado por Neuralink, me confesó que sentía una paradoja científica. Él se opone a los implantes cerebrales de consumo; le preocupa casi todo, desde su impacto en la desigualdad (¿y si solo algunas personas pueden pagarlo?) hasta las consecuencias de vincular directamente los cerebros de las personas a las redes sociales. Pero ha hecho un trato fáustico al trabajar con Neuralink, que aporta los tan necesarios recursos para comercializar una interfaz que, al menos al principio, promete beneficios para las personas paralíticas.

Shenoy admite: "No es nada cómodo, pero así es la ciencia. Cualquier cosa que sea terapéutica y reconstituyente, me gusta. Cualquier cosa que sea electiva, solo para mejorar, no quiero trabajar en eso. Pero cuando la tecnología está en una fase tan temprana, no se puede avanzar con los aspectos reparadores sin tener que alinearse términos generales con las personas que quieren llevarlo más allá. Estamos en la primera parte del mismo camino".

Un mono jugando al 'Pong'

Neuralink es una empresa envuelta en bastante secretismo, se comunica con el público principalmente a través de sus presentaciones más propias del teatro. La última, en abril de 2021, mostraba a un macaco Rhesus (Macaca mulatta) llamado Pager jugando el videojuego de Pong con su mente. La demostración provocó una reacción entusiasta en las redes sociales, así como una demanda por parte de los activistas por los derechos de los animales, pero jugar al juego de Pong con la mente no era nada nuevo. Matt Nagle de BrainGate ya había jugado ese juego en 2005 contra un editor de Wired.

El verdadero avance realizado por Neuralink fue algo que no aparecía en el vídeo: el implante en sí. Los diseñadores de chips de la empresa habían creado un disco del tamaño de la tapa de una botella pequeña, con procesadores y una radio inalámbrica, que se conectaba a los electrodos cosidos en la corteza del mono. El disco se encuentra al ras del cráneo del mono y está cubierto con la piel, lo que le da al implante un aspecto más práctico que los cables que sobresalen de la cabeza de DeGray.

En una publicación de blog, Neuralink explicó que lo del Pong era solo una demostración, y también expresó por primera vez para qué se usaría su implante, al menos a corto plazo. Decía: "Nuestro primer objetivo es devolver a las personas con parálisis su libertad digital: para comunicarse más fácilmente a través de texto, seguir su curiosidad en la web, expresar su creatividad a través de la fotografía y el arte y, sí, jugar videojuegos". Más tarde, un ingeniero de Neuralink confesó a IEEE Spectrum que la empresa tenía el objetivo específico de batir el récord de la comunicación cerebral de DeGray.

Pero los planes a largo plazo de Musk resultan igualmente claros: su opinión es que los cerebros humanos deben estar conectados directamente a teléfonos, ordenadores y apps. La posibilidad de realizar las búsquedas en Google directamente desde el cerebro. O incluso se puede imaginar conectándose con la mente de otra persona, viendo y escuchando lo que hace esa otra persona.

Musk asegura que todo esto forma parte de una estrategia para compensar los riesgos existenciales que cree que la futura inteligencia artificial (IA) representará para la humanidad, como un escenario en el que una IA decide acabar con la humanidad, al estilo Terminator. Su opinión es que, para evitar tal resultado, los humanos deberían convertirse en cíborgs y fusionarse con la IA. "Si no puedes vencerlos, únete a ellos", escribió Musk en Twitter en julio de 2020, describiendo la frase como la "declaración de la misión de Neuralink".

Shenoy destaca que está desarrollando la tecnología para recuperar la existencia digital a las personas "más necesitadas y en los peores estados".

Neuralink señala que su objetivo final es "crear una interfaz cerebral completa capaz de conectar la inteligencia biológica y la artificial". Desde el punto de vista tecnológico, lograr ese objetivo significa desarrollar una conexión cerebro-máquina de gran ancho de banda capaz de acceder a miles o millones de neuronas a la vez.

Esa tecnología aún no está lista. El sistema que utiliza DeGray mide alrededor de 100 electrodos a la vez. En general, los implantes cerebrales utilizan cada electrodo para seguir la actividad de una neurona. El implante N1 de Neuralink mide desde 1.024 electrodos que se encuentran a lo largo de los finos hilos de metal; eso significa que detecta alrededor de 1.000 neuronas. Y hasta ahora solo se ha probado en monos y cerdos.

Cuando se trata de implantes de consumo instalados mediante cirugía cerebral electiva, los reguladores, la opinión pública e incluso los profesionales médicos también se pueden interponer en el camino. En 2016, una encuesta de Pew Research encontró que el 69 % de los estadounidenses estaban muy preocupados por la perspectiva de los chips cerebrales que ofrecían una capacidad mejorada para concentrarse o procesar la información. Según Pew, esta oposición estaba fuertemente relacionada con el miedo a la "pérdida del control humano".

cerebro con alas ilustracion

Y también habrá que convencer a los neurocirujanos de que perforen agujeros en la cabeza de personas sin discapacidad. El neurocirujano de la Universidad de Stanford que colocó los implantes de DeGray y codirige el proyecto con Shenoy, Jaimie Henderson, cree que los implantes pequeños introducidos con un mínimo trauma son de un "riesgo bastante bajo", y el principal peligro es una probabilidad de infección de entre el 3 % y el 5 % (un riesgo que puede valer la pena para mejorar la vida de una persona gravemente discapacitada). La pregunta será si las personas sin discapacidad reciben lo suficiente de un ratón de ordenador implantado para compensar los peligros, aunque sean pequeños.

Henderson afirma: "No me queda claro qué beneficios podrían obtener las personas sin discapacidad de cualquier sistema actual de interfaz cerebro-máquina. Nuestro objetivo es intentar recuperar la función de las personas que la han perdido, lo mejor que podamos, no proporcionar algún tipo de capacidad 'sobrehumana'".

Aun así, Shenoy fue uno de varios científicos académicos que me dijeron que, les guste o no, creían que los implantes cerebrales de consumo serían posibles. Un elevado número de personas como DeGray han vivido con implantes cerebrales durante años, con pocos efectos negativos, y están logrando un dominio útil del cerebro como si fuera un ratón de ordenador. Y admite: "Tecnológicamente, no veo ninguna barrera. No hubiera dicho eso hace 10 años y quizás tampoco hace cinco. Básicamente se trata de electrodos, chips y una radio".

Para algunos, esta interfaz resulta interesante por la gran cantidad de tiempo que pasamos usando teléfonos, jugando videojuegos, escuchando pódcasts y navegando por las redes sociales. Eso está impulsando muchas inversiones en nuevas formas de interacción con el cerebro, afirma la profesora de derecho de la Universidad de Duke (EE. UU.) Nita Farahany, que está escribiendo un libro sobre neurotecnología de consumo.

La experta detalla: "La cuestión de por qué empresas aparentemente dispares están invirtiendo en esto tiene que ver con que, si pudiéramos usar el cerebro como controlador, en vez de un ratón o un joystick, no sería tan loco querer invertir en eso. Esta puede ser la próxima revolución de la interfaz de ordenador".

Nathan Copeland es otra persona paralítica que vive con un implante cerebral y forma parte de un estudio en Pittsburgh (EE. UU.). El año pasado se convirtió en la primera persona en conectar su cabeza a una tablet en casa, en su propio tiempo libre, no como parte de una sesión científica (normalmente se necesita un pequeño equipo de trabajadores médicos en un entorno clínico). Copeland me contó que al principio usaba el dispositivo ocho horas al día, que jugaba videojuegos y usaba programas de dibujo. Más tarde se cansó: su tablet es un dispositivo médico que utiliza una versión más antigua de Windows y su batería no dura mucho.

Además, me confesó que pensaba que las personas paralíticas son "pilotos de prueba" para las futuras interfaces cerebrales de consumo. En su propio caso, lo que más le interesa es poder jugar más videojuegos, uno de sus pasatiempos favoritos, a un nivel superior.

El punto de inflexión

De las aproximadamente 35 personas que han recibido un implante cerebral a largo plazo para interactuar con un ordenador, 29 de ellas, incluido DeGray, tienen implantes de electrodos construidos por la empresa Blackrock Neurotech de Salt Lake City (EE. UU.). El implante, denominado matriz de Utah, es un cuadrado de silicio con 100 agujas pequeñas, que se inserta en la superficie del cerebro. Blackrock vende sus sistemas principalmente a investigadores que experimentan con animales, pero como los inversores se han interesado tanto en los implantes, los analistas a veces se han referido a Blackrock y Neuralink como el Lyft y el Uber de las interfaces cerebrales.

El presidente de Blackrock e ingeniero eléctrico, Florian Solzbacher, cree que es el momento adecuado para avanzar con los implantes para personas paralíticas. Afirma: "La gente pensará: 'Dios mío, es una neurocirugía, pero en realidad no hemos visto ningún problema". Cada vez que aparece un vídeo de alguien controlando un robot o comiendo un bizcocho con una mano robótica, Solzbacher reconoce que recibe llamadas de personas paralíticas que le preguntan cuándo podría estar disponible un producto comercial. Hace poco ha empezado a responder que podría suceder pronto: "Siempre decía dentro de 15 años, y ahora puedo decir por primera vez que pronto podrían llevárselo a casa".

Los experimentos de la "realidad mixta" realizados en el espacio virtual ofrecen una idea de cómo las personas sin discapacidad pueden experimentar los mundos de los ordenadores a través de las interfaces cerebrales.

Eso se debe a varios factores, incluido el desarrollo de una versión inalámbrica del hardware de BrainGate. En lugar de cables, los sujetos tienen un transmisor inalámbrico del tamaño de un disco de hockey colocado en sus puertos cerebrales. No es tan compacto y elegante como la electrónica de Neuralink, pero funciona. Solzbacher afirma que su empresa planea buscar aprobación para vender su propio sistema inalámbrico mejorado a las personas con ELA o con parálisis severa.

Solzbacher resalta que la mecanografía de DeGray muestra el potencial de la tecnología: puede escribir palabras mucho más rápido que cualquier persona que use una cinta EEG, por ejemplo. Y añade: "Eso significa que es 10 veces más rápida que cualquier otra tecnología. Esa persona ya puede empezar a ser productiva y tiene un rendimiento cercano al de una persona sin discapacidad".

No obstante, Solzbacher recibe financiación de personas que no solo están interesadas en ayudar a las personas paralíticas. Este año, su compañía recaudó 8,6 millones de euros de inversores, incluido el multimillonario alemán Christian Angermayer, quien invierte y mucho en compuestos psicodélicos, tratamientos de longevidad y salud mental. En un tuit, Angermayer no dejó ninguna duda sobre su fe en que un ratón cerebral de uso general es el objetivo final: "Es fundamentalmente un dispositivo de input y output para el cerebro y puede beneficiar a TODOS. Podemos encontrar casos de uso realmente asombrosos y creo que Blackrock nos llevará allí. Las personas se comunicarán entre sí, harán su trabajo e incluso crearán obras de arte, directamente con sus mentes".

Solzbacher resalta que, por ahora, ninguno de los planes o proyecciones internas de Blackrock involucran los implantes cerebrales de consumo. Pero, sí reconoce que podría suceder: "Supongo que hay una parte de la sociedad que realmente lo quiere, aunque no tenga ninguna discapacidad". Le pregunté si alguna persona sin discapacidad había pedido tal dispositivo alguna vez, pero me respondió que aún no había recibido ese tipo de solicitud.

La realidad mixta

Robert "Buz" Chmielewski tenía la cabeza agachada para concentrarse y una pantalla le impedía ver cuál de los dos balones de fútbol se había colocado en la mano robótica que estaba controlando. Usando sus pensamientos, Chmielewski cerró la mano de plástico y metal y apretó la pelota. "La bola rosa", respondió. Cuando el investigador la cambió por otra bola más rígida, Chmielewski pudo notar el cambio. "La bola negra", dijo.

A Chmielewski, que tiene 50 años, le implantaron sus matrices de Utah en 2019, 30 años después de que un accidente de surf lo dejara en una silla de ruedas. Durante los dos años que duró el experimento (terminó en septiembre de este año), le colocaron más implantes que a cualquier otro paciente, un total de seis, en ambos hemisferios del cerebro. Debido a esto, pudo controlar dos brazos robóticos simultáneamente. Además, tres de las sondas colocadas en su corteza sensoriomotora enviaban señales de regreso a su cerebro, lo que le permitía recibir información táctil de los robots.

Buz Chmielewski con brazos robóticos

Foto: Robert "Buz" Chmielewski, de 50 años, tenía implantes en ambos hemisferios del cerebro y pudo controlar dos brazos robóticos simultáneamente. Créditos: Johns Hopkins APL

Chmielewski fue parte de un proyecto en el Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins (APL, EE. UU.) que está probando nuevas formas de percepción. Chmielewski también probó los cascos HoloLens de Microsoft y usó su sentido del tacto virtual para organizar bloques en el espacio virtual. Durante una reciente presentación online, confesó: "Si alguien me hubiera dicho hace tres años que yo estaría controlando cosas con mis pensamientos, habría dicho que era una locura. Algunas de las aplicaciones en las que estamos trabajando me han dejado boquiabierto".

Entre los investigadores de APL está el director del programa de Inteligencia Humana y Mecánica, Michael Wolmetz, quien resalta que las demostraciones son solo un vistazo de los cambios "fundamentales" que se avecinan en la interacción humano-máquina, especialmente el concepto de la "realidad mixta". Los experimentos en el espacio virtual ofrecen una idea de cómo las personas sin discapacidad pueden experimentar los mundos de los ordenadores a través de las interfaces cerebrales, lo que convierte al proyecto del APL en una de las exploraciones más explícitas de cómo tal tecnología podría conducir a la mejora humana.

Wolmetz explica: "A lo largo de toda la historia biológica, la única forma en la que hemos interactuado con el medio ambiente ha sido a través de los sentidos y la función motora. Ahora, por primera vez, tenemos la capacidad de salir de ese paradigma. Es la primera vez que un organismo biológico lo consigue".

No sabe si las interfaces cerebrales implantadas quirúrgicamente alguna vez se usarán ampliamente, pero opina que son un "adelanto" de cómo los consumidores podrían usar futuros sistemas no invasivos, como cascos o cintas para la cabeza, para leer el cerebro, en caso de que se desarrollen.

Cuando le pregunté para qué pensaba que la gente podría usar tales interfaces en el futuro, me respondió que era difícil de predecir: "Es como preguntar para qué va a servir el ordenador. Creo que a lo largo de nuestras vidas será para todo. Pero en los próximos cinco años, es difícil de responder".

Algunos no solo quieren tener el ratón del ordenador en el cerebro, sino toda la interfaz, incluida la pantalla, o lo que sea que reemplace a la pantalla. Uno de ellos es el antiguo presidente de Neuralink, Max Hodak. Musk lo despidió en marzo de este año, no está claro por qué, pero Hodak rápidamente formó su nueva empresa Science Corp., con el respaldo financiero del multimillonario de criptomonedas Jed McCaleb. Hodak afirma que planea desarrollar un nuevo tipo de implante que se instala en la retina y puede enviar información a la corteza visual en la parte posterior del cerebro.

Al principio, la nueva compañía de Hodak buscará ayudar a personas como su abuelo, que quedó ciego por una enfermedad de la retina. Pero un producto médico es un pretexto para una ambición mayor: crear un dispositivo que también pueda producir imágenes en los ojos de las personas sin discapacidad.

"Podría ser simplemente una pantalla de ordenador que parece tan sólida como cualquier otra, y simplemente flotaría delante de los ojos. Cuando los ojos están abiertos, se vería el mundo de los átomos. Al cerrar los ojos, se vería el mundo de los bits", explica Hodak. Piensa que, dentro de una generación, los niños quedarán "desconcertados cuando les digamos que antes no había nada cuando cerrábamos los ojos".

Cuestiones éticas

Antes de que Musk y los capitalistas de riesgo aparecieran en escena, DARPA, la agencia de I+D del Departamento de Defensa de EE. UU., era el mayor patrocinador mundial de la investigación de las interfaces cerebrales. El investigador de la Universidad de Pittsburgh Andy Schwartz me ha explicado que está convencido de que la fascinación de los militares por esta tecnología surge de la película de Clint Eastwood de 1982, Firefox, cuya trama implica el esfuerzo por robar el jet MiG soviético controlado por el pensamiento. Después de que el ejército hiciera que uno de sus sujetos de investigación volara un avión de guerra simulado, Schwartz dejó de colaborar con la agencia.

El profesor de la Universidad de Brown (EE. UU.) y uno de los científicos fundadores de BrainGate, John Donoghue, también está preocupado por este "ambiente de circo" alrededor de los implantes cerebrales. Pasó un tiempo en una silla de ruedas cuando era niño, una de las razones por las que ha perseguido el objetivo de recuperar el movimiento a las personas paralíticas. Pero cuando dio una charla en Google hace unos años, un ingeniero se le acercó y le dijo que era un ávido jugador y que quería saber si sería posible tener un tercer pulgar.

El científico lamenta: "Eso es llevar las cosas al extremo. No quiero implantar electrodos en las personas para que puedan jugar mejor. Siempre desafío todas estas ideas porque no veo lo que ofrecen. Pero tampoco las descarto... eso es lo que está motivando a la gente. Lo genial que sería poder tener esta nueva interfaz".

Donoghue duda de que los implantes proporcionen superpoderes o de que pronto pueda descargar el libro de Francés para principiantes directamente en la cabeza. El cerebro ha evolucionado para recibir y enviar información a la velocidad actual, no a la velocidad de un cable Ethernet. Y afirma:"¿Ha escuchado un pódcast a velocidad 4x? No funciona muy bien. Nuestros cerebros están hechos para emitir y asimilar el habla a un nivel en el que podamos usarla".

Shenoy resalta que su preocupación consiste en que poner interfaces de ordenador en la mente de las personas conducirá a la desigualdad y al mismo tipo de abusos de información que se ven en internet.

Pero otros creen que leer y controlar la mente plantea peligros crecientes. En 2017, el mismo año en el que se dieron a conocer los planes de la interfaz cerebral de Neuralink y de la de Facebook, el grupo de investigadores Morningside Group publicó un manifiesto en la revista Nature que hizo sonar las alarmas sobre la "convergencia" entre la tecnología del cerebro y los avances de la inteligencia artificial.

El grupo se formó a instancias del neurocientífico de la Universidad de Columbia (EE. UU.) Rafael Yuste, quien se alarmó por los experimentos de su propio laboratorio, en los que no solo podía leer desde el centro visual del cerebro de un ratón, sino también usar un láser para hacer que el animal percibiera cosas que no estaban allí. El científico cuenta: "Podíamos controlar las percepciones visuales de los ratones y podíamos usarlos como marionetas".

Yuste mantiene una lista de experimentos que cree que muestran cómo la neurotecnología podría comprometer la autonomía humana. Por ejemplo, está el trabajo de Jack Gallant, que ha utilizado escáneres de resonancia magnética para deducir qué imágenes está viendo la gente. Luego está el científico que conectó el cerebro de un mono para controlar el brazo de otro mono, llamando a uno el "maestro" y al otro su "avatar".

Concepto de interfaz cerebral

El temor fundamental es que todo lo malo de internet (la desinformación, los hackers malintencionados, el control gubernamental, la manipulación corporativa, el infinito acoso) podría empeorar mucho más si la tecnología quebrantara lo que Morningside Group llama "la última frontera de la privacidad", si conociera nuestros pensamientos. "Hay un gran problema, y tiene que ver con la privacidad mental", asegura Yuste.

En mayo de este año, Yuste organizó una reunión online que duró un día, con expertos en ética y emprendedores neurotecnológicos para hablar del diseño responsable de la interfaz neuronal.

Varios participantes destacaron que creían que era necesario establecer unas normas antes de que fuera posible recopilar información del cerebro tan fácilmente. Durante la reunión, el CTO de Kernel, Ryan Field, que está desarrollando un casco no invasivo para leer la actividad del cerebro, afirmó: "No queremos pasar por este ciclo de grandes corporaciones recogiendo datos para beneficiarse y luego, al final, enfrentarse a las regulaciones y pedir perdón".

Yuste quiere unas reglas de privacidad mucho más estrictas que las que rigen los datos de internet o lo que hay en nuestro iPhone. Le gustaría que los datos cerebrales se trataran como los órganos de trasplante, con un seguimiento cuidadoso y con la prohibición de obtener beneficios de ellos. Como mínimo, según Yuste, los datos cerebrales deben protegerse como la información médica. También considera que se debería prohibir a los órganos militares el uso de implantes cerebrales.

"Tengo que cambiar"

De alguna manera, el campo de las interfaces cerebro-máquina ya está comenzando a cumplir su objetivo más elevado y el mayor temor de algunas personas: la fusión de los humanos e inteligencia artificial.

El caso de los voluntarios de investigación como DeGray es el más evidente. El zumbido de sus neuronas se interpreta por un software de inteligencia artificial llamado red neuronal recurrente. Cada día que DeGray utiliza su implante, comienza imaginando algunos movimientos simples, como dibujar un círculo. La red neuronal que detecta sus neuronas luego calibra el mapa estadístico que relaciona la actividad de cada neurona con el movimiento. Y la mayoría de las interfaces cerebro-máquina no solo usarán el software para interpretar las señales cerebrales, sino también para mejorarlas; por ejemplo, los programas pueden predecir qué palabra intenta deletrear alguien basándose en las primeras letras.

Esto da como resultado lo que Solzbacher llama "actividad compartida", o resultados elegidos en parte por una persona y en parte por una máquina. "Eso es científicamente interesante, pero también es una cuestión de ética. Porque, ¿quién toma realmente las decisiones cuando los sistemas se adaptan?", se pregunta.

Actualmente, lo más parecido al diseño de experiencias de interfaz cerebral son los experimentos que se están llevando a cabo con DeGray. Más recientemente, el equipo ha intentado que pruebe la mecanografía táctil mental. Si el software puede rastrear los movimientos que piensa hacer con los dedos, podría aumentar su velocidad de comunicación aún más. El problema es que antes de su accidente, DeGray nunca fue más que un simple mecanógrafo. Ahora tiene teclados de papel pegados en el techo sobre su cama para practicar pensando en escribir.

Algo que yo quería saber de DeGray es qué se siente al operar un ordenador con el cerebro. Describió lo que él llama un "encuentro de mentes" con una gran cantidad de máquinas y software leyendo sus pensamientos. Esto resultó especialmente cierto cuando realizaba la tarea de la escritura imaginaria.

Explica: "Es una interacción muy personal. Hay que sentir dónde están los movimientos en el propio cuerpo. Intento escribir las letras y él trata de entenderlo. No lo llamaría una relación, pero está cerca. Es casi una conversación entre el dispositivo y yo. A veces es un poco hosco al principio, es difícil despertarlo. Por supuesto, la máquina es perfectamente constante. Así que tengo que cambiar para que funcione".

Un día, DeGray se imaginó escribiendo 5.000 palabras. Trabajó tan duro que los investigadores tuvieron que recordarle que respirara. Recuerda: "Simplemente lo solté. En el transcurso de tantas palabras, uno puede llegar a ser consistente. Rápidamente se cae en un patrón que el ordenador puede reconocer".

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