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John Moore / Getty Images

Tecnología y Sociedad

Tras 20 años de ataques con drones, es hora de admitir que han fallado

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El primer ataque, de EE.UU. sobre Afganistán, falló su objetivo, e incluso hoy los talibanes creen en su efectividad. Sin embargo, dos décadas después aún siguen matando a civiles

  • por Emran Feroz | traducido por Ana Milutinovic
  • 13 Octubre, 2021

Después de que los talibanes se apoderaran de Kabul (Afganistán) a mediados de agosto, un hombre de barba negra con un Kaláshnikov apareció en las calles. Visitó a los expolíticos y pronunció un sermón durante las oraciones del viernes en la histórica mezquita Pul-e-Khishti de la capital. Pero el hombre, apasionado y aparentemente victorioso, no era un simple combatiente talibán entre decenas de miles de personas más: era el conocido líder talibán de la notoria ala militar del grupo Red Haqqani, Khalil ur-Rahman Haqqani.

Hace diez años, EE.UU. ofreció una recompensa de 5 millones de dólares (4,3 millones de euros) por su cabeza, por lo que su aparición generó muchos comentarios sobre cómo se movía libremente por Kabul; de hecho, en septiembre los talibanes incluso lo nombraron ministro de refugiados de Afganistán.

Pero lo que los cotilleos y los artículos de opinión no mencionaron fue que las apariciones públicas de Haqqani no supusieron la verdadera sorpresa, sino que fue su mera aparición: varias veces durante las últimas dos décadas, el ejército de EE. UU. pensó que lo habían matado en sus ataques con drones.

Claramente, Haqqani está vivo y coleando. Pero eso plantea una pregunta evidente: si Khalil ur-Rahman Haqqani no fue asesinado en esos ataques con drones de Estados Unidos, ¿quién fue?

La habitual respuesta anodina es "terroristas", ya institucionalizada por los niveles más altos de seguridad de Estados Unidos. Pero los últimos días de la retirada estadounidense de Afganistán demostraron que eso no es necesariamente cierto. Un día después de un ataque a las tropas en el abarrotado aeropuerto de Kabul, por ejemplo, Estados Unidos respondió con un ataque "selectivo" con drones en la capital. Posteriormente se supo que el ataque había matado a 10 miembros de una familia, todos ellos civiles. Una de las víctimas había trabajado como intérprete para Estados Unidos en Afganistán y tenía preparado un visado especial de inmigrante. Siete víctimas eran niños. Esto no coincide con la general historia de éxito contada al principio por la administración de Biden.

Sin embargo, con este ataque pasó algo diferente. Durante años, la mayoría de las operaciones aéreas realizadas por Estados Unidos ocurrían en lugares rurales y remotos donde pocos hechos se podían verificar y no mucha gente podía acudir.

Pero este ataque sucedió en medio de la capital del país.

De hecho, el último ataque con drones de EE. UU. en Afganistán fue extrañamente similar al primero

Los periodistas e investigadores podían visitar el sitio, lo que significaba que podían verificar fácilmente lo que afirmaba Estados Unidos, y pronto quedó claro lo que había ocurrido. Primero, los canales de televisión afganos, como Tolo News, mostraron a los familiares de las víctimas. También empezaron a llegar los medios de comunicación internacionales, debido a la atención prestada a la retirada de Afganistán. Un informe detallado del New York Times obligó a Washington (EE. UU.) a retractarse de sus afirmaciones anteriores"Fue un error trágico", reconoció el Pentágono durante una rueda de prensa, ya que se vio obligado a admitir que el ataque había matado a civiles inocentes sin vínculos con ISIS.

De hecho, el último ataque con drones de Estados Unidos en Afganistán, su último acto de violencia de alto nivel, fue extrañamente similar al primero.

El 7 de octubre de 2001, Estados Unidos y sus aliados invadieron Afganistán con el objetivo de derrocar al régimen talibán. Ese día tuvo lugar la primera operación con drones de la historia. El dron armado Predator sobrevoló la provincia sureña de Kandahar (Afganistán), conocida como la capital de los talibanes, que era el hogar del mulá Mohammad Omar, el líder supremo del grupo. Los operadores presionaron el botón para matar a Omar y dispararon dos misiles Hellfire contra un grupo de afganos barbudos con túnicas sueltas y turbantes. Pero después, Omar no fue encontrado entre ellos. De hecho, logó esquivar los drones supuestamente precisos durante más de una década, y finalmente murió por causas naturales en un refugio a solo unos kilómetros de una extensa base estadounidense. En cambio, Estados Unidos dejó un largo rastro de sangre afgana en sus intentos de matarlo a él y a sus asociados.

La extécnica de drones del ejército estadounidense convertida en denunciante Lisa Ling me confesó: "La verdad es que no podíamos diferenciar entre los combatientes armados y agricultores, mujeres o niños. Este tipo de guerra está mal en muchos niveles".

Más de 1.100 personas murieron en Pakistán y Yemen entre 2004 y 2014 durante la búsqueda de 41 objetivos, según la organización británica de derechos humanos Reprieve. La mayoría de esos objetivos son hombres que todavía están vivos, como los Haqqanis, o el líder de Al-Qaeda Ayman al-Zawahiri, que acaba de publicar otro libro mientras miles de personas han sido asesinadas por drones en su lugar. Ya en 2014, la Oficina de Periodismo de Investigación (Bureau of Investigative Journalism) con sede en Londres (Reino Unido) reveló que solo el 4 % de las víctimas de drones en Pakistán habían sido identificadas como militantes vinculados a Al-Qaeda. También subrayó que la propia CIA, responsable de los ataques en el país, desconocía la afiliación de todos los asesinados. "Identificaron a cientos de los muertos como simplemente combatientes afganos o paquistaníes", o como "desconocidos", señalaba el informe.

Sin embargo, muchos funcionarios militares y políticos estadounidenses siguen insistiendo en la narrativa de los drones. Incluso los grupos militantes que eran el objetivo hacen lo mismo: durante un par de años, los talibanes han usado drones comerciales armados para atacar a sus enemigos, describiendo los drones como tecnológicamente superiores, tal y como lo habían hecho los estadounidenses antes. "El sistema de selección de objetivos de los drones es muy exacto", aseguró recientemente un miembro de la unidad de drones de los talibanes al periodista afgano Fazelminallah Qazizai.

Los talibanes no tienen los mismos recursos de drones que Estados Unidos. No están respaldados por una red global de asesinatos compuesta por operadores y expertos en meteorología. Tampoco tienen una estación de retransmisión satelital como la de la base aérea de Ramstein en Alemania, que fue descrita como el corazón de la guerra de drones de Estados Unidos en los documentos proporcionados por el exanalista de inteligencia convertido en denunciante Daniel Hale.

(Hale también ha revelado pruebas que muestran que la mayoría de las víctimas de drones en Afganistán eran civiles. Su recompensa fue de 45 meses en prisión).

Pero, a pesar de no tener los mismos medios que Estados Unidos, los talibanes también están convencidos de que los drones son las armas perfectas. Un operador de drones talibanes afirmó a Qazizai: "Trabajamos por nuestra ideología".

Parece que ellos, al igual que EE. UU., tienen una fe ciega en esta tecnología, a pesar de que saben que los ataques no alcanzan sus objetivos a menudo.

Emran Feroz es periodista independiente, escritor y fundador de Drone Memorial, un monumento virtual para víctimas civiles de ataques con drones.

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