Funciona hasta 300 veces al día, con una duración de seis segundos en cada ocasión. Estos dispositivos personalizados podrían ayudar a quienes han agotado las demás opciones de tratamiento. Los científicos esperan que en el futuro no haga falta cirugía para la estimulación del cerebro
Sarah tiene 36 años y vive en California (EE. UU.). Durante cinco años había sufrido depresión crónica. Tenía pensamientos suicidas varias veces por hora y no podía tomar decisiones sobre cuestiones básicas como qué comer. No le había ayudado nada de lo que había intentado para tratarla, ni siquiera la terapia electroconvulsiva (TEC).
Pero, en junio de 2020, le insertaron un implante en el cráneo que pasa corriente a las partes de su cerebro que causan su enfermedad. Los impresionantes resultados, publicados en Nature Medicine, plantean la posibilidad de tratamientos personalizados para las personas con enfermedades mentales graves que no responden a la terapia o a la medicación. Sarah (no se ha informado de su apellido) destacó en una rueda de prensa: "Mi depresión se ha mantenido a raya, y eso me ha permitido comenzar a reconstruir una vida que vale la pena vivir".
La instalación del dispositivo implicó varios pasos. Primero, el equipo de la Universidad de California en San Francisco (EE.UU.) usó 10 electrodos para mapear la actividad cerebral de Sarah. Esta fase duró 10 días y, durante ese tiempo, el equipo notó que los altos niveles de actividad en una parte específica de la amígdala de Sarah predecían la aparición de una depresión severa. También descubrieron que una pequeña descarga eléctrica en otra región de su cerebro, llamada estriado ventral, mejoró significativamente estos síntomas. A continuación, implantaron un dispositivo de neuroestimulación y lo configuraron para activar un pequeño pulso de electricidad en esa área cuando detecta altos niveles de actividad asociados con los síntomas de la depresión.
Sarah (en la foto de arriba) no puede sentir estas descargas eléctricas, lo cual es bueno, ya que ocurren hasta 300 veces al día y cada una dura seis segundos. El dispositivo no emite ningún impulso por la noche porque provocan sentimientos de energía y alerta, que podrían interferir con la capacidad de Sarah para dormir.
Antes de la implantación del dispositivo, Sarah tenía una puntuación de 36 sobre 54 en la Escala Montgomery-Åsberg de evaluación de la depresión, el sistema de puntuación que se utiliza habitualmente para calificar la gravedad de estos síntomas. Después de dos semanas, su puntuación cayó a 14. Actualmente está por debajo de 10.
Sarah admite que la mejora en su salud mental fue tan rápida como potente. Confesó: "Tuve un verdadero momento '¡ajá!'. Sentí una sensación de alegría intensa, y la depresión se convirtió en una pesadilla lejana. También me pude dar cuenta de que la depresión no es un defecto personal, sino una enfermedad tratable".
La idea de descargas de electricidad terapéuticas en el cerebro no es nueva: la estimulación cerebral profunda (DBS, por sus siglas en inglés) se ha utilizado como tratamiento para decenas de miles de pacientes con la enfermedad de Parkinson y la epilepsia. De hecho, el dispositivo en el cerebro de Sarah está aprobado por la Administración de Medicamentos y Alimentos de EE. UU. (FDA, por sus siglas en inglés) para la epilepsia (sus médicos tenían que pedir un permiso especial para el ensayo). Sin embargo, ha resultado difícil lograr que funcione para los pacientes con depresión, porque ese trastorno implica actividad en diferentes partes del cerebro para distintas personas. No existe un mapa cerebral único para la depresión, y nunca lo habrá.
Por eso es tan tentadora la idea del tratamiento personalizado. Este ensayo es solo un estudio de un solo paciente, pero, aun así, resulta prometedor.
"La gran pregunta es si este enfoque se puede adaptar y escalar. Para eso, hará falta más datos de más pacientes", resalta la neuróloga Helen S. Mayberg, que lleva décadas estudiando el potencial de la estimulación cerebral profunda para tratar la depresión.
El equipo de investigación ya ha inscrito a dos pacientes más y espera reclutar a otros nueve. Todavía están muy lejos de buscar la aprobación de la FDA para su técnica. Se trata de un procedimiento invasivo y costoso que requiere semanas de ajustes y un día completo de cirugía, por lo que la verdad es que solo resulta adecuado para aquellos en los que otros tratamientos han fallado.
La gran esperanza es que algún día se elimine la necesidad de cirugía gracias a las nuevas tecnologías que permiten la estimulación cerebral profunda sin electrodos implantados, según el neurocirujano Edward Chang, uno de los coautores del artículo. Los dispositivos existentes no son tan precisos como un implante en el cráneo, pero con el tiempo podrán mejorar.
El neurocientífico cognitivo de la Universidad de Surrey (Reino Unido) Roi Cohen Kadosh está trabajando justo en este desafío y predice que en el futuro será posible conseguir los beneficios del implante de Sarah desde un dispositivo que estaría fuera del cráneo.
"Ahí es donde irá el futuro", concluye.