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Biotecnología

Seis claves sobre la COVID-19 prolongada en niños y adolescentes

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A medida que los adultos se vacunan contra el coronavirus, los más jóvenes empiezan a representar porciones cada vez mayores de la población infectada. Y, aunque el virus les infecta menos y de forma más leve, también son susceptibles de sufrir secuelas posagudas. El problema es que casi no hay información sobre ellos

  • por Cassandra Willyard | traducido por Ana Milutinovic
  • 16 Julio, 2021

Cuando se trata del coronavirus (COVID-19), los niños están bastante a salvo. Pueden infectarse y propagar el virus, pero tienen poco riesgo de enfermar gravemente o morir. Sin embargo, al igual que los adultos, pueden tener síntomas persistentes mucho más allá de la infección inicial. Esta afección, oficialmente conocida como secuelas posagudas de la infección por SARS-CoV-2 (PASC), a menudo se denomina COVID-19 "prolongada".

Y es algo que debe tomarse en serio, según el pediatra del Lucile Packard Children's Hospital de Stanford (EE. UU.) Alok Patel, quien afirma: "Aunque la propia COVID-19, la infección aguda, se presentó menos grave en los niños, la COVID-19 prolongada es muy debilitante, aislante y aterradora para las familias".

¿Por qué ahora?

La vacunación está cambiando la demografía de la pandemia. A medida que se más adultos vacunan, los niños y los jóvenes empiezan a representar proporciones cada vez más grandes del total de infectados. El número de casos entre niños sigue siendo más bajo que en el momento álgido de la pandemia, pero sus tasas de infección no han disminuido tan rápido como en los adultos.

Eso tiene sentido. El virus que todavía circula "afectará a las personas más vulnerables, que son las que no han sido vacunadas", dijo a NPR el vicepresidente del Comité de Enfermedades Infecciosas de la AAP (American Academy of Pediatrics o la Academia Estadounidense de Pediatría), Sean O'Leary. Los niños menores de 12 años aún no son elegibles para la vacunación, y los jóvenes que pueden recibir la vacuna tienen las tasas de vacunación más bajas. "Se ha prestado mucha atención a estos síntomas post-COVID-19 en adultos. Pero no teníamos el tipo de datos sólidos que necesitamos para la población pediátrica", resalta Patel. Eso ha empezado a cambiar lentamente.

¿Cuál es la tasa de incidencia de la COVID-19 prolongada en los niños?

Ese es el problema, simplemente no lo sabemos. "Faltan buenos estudios médicos publicados y revisados por pares sobre este tema", señala la especialista en enfermedades infecciosas y directora de la nueva clínica post-COVID-19 en el Hospital Infantil de Boston (EE. UU.), Alicia Johnston. Y los pocos estudios que existen hablan de tasas bastante diferentes.

Por ejemplo, investigadores de Italia encuestaron a los cuidadores de 109 niños infectados y encontraron que el 42 % tenía al menos un síntoma dos meses después del diagnóstico. Cuatro meses después, el número cayó al 27 %.

Pero los datos de la Oficina Nacional de Estadística de Reino Unido sugieren que solo entre el 10 % y el 13 % de los niños que dan positivo en la prueba de la COVID-19 tienen síntomas durante más de cinco semanas. Y entre el 7 % y el 8 % tiene síntomas después de las 12 semanas. Eso coincide con un estudio australiano, que examinó a 151 niños pequeños con COVID-19 y encontró que el 8 % todavía tenía síntomas de tres a seis meses después de la infección. Desde entonces, todos los niños se han recuperado.

Un estudio no revisado por pares seguía los síntomas entre más de 1.700 niños en edad escolar en Reino Unido que dieron positivo para el SARS-CoV-2. De ellos, el 4,4 % tuvo síntomas que duraron más de un mes. Y solo el 1,8 % tuvo síntomas que persistieron durante más de dos meses.

Otro artículo de preprint de Suiza comparó los síntomas de la COVID-19 prolongada en dos grupos de niños de entre 6 y 16 años: los que tenían anticuerpos contra el SARS-CoV-2 y los que no (y presumiblemente no habían sido infectados). El porcentaje de los niños positivos en la prueba de la COVID-19 que informaron al menos un síntoma osciló entre el 9 % a las cuatro semanas y el 4 % a las doce semanas. Pero, sorprendentemente, los investigadores encontraron tasas similares de síntomas entre aquellos que dieron negativo en la prueba de anticuerpos.

¿Qué causa la COVID-19 prolongada?

Los investigadores no saben por qué los síntomas persisten en algunos niños y adultos. Estos efectos persistentes podrían ser el resultado del daño orgánico causado por el virus. O quizás las proteínas virales que quedan en el cuerpo desencadenan una inflamación crónica. Algunos científicos especulan que puede haber virus replicándose a niveles muy bajos.

Lo que sí sabemos es que los síntomas persistentes no son exclusivos de la COVID-19. Otros virus también pueden causar síndromes posteriores a la infección. Pero a menudo resulta difícil determinar si los síntomas son causados directa o indirectamente por la COVID-19, subraya Patel. El estrés relacionado con la pandemia y los cambios sociales, como el cierre de las escuelas y el distanciamiento social, pueden tener un impacto profundo en la salud mental de los niños.

¿Cuáles son los síntomas?

Los síntomas de la COVID-19 prolongada en niños son similares a los observados en los adultos: fatiga, dolor muscular y articular, dolor de cabeza, pérdida del gusto u olfato, problemas respiratorios, opresión o dolor en el pecho y palpitación cardíaca. Johnston detalla: "Hemos visto a algunos niños que se quejan de dolor de cabeza continuo y realmente persistente, confusión mental y problemas de concentración".

¿Quién está en riesgo?

De nuevo, los investigadores no tienen respuestas sólidas. Algunos datos sugieren que los niños mayores tienen un mayor riesgo de desarrollar la COVID-19 prolongada que los más pequeños. Pero otros factores de riesgo siguen siendo vagos. Por ejemplo, no hay evidencia convincente de que la gravedad de la enfermedad inicial afecte el riesgo. "Muchos de los niños que se quejan de la COVID-19 prolongada sufrieron una enfermedad muy leve o completamente asintomática", afirma Johnston. 

Tampoco existe un vínculo claro con las patologías previas que podrían predisponer a alguien a desarrollar la COVID-19 prolongada. Si los médicos supieran qué niños tienen el mayor riesgo, "quizás haya algo preventivo que se podría hacer", sugiere Johnston, y añade: "Algunos de estos niños han estado sufriendo durante muchos meses antes de acudir a nuestra clínica".

¿Cómo se diagnostica y trata la COVID-19 prolongada?

No hay una prueba para la COVID-19 prolongada. Los médicos consultan el historial del paciente, documentan sus síntomas y evalúan si se infectaron previamente con el SARS-CoV-2 para llegar a un diagnóstico clínico. Y como nadie sabe qué causa la COVID-19 prolongada, los médicos no pueden curarla. Lo mejor que pueden hacer es tratar los síntomas. Un puñado de clínicas ha creado unidades especiales de la COVID-19 de larga duración destinadas a tratar específicamente a niños con esta enfermedad. 

¿La vacunación frenará los síntomas prolongados de la COVID-19?

Posiblemente. Ha habido muchos informes anecdóticos que sugieren que la vacunación puede ayudar. Y una encuesta de 900 personas en Reino Unido encontró que la vacunación redujo la gravedad de los síntomas en el 57 % de los participantes. (Poco menos del 7 % experimentó un empeoramiento de sus síntomas). Algunos inmunólogos plantean la hipótesis de que las vacunas podrían eliminar los restos del virus o detritus viral. Pero aún no hay datos específicos sobre eso para los niños.

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