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Octavio Passos / Getty Images

Biotecnología

Las vacunas no bastan. Necesitamos tratamientos contra la COVID-19 desesperadamente

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Las mutaciones, las bajas tasas de vacunación en los países pobres y el riesgo de que nuevos coronavirus salten de animales a humanos nos obligan a buscar antivirales contra las infecciones que reduzcan las muertes y las hospitalizaciones. Pero la falta de incentivos económicos y los desafíos del virus complican su búsqueda

  • por Cassandra Willyard | traducido por Ana Milutinovic
  • 01 Julio, 2021

El esfuerzo global para desarrollar vacunas contra el coronavirus (COVID-19) ha sido un triunfo científico. Por el contrario, la búsqueda de nuevas terapias ha tenido mucho menos éxito. Más de un año y medio después del inicio de la pandemia, existen pocas opciones de tratamiento para la COVID-19, y las que hay disponibles solo parecen tener un modesto impacto en el curso de la enfermedad.

En algunos países ricos las tasas de vacunación pueden ser lo suficientemente altas para alcanzar la inmunidad colectiva, pero la necesidad de nuevas terapias sigue siendo urgente. El virus se está propagando en países con acceso limitado a vacunas. E incluso en otros lugares donde están ampliamente disponibles, quedan bastantes personas por vacunar. "La necesidad de tratamientos para todas las etapas de la enfermedad es más pronunciada que nunca. Nunca en la historia del control de enfermedades infecciosas hemos estado conformes con un solo conjunto de herramientas", asegura la directora ejecutiva para América del Norte de la Iniciativa Medicamentos para las Enfermedades Desatendidas (DNDi), Rachel Cohen, cuyo programa está pensado para desarrollar nuevos medicamentos para enfermedades que históricamente han sido ignoradas por las empresas farmacéuticas.

Los nuevos medicamentos podrían ayudar a evitar la hospitalización a personas con casos tempranos de COVID-19, "especialmente en los lugares donde las capacidades de las UCI y de la hospitalización son muy limitadas", resalta Cohen. También pueden minimizar la muerte de los pacientes hospitalizados.

Además, las nuevas terapias podrían ser una solución provisional crucial si el SARS-CoV2 muta lo suficiente para esquivar la respuesta inmunitaria de las vacunas. Y hay otra razón para seguir buscando nuevos medicamentos. El SARS-CoV2 es el tercer coronavirus que da el salto de animales a humanos en los últimos 20 años. "Puede que este no sea el último coronavirus que veamos", opina el virólogo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington (EE. UU.) Michael Diamond.

La Administración del presidente de EE. UU., Joe Biden, espera ayudar a abastecer el botiquín. A mediados de junio, las autoridades anunciaron que el Gobierno federal destinaría 2.689 millones de euros a la búsqueda y desarrollo de medicamentos antivirales para tratamientos contra la COVID-19 y futuros virus pandémicos. Eso es solo una fracción de los más de 8.403 millones de euros que la Administración de Donald Trump gastó en el desarrollo de vacunas con la Operación Warp Speed, pero sigue siendo "enorme", según Cohen. También se están llevando a cabo otras iniciativas para impulsar el desarrollo de antivirales

Un arsenal escaso

Solo existen un puñado de terapias para tratar la COVID-19. Para los pacientes más enfermos, los estudios han demostrado que el esteroide dexametasona reduce el riesgo de muerte en un tercio, moderando la respuesta inflamatoria descontrolada.

Otras terapias luchan contra el propio virus en sí. Algunas empresas han recibido Autorización de Uso en Emergencia para anticuerpos monoclonales fabricados en laboratorio que funcionan como los naturales: se unen al virus y no dejan que infecte las células. Cuando se administran en etapas tempranas, reducen la hospitalización y la muerte entre un 70 % y un 87 % en personas con alto riesgo de síntomas graves u hospitalización.

Estos medicamentos funcionan mejor en pacientes que aún no están gravemente enfermos. Sin embargo, la combinación de anticuerpos de Regeneron, la terapia que recibió Trump, también parece ayudar a las personas que ya están hospitalizadas, pero que no han generado sus propios anticuerpos. A mediados de junio, se anunció que en un ensayo de 9.000 personas, esta terapia había reducido las muertes en un 20 %. Ese beneficio no se extendió a las personas que tenían anticuerpos naturales.

Pero las terapias con anticuerpos tienen inconvenientes. Son caras y deben administrarse mediante inyección o de forma intravenosa. Por eso son malas opciones para los países de ingresos bajos y medios. Y es posible que no funcionen tan bien contra algunas variantes del virus que ya están circulando. De hecho, el 25 de junio, la FDA detuvo la distribución del cóctel de anticuerpos de Lilly en todo el país debido a la creciente prevalencia de dos variantes preocupantes del virus que parecía que no respondían a los medicamentos.

Cuando se trata de medicamentos antivirales que interrumpen la capacidad de replicación del virus hay aún menos opciones disponibles. Remdesivir es el único medicamento de este tipo aprobado para tratar la COVID-19, en gran parte porque era uno de los pocos candidatos cuya seguridad se había probado en humanos cuando empezó la pandemia, por lo que tenía una ventaja. Pero su efectividad sigue siendo una pregunta abierta. Algunos estudios han encontrado que acorta la duración de la enfermedad, mientras que otros sugieren que tiene poco efecto. La Organización Mundial de la Salud no recomienda su uso.

Terapias complicadas

El desarrollo de antivirales se ha retrasado por varias razones. Hasta la llegada de la COVID-19, las empresas no tenían muchos incentivos económicos para producir estos medicamentos. Los antivirales existentes se dirigen solo a 10 virus, y la mitad de ellos tratan el VIH. Las infecciones crónicas requieren tratamientos más prolongados y, por lo tanto, más dinero. "Si no existe un mercado claro para una terapia, en general, no se va a invertir en ella", admite el director ejecutivo interino de READDI, John Bamforth, la asociación público-privada de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill (EE. UU.) fundada para desarrollar nuevos antivirales.

También hay una serie de obstáculos científicos. Para inhibir la replicación del virus, un fármaco se une a alguna proteína o enzima viral esencial y bloquea su actividad sin dañar la célula huésped. Pero, a diferencia de las bacterias, los virus dependen de la maquinaria de las células que infectan para replicarse, por lo que tienen pocas proteínas propias. E incluso cuando los investigadores encuentran un compuesto que funciona, su eficacia suele ser de corta duración porque los virus evolucionan constantemente.

Algunos investigadores, incluidos los de READDI, trabajan en medicamentos dirigidos a proteínas celulares cruciales para la replicación viral. La mayoría de los antivirales funcionan solo para un virus. La esperanza es que estos compuestos sean eficaces contra familias enteras de virus. También es menos probable que generen resistencia.

Pero las terapias novedosas requieren más tiempo de desarrollo. Por eso, la forma más rápida de conseguir medicamentos comerciales consiste en reutilizar compuestos que ya han sido aprobados. Se ha probado su seguridad y hay menos obstáculos regulatorios para obtener la aprobación de un nuevo uso para un medicamento existente. DNDi está probando una variedad de compuestos existentes en el ensayo clínico ANTI-COV. El último estudio analiza el medicamento antiparasitario nitazoxanida combinado con un esteroide inhalado. "Hay cada vez más consenso de que se necesita un antivírico fuerte o una combinación de antivirales con diferentes mecanismos de acción, combinados con algún tipo de antinflamatorio", explica Cohen.

El Programa Antiviral para Pandemias de Biden tiene como objetivo acelerar las pruebas de 19 antivirales que ya están en desarrollo. También proporcionará alrededor de 850 millones de dólares para crear un programa de descubrimiento de fármacos para buscar compuestos capaces de tratar no solo el SARS-CoV-2 sino también otros virus. La administración estadounidense también anunció que compraría hasta 1,7 millones de dosis del antiviral molnupiravir de Merck por unos 1.000 millones de euros, pendiente de autorización regulatoria. Los investigadores crearon este medicamento como un tratamiento contra la gripe, pero cuando empezó la pandemia, tuvieron que cambiar su plan. El compuesto ya ha superado las pruebas de fase 2 para la COVID-19.

Más de 20 compañías biotecnológicas y farmacéuticas se han unido para formar la alianza INTREPID para ofrecer 25 nuevos candidatos a fármacos en etapa avanzada dirigidos a los patógenos virales que presentan los mayores riesgos pandémicos, incluidos los coronavirus. COVID Moonshot es un consorcio internacional de científicos del mundo académico, biotecnológico y farmacéutico que trabajan pro bono o para cubrir los costes para desarrollar medicamentos con el fin de inhibir una enzima concreta en el SARS-CoV-2. El proyecto se basa en financiación y trabajos colaborativos (crowdfunding y crowdsourcing). Cualquiera puede enviar un diseño de medicamento y ver los que ya se han recibido. El 28 de junio, el proyecto contaba con 17.976 diseños de moléculas y ha sintetizado y probado cerca de 1.500.

La recompensa de todas estas nuevas iniciativas podría tardar años en llegar. Pero la esperanza es que cuando llegue la próxima pandemia, estemos mejor preparados. "Tenemos que detener este ciclo de negligencia y luego pánico", destaca Cohen. 

Acceso desigual

Han surgido grandes desigualdades en el lanzamiento de las vacunas contra la COVID-19. En Estados Unidos y Reino Unido, más del 45 % de la población está vacunada. En la República Democrática del Congo y Chad, la cifra es inferior al 0,1 %. Y donde la cobertura de la vacuna es baja, el virus puede crecer. Cohen advierte: "Estamos viendo una crisis en espiral en el subcontinente indio, en América Latina y en las últimas semanas en África". Estos son los lugares que necesitan desesperadamente nuevas terapias, pero a Cohen le preocupa que los nuevos tratamientos desarrollados no lleguen a estos países.

Es algo en lo que READDI ha estado pensando. Bamforth concluye: "Si tuviéramos que licenciar un medicamento, probablemente incluiríamos en el contrato algún párrafo sobre el acceso global. Debemos asegurarnos de que estos medicamentos sean accesibles para todos los países del mundo, no solo en el Primer Mundo que puede pagarlos".

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