Con más de 1.000 muertes y unos 45.000 casos confirmados cada día, la pandemia del coronavirus está fuera de control en el país. Sin embargo, el incremento del número de infectados en los estados más perjudicados hace que la propagación sea más lenta, ya que la inmunidad genera una barrera natural
La gran cantidad de personas que ya han contraído el coronavirus en EE. UU. ha comenzado a frenar la propagación de la enfermedad en los estados más afectados.
Millones de residentes de Estados Unidos han sido contagiados por el virus que causa la COVID-19 y al menos 160.000 han muerto. Un efecto es que el grupo de personas susceptibles de contagiarse se ha reducido en muchas áreas. Se cree que después de la infección, las personas se vuelven inmunes (al menos durante unos meses), por lo que no transmiten el virus a otras personas, lo que ralentiza la pandemia.
"Creo que la epidemia sustancial en Arizona, Florida y Texas (todos en EE. UU.) creará suficiente inmunidad para ayudar a mantener la COVID-19 bajo control", afirmó el viernes el analista de pandemias de la Universidad de Washington (EE. UU.) Trevor Bedford en una serie de tuits. "Sin embargo, este nivel de inmunidad no es compatible con un retorno total al comportamiento social que existía antes de la pandemia".
Se desconoce el nivel exacto en el que la inmunidad adquirida está desacelerando la tasa de contagio, pero dudas tan importantes como la reapertura de las escuelas y los viajes en avión podrían depender de esa respuesta.
Lo que se sabe es que después de alcanzar un ritmo alarmante a partir de mayo, los nuevos casos de COVID-19 han empezado a disminuir en los estados de la región Sunbelt (cinturón del sol) de EE. UU. como Florida. Una parte de eso podría tener algo que ver con al comportamiento de distanciamiento social, pero el aumento de las tasas de inmunidad también es un factor, según el científico informático Youyang Gu cuyas Proyecciones de COVID-19 se encuentran entre los 34 modelos pandémicos que sigue el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de EE. UU.
"La inmunidad podría ser importante en las regiones que muestran ese descenso", destaca Gu. Al menos hasta el otoño, ya que sus modelos llegan hasta esas fechas, "no creo que vaya a haber otro pico" de contagio en los estados del sur, sostiene.
La inmunidad de grupo
Estados Unidos ha ido registrando más de 1.000 muertes por COVID-19 y 45.000 casos confirmados al día. Sin embargo, la otra cara de la rápida propagación es que hay progresivamente menos personas vulnerables a contraer y propagar el virus de nuevo. Los investigadores esperan determinar qué papel podría desempeñar el aumento de la inmunidad de esta población en la gestión de la pandemia.
"Claramente, a medida que disminuye la susceptibilidad, baja la propagación de la enfermedad. Nadie puede decir lo contrario", subraya el experto en estadística que simula la pandemia en la Universidad de Estocolmo (Suecia) Tom Britton. "La pregunta es ¿en qué medida este efecto se debe a la intervención o a la inmunidad? Estoy convencido de que se trata de una combinación de ambas en regiones con brotes muy grandes, como Nueva York [EE. UU.], Milán [Italia], Madrid [España] y Londres [Reino Unido]".
El brote del virus dejará de crecer, incluso sin medidas de control, en cuanto se alcance un nivel denominado la inmunidad colectiva, cuando tantas personas sean inmunes que el virus no puede encontrar nuevos huéspedes suficientemente rápido.
Para el nuevo coronavirus se desconoce el umbral para alcanzar la inmunidad de rebaño. Las estimaciones varían ampliamente: entre el 10 % y el 80 % de la población podría ser infectada, dependiendo de la propagación del virus, pero también de los factores sociales como la cantidad de personas que se suelen juntar.
La inmunidad colectiva, que antes era un oscuro punto de inflexión conocido solo por los epidemiólogos, ha ganado lo que el biólogo de sistemas de la University College London (Reino Unido) Francois Balloux denomina la fama "similar a las Kardashian" y se ha convertido en un pararrayos en los debates políticamente polarizados sobre la reactivación económica. En las redes sociales, algunos comentaristas insisten en que la inmunidad colectiva ya ha llegado, lo que significa que el confinamiento y el cierre de las escuelas no son necesarios. Otros encuentran motivos para dudar de que la inmunidad se consiga sin una vacuna y aseguran que fiarse en esta inmunidad solo puede provocar millones de muertes.
"Parece que existe el grupo de 'ya se alcanzó la inmunidad colectiva' y otro de 'todos vamos a morir'. Lo bueno es que hay un tercer grupo de 'obtengamos los datos y veamos qué significa todo esto'", tuiteó el inmunólogo de la Escuela de Medicina Icahn en la ciudad de Nueva York Florian Krammer.
Lo cierto es que, en Estados Unidos, con una epidemia tan devastadora, se está creando rápidamente la inmunidad natural. Según estima Gu, durante junio y julio 450.000 personas al día se estaban contagiando por el coronavirus en Estados Unidos, las cifras más elevadas desde que apareció la enfermedad en febrero.
Ese número es más alto que el recuento oficial de casos porque incluye una estimación de las infecciones que no se notan, no se sienten o no se registran. En junio, el director del CDC, Robert Redfield, afirmó a los periodistas que la cantidad real de contagiados podría ser muchas veces mayor que la cifra oficial. Por ejemplo, Gu ha calculado que aproximadamente 35 millones de estadounidenses han sido infectados, alrededor del 10 % de la población del país.
El contagio natural también resulta muy eficaz para reducir la transmisión del virus, incluso más que si un número igual de personas se vacunaran. La razón es que el virus ha estado encontrando e infectando precisamente a aquellas personas que, ya sea por comportamiento, circunstancias o biología, tienen más probabilidades de formar parte de la cadena de transmisión.
Pueden ser los estudiantes universitarios en vacaciones de primavera, enfermeras de hospitales o personas que se tocan la cara todo el tiempo. Cualquiera que sea la razón, cuando estas personas se contagian y se eliminan de la ecuación mediante la muerte o la inmunidad, el efecto sobre la pandemia es enorme. En cambio, vacunar a una persona mayor resguardada podría proteger a esa persona, pero hace relativamente menos para detener la transmisión.
"Cuando la enfermedad en sí causa la inmunidad de grupo, lo hace de forma más eficaz que cuando administramos la vacuna al azar", dijo la semana pasada el especialista en simulaciones de la salud pública de la Universidad de Harvard (EE. UU.), Marc Lipsitch, al experto en política Bill Kristol durante una entrevista en podcast. Como resultado, "existe el debate" sobre si la transmisión viral se podría reducir más rápido de lo que generalmente se cree, explica.
Lecciones de Suecia
Fuera de EE. UU., los investigadores también están siguiendo de cerca el papel de la inmunidad de la población en las respuestas nacionales. Suecia, por ejemplo, no impuso un confinamiento estricto y tuvo un gran número de muertes a partir de abril. Desde entonces, en cambio, el número de nuevos contagios ha disminuido. Los líderes de la nación comunicaron la semana pasada que los niños volverían a la escuela sin mascarilla.
"Yo diría que en Suecia no hay duda de que la inmunidad juega un papel importante, más que en otros países", opina Britton. "En la actualidad, esta epidemia se está deteniendo lentamente".
Britton cree que una mejor comprensión de cómo la inmunidad de la población afecta a los brotes podría ayudar a decidir sobre el nivel y la intensidad de las intervenciones sociales. Según su punto de vista, el objetivo es mantener el número de reproducción del virus, llamado R, por debajo de 1, lo que significa que cada persona con el virus contagia a menos de una más. En esas condiciones, el brote disminuye.
"La inmunidad colectiva es cuando todas las restricciones se pueden relajar y todavía se mantiene por debajo de 1", destaca. "Pero la inmunidad no tiene que estar en ese nivel para tener un efecto".
En algunas ciudades, como Nueva York y Miami, los análisis de sangre muestran que el 20 % o más de la población ha tenido el virus. Pero en las regiones aún poco afectadas, como algunos pueblos pequeños o áreas rurales, la población sigue siendo más susceptible. Eso significa que el virus puede y seguirá causando nuevos brotes. Por ejemplo, Luisiana (EE. UU.) tuvo un gran pico en el número de infectados, seguido de una pausa y luego una segunda ola. Esto ocurrió porque el virus golpeó primero a Nueva Orleans (EE. UU.) y luego llegó al resto del estado.
La desigualdad geográfica de la pandemia es una de las razones por las que Britton no cree que Suecia pueda volver a la normalidad todavía. "¿Estaremos protegidos de grandes brotes si se liberan todas las restricciones? La respuesta es no", concluye. "A escala nacional, la inmunidad no es tan alta, podría ser del 20 %. Pero en Estocolmo es quizás el 30 % o el 40 %. Es posible que estemos cerca de la inmunidad colectiva [allí], por lo que podrían relajar un poco más las restricciones".