Un estudio previo con versiones leves revela que los pacientes podían volver a infectarse hasta cuatro veces en un año y medio. La duración e intensidad de la inmunidad del SARS-CoV-2 es el factor más crítico para predecir cuándo acabará la pandemia o si se volverá estacional, pero sin estudios masivos resulta imposible saberlo
Entre otoño de 2016 y finales de 2018, los investigadores de la Universidad de Columbia (EE. UU.) estuvieron recogiendo muestras nasales de 191 niños, maestros y trabajadores de emergencias, a los que pidieron que registraran cuándo estornudaban o tenían dolor de garganta. Su objetivo era crear un mapa de virus respiratorios comunes junto a sus síntomas y al tiempo que las personas que se recuperaban permanecían inmunes a cada uno de ellos.
La investigación se basó en cuatro tipos de coronavirus, HKU1, NL63, OC42 y C229E. Todos ellos circulan ampliamente todos los años, pero no reciben mucha atención porque solo causan resfriados comunes. Pero ahora que el nuevo coronavirus de la misma gran familia, el SARS-CoV-2, ha paralizado al mundo, la información sobre sus parientes más leves nos da algunas pistas sobre cómo podría desarrollarse esta pandemia.
Estos científicos acaban de publicar un informe preliminar de su investigación que resulta bastante preocupante. Han descubierto que, con frecuencia, las personas volvían a contraer el mismo coronavirus, incluso en el mismo año, y a veces más de una vez. Durante un año y medio, una docena de voluntarios dio positivo dos o tres veces al mismo virus, en un caso con solo cuatro semanas de diferencia entre ambos resultados positivos.
Esto supone una gran diferencia frente al modelo de enfermedades infecciosas como el sarampión y la varicela, a las que las personas pueden volverse inmunes de por vida una vez superada la enfermedad.
En el caso de los coronavirus, "la inmunidad parece disminuir rápidamente", afirma el científico involucrado Jeffrey Shaman junto a la investigadora posdoctoral Marta Galanti.
Foto: Jeffrey Shaman dirige el estudio Virome of Manhattan de la Universidad de Columbia, que encontró que las personas suelen vuelven a contraer los mismos gérmenes que causan el catarro. La investigación muestra que la inmunidad a algunos coronavirus dura muy poco. Créditos: Ms Tech / AP / Mary Altaffer
Se desconoce si la COVID-19 seguirá el mismo patrón, pero los resultados de este estudio sugieren que una gran parte de la discusión pública sobre la pandemia podría ser engañosa. Se habla de "superar el pico de contagios " y de los "pasaportes de inmunidad" para aquellos que se han recuperado. Al mismo tiempo, hay quien confía en que el virus esté más extendido de lo que piensa y en que, para que el virus deje de propagarse, lo único que separa de establecer una cantidad tolerable de muertes son unos niveles suficientemente altos de inmunidad colectiva.
Todos estos debates se basan en la suposición de que la inmunidad es de larga duración, pero ¿qué pasa si es breve? El especialista en esta familia de virus de la Universidad de Maryland (EE. UU.) Matthew Frieman advierte: "Lo que les he estado diciendo a todos, y nadie me cree, pero es cierto, es que cada invierno sufrimos coronavirus a pesar de que estamos seroconvertidos". Es decir, a pesar de que la mayoría de las personas han desarrollado previamente los anticuerpos contra los virus, vuelven a contraerlos. Y añade: "Realmente no sabemos si se debe a cambios en el virus o a que los anticuerpos no protegen de la infección".
El factor más crítico
De momento, seguimos en fase de pandemia, algo que sucede cuando un nuevo virus, al que los humanos son completamente susceptibles, se expande por todo el planeta. La humanidad todavía es un campo nuevo para la COVID-19: el 29 de abril había más de tres millones de casos confirmados, es decir, una de cada 2.500 personas en el planeta. (Aunque la verdadera tasa de contagio es indudablemente mayor, probablemente solo represente a una pequeña fracción de la población). El director regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el Pacífico Occidental, Takeshi Kasai, advirtió recientemente de que hasta que hasta que no haya una vacuna disponible, el mundo debería prepararse para una "nueva forma de vida".
Pero las medidas como el alejamiento social y la paralización de los vuelos de las aerolíneas no representan el factor más importante en nuestro destino. Algunos investigadores creen que el elemento que finalmente determinará el impacto de esta enfermedad será si las personas adquieren la inmunidad al virus o no, y durante cuánto tiempo.
Las pruebas preliminares señalan una protección temporal contra la reinfección. Desde que se describieron los primeros casos en China en diciembre, no ha habido claros casos de personas que se hayan infectado dos veces. Y el hecho de que algunas personas, incluso en Corea del Sur, hayan dado positivo por segunda vez, podría deberse a errores de prueba o a la persistencia del virus en sus cuerpos.
"Hay muchas personas que han sobrevivido al contagio y están por ahí, y no parece que se hayan reinfectado ni contagiado a otras personas", subraya el investigador de la Universidad de Stanford (EE. UU.) Mark Davis. Hasta el 29 de abril, más de 900.000 personas se habían recuperado oficialmente de la enfermedad, según el panel de seguimiento de casos de Johns Hopkins.
Algunos investigadores chinos también realizaron pruebas directas para comprobar si un grupo de monos resistió a una segunda exposición al nuevo coronavirus. Los infectaron con el virus y cuatro semanas más tarde, después de su recuperación, lo intentaron de nuevo. La segunda vez, los primates no desarrollaron síntomas, y los investigadores no pudieron encontrar ningún virus en sus gargantas.
Lo que no sabemos es cuánto dura la inmunidad y todavía no hay forma de saberlo. Si la inmunidad durara toda la vida, entonces cada superviviente será un soldado más del ejército permanente contra la propagación del patógeno. Pero si la inmunidad fuera breve, como pasa con los coronavirus comunes, la COVID-19 podría ser un supercatarro estacional con una alta tasa de letalidad, que aparecería cada invierno en horribles olas de contagios.
Los últimos modelos informáticos de la pandemia destacan que la duración de la inmunidad será un factor clave, y tal vez crítico. Uno de estos estudios, de la Universidad de Harvard (EE. UU.) y publicado en Science, muestra a la COVID-19 volviéndose estacional, es decir, simulando un rebrote invernal cada año o dos a medida que la inmunidad en la población aumenta y luego disminuye.
Después de probar diferentes escenarios, el grupo de Harvard concluyó que sus previsiones de cuántas personas terminarían contrayendo COVID-19 en los próximos años dependían "más crucialmente" del "grado de inmunidad de la población, de si la inmunidad disminuye y a qué ritmo". En otras palabras, el factor crítico en la proyección de la ruta del brote también es totalmente desconocido.
¿Un nuevo virus estacional?
Dado que muchos otros coronavirus humanos son leves, no han recibido la misma atención que la gripe, un virus que muta, se sigue de cerca y se analiza genéticamente para crear una nueva vacuna cada año. Pero ni siquiera se sabe, por ejemplo, si los coronavirus comunes mutan para poder engañar el sistema inmunológico, o si hay otras razones por las que la inmunidad sea tan efímera.
"No hay un seguimiento global de los coronavirus. Aunque el resfriado común cuesta a EE. UU. casi 20.000 millones de dólares al año, estos virus no matan, y lo que no mata, no lo seguimos", lamenta el virólogo de la Universidad del Cabo Occidental, en Sudáfrica, Burtram Fielding, que estudia los informes científicos en este campo.
El Proyecto Global Virome sobre los coronavirus, liderado por Shaman y financiado por los fondos del Departamento de Defensa de EE. UU., ha sido una excepción. La investigación proponía detectar los distintos virus respiratorios con el posible objetivo de "predicción inmediata" o de tener un rastreador directo de infecciones comunes que circulan por la ciudad.
Un hallazgo de la investigación es que las personas que volvieron a contagiarse del mismo coronavirus no tuvieron menos síntomas la segunda vez. Algunas personas nunca experimentaron síntomas; otras sufrieron fuertes resfriados dos o tres veces. Shaman asegura que la gravedad de la enfermedad tiende a distinguirse por familias, lo que sugiere una base genética.
La gran pregunta es qué significa la débil resistencia de corta duración a los virus del resfriado común para la COVID-19. ¿Existe la posibilidad de que esta enfermedad se convierta en una versión mortal del catarro común, constantemente presente, y que contagie al 10 % o al 20 % de la población cada año, y acabe con la muerte de uno cada 100 enfermos? Si fuera así, equivaldría a una plaga capaz de reducir la tasa actual de crecimiento de la población mundial por una décima parte.
Algunos científicos consideran que la pregunta es demasiado oscura para contemplarla. Shaman tampoco se atreve pronosticar cómo se comportaría la COVID-19. En un correo electrónico afirmó: "Básicamente, tenemos varias preguntas sin resolver. ¿Las personas han terminado con este virus después de contraerlo? Si no, ¿con qué frecuencia experimentaremos contagios repetidos? Finalmente, ¿esos rebrotes serán más leves, igual de graves o incluso peores?
Estudios de inmunidad
Ya están en macha grandes estudios de inmunidad para intentar responder a esas preguntas. Alemania planea someter a su población a pruebas en busca de anticuerpos contra el virus, y en América del Norte, 10.000 jugadores y otros empleados de la Liga Nacional de Baseball están dando muestras de sangre para su análisis. En abril, los Institutos Nacionales de Salud de EE. UU. lanzaron un estudio de muestras de suero por la pandemia de COVID-19, que, según afirman, también analizará la sangre de 10.000 personas.
Al buscar la presencia de anticuerpos en la sangre de las personas, tales encuestas serológicas pueden determinar cuántas personas han estado expuestas al virus, incluidas las asintomáticas y las que solo han tenido síntomas leves.
Los investigadores también analizarán la sangre de los casos de COVID-19 para medir la naturaleza y la intensidad de las respuestas inmunológicas, y descubrir si hay una conexión con la gravedad de los síntomas. Davis detalla: "Estamos viendo la necesidad de un control inmunológico, porque algunas personas se liberan de esto y otras se mueren. El gradiente es serio y nadie realmente entiende por qué".
Nuestro sistema inmunológico tiene diferentes mecanismos para responder a patógenos que nunca ha visto antes. Los anticuerpos, producidos por los linfocitos B, recubren al virus para impedirle penetrar en las células. Mientras tanto, los linfocitos T regulan la respuesta inmunológica o destruyen las células infectadas. Cuando ya se ha pasado la enfermedad, este tipo de célula puede crear versiones de "memoria" a largo plazo.
¿Qué tipo de memoria inmunológica provocará la COVID-19? El genetista de la Universidad de Harvard Stephen Elledge opina que la gravedad de la enfermedad podría ubicarla en una categoría diferente al resfriado común. Detalla: "Podemos tener un catarro durante una semana, pero si pasamos por un infierno durante tres semanas, eso podría crear más memoria por más tiempo".
Otras pistas provienen del brote de SARS de 2002-2003, una infección respiratoria aún más mortal que la COVID-19. Seis años después del brote de SARS, los médicos en Beijing (China) intentaron encontrar la respuesta inmunológica entre los supervivientes. No encontraron anticuerpos ni linfocitos B de memoria de larga duración, pero sí encontraron linfocitos T de memoria.
Dado que los médicos consiguieron detener el brote de SARS después de aproximadamente 8.000 casos, nunca se dio la posibilidad de que alguien se infectara por segunda vez. Pero esos linfocitos T podrían ser un signo de inmunidad de larga duración. Un estudio posterior de la vacuna en ratones encontró que los linfocitos T de memoria protegieron a animales de los peores efectos cuando los científicos intentaron contagiarlos de nuevo con SARS.
Para Frieman, toda la incertidumbre en torno la respuesta inmunológica a los coronavirus significa que todavía hay pocas posibilidades de predecir cuándo o cómo terminará el brote. Y concluye: "No sé cuándo desaparecerá, y si alguien dice que lo sabe, no sabe de qué está hablando".